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lleza no es mas que el deseo. No hay teoría que contradigan mas los hechos.

Lo primero la emocion íntima afecta á la percepcion de lo bello se distingue de la sensacion agradable en que esta emocion es posterior al juicio de lo bello, y que la sensacion le precede.

En segundo lugar ¿qué es el deseo? Un movimiento del alma, que tiene por fin, oculto ó manifiesto, la posesion de su objeto. Pero el sentimiento de lo bello no tiende á la posesion, La admiracion es por su naturaleza respetuosa, mientras que el deseo se dirige á profanar su objeto.

El deseo es hijo de la necesidad. Supone en el que lo esperimenta una carencia, un defecto, y hasta en cierto punto un sufrimiento. El sentimiento de lo bello es la propia satisfaccion de sí mismo.

El deseo es fogoso, impetuoso, adolorido. El sentimiento de lo bello, libre de todo apetito, y al mismo tiempo de todo temor, eleva é inflama el alma, y puede arrebatarla hasta el entusiasmo sin hacerle esperimentar la turbacion de las pasiones. El artista no apercibe mas que lo bello, en lo que el hombre sensual no advierte sino el atractivo ó el horror. En un bajel combatido por la tempestad, cuando los pasageros tiemblan á la vista amenazadora de las olas encrespadas, y al estrépito del rayo que retumba sobre sus cabezas, el artista queda absorto á la contemplacion de este sublime espectáculo. Vernet se hace amarrar á un mástil para contemplar mas tiempo la tormenta en su belleza magestuosa y terrible. Luego que le asalta el miedo, cuando participa de la emocion comun, desaparece el artista, y no queda mas que el hombre.

El sentimiento de lo bello es tan poco el deseo, que el uno y el otro se escluyen.

Yo tomaré un ejemplo vulgar. Ante una mesa cargada de comidas y de vinos deliciosos, se despierta el deseo de gozar, mas no el sentimiento de lo bello. Pero supongo que en lugar de fijarme en el placer que me prometen todas estas cosas presentadas á mi vista, considero únicamente el modo con que están ordenadas y dispuestas en la mesa, y toda la simetría del banquete, entonces podrá sobrevenir el sentimiento de lo bello en cierto grado; mas, seguramente no será ni la necesidad ni el deseo de apropiarme esta simetría y este órden.

Lo propio de la belleza no es de irritar ni de inflamar el deseo, sino de purificarlo y de ennoblecerlo. Mientras mas bella es una muger, no de esa belleza comun y grosera que Rubens anima en vano con su ardiente colorido, sino de la belleza ideal que la antigüedad y la escuela romana y florentina han conocido solas, al aspecto de esta noble criatura, se templa mas el deseo por un sentimiento esquisito y delicado, algunas veces has

ta se reemplaza por un culto desinteresado. Si la Vénus del Capitolio ó la Santa Cecilia escitan en uno deseos sensuales, este no está dispuesto para sentir lo bello.

El sentimiento de lo bello es pues especial, como la idea de lo bello es simple; pero este sentimiento único en sí mismo ¿no se manifiesta mas que bajo una sola forma, y no se aplica sino á un solo género de belleza? Aquí tambien, y como siempre, interroguémos á la esperiencia.

Cuando tenemos á la vista un objeto cuyas formas están perfectamente determinadas, y cuyo conjunto sea fácil de abrazar, una bella flor, una bella estatua, un templo antiguo; de una mediana magnitud, cada una de nuestras facultades se fija en este objeto, y reposa en él con una satisfaccion sin mezcla: nuestros sentidos perciben fácilmente sus pormenores, nuestra razon penetra la feliz harmonía de todas sus partes. Cuando este objeto ha desaparecido, nos lo representamos distintamente en su conjunto: tan determinadas y precisas son sus formas. El alma al contemplarlo esperimenta un júbilo dulce y tranquilo, una especie de embeleso.

Considerémos, por el contrario, un objeto con formas indecisas é indefinidas, y que sin embargo sea muy bello: la impresion que esperimentamos es sin duda un placer, pero de otro órden. Este objeto no hiere todas las partes de nuestra comprension como el primero. La razon le concibe, pero los sentidos y la imaginacion se esfuerza en vano para llegar á sus últimos limites: nuestras facultades se agrandan, se hinchan por decirlo así, para abrazarlo: pero se les escapa y las sobrepuja infinitamente. El placer que esperimentamos proviene de la grandeza misma de este objeto; pero al mismo tiempo semejante grandeza, hace nacer en nosotros yo no sé que sentimiento melancólico, por su misma desproporcion con nosotros. A la vista del cielo estrellado, de la mar inmensa, de montañas gigantescas, la admiracion está mezclada de tristeza. Porque estos objetos, finitos en realidad como todo el mundo, nos parecen infinitos en la impotencia en que estamos de comprender su inmensidad, é imitando lo que verdaderamente no tiene límites, despiertan en nosotros la idea de lo infinito, esta idea que exalta y confunde á la vez nuestra inteligencia. El sentimiento correspondiente que esperimenta el alma es un placer

severo.

Estos son dos sentimientos muy diferentes: por esto se les han designado nombres distintos; el uno ha sido llamado singularmente el sentimiento de lo bello, el otro el de lo sublime.

Interviene tambien en la percepcion de lo bello otra facultad no ménos necesaria que el juicio y el sentimiento, que les anima y los vivifica, la imaginacion.

Cuando la sensacion, el juicio, el sentimiento se han pro

ducido en mi con motivo de un objeto esterior se reproducen aun en la ausencia del mismo objeto esto es la memoria.

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La memoria es doble: no solamente me acuerdo que he tenido á la vista un cierto objeto, lo que me sugiere la idea de lo pasado; sino tambien me represento este objeto ausente, tal como estaba, como lo ví, lo sentí, lo juzgué: el recuerdo es entónces una imágen. En este último caso la memoria se ha denominado memoria imaginativa. Este es el fondo de la imaginacion; pero la imaginacion es mas todavía.

El entendimiento aplicándose á las imágenes proporcionadas por la memoria, los descompone, escoge entre sus diversos rasgos, forma de ellos combinaciones é imágenes nuevas: Sin este nuevo poder: la imaginacion seria cautiva en el círculo de la memoria, mientras debe disponer á su arbitrio de lo pasado y de porvenir, de lo real y de lo posible.

¿El don de afectarse fuertemente por los objetos y reproducir las imágenes desvanecidas y el poder de modificar estas imágenes para componer otras, apura lo que los hombres llaman imaginacion? No, ó á lo ménos, si son estos con efecto los elementos propios de la imaginacion, necesario es que alguna otra cosa se añada y los fecundice, á saber el sentimiento de lo bello en todo género. En este focus se enciende y se conserva el ardor de grande imaginacion. ¡Bastaba á Corneille, para componer á Horacio haber leido á Tito Livio, representarse vivamente muchas de sus escenas, penetrar los principales rasgos, y combinarlos felizmente? Necesitó tambien el sentimiento, el amor de lo bello, sobre todo del bello moral: le fué preciso pues aquel gran corazon de donde salieron las palabras del viejo Horacio.

Ya es pues claro que no ha de limitarse la imaginacion á las imágenes propiamente dichas, y á las ideas que se refieren á objetos físicos, en los términos que la palabra parece exigirlo. Acordarse de los sonidos, escoger entre ellos, combinarlos para obtener efectos nuevos: no es tambien esto imaginacion, aunque el sonido no sea una imágen? El verdadero músico no posee ménos la imaginacion que el pintor. Se concede al poeta imaginacion cuando retraza las imágenes de la naturaleza, ¿se le rehusará esta misma facultad cuando retraza sentimientos? ¿Pero ademas de las imágenes y de los sentimientos, el poeta no emplea encumbrados pensamientos de justicia, de libertad, y de virtud, en una palabra de todas las ideas morales? ¿Podrá decirse que en esas pinturas morales, ya graciosas, ya enérgicas, no hay imaginacion?

Se ve cual es la estension de la imaginacion; no tiene límites. Su carácter distintivo es agitar fuertemente el alma á la vista de todo objeto bello; y de agitarlo tan fuertemente con el solo recuerdo, y hasta á la idea de un objeto imaginario. Se le

reconoce en esta señal, que produce, ayudada de sus representaciones, la misma impresion, y hasta mas viva, que la naturaleza ayudada de sus objetos reales. Si la hermosura ausente ó soñada no obra en nosotros tanto ó mas que cuando está presente, podrémos poseer otros mil dotes; pero el de la imaginacion nos es negado.

A los ojos de la imaginacion, el mundo real desfallece al lado de sus ficciones. Podemos conocer que nos domina la imaginacion por el fastidio que nos causen las cosas reales presentes. Las fantasmas de la imaginacion tienen una vacilacion y una indecision de formas que conmueven mil veces mas que la claridad y la distincion de las percepciones actuales. Y ademas, á ménos de estar locos, y la pasion no nos hace siempre este servicio, es muy dificil ver la realidad de otro modo que no es, esto es muy imperfecta. Por el contrario, de la imágen se hace todo lo que se quiere, se la embellece sin que lo advierta, se la transfigura á voluntad. Existe en el fondo del alma humana un poder infinito de sentir y de amar, al que el mundo entero no iguala; mucho menos una sola de sus criaturas, por mas embelesadora que la supongamos. Toda hermosura mortal vista de cerca no basta á este poder insaciable que ella escita y no puede satisfacer: pero á lo léjos, los defectos se desvanecen ó se debilitan; los matices se mezclan y se confunden con el claro oscuro del recuerdo y del ensueño; y los objetos agradan mas porque están ménos determinados. Es peculiar de los que tienen gran imaginacion el representar las cosas y los hombres de diferente manera que son, y de apasionarse por estas imágenes fantásticas. Los que se llaman hombres positivos son los que sin imaginacion no se aperciben mas que de lo que tienen en frente de los ojos, y admiten la realidad tal como es, en lugar de transformarla. En general poseen mas razon que sentimiento, y son mas capaces de cálculo que de arrebato.

Pueden ser séria y profundamente honrados, pero no serán ni artistas ni poetas. Lo que constituye al poeta y al artista, es con un fondo de buen sentido y de razon, sin lo cual todo lo demas es nada, un corazon sensible, hasta irritable, y sobre todo una viva, una enérgica imaginacion.

Si el sentimiento obra sobre la imaginacion, se ve, que la imaginacion se lo paga cou usura.

Digámoslo; esta pasion pura y ardiente, ese culto á la belleza que constituye al grande artista, no puede encontrarse sino en un hombre de imaginacion. Con efecto, el sentimiento de lo bello puede escitarse en cada uno de nosotros á la presencia de un objeto hermoso; pero cuando este ha desaparecido, si su imágen no subsiste vivamente retratada, el sentimiento que escitó por un instante se disipa poco a poco: podrá reanimarse á

á

la vista de otro objeto, pero para desvanecerse otra vez, muriendo siempre para volver á nacer por casualidad; no siendo nutrido, acrecentado, exaltado por la vivífica y continua reproduccion de su objeto en la imaginacion, carece de esta potencia de inspiracion, sin la que no hay artista ni poeta.

Una palabra todavía sobre una facultad, que no es simple, sino una feliz mezcla de las que acaban de ser recordadas, el gusto, tan mal tratado, tan arbitrariamente limitado en todas las teorías.

Si, despues de haber oido una bella composicion poética ó musical, ó admirado una estatua, un cuadro, podeis retrazaros vivamente lo que han peroibido vuestros sentidos, ver aun el cuadro que ya no está ante vuestros ojos, oir los sonidos que ya no resuenan, en una palabra si tenels imaginacion, poseeis una cualidad sin la que no hay verdadero gusto. ¿Para gustar de las obras de la imaginacion, no es menester estar uno mismo dotado de ella? ¿No se necesita para que un autor agrade, no el igualarlo sin duda, pero el asemejarlo en algun grado? Un entendimiento sensato, pero seco y severo, como Le Batteux, como Condillac, ¡no sería insensible á los mas felices arrojos del genio, y no introducirá en su crítica una severidad limitada, una razon poco razonable, pues que no comprende todas las partes de la naturaleza humana, una intolerancia que mutila y aja el arte, creyendo purificarlo?

Así pues el que no se represente vivamente las cosas, no las juzgará debidamente; pero, por otra parte no es esta facultad de representacion en sí misma la que pronuncia en cuanto á su belleza. Y ademas esta vivacidad de imaginacion, tan precisa al gusto cuando está un poco contenida, no produce, cuando domina, sino un gusto muy imperfecto, que no tenien、 do por base la razon, no se cuida de lo que aprecia, y arriesga el no comprender la mayor de las bellezas, la belleza regular, La unidad en la composicion; la harmonía en todas las partes, la justa proporcion en los pormenores, la hábil combinacion de los efectos, la eleccion, la sobriedad, la medida, son otros tantos méritos que sentirá muy poco, y que pondrá en su debido lugar, La imaginacion entra por mucho, sin duda, en las obras del ar te, pero en fin, no es todo en ellas. ¡Lo que hace de Athalia y del Misantropa dos maravillas incomparables es únicamemte la imaginacion? ¡No hay tambien en la sencillez profunda del plan, en la esplanacion mas usada de la accion, en la verdad sostenida de los caracteres, una razon superior, diferente de la imaginacion que proporciona los colores, y de la sensibilidad que da la pasion?

Ademas de la imaginacion y de la razon, el hombre de gusto debe poseer el sentimiento y el amor de la belleza: es forzoso que se complazca en encontrarla, que la busque, que la

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