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de Cuba, porque es de advertir, que los caminos cóncavos tienen la desventaja de recojer en su centro todas las aguas que refluyen de los costados, y como el curso de ellas se hace por línea central, es preciso darles mucha solidez en esos puntos, para que puedan resistir al desagüe mas ó ménos rápido. Presentan tambien el inconveniente de que ó el centro está á perfecto nivel, ó tiene algun grado de inclinacion. Si lo primero, el agua no correrá libremente, y depositándose en algunos parages, estos se descompondrán con el tráfico. Si lo segundo, el curso acelerado que adquirirán las aguas con este declive, contribuirá tambien á su descomposicion. Pero una causa todavía mas poderosa, opera entre nosotros. Las lluvias de Europa no pueden compararse á las tropicales, donde cada aguacero parece un torrente asolador; y muchos de los caminos que en Inglaterra y en otros paises europeos pudieran resistir fácilmente á la fuerza de las lluvias, en nuestra isla quedarian en breve destruidos á su impulso, pues las aguas que allí se deslizan blandamente por el centro de los caminos cóncavos, presentarian aquí la imágen de un rio impetuoso, que arrastrando consigo aun los materiales bastante sólidos, nos pondrian en la forzosa necesidad, ó de repararlos continuamente, ó de darles una consistencia mucho mayor que la que podria exigirse construyéndolos de otra manera. No hagamos, pues, tentativas que puedan costarnos caro; dejemos á otros pueblos adelantados el cuidado de hacer nuevos ensayos; y pues que nosotros somos principiantes, limitémonos á seguir el ejemplo que nos dan los que en este ramo casi han llegado á la perfeccion á fuerza de tiempo y de dinero.

Altos por el centro y bajos por los costados, ó sean convexos; he aquí la forma que generalmente se da á los caminos; y he aquí la que en mi concepto conviene mas á los nuestros, por que en vez de refluir las aguas de los costados al centro, corren de este hácia aquellos; y dividiéndose en dos porciones toda la cantidad que cae sobre su superficie, impiden su circulacion en la parte central.

Várias han sido las opiniones con respecto al grado de convexidad que conviene dar á los caminos. Por un error funesto se creyó en la Gran-Bretaña, que cuando es corta la curvatura, las aguas no podrian derramarse hacia los costados; y partiendo de esta suposicion, se dió á muchos caminos una con vexidad dificil y peligrosa para el tráfico. Tan equivocado concepto se hubiera desvanecido con solo reflexionar, 1 Que un camino muy convexo impide la prontitud de las comunicaciones, pues espone los choches á ser volcados con frecuencia. 2 Que es muy incómodo á los viageros por el grado de inclinacion que llevan. 3 Que esta misma inclinacion para gravitar la carga mucho mas de un lado que de otro, y resistiendo una de las rue

das la mayor parte del peso, no solamente se descomponent prontos los carros, sino tambien los caminos; porque supóngase que la consistencia de estos está calculada para resistir una tonelada por cada rueda, inclinado que sea el carro, parte de la carga del lado mas alto, granitará sobre la rueda inferior, y es ta en vez de soportar solamente su tonelada, tendrá que sufrir el peso de esta y de una parte de la otra. 4o y último: Que cuando los caminos no están bien construidos, nada se adelanta dándoles mucha convexidad, porque abriendo surcos las ruedas de los carros, el agua siempre se deposita en ellos.

De estas observaciones, hijas de una larga y costosa esperiencia, claramente se infiere, que un corto grado de co vexidad es suficiente para lograr el perfecto desagüe de los caminos bien construidos. Así lo recomiendan Edgeworth, Telford, y M. Odam, que son los hombres á quienes debe la Gran-Bretaña la perfeccion de sus caminos, y así lo han ejecutado los dos últimos en los que se han construido bajo su direccion. Edgeworth dice que no debe dárseles mas curvatura que la necesaria para impedir que lleguen á ser cóncavos ántes de repararlos. ¡Pero cuál es la elevacion que debe dárseles para impedir que esto suceda? Ninguna se determina: la regla pues es muy vaga, al ménos para nosotros, que sin práctica en la materia, no podrémos acertar sino despues de alguna esperiencia. Telford se espresa en términos mas esplicitos, pues quiere que la seccion general del camino forme una elipse muy plana, dando á las partes centrales muy poca curvatura, y aumentando el declive hácia los estremos de los costados. De esta manera un camino de 30 pies de ancho, tendrá del centro á las estremidades laterales nueve pulgadas de inclinacion. Todavía M. Adam la reduce mucho mas, pues á los caminos de 39 pies de ancho solamente ha dado tres pulgadas de declive, y por corto que esta parezca, la esperiencia comprueba que facilita el curso de las aguas, y los mantiene siempre secos. Y esto no solamente sucede en la Gran-Bretaña, sino tambien en la Suecia, cuyos caminos son de los mejores de Europa, siendo tan poca su convexidad, que á primera vista aparecen enteramente planos.

Nosotros pues tomando por mínimo de curvatura las tres pulgadas de M. Adam, y por máximo las nueve de Telford en un camino de 30 pies de latitud, podrémos construir los nuestros, ora mas anchos, ora mas estrechos, con el grado de convexidad proporcional á la amplitud que queramos darles.

[Continuará.]

SECCION DE ANTIGÜEDADES.

AÑO DE 1768,

Segunda parte del informe comenzado en el número anterior y que puede servir á la historia de los progresos del Comercio en esta Isla y al conocimiento de los antiguos principios que regian en el sistema mercantil.

En la primera parte de este informe sobre nuestro comercio entre esta Isla y demas puertos y provincias del continente respecto de sus frutos quedó reservado para tratar con separacion el punto de nuestro comercio español en América respecto de los efectos de Europa con algunas noticias y reflexiones que sobre tan importante asunto he adquirido en mi corta esperiencia. Y cumpliendo ahora la obligacion impuesta espondré lo que me parezca mas digno para los fines que pueda convenir.

1--Comercio español-americano y trato ilícito de los estrangeros.

No se puede hablar de nuestro comercio español en América sin que la memoria recuerde con dolor el estrago que nos causa el trato ilícito que se hace ya por mano de los estrangeros que con suma actividad y diligencia lo practican, ya por nosotros mismos que los buscamos, les facilitamos la entrada por nuestras costas, ó de otro modo les llevamos á sus puertos nuestra plata, nuestros ganados y frutos mas preciosos. Tocaré algo de uno y otro, y con la posible brevedad para no cansar la atencion.

La forma de nuestro comercio en América gira sobre las reglas que fueron muy acertadas y útiles en otro tiempo: en el presente parece que dejan de serlo en alguna parte, á lo ménos si son ciertas, como debe creerse las quejas del comercio de Cádiz; en general no son tan útiles como entónces, porque no producen aquellos mismos efectos.

Investigar las verdaderas causas de esta decadencia y su remedio seria sin duda el asunto mas digno de ocupar los mejores talentos de la patria. De muchos años á esta parte se oye decir que el comercio de Nueva-España está arruinado: que en algunas flotas se ha perdido parte del capital de España: que en el concepto general cuando se sale mejor es con un interes de veinte y cinco ó treinta por ciento del caudal que se embarcó y regresa á Cádiz (*): que ya pasó aquel tiempo en que nuestras espediciones dejaban un ochenta ó ciento por ciento de ganancia: que los efectos se quedan rezagados en el Reino: que muchos no se vendieron sino con plazos, ó largas esperas, y aun perdiendo del capital de España, y que la plata acuñada suele escasear en el Reino.

2-Causas á que se atribuye su decadencia.

Puede muy bien entrar alguna exageracion en estos lamentos, pero la conformidad en las voces y su firmeza derivada de año en año parece que funda el derecho de la verdad. ¡De qué viene pues una desgracia tan sensible? Dícese que de la abundancia porque no se hace la remision de géneros en proporcion al consumo del Reino; que el número de toneladas de las flotas es muy escesivo; que son las muchas las cargas que sufre el comercio, así en España como en América: que las espediciones son muy dilatadas por el tiempo que gastan en el retorno; y que la introduccion de ropas por el desórden del ilícito comercio, son las principales ó mas activas causas de esta ruina. Si ellas son las verdaderas, parece pues que el remedio de muchas está en las propias manos de los españoles.

Pero este remedio no debe ser únicamente relativo al comercio de Nueva-España. Es preciso poner en consideracion todas las costas del Seno Mejicano, y doblando el Cabo Catoche estender la providencia hasta Cartagena y provincias de Caracas: porque todas aquellas partes están infestadas con el contrabando estrangero y poco asistidas del comercio español. La sabiduría del Gobierno hará sin duda que los deseos de la nacion en este asunto tengan su justo cumplimiento.

3-Reflexiones sobre las causas á que se atribuye la decadencia de este comercio.

Sobre esto habría que decir en cuanto á la abundancia de géneros en el reino y ser mas lo que se embarca en Cádiz que

(*) Cuanto se aplaudiría nuestro comercio en 1846 si en sus mayores ganan. cias pudiera obtener este interes de que se quejaban en 1768.

lo que se puede consumir en Nueva-España; que la abundancia considerada en sí mismo ó en cierto punto de conveniencia comun léjos de perjudicar al comercio de España, le favorece. No habrá una ganancia de 70 á 80 p. como otras veces; pero habrá una ganancia regular sucesiva y bastante para mantener el comercio, porque la moderacion en los precios de las cosas que se llevan por via de Cádiz, cerrará la puerta á la introduccion de géneros de ilícito comercio. Y porque el equilibrio de precios, la igualdad ó corta diferencia necesariamente ha de disminuir aquel trato.

4-Ejemplos que ofrece la esperiencia sobre la abundancia de géneros.

Este es en efecto el que palpablemente se toca por esperiencia en la isla de Cuba. Abunda la plaza de la Habana de todo género de lencería, de caldos y comestibles: una pieza ordinaria de Bretaña que valia ántes seis ó siete pesos, se vende ahora por tres: un barril de vino de San Lúcar, cuyo flete solamente costaba diez ó doce pesos, se vende ahora por estas mismas cantidades ó poco mas y se consume infinito..

Los pueblos de Tierra-adentro se surten con conveniencia y facilidad: de donde resulta por una consecuencia necesaria que estos mismos efectos y cualquiera otros, por ejemplo, arrojados con sobresalto sobre las costas, espuestos á peligros, á robos, descaminos y otras averías inseparables del trato ilícito, no pueden tener despacho, porque el concurso y abundancia de los anteriores no les deja una recompensa equivalente.

5:--La abundancia no es verdadera causa de ruina en el comercio del modo que se dice.

Resultará pues de la abundancia que el comercio de España no logre en cada espedicion aquellas ganancias asombrosas que se ponderan de otros tiempos; pero tendrá las necesarias para mantenerse: para hacer un giro no interrumpido de comercio: para multiplicar las espediciones arriesgando ménos intereses, y para poner como se ponen ya otras economías y otros ahorros que jamas se habian conocido en la carrera de Indias.

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