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Direccion vertical.

Nada parece tan conforme al fin con que se hacen los caminos, como el acortar las distancias de un punto á otro. Los menores gastos de construccion, y la prontitud de los viages, son razones suficientes para decidirse en favor de los que se estienden en línea recta; pero ni siempre puede dárseles esa rectitud tan decantada, ni tampoco es tan necesaria como generalmente se cree. Si volvemos la vista á los de la isla de Cuba, los encontrarémos en aquel estado que corresponde á los paises, donde sin haberse hecho jamas buenos caminos, todos los esfuerzos del hombre solamente se han dirigido á abrir por entre los bosques una senda para comunicarse de un lugar á otro: senda que, sobre ser irregular é imperfecta, hubo tambien de ser tortuosa por necesidad, puesto que el estado anegadizo de algunos terrenos, el hondo ó rápido curso de los rios, la altura de las montañas, la profundidad de los precipicios, y otros muchos obstáculos que á cada paso le presentó la naturaleza, hubieron de obligarle á torcer continuamente la primitiva direccion de sus caminos. Que estos deben enderezarse, acercando, por decirlo así, nuestros pueblos y ciudades; que al viagero se deben ahorrar los gastos y fatigas de una jornada en que anda inútilmente leguas y mas leguas, son puntos, ni tan desconocidos, ni tan olvidados entre nosotros, que no hayan dejado de merecer la atencion pública, y aun de ser el objeto de trabajos importantes. Entre los documentos que yacen sepultados en los archivos de Santiago de Cuba, existe una Memoria que sobre apertura y construccion de caminos estendió en 1797 D. Juan Francisco Salazar, entónces administrador tesorero de aquella ciudad. Acompáñanla várias tablas, y en una de ellas se demuestra la distancia que entre sí tienen la mayor parte de los pueblos comprendidos entre Cuba y Baracoa: en otra se enumera la diminucion de las distancias que habria de un lugar á otro, abriendo los caminos en linea recta; y en la última se indica la diferencia de leguas entre los caminos viejos, y los nuevamente propuestos. Y pareciéndome que estas tablas podrán derramar bastante luz en la materia que nos ocupa, me atrevo á insertarlas aquí, recomendándolas como dignas de la consideracion de la Sociedad.

Trescientas quince leguas de un camino penoso y casi inso portable; tal es la distancia que hoy tiene que andar el viagero desde la Habana á Baracoa: pero esa larga jornada quedaria reducida por nuevos caminos á ciento sesenta y nueve leguas, resultando una diferencia de ciento cuarenta y seis, ó casi la mitad; que es decir, poco ménos de la mitad de los gastos de conduccion y del tiempo que hoy se emplea en correr esa misma distancia, aun suponiendo que fuese por buenos caminos. Estos datos no solo prueban la facilidad y rapidez con que se harian los viages, sino la grande reduccion de los costos y capitales que se necesitan para realizar la empresa. Nuevos reconocimientos, nuevas operaciones geodésicas darán quizá resultados mas favorables, y contribuirán de este modo á desvanecer la idea espantosa que nos aterra, figurándonos que la construccion de caminos en la isla de Cuba es un gigante contra quien no tenemos fuerzas para luchar.

¿Pero seremos tan afortunados que todos nuestros caminos puedan hacerse en línea recta, ó por lo menos, disminuirse en lo posible sus numerosas curvaturas? ¿No encontraremos obstáculos tan dificiles que vencer que los gastos y trabajos sean mayores que la utilidad? Nacen estos obstáculos, ó de la naturaleza, ó del estado social en que vivimos: y á veces sucede, que el vencimiento de estos es mucho mas que el de aquellos. Una montaña elevada, un rio caudaloso, un torrente que se precipita, un campo anegadizo y que a cada paso se hunde bajo los pies del viagero, son embarazos que la mano del hombre está acostumbrada á burlar: pero destruir de un golpe y en un dia la obra de muchos años, las ideas del interes individual, los derechos concedidos por las leyes, sancionados por la práctica y confirmados por el comun consentimiento; he aquí cabalmente el escollo donde casi siempre se estrellarán las tentativas del incauto legislador.

Yo bién sé, que en lo interior, y aun en casi toda la parte oriental de la Isla, la rectitud de los caminos no encontrará mas obstáculos que los que le opone la naturaleza: porque abiertos los campos, no poblados todavía en la mayor parte, y dedicados generalmente á la crianza de ganados, muy rara vez podrá haber algun tropiezo que impida su recta direccion: pero cuando vuelvo la vista hácia la parte occidental; cuando observo que los campos de la jurisdiccion de la Habana están casi esclusivamente dados á la agricultura; que están cerrados y convertidos en propiedad particular; que varios pueblos se hallan en contínuas comunicaciones; y que muchas de estas se hacen por sendas muy tortuosas, confieso que me siento in. clinado á proponer que no se haga en ellos alteracion; ó por lo ménos, que si se trata de disminuir su curvatura, no se les dé una rectitud, que si bien parece muy conforme á los públicos

intereses, está opuesta, cuando se reflexiona, á males de grave transcendencia.

La primera cuestion que se presenta es, cuál será el número de propietarios por cuyas haciendas hayan de pasar los caminos; y cuál el carácter ó influjo social que tengan estos propietarios. El estado en que hoy se halla la agricultura habanera, muestra bien á las claras, que no será corto su número, y que entre ellos se encontrarán algunos de alto carácter y representacion. ¿Y cuáles serán en este caso las consecuencias? Seránlo, que estos individuos formarán una clase ó cuerpo, y ligados por el interes comun, que es el mayor de los vínculos, pondrán en movimiento todos los resortes que están en sus manos, y cuando no paralicen, entorpecerán á lo ménos toda tentativa para llevar á efecto la empresa proyectada. ¿Necesitaré yo de decir cuáles son estos resortes? La Sociedad sabe mejor que yo cuán fecunda es la malicia en inventar recursos; y en nuestro suelo, donde por desgracia está tan difundido y tan arraigado el espiritu forense, nada es mas fácil que dar entrada á las cavilaciones del interes, sembrando de obstáculos aun los asuntos mas claros y sencillos. Pero la autoridad, se me dirá, podrá removerlos prontamente; pero la autoridad, contesto yo, si quiere ser justa, como siempre debe serlo, no puede proceder en este materia sin guardar las fórmulas legales, y estas fórmulas, son la garantía de la propiedad, se convierten por la malicia en medios de entorpecer y embrollar.

Concédase enhorabuena que todos los propietarios están dispuestos á permitir que los caminos pasen por sus haciendas; todavía queda por resolver otra cuestion de grave dificultad. Y al hablar de permiso, no se me atribuya la mala intencion de creer que los hacendados deban concederlo particularmente. Sé muy bien, cuáles son los inviolables derechos de un propietario, y que todo lo que pueda exigirse de él en obsequio del bien comun, es que se desprenda de su propiedad, y se prive de los goces que ella le proporciona; pero la eterna justicia clama por la completa indemnizacion de sus pérdidas y quebrantos.

¿Mas cómo se hará esta indemnizacion? Muy fácil es responder, que por mutuo acuerdo entre los propietarios y el gobierno, corporacion ó compañía encargado de la empresa de caminos. Pero cuando no pueda haber convenio entre las partes interesadas, ¿cómo se decidirá esta controversia, sin comprometer los sagrados derechos de la propiedad? Si el ejemplo de otros pueblos pudiera ser aplicable á nosotros, ciertamente que encontrariamos en Inglaterra el modelo mas perfecto. Cuando allí se quiere enderezar un camino por alguna parte, el inspector de él ajusta primero con el propietario, el precio del terreno por donde ha de pasar; y si amigablemente no pue

den convenirse, un juez de paz va entónces á reconocer los lugares, y á tomar todos los informes necesarios. Despues, hace una relacion exacta á los jueces de paz, los que reunidos en sesion especial, convocan un jurado de doce personas. Estos doce hombres imparciales, pesando detenidamente todas las circunstancias que puedan influir en el precio del terreno, fijan el que se debe dar al propietario; y si este rehusa recibirlo, ó está ausente, el dinero se deposita en el oficio del juez de paz de la parroquia á que pertenece el terreno comprado. Tales son las fórmulas que se guardan en Inglaterra, para convertir en pública la propiedad privada; pero es de advertir, que semejantes disposiciones jamas se estienden á los edificios ni á los lugares cercados.

Ni es esta todavía la parte mas bella de la legislacion inglesa. Si bien respeta religiosamente el derecho de propiedad ha querido al mismo tiempo contener las demasías de los inspectores de caminos, é impedir las estravagancias de los propietarios. ¡El precio que fija el jurado no escede al del inspector? El propietario paga entonces todos los gastos del reconocimiento. ¡Escede al precio señalado por el inspector? Los gastos se sacan de los fondos comunes, y á este se obliga á pagar una suma igual á los costos de la visita. De este modo se concilian los intereses públicos con los individuales, resultando de aquí, que muy rara vez se lleven al jurado disputas de esta naturaleza.

Dije al principio de este artículo, que la rigorosa rectitud de los caminos no es tan necesaria como generalmente se cree. El célebre Edgeworth, á quien tendré que citar várias veces en el progreso en esta memoria, observa que es muy estraordinario encontrar un camino de diez millas de largo, ó sean tres leguas y un tercio, perfectamente derecho; y que, aun cuando existiese, y fucse tan encorbado, que puesto el viagero en cualquiera de sus puntos, solamente alcanzase á ver hasta la distancia de un cuarto de milla, todavía la longitud del camino, no se aumentaría mas que ciento y cincuenta varas. Por esta demostracion, ya se infiere cuán insigníficante será el esceso de gasto y de tiempo empleados en los caminos que tengan algunas sinuosidades; mientras que por otra parte se consigue darles mas variedad, pues pudiendo presentarse al viagero nuevas y agradables escenas. se apartará de sus ojos la fastidiosa monotonía de una senda que estendiéndose hasta el horizonte, le atormenta incesantemente con la idea de la distancia que aun tiene que caminar.

Direccion horizontal.

Esta depende de las quebradas que presentare el terreno; y á la verdad, que aunque la Isla es montañosa por algunas

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