padre Cogolludo no pudo evitar el contágio general, y sin embargo es justificable, pues leemos capítulos enteros escritos con tan sencilla elegancia y con tal pureza de estilo, que son dignos de perpetuarse. Sus defectos, mas frecuentemente son de lógica é ideologia, que de gramática. Defectos graves en verdad; pero casi inevitables en el tiempo que escribió, y en la posicion personal del escritor, que andaba por los pueblos del interior de la península, formando su historia que, por única, debemos apreciar mucho. Despues de él, y aun pudiendo hacer buen uso de los datos que presenta, ¿quién se ha atrevido á escribir la his toria de Yucatan? Seria mejor que evitasemos parecernos á aqueIlos médicos adocenados y ramplones, que indican la enfermedad y sus causas, y no aplican el remedio: dán el diagnostico y el pronostico; pero no establecen el método curativo. Cogolludo en efecto, ocupa muchas páginas, refiriendo los capítulos que celebraba periódicamente su orden. Cosa muy natural. No solo para los frailes, sino para todo el pueblo era un acontecimiento la celebracion de un capítulo; y á la verdad cuando escribió, no solo subsistia el mismo interes, sino lo que es mas, carecia de todo motivo fundado para sospechar que mas adelante, su narracion llegase á parecer insulsa. Este es el siglo del positivismo: aquel no lo era. Hoy se habla del vapor, de los ferrocarriles, de la maquinaria, y de la alta y baja de los precios, con el mismo entusiasmo y calor que entonces se hacia de los jubileos, de las canonizaciones de los santos, de los autos de fé, ' y de las juntas capitulares de los frailes. No hace ni treinta años, que la Gaceta de Méjico solo se ocupaba de esto, y ¡se critica á Cogolludo porque hizo otro tanto ahora dos siglos! Se añade, que hoy, no interesan semejantes relaciones, y convenimos en lo mismo; pero si fueramos á cercenar de las obras de los antiguos todo cuanto hay en ellas de inútil, y aun de ridículo, ni aun sabriamos sus usos, costumbres, fiestas, ceremonias y solemnidades. No hay escritor, que deje de afectarse de las preocupaciones de su siglo; y no siempre aparecen un Bacon, un Feijoo, ó un Voltaire, que puedan sobreponerse al espíritu dominante. Estos génios son raros, y fijando la atencion de los coetaneos, dejan en pos suya un rastro luminoso, que la posteridad mira como su guia. Sin duda no es asi como brilla nuestro historiador, ni le hemos de despreciar por esta falta, tan comun hasta en los autores de la mejor nota. Decir que la historia de Cogolludo no es otra cosa, que un crónicon de la órden franciscana, es tambien una impostura, y por tanto una injusticia. ¿Qué hubiera sido de nuestra historia, si el celo y asídua laboriosidad de aquel buen religioso, no se hubieran empleado en sustraer del olvido tantos hechos tan curiosos, como importantes? En el espantoso desorden en que yacen nuestros archivos, 6 mejor dicho, en el estado de nulidad en que se encuentran, ¿quién habria podido revivir la antigua historia del pais? En el naufragio general, solo ha quedado esa tabla de salvacion, á la cual debemos acojernos. Léase esta his. toria, y veremos la nuestra; no un cronicon, como se le ha llamado sarcasticamente. ¿En dónde hallaremos el "Informe contra los indios idolatras de esta tierra," que escribió el Dr. Sanchez de Aguilar? ¿en dónde la relacion del Br. Valencia? ¿en dónde el devocionario del padre Lizana? ¡Todo se ha perdido!!! y solo nos queda uno ú otro ejemplar, rarisimo, de Cogolludo y ¡se quiere que lo condenemos al desprecio! No sucederá, miéntras haya un solo yucateco amante de su pais que sepa apreciar á aquel benemérito escritor, que acaso es digno de una estátua, si lo examinamos con imparcialidad y despreocupacion. Los trabajos apostólicos de los PP. Landa, Orbita, Cardete, Fuensalida, Henriquez y otros muchos, eran dignos de una especial y minuciosa esposicion: el haberlo hecho y referir otras cosas concernientes á su órden, no es escribir un simple crónicon de frailes. Léase, y esperamos que será tratado con mas miramiento y gratitud. Si echamos una ojeada sobre los historiadores que hablan de las cosas de América, observaremos que casi todos ellos, mas ó menos, emplean el mismo método y órden que nuestro historiador Cogolludo. Todas aquellas requisiciones é intimaciones que se hacian á los indios, absurdos y ridículos paliativos con que encubrian su avaricia los conquistadores, son unas mismas en todas. Allí están Torquemada, Gomara, Herrera, Bernal Diaz y otros, que pueden comprobarlo. Nada hay pues de estraño en que Cogolludo entre en estos pormenores, y justique la conquista que hicieron en el pais..... ¿quiénes?..... nuestros padres sin duda ninguna. Creemos que ha pasado ya el tiempo de engañarnos á nosotros mismos, en este particular. Cuando hemos declamado con tanto calor contra los españoles, echándoles en cara la iniquidad de la conducta empleada en la conquista, y con palabras fuertes les reprochamos su continuada usurpacion de una tierra que no era suya, hemos representado un papel ridículo. Ya nosotros, hijos de españoles, ¿por ante quién se nos otorgó semejante derecho? Enhorabuena, que hubiesemos empleado heróicos esfuerzos para lograr la independencia y alejar de nosotros el ominoso sistema que soportaba duramente, no solo los americanos, sino los españoles todos de ambos mundos: la justicia y la razon estaban de nuestra parte, y apesar de los abundantes medios de aquel inícuo poder, fué nuestro el triunfo, porque era preciso que lo fuese. Pero hoy que se han estrechado los antiguos lazos que nos unieron á la metropoli, que se ha reconocido nuestro buen derecho y se nos ha abierto la puerta para el recíproco comercio, seria una cosa ridícula, insistir en aquel sistema de exageradas recriminaciones. Ni la civilizacion, ni la filantropia del siglo, pueden autorizar semejante conducta. Nuestra religion, nuestro idioma, nuestras virtudes y nuestros vicios son eminentemente españoles. Esto no quiLa que nuestro corazon y nuestra vida sean para siempre de la pátria. La conquista se habria efectuado, 6 entónces 6 mas tarde. Conforme hubiera progresado el entendimiento humano, la exis- Todo pasó ya al dominio de la historia: las grandes re- Nuestro ilustre compatrióta D. Lorenzo de Zavala ha di- mas significantes en el seno mejicano, y sus embarcaciones se- Nada importa que Mr. Federico Waldeck, nos haya vilipendiado y escarnecido en una obra que acaba de publicar en Londres: en ella, tan solo veemos una prueba de su ignorancia sobre lo que escribe, y una ruin venganza porque nos reimos de él, cuando en Mérida manifestó sus exageradas pretensiones, al compararse en conocimientos estadísticos, y aun creerse superior al ilustre Baron Alejandro de Humboldt. Apenas se nos conoce en Europa, y nadie acaso podria vindicarnos de las injurias groseras de Waldeck; pero Mr. Stephens, este sábio viajero, que actualmente se halla por segunda vez entre los yucatecos que lo aprecian y consideran, nos ha hecho justicia en su elegante obra. "Incidents of travel in Central America, Chiapas and Yucatan," que publicó en New-York el año pasado. Se borrarán pronto las malas impresiones que hubiesen producido las estupendas falsedades, que desdeñosamente estampó aquel ridículo vagamundo, y se convencerán los sensatos que si no somos lo que hemos podido ser, no ha dependido de nosotros. Por lo demas, no debemos vacilar en la nueva carrera: marchemos sin temor. Nos hemos estendido mas de lo que creimos al tomar la pluma. Aquí concluimos, y recomendamos á nuestros compatriotas la lectura de los Tres siglos de la dominacion española, á que hoy damos principio con la historia que escribió el padre Cogolludo. |