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DE LAS INFLUENCIAS SEMÍTICAS

EN LA LITERATURA ESPAÑOLA.

N 26 de Enero de 1894 tomó posesión de su plaza de número en la Academia

Española el Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, D. Francisco Fernández y González, persona universalmente reputada como una de las más doctas de nuestra nación en filología y en historia, y calificado no ha mucho de arabista de primer orden por autoridad tan respetable como la de Hartwig Derembourg. El cariño y sincera estimación que como discípulo y compañero profeso al jefe de nuestra Facultad, podrían hacer sospechoso mi testimonio si no se tratase de méritos tan notorios y probados como los del Dr. Fernández y González, estudiante de por vida, tipo perfecto del estudiante de Letras, tal como en otras partes existe, aun

que entre nosotros, con raras excepciones, sea planta exótica todavía. La robustez hercúlea de su temperamento intelectual le ha permitido cargar sobre sus hombros todo el peso y balumba de conocimientos diversos que integran el programa de nuestra Facultad, y por saberlo todo muy á fondo, no se le debe calificar de especialista en nada. Pasman la variedad de sus estudios y lecturas, las raras investigaciones á que se entrega, el número de lenguas antiguas y modernas, aun de las más exóticas y dificiles, que ha llegado á dominar para sus trabajos de comparación y análisis ó para utilizar las fuentes históricas. La Estética, que es su cátedra oficial y universitaria, es quizá lo que le ha preocupado menos; ni siquiera se ha cuidado de recoger en un libro sus numerosos y dispersos estudios sobre la Idea de lo Bello y sus conceptos fundamentales, sobre el sentimiento de lo bello como elemento educador en la historia humana, sobre lo sublime y lo cómico, sobre la fantasía y el ideal, y sobre todos los temas capitales de la Metafísica y Psicología Estéticas. Pero así y todo, su influencia en este orden de estudios, ya en la Universidad de Granada, donde primititivamente profesó, ya en la de Madrid,

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donde sucedió á Núñez Arenas, ha sido muy considerable y beneficiosa á nuestra cultura; y jo hubiera sido mucho más si á la cátedra de Estética acompañase en nuestras escuelas, como debía acompañar, la de teoría é historia del arte, única que puede hacer positivos y fecundos los resultados de la indagación especulativa, mostrándolos realiza los en el proceso histórico de las bellas formas. Al Sr. Fernández y González se debe el gran servicio de haber difundido desde su cátedra por más de treinta años los resu'tados de la Estética alemana posteriores á la magna enciclopedia de Vischer, que sirvió de primitivo fondo á su enseñanza, si bien procurando depurarla de sus vicios de origen, mediante una libre interpretación espiritualista, al modo que Carrière, por ejemplo, lo practica en Munich. Y aun siendo predominantemente hegeliano el sentido de sus lecciones (lo cual apenas puede evitarse en Estética, ciencia que debe á Hegel el primer ensayo de organización sistemática, y ha tenido dentro de su escuela los principales cultivadores), no por eso ha mirado con indiferencia el Sr. Fernández y González la tendencia realista y formal que desde Herbart hasta Zinmermann tantos resultados útiles ha

traído á la ciencia de lo bello, sino que ha procurado concertar y armonizar ambas direcciones, inclinándose en estos últimos tiempos al alto sentido del idealismo real que impera en la grande obra de Max Schasler. Y todo esto lo ha enseñado y propagado en la Universidad de Madrid el Dr. Fernández cuando (exceptuado el nombre venerable de Milá y Fontanals, que fué estético de verdad, pero que pertenece á una generación anterior) la Estética solía aprenderse en España por cartillas como la de Krause, por absurdos sermonarios llenos de pasmarotadas sentimentales como el del P. Iungmann, por indigestos centones de Cousin y de Levèque, y á lo sumo, por la Estética de Hegel, traducida, ó más bien, arreglada en francés por Bénard, obra ciertamente genial y admirable, pero después de la cual ha llovido mucho en Estética y en Filosofía, precisamente por lo mismo que el impulso de Hegel en su tiempo fué tan poderoso y fecundo.

Pero aunque profesor oficial de Estética, el Sr. Fernández y González es por vocación historiador y filólogo, y principalmente orientalista. Igual ó mejor que Estética podría enseñar árabe, hebreo ó sanscrito, historia de la antigüedad ó historia de los tiempos medios.

En esta parte se le deben publicaciones importantísimas que, si tuviesen más claridad y método y estilo más apacible y llano, serían conocidas y celebradas de todo el mundo, como indisputablemente lo merecen por su profunda erudición y novedad. El libro que modestamente intituló Memoria sobre el estado social y político de los Mudejáres de Castilla, es completa y riquísima historia de aquella parte de nuestra población, tan interesante quizá como los judíos y los mozárabes; y fué obra sin precedentes, como no se tenga por tal el ameno libro del Conde de Circourt, que siendo extraño á los estudios arábigos, poco pudo adelantar sobre lo que dicen nuestros historiadores castellanos. El único tomo que hasta ahora ha publicado el Sr. Fernández y González sobre las Instituciones jurídicas del pueblo de Israel en España, es en realidad una nueva historia de los judíos españoles, en que con el directo recurso á las fuentes rabínicas, se amplían y rectifican muchos puntos de la obra tan erudita y meritoria que en tres volúmenes escribió el Sr. Amador de los Ríos, padre político del Sr. Fernández y González. Ha traducido, además, el Sr. Fernández y González gran nú. mero de textos árabes, hebreos y rabínicos,

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