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haber combatido al lado de Balmes en las grandes batallas políticas de 1843 á 1848; después de haber redactado él solo periódicos y revistas con cuyos artículos puede formarse un cuerpo de doctrina sólida y perenne, se encuentra, al fin de vida tan aprovechada y fecunda, con que se le escatima su personalidad, como si fuese sombra ó fantasma, y se le confunde con el dibujante que hizo las ilustraciones de sus libros! No conozco caso igual en la historia literaria. Afortunadamente la historia es gran justiciera, y tarde ó temprano da á cada cual lo que merece. Para facilitar en algo su tarea, se escriben estos breves apuntes al frente de la edición de las obras del SR. QUA

DRADO.

Conviene advertir, ante todo, que esta edición dista mucho de ser completa. No tienen cabida en ella los escritos históricos y arqueológicos, que por sí solos ocuparían gran número de volúmenes, y que en parte acaban de ser reimpresos por una casa editorial de Barcelona. La colección se reduce á los opúsculos, ya religiosos, ya políticos, ya literarios, que esparcidos en varias publicaciones, dificilísimas de hallar, ó inéditos hasta el presente, vienen ahora á formar por primera vez una serie ordenada.

Pero antes de razonar más especialmente sobre ellos, conviene decir algo acerca de las obras que aquí no se reimprimen, y que tanta parte tienen en la gloria de QUADRADO.

El nombre de éste es inseparable de la magna empresa de los Recuerdos y Bellezas de España. No la inició él, sino Parcerisa con Piferrer, de quien fué, no obstante, único verdadero colaborador, en cuanto convivieron y trabajaron juntos en su respectiva tarea, desde 1844, en que principió QUADRADO su tomo de Aragón, hasta 1848, en que aparecieron los primeros cuadernos del de Castilla la Nueva, mientras atendía Piferrer á su segundo tomo de Cataluña. Fallecido el fundador, entraron, á fuer de continuadores, Pí Margall inmediatamente para terminar de cualquier modo el incompleto volumen, y en 1852, por retirada del anterior, Madrazo (D. Pedro), escribiendo aquél un tomo de Andalucía, y éste dos; pero de QUADRADO es la mayor y en concepto de muchos la mejor parte de la obra. Hasta diez y siete provincias fueron exploradas y descritas por él; el principado de Asturias, el reino de León, la mayor parte de Castilla la Vieja, toda Castilla la Nueva, y el reino de Aragón. Tambien le pertenecen las dos terceras partes por

lo menos del magnífico y enorme volumen dedicado en la segunda edición á las Islas Baleares, puesto que el primitivo texto de Piferrer aparece como anegado en el inmenso piélago de sabiduría histórica con que su continuador le enriquece y realza.

Los Recuerdos y Bellezas de España son como el centro de nuestra arqueología romántica, á la cual pertenecen también los trabajos de Caveda, Carderera, Assas y Amador de los Ríos, posteriores casi todos al primer volumen de Piferrer sobre Cataluña, publicado en 1839. Cuando Piferrer comenzó á escribir de arquitectura, apenas tenía delante de sí más que algunas páginas elocuentes de Jovellanos en sus memorias sobre Mallorca, y las observaciones de Capmany acerca del arte gótico. Por un triunfo memorable del instinto crítico y de la espontánea admiración contra la doctrina oficial y académica, habían llegado ambos insignes escritores, en medio de la pesada atmósfera del siglo XVIII, á adivinar y á presentir algo de la estética futura, dando muestras de sentir profundamente aquellas bellezas que el rígido preceptismo de su tiempo les vedaba admirar de un modo franco y resuelto. Pero la regeneración del sentido artístico no podía venir de los

eruditos ni de los arqueólogos, sino de los artistas mismos, y especialmente de los poetas, cuya obra, por más universal y accesible á todos, trasciende en sus resultados á las demás artes y suele precederlas en sus evoluciones críticas. Antes que la arqueología de la Edad Media se constituyese como ciencia y pudiese alternar sin desdoro con la arqueología clásica, única hasta entonces conocida y cultivada, vivió como obra de arte, como presentimiento y adivinación poética; y antes que los arquitectos y los pintores se internasen en la nueva senda, dando de mano á las rutinas de una técnica degenerada, ya la buena nueva había llegado á todas las almas capaces de sentir y entender lo bello, en las novelas de WalterScott, en algunos escritos de Chateaubriand, y especialmente en aquel célebre capítulo de Nuestra Señora de Paris, con el cual Víctor Hugo hizo brotar del suelo de toda Europa una legión de arqueólogos y de enamorados del arte gótico. Aquellas páginas apocalípticas, en que alternan los relámpagos de genio con las sombras y extravagancias de un talento enfático y viciado por el hábito de la antítesis, obraron con la eficacia de un talismán sobre todas las imaginaciones, y nunca sin la existen

cia de tal libro hubiera sido posible la propaganda científica y doctrinal de un Caumont ó de un Viollet-le-Duc.

Entusiasmado Parcerisa, segun él propio declara, con la descripción de los monumentos de Granada que leyó en El Último Abencerraje; y fascinado luego por el intenso calor y prestigio que brotaba de las páginas de Nuestra Señora, concibió el grande y audaz pensamiento de aunar las artes del dibujo con el arte literaria, para lograr de este modo una completa y adecuada descripción artística de España, en el modo y forma en que habían hecho las suyas los grandes ingenios románticos, es decir, en la forma que menos se pareciese al árido estilo de inventario que tienen los Viajes de Ponz y de Bosarte, únicos libros donde hasta entonces podía encontrarse alguna razón ó noticia de nuestra riqueza artística, desfiguradas casi siempre por el mal gusto de una crítica añeja y puramente formal. Pero como Parcerisa era hombre de lápiz y no de pluma, y modestamente reconocía su falta de aptitud para traducir en palabras lo que tan delicadamente comprendía, determinó llamar en su auxilio á un literato de la nueva escuela, que empapado en la doctrina del romanticismo his

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