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do su hermano, hizo union de aquella cʻudad y de sus aldeas con la corona real, para que quedase unida en ella perpetuamente: y públicamente hizo Juramento de no enagenarla por ninguna via de donacion 6 feudo, ni por otra causa: y la incorporó con toda su jurisdiccion en la corona real con sus aldeas: y obligó al duque de Girona su hijo primogénito, y á sus sucesores, que guardasen aquella union. Esto fué á treinta del mes de octubre deste año, en presencia del arzobispo de Caller y del obispo de Barcelona, y de los vizcondes de Cardona, Illa y Roda: y por el mes de diciembre deste año, como entendió que el príncipe de Gales estaba muy dudoso de tratar cosa ninguna, sin resolverse primero con el rey don Pedro, hacia grande instancia con él para que se declarase, y envió con mosen Francés de Sanclemente y micer Berenguer Dezprats, á requerirle que se firmasen los capítulos de su amistad y confederacion, y procurasen que se juntasen sus embajadores en el señorío del rey, en Jaca 6 en Aisa, 6 en Oloron 6 en otro lugar del condado de Fox. Estos embajadores hallaron al príncipe en Burdeos, y concordaron que la confederacion se hiciese entre ellos, y que enviase el rey su embajada al rey de Inglaterra, y con ella fueron despues los mismos Francés de Sanelemente y Berenguer Dezprats, con final resolucion que se confederasen las casas de Inglaterra y Aragon, conforme a lo tratado por el vizconde de Cardona, con

cla y las ciudades y villas de que le habia hecho donacion antes de su entrada en Castilla con todas sus aldeas. Tambien el rey de Navarra se contentaba con poco y trataba con entrambos los reyes: y pedia á Guipuzcoa, con las villas y castillos de Tolosa, Segura, Mondragon y Oyarzo, Fuenterabia, San Sebastian, Guetaria, Motrico, con todas las otras villas y lugares y puertos de aquella provincia, con sus mares y con los derechos que le pertenecia en los mares de España. Pedia asimismo, las villas de Victoria y Salvatierra, y todas las otras villas y castillos de Alava con sus aldeas, y las villas de Alfaro, Fitero, Tudugen y la ciudad de Calahorra, y las villas de Logroño y Navarrete, con sus castillos y lugares y términos, y á Treviño, Nájara, Briones, Haro y la Bastida, y todo lo que él decia que antiguamente fué del rey de Navarra, exceptuando á Rioja y Burueba. Mas el príncipe de Gales, con grande maña, entretenia el negocio dudando si se enviaria la embajada á los dos, ó á cual dellos se habia de enviar, basta acabar de asegurarse del rey don Pedro, de lo que estaba entre ellos concertado, que era la paga del dinero que se le debia del sueldo de sus gentes y sobre la posesion del señorío de Vizcaya y de Castro de Ordiales. De Lérida se fué el rey á Barcelona, y considerando que la ciudad de Albarracin, era de las muy señaladas de sus reinos, y estaba en tal sitio, que importaba mucho á la corona real y al bien público, que ni aquella ciudad ni sus aldeas se dividie-los embajadores del rey don Pedro, y tratóse entonces sen de la corona, por los inconvenientes que dello ha bian resultado en los tiempos pasados, habiendo vuelto á su servicio, por la muerte del infante don Fernan-Castilla.

de hacer liga juntamente con los reyes de Portugal y Navarra, por la conquista de los reinos de

LIBRO X.

CAP. I.-Que el rey envió con su armada por capitan general á Cerdeña á don Pedro de Luna, contra el juez de Arborea, y fue don Pedro vencido y muerto en batalla.

Tenia en este tiempo Mariano, juez de Arborea, puesto en armas el reino de Cerdeña, y seguíanle casi todos los sardos, y parecia que no era pretension particular, sino que claramente aspiraba á hacerse rey y señor de toda la isla. Habia ganado diversas fuerzas y castillos, y postreramente se le rindieron el lugar de San Luri y Villadeiglesias, que era una de las cosas mas importantes de toda la isla, y lo restante estaba á grande peligro, señaladamente el cabo de Lugodor, en el cual residia por gobernador un caballero que se decia Pedro Alberit. Muchos dias ántes tenia el rey nombrado por capitan general para enviar en socorro de aquella isla á don Pedro de Luna, señor de Almonecir y Pola, que era de los mas principales ricos hombres del reino, é hízose eleccion de su persona, por ser muy valeroso, y porque doña Elfa de Ejérica su mujer, tenia mucho deudo con el juez de Arborea, y parecia que seria muy gran ministro para la restauracion de aquel reino, hora se prosiguiese la guerra ó se

viniese á medios de concordia. Como en esta sazon se tenia ya por fenecida la guerra que habia tanto tiempo durado entre los reyes de Aragon y Castilla, habiendo en aquel reino dos reyes que competian por él, y estaban las cosas en término, que cualquiera dellos que quedase vencedor, tenia harta necesidad de conservarse en paz con sus vecinos, el rey estaba muy puesto en socorrer los lugares que se tenian por él en Cerdeña, que estaban á gran peligro: y muchos caballeros destos reinos, se ofrecieron de ir en su servicio con don Pedro de Luna. Habia de estar la armada en órden por todo el mes de noviembre deste mismo año en la playa de Barcelona, para hacerse á la vela: y llevaba don Pedro en ella quinientos de caballo y mil y quinientos soldados, de muy escogida gente, y otras muy buenas compañías de ballesteros; pero hubo mucha negligencia en su partida. Mediado el mes de febrero del año siguiente de mil trescientos y sesenta y ocho, mandó el rey que toda la gente de caballo y de pié queliban con don Pedro, hiciesen muestra delante de Barcelona, y que fuésen á recogerse al puerto de Rosas, y entónces tuvo aviso, que la mayor parte de la gente sardesca que seguian al juez de Arborea esperaban con deseo la armada, para reducirse á su obediencia por

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cedió á la misma sazon que el rey trataba de aliarse
con el rey de Inglaterra y con el príncipe de Gales su
hijo, que algunas compañías de gente de guerra de
Francia en principio del mes de febrero deste año, en-
traron por el val de Aran y robaron y quemaron mu-
chos lugares de aquella comarca, y hubo sospecha, que
fué con órden del rey de Francia, por hacer torcer y
divertir de aquel camino al rey. Mas el rey, que siem-
pre tuvo gran cuenta con conservar la amistad con la
casa de Francia, envió al vizcónde de Roda y á Jaime
de Ezfar al duque de Anjous, y al rey de Francia para
pedirle cien mil florines, que se le debian de la venta de
Mompeller: y para requerirle que mandase satisfacer
los daños que aquella gente había hecho, porque se de-
cia que venian á sueldo del rey de Francia, y que el
senescal de Tolosa les envió una paga al mismo tiempo
que entraban. A esta embajada respondió el rey de
Francia, que aquella entrada no se hizo por sus gentes,
sino por algunas compañías que andaban desmandadas
en su reino haciendo mucho daño en él: y que el papa
Urbano, á su instancia, habia promulgado cierta decre-
tal contra ellos: y concordóse entonces nueva amistad
entre él y el rey de Aragon, y que el rey de Francia va-
liese al rey contra el rey don Pedro, y contra el juez de
Arborea, y contra el rey don Enrique, en caso que no
quisiese comprometer la diferencia que con él tenia,
sobre la donacion del reino de Murcia en poder del rey
de Francia. Por este tiempo el rey Carlos de Francia hi-
zo almirante de su reino á Francés de Perellós, vizcon-
de de Roda, que fué uno de los señalados caballeros de
su tiempo. ĺbase ya apoderando el rey don Enrique de
la tierra, y ganando las ciudades y villas que tenian la
voz de su adversario, y lo primero fué ir á asegurarse
del reino de Leon, porque en aquella ciudad y tierra
los caballeros é hijosdalgo seguian al rey don Pedro;
y fué puesto cerco á la ciudad, la cual se le rindió, y se
redujeron entonces las montañas de Asturias y de Ovie-
do á su obediencia: y el rey don Enrique se vino con su
real á poner sobre Tordehumos, y en un combate fué
allí muerto el conde de Osona: y de allí se vino al reino
de Toledo, y puso cerco á aquella ciudad por la una y
por la otra parte del rio. Estando en aquel cerco, los
embajadores que el rey de Francia allí tenia, trataron
con el rey don Enrique que comprometiese todas las
diferencias que habia entre él y el rey de Aragon, para
que se determinasen por él dentro de cierto término, y
esto juró el rey don Enrique en su tienda á veinte del
mes de noviembre deste año, en presencia del infante
don Pedro de Aragon, y del arzobispo de Toledo, y de
Pero Fernandez de Velasco, su camarero mayor, y de
don Fernan Perez de Ayala, y de don Diego Gomez de
Toledo, y de Gonzalo Mejía de la Puente, y de don Pe-
dro Tenorio, arcediano de Coria, que fué despues arzo-

que no tenian que vestir. Pero detúvose la armada | hasta en principio del mes de mayo: y el rey envió al conde de Ribagorza y Denia á Rosas, para que diese órden en su partida, porque el conde fué entregado por Ricardo Henri, que fué el que le prendió en la batalla de Nájara, á Juan Chandos, condestable de Guiana, á quien renunció su derecho, y concertóse con él su rescate en ciento y cincuenta mil doblas del cuño de Castilla: y para dar órden en pagar el rescate, era ya venido á Cataluña, y dejó dos hijos suyos en rehenes, á don Alonso, que fué conde de Denia, y a don Pedro: y quedó el uno en poder del príncipe de Gales, y el otro | con el conde de Fox. Fué con esta armada un caballero principal de Castilla que se decia Juan Ruiz de Villegas, y llevaba á su cargo ciertas compañías de gente de caballo, é iban con compañías de soldados dos hermanos sardos que se decian Lorenzo y Juan Sanna, del lugar de Figolinas, de la baronía de Osolo, que habian servido en las guerras de Cerdeña en tiempo de Riambao de Corbera, y despues con gran fidelidad. Habiendo arribado esta armada à Cerdeña, fué don Pedro con su gente, y con las compañías de don Berenguer Carroz, conde de Quirra, y con los otros capitanes de la isla, en busca del juez de Arborea; y aunque tenia mucha mas gente no le osó esperar en el campo de batalla, y recogióse dentro la ciudad de Oristan, y fué allí cercado por los nuestros. Sucedió que la gente del ejército se esparció por aquella comarca, y un dia, sabiendo el juez de Arborea que habia poca guarda en el real, y que estaban muy descuidados, y que les faltaba mucha gente, salió con los que tenia en Oristan, que no eran me→ nos que los nuestros: y dió tan de rebato en el real, que ⚫ los rompió y desbarató, y fueron allí muertos don Pedro de Luna, y don Felipe de Luna su hermano, y otros muchos caballeros, y todos los mas quedaron prisioneros. Fué este un gran destrozo, y que puso las cosas de aquella isla en último peligro, por no quedar persona que fuese tan principal que pudiese résistir á los enemigos: porque el conde de Quirra, por mandado de rey, era venido en Barcelona, y para que se proveyese luego de socorro Olfo de Proxita que estaba allá con su armada, y era gobernador de Mallorca, se vino á Cataluña y dejó en Cerdeña con dos galeras, al vicealmirante Francés de Averso. Luego que el rey supo esta nueva, se publicó que queria pasar con su armada á aquella isla y residir en ella, hasta reducirla á su obediencia: y proveyó que Alberto Zatrilla, gobernador de Caller, enviase al Alguer hasta cien sardos que tenia en su poder en rehenes, porque se diesen en cambio de los prisioneros que estaban en poder del juez de Arborea: y que don Berenguer Carroz se fuése á poner en Sacer, porque aquella ciudad y castillo estaban á gran peligro: y entendiendo que los del Alguer tenian mucha falta de trigo, Olfo de Proxita y Francés de Averso dieron ór-bispo de Toledo. Por el mes de diciembre siguiente, den que todos los navíos que se hallasen en las mares de Cerdeña fuésen á descargar al Alguer.

CAP. II. Que el rey de Francia se interpuso en concordar al rey de Aragon y al rey don Enrique.

Comenzó en este año á renovarse la discordia y cnemistad antigua que habia entre las casas de Francia é Inglaterra, y la causa fué que los de Guiana, sintiendo mucho la graveza de los tributos que se imponian por los ingleses, se pusieron en armas, y el conde de Armeaque y otros nobles de Gascuña, tuvieron recurso al rey de Francia y al parlamento de Paris. Con esta novedad se tuvo por rompida entre ellos la guerra: y su

aquellas compañías de la gente de guerra que andaban desmandadas por el reino de Francia, entraron por el condado de Pallás y combatieron á Tremp, y le tomaron por fuerza de armas, y le saquearon é hicieron grande daño en su comarca, y el rey, en fin del año se vino a Cervera para enviar de allí sus huestes á echarlos de la tierra, y el infante don Juan se vino para Aragon, para juntar la gente de caballo y de pié que habia, y acudir allá: y las compañías francesas despues de muchos dias que estuvieron en lo de Pallás, se volvieron á Gascuña.

CAP. III.-De la concordia que en el mismo tiempo se trató con el rey de Inglaterra sobrela conquista de los reinos de Castilla.

hasta en fin de julio, é intervino en ello con los embajadores del rey de Castilla Garci Lopez de Sesc, que regia el oficio de la gobernacion del reino.

CAP. IV.-Que la ciudad de Sacer se entregó al juez de
Arborea.

Por proveer el rey á las cosas de Cerdeña, residió lo mas del invierno en Cataluña: y tuvo el año nuevo en Barcelona, de dónde á diez y siete del mes de enero de mil y trescientos y sesenta y nueve, prověyó por capi➡ tan general á don Berenguer Carroz, conde de Quirra: y estaba con las galeras y armada del rey en Cerdeña Francés de Averso, y el juez de Arborea hacia muy cruel guerra á los lugares y castillos que se tenian' por el rey, y fué con su ejército á combatir el castillo de Aguafreda, que está en el cabo de Çaller, en el cual residia un caballero de Aragon que se decia Berenguer de Entenza: y le defendieron él y los suyos valerosísima➡ mente. En esta sazon, Brancaleon de Oria, que había seguido al juez de Arborea en la revolución de aquella isla, trató de reducirse á la obediencia del rey, y dióse comision á Dalmao Jardin, gobernador del cabo de Lugodor, parà que le prometiese en nombre del rey, remision de todas las culpas pasadas, y confirmóle el rey los lugares y feudos que tenia en la isla: y despues, en señal de gran amistad y confianza, el rey le envió su divisa que en aquel tiempo se llamaba empresa, y era una áncora. Tornóse à publicar en el mismo tiempo que queria el rey pasar á Cerdeña con grande armada: y púsose el lunes de pascua de Resurreccion el estandarte real en la ciudad de Barcelona: y diéronse los seguros que llamaban guiajes á los que estaban encartados y condenados por diversos delitos y prorogacion de deudas y sobreseimiento de pleitos, á todos los que quisiesen pasar á esta guerra, como era costumbre, cuando se hacian muy gruesas armadas para ir con ellas en alguna expedicion muy notable. Pero la ida del rey se publicó mas para dar ánimo á los suyos, que para ponerla por obra en este año, y entretanto el juez de Arborea se iba apoderando de la isla, y la ciudad de Sacer se le entregó, y los caballeros y gente principal y fiel al rey se recogieron al castillo, y con ellos el veguer de Sacer que se llamaba Jordan Tolar. Era alcaide del castillo de Sacer Berenguer Carroz, y estaba con él un caballero de Aragon que se decia Sancho Jimenez de Ayerve, nieto de Sancho Jimenez de Ayerve, que fué justicia de Aragon, y púsosele cerco en principio del mes de febrero, y padecieron grande fatiga los que estaban en el castillo, porque fué muy a menudo combatido, y morian muchos de dolencia, y entre ellos murió Sancho Jimenez de Ayerve. Entonces estuvo aquella isla á punto de perderse del todo; porque allende de la rebelion de los sardos, los aragoneses y ca

Arriba se ha hecho mencion que Francés de Sanclemente y Berenguer Dezprats fueron enviados por el rey á Inglaterra para resolver el tratado que tanto tiempo habia se movió para concordar á los reyes de Aragon é Inglaterra, y que se aliase con ellos el rey de Navarra, por las pretensiones que tenian contra los reyes don Pedro y don Enrique. Estos embajadores trataron ante todas cosas de confederacion y liga entre los reyes de Aragon é Inglaterra: y concertaban que juntamente pidiesen al rey don Pedro y al rey don Enrique lo que de cada uno de ellos esperaba haber, y se juntasen para esto con los reyes de Portugal y Navarra. Platicóse que en caso que no quisiesen cumplir lo que se les pedia, se procediese á la conquista de los reinos de Castilla, y que al rey de Aragon le señalasen la ciudad y reino de Murcia, la villa de Alcaraz con sus aldeas, y toda la tierra que fué de don Juan Manuel, y Uclés, Requena, Moya, Cañete, Cuenca, Huete y Zorita de los Çanes, Beteta, Valdolivas, Salmeron, Pareja, Alcocer, Peñalver y Peñalen, Hita, Guadalajara, Brihuega, las Peñas de Viana, Cifuentes, Sigüenza, Molina, Medinaceli, Atienza, Berlanga, Santistevan, Gormaz, Aillon, Caracena, Maderuelo, Aranda de Duero, Osma, con todos los lugares de su obispado, Almazan, Benalmazan, Seron, Moron, Montagudo, Deza, Cihuela, Gomara, el castillo y lugar del Alcazar, Soria, Cabrejas, San Leonardo, Agreda, Cervera, Arnedo y Cornago. Al príncipe de Gales, se señalaba todo lo restante de los reinos, esceptuando las partes que se darian á los reyes de Portugal y Navarra si se concertasen de entrar en la empresa. Pero estaban las cosas en tales términos, que ni el prín. cipe de Gales se podia embarazar en nueva empresa de España, porque la guerra se movió muy encendida, y con grande furor entre los reyes de Inglaterra y Francia, ni tampoco al rey le convenia, teniendo la isla de Cerdeña en tanto peligro y trabajo, ni buenamente se podia ocupar ni entender en otra cosa: y parecióle que valia mas no comenzar la empresa de Castilla, que dar mal cobro en ella: y tambien por medio del rey de Francia pensaba concordarse con el rey don Enrique, y traia esto en plática el castellan de Amposta, y de concordarlos a entrambos con el príncipe de Gales, y que cumpliese el rey don Enrique con el rey lo que le habia prometido en la concordia, que entre ellos se hizo en Zaragoza cuando hizo su primera entrada en Castilla, y pagase al príncipe de Gales todo el dinero que le debia el rey don Pedro, y se le diese el señorío de Vizcaya con Castro de Ordiales. Esto se trataba que asegurase el rey don Enrique con rehenes de personas principales y de castillos, y con obligaciones de prela-talanes que allá estaban, eran pocos y mal avenidos, y dos y grandes, y ciudades de su reino, y así se iba entreteniendo el negocio, porque ni el rey queria confederarse contra el rey don Enrique, ni le podia hacer justa guerra, si se cumplia lo que entre ellos estaba concordado, ni el príncipe de Gales se queria declarar contra el rey don Pedro por la misma causa. A veinte y dos de junio deste año de mil y trescientos y sesenta y ocho el rey dió á la villa de Besalú título de condado, é hizo merced dél al infante don Martin su hijo: y estando en Barcelona á veinte y uno de julio, se prorogaron por todo el mes de agosto las treguas que se habian concertado entre el rey v el rey don Pedro de Castilla

habia grande discordia entre el conde de Quirra, que era capitan general de la gente de guerra, y el gobernador de Caller, y por esta causa, no pudiendo el rey pasar este año á Cerdeña, como lo habia publicado en su consejo, defirió el pasaje hasta el verano siguiente, y túvose muy secreto, porque no perdiesen el ánimo los que tenian toda su confianza en el socorro: y envió el rey allá para que diese órden en proveer á lo mas necesario, á Jaspert de Camplond su tesorero.

CAP. V.-De la batalla que hubo entre los reyes don Pedro y don Enrique, en la cual el rey don Pedro fué vencido, y de su muerte, y que los castillos de Molna, Requena, y Cañete y otros, se dieron al rey de Aragon.

ni

como si no se pudiera determinar aquella porfía, quedar segura la sucesion del reino, sino al que habia de tenir sus manos con la sangre del hermano vencido y muerto. Segun se afirma por diversos autores, derribó debajo el rey don Pedro á don Enrique, y hubiérale quitado la vida si tuviera arma con que poderlo ejecutar, y él fué muerto á manos de su hermano, y de los suyos á puñaladas. El mismo autor catalan afirma, que viendo que el rey don Enrique estaba debajo, el vizconde de Rocaberti dió un golpe de daga al rey don Pedro, y le trastornó de la otra parte, y entonces el rey don Enrique se puso sobre él, y le mató, y cortó la cabeza con sus manos: y echaronla en la calle, y el cuerpo se puso en el castillo entre dos tablas sobre las almenas. Desta suerte murió aquel príncipe, siendo de edad de treinta y tres años, per

Tuvo el rey don Pedro de Castilla recurso al rey de Granada, como último remedio, para valerse dél contra su adversario, y entró en la Andalucía el rey de Granada con cinco mil ginetes y treinta mil ballesteros, y fueron sobre Córdoba, que se tenia por el rey don Enrique; y habia gran caballería dentro. Pero defendiéronse muy bien, y de allí se retiraron los moros y volvieron á hacer otra entrada, y destruyeron gran parte de la Andalucía. Despues determinó el rey don Pedro de venir á socorrer á Toledo, y juntó toda la mas gente que pudo: y vínose por el campo de Calamitiendo nuestro Señor, que así acabase el que tuvo trava, y asentó su real en un lugar que se dice Mon- un ánimo tan riguroso y fiero contra su misma santiel y traia consigo hasta tres mil de caballo, entre gre, y contra los mas principales súbditos y vasallos hombres de armas y de la lijera, que á los unos decian de sus reinos. Mas escedió á todo género de crueldad, en aquel tiempo en Castilla castellanos, y á los otros haber dado la muerte á don Juan y don Pedro sus ginetes. Entonces el rey don Enrique entendió que todo hermanos, mozos inocentes. Afirma el conde don Pesu bien consistia en apresurar el negocio, y dar ladro de Portugal una cosa muy digna de considerar, batalla á su enemigo, y tuvo por cierto, que cuanto que la principal causa de la perdicion deste príncipe, mas se entretuviese la guerra, iria el rey don Pedro fué por dejarse gobernar, y rendirse en poder de perganando mas reputacion, y tendria mas parte en el rei-sonas muy viles, y de baja suerte, por quien él seno. Con esta resolucion, habiendo llegado de Francia Beltran de Claquin con quinientas lanzas, determinó de salir al encuentro á su adversario, y dejando cercada la ciudad de Toledo, él salió con hasta tres mil lanzas, y con toda furia caminó de manera, que llegó ántes á vista de los enemigos, que supiesen de su partida. Tenia el rey don Pedro esparcida su gente por algunos lugares de aquella comarca, y viéndose acometer tan de rebato, ordenó sus batallas como mejor pudo junto à Montiel, y luego que se comenzó de ambas partes á pelear, la gente del rey don Pedro fué desbaratada y vencida, y él apenas se pudo recoger al castillo de Montiel. Fué esta batalla, segun don Pedro Lopez de Ayala escribe, un miércoles á catorce del mes de marzo deste año: y teniendo el rey don Enrique encerrado en aquel castillo á su enemigo, mandó con gran diligencia cercar de una pared de piedra todo el lugar, y no hallando órden el rey don Pedro como poder defenderse ni escaparse, envió con un caballero que se decia Men Rodriguez de Senabria, á ofrecer á Beltran de Claquin, que si se le pusiese en libertad, le daria las villas de Soria, Almazan, Atienza, Montagudo, Deza, y Seron, y doscientas mil doblas, y esto se juró por Oliver, hermano de Beltran de Claquin, que intervino en este trato, segun afirma un autor catalan de aquellos tiempos. Siendo esto descubierto al rey don Enrique por el mismo Beltran de Claquin, se tuvo forma que le asegurase, y salió el rey don Pedro del castillo una noche con aquel seguro, y salieron con él don Fernando de Castro, Fernan Alonso de Zamora, Gutier Fernandez de Villodre y otros caballeros, y lleváronle á entregar en las manos de su enemigo, que estaba armado y acompañado de su guarda en la posada de Beltran de Claquin, llevándole Oliver á la tienda de su hermano: y segun | aquel autor escribe, cuando el rey don Pedro vió que pasadas las barreras le llevaban por aquel camino, se tuvo por muerto. Este mismo autor catalan dice, que estando en aquella tienda, en un instante entró el rey don Enrique, y en viéndole, se abrazó con él con una daga en la mano, y fuéron á tierra los dos hermanos,

guia y ordenaba sus cosas. Fué su muerte nueve dias despues de la batalla, y luego se rindió otro dia el castillo y los caballeros que en él estaban al rey don Enrique. Con la nueva de la muerte del rey don Pedro, los del concejo de Molina enviaron al rey, que fué entónces á Valencia, á suplicarle los recibiese por sus vasallos, y sus procuradores hicieron pleito homenaje como á su rey y señor, y de serle leales: y el rey les ofreció de incorporar á aquella villa que era de mucha importancia, en su corona real, y concedióles que fuesen francos en todos sus reinos y señoríos, como lo eran los vecinos de la ciudad de Daroca. Encargó el rey el castillo y fortalezas de aquella villa à García de Vera, que era alcaide y alcalde de Molina cuando se entregó al rey, é hízole merced por juro de heredad, de ciertos lugares que eran aldeas de aquella villa, que eran, Castelnuevo, Chequa, Tolorega y Valfermoso, con la jurisdiccion civil: y allende desto, le dió para él y un hijo legítimo, las salinas de aquella villa y su término. Dió entonces este caballero al rey, por rehenes de aquellas fortalezas, á Juan de Vera su hermano, y á Elvira Ruiz, y á María Garcez, y á Catalina Gutierrez sus hermanas, y el concejo habia de dar otras rehenes. Lo mismo hicieron otros lugares y castillos de aquellas fronteras, señaladamente el castillo de Requena, que se entregó al rey; y porque Pedro de Liñan tenia por Gutierre Diaz de Sandoval el castillo de Fuente del Salce, y Gonzalo Sanchez de Villel el castillo de Algor por sí mismo, y eran aldeas de Molina, y ellos naturales del rey de Aragon, se procuró que tuviesen los castillos por el rey y esto se trató por medio de Garci Lopez de Sese, gobernador de Aragon. Estaba por alcaide en el castillo de Cañete, Alvar Ruiz de Espejo, que lo tenia por el rey don Pedro de Castilia, y entendiendo que era muerto el rey don Pedro, envió a decir al rey, que no teniendo señor á quien se rindiese el castillo, por no haber dejado hijos legítimos, ni á quien pudiese en caso de necesidad pedir socorro, aunque el rey don Enrique le habia enviado á requerir y mandar que se lo rindiese, no lo habia querido hacer antes, doliéndose de la muerte

del rey don Pedro, que era su principe y señor natural, y el que le habia encomendado el castillo, y habiéndole muerto el rey don Enrique, que era su vasallo y natural dentro su reino, afirmaba que lo daria ántes a judíos ó moros, si estuviesen en aquella comarca y no hubiese otro príncipe ó rey cristiano á quien entregarlo, para que le defendiese: y que era obligado á hacer todo el servicio que pudiese al rey don Enrique, así como aquel que por esta causa le debia ser enemigo, y de todos los leales de Castilla, con un hermano suyo, que se decia Rodrigo Alvarez de Espejo, envió á suplicar al rey que se encargase de la defensa de aquel castillo, y le recibiese como fiel servidor, y él se hizo vasallo del rey, y su natural, y hombre ligio suyo y de sus sucesores, y quedó por alcaide del castillo con buena gente de guarnicion, dejando una hija en rehenes en Aragon.

y

CAP. VI.-Que el rey envió al rey don Enrique, para que no rescatase la persona del infante de Mallorca.

Al tiempo que se dió la batalla entre los reyes don Pedro y don Enrique, estaba el rey en Barcelona, y como en aquella sazon se hallaban en Castilla el arzobisdo de Zaragoza, y don Juan Fernandez de Heredia, castellan de Amposta, entendió con mas calor, en que se asentase la concordia entre él y el rey don Enrique: y en su nombre el arzobispo de Zaragoza le pidió, que por ningun trato que se le moviese, no rescatase la persona del infante de Mallorca, que estaba en su poder, porque trataba el rey don Enrique de darle en lugar del conde don Sancho su hermano, y del conde de Ribagorza: y envió poder al arzobispo y al castellan, para que tratasen de concordar sus diferencias; pero como sucedió el entregarse Molina y los otros lugares al rey, las cosas se turbaron de manera, que estaba mas cierto el rompimiento entre ellos, que la concordia: y el infante de Mallorca fué rescatado por la reina Juana su mujer en sesenta mil doblas, y fuése por el reino de Navarra á Ortes, tierra del conde de Fox.

CAP. VII.-De la guerra que se comenzó por las fronte ras de Molina y Requena, entre el rey y el rey don Enrique.

Una de las causas mas principales porque el rey sobreseyó de ir en persona á la empresa de Cerdeña como lo habia publicado, fué, que en este tiempo andaban diversas compañías de gente de guerra extranjera en España, y las de Francia se iban cada dia mas desmandando, y representábase el peligro que corrian sus reinos, si él pasase á Cerdeña con su caballería, y dejase la tierra yerma de los caballeros y gente de guerra que habia de pasar con él. Era venido el rey á Lérida para asistir á la sepultura del cuerpo del rey su padre, que le mandó enterrar en el monasterio de los frailes menores de aquella ciudad, trayendo los huesos del monasterio de los frailes menores de Barcelona. Esto se hizo con gran solemnidad á diez y siete del mes de abril deste año: y el mismo dia envió á Castilla á Beltran de Claquin al vizconde de Rocaberti, porque ya se habia ofrecido que iria á Cerdeña en caso que el rey ó el infante no quisiesen ir á esta guerra: y dábale el rey sueldo para mil y doscientas lanzas, y trescientos arqueros: y mas le habia de dar el rey doscientos de caballo y mil ballesteros, y para esto se habian de obligar diez capita

nes de sus compañías: pero á Beltran de Claquin se le ofreció dentro en Francia ocasion de mayor acrecentamiento, y vino á romper con el rey de Aragon por causa de Molina, que el rey don Enrique le dió, y esto se hizo con mucho artificio, por sacarla de poder del rey de Aragon, y quitarle un tal servidor, como Beltran de Claquin. Ello sucedió de manera, que luego que se hizo la donacion de Molina por el rey don Enrique á Beltran de Claquin, comenzó á publicar grandes amenazas de hacer guerra contra Aragon y Cataluña, y afirmaba, que se habia de satisfacer de los daños que había recibido en esta postrera entrada por el vizconde de Castelbó, pasando por el condado de Pallás. Entendiendo esto el rey, estando en Valencia á veinte y cinco del mes de junio deste año, mandó al infante don Juan que juntase toda la gente de guerra de Cataluña, y se viniese con ella á Lérida, y fortificáronse entonces Lérida, Cervera, Tárrega, Monblane, Villafranca de Panadés y Manresa, y todos los otros lugares principales de Cataluña, como si estuvieran en frontera de los enemigos. Tenia en esta sazon el rey córtes á los valencianos, y mandó convocar á los aragoneses en el lugar de Rubielos para el primero del mes de julio, y apercibiéronse el conde de Urgel y los vizcondes de Cardona y Castelbó, á quien principalmente Beltran de Claquin amenazaba por el daño que habia recibido en su entrada de las tierras destos señores. Mas aunque las córtes se convocaron para Rubielos, ni el justicia de Aragon, ni Garci Lopez de Sese, que era regente el oficio de la gobernacion, ni otro alguno de los llamados no fuéron, y por no hallarse el justicia de Aragon presente, no se hizo la prorogacion que el rey proveia, y así fue necesario diferirlas hasta otro nuevo llamamiento, y pusiéronse en órden seiscientos de caballo de Aragon, para repartirlos en las fronteras de Molina, porque Beltran de Claquin habia enviado á requerir al rey que se la entregase: y aunque por mandado del rey don Enrique se partió destas fronteras para ir á las de Portugal, por la guerra que se movia entre el rey don Enrique y el rey don Fernando, en su partida amenazó de volver á la empresa de Molina, como á propia causa y querella suya, y el rey le envió al vizconde de Rocaberti, para desviarle de aquel propósito, y persuadirle que fuése á Cerdeña. Despues estando el rey en Valencia proveyendo á la defensa de los lugares de Molina y Requena, y de los otros castillos que se habian entregado en aquella frontera, proveyó por capitanes de gente de caballo, para que socorriesen á la mayor necesidad á don Pedro Galcerán de Pinós, y á don Pedro de Cen➡ tellas, y a don Rodrigo Diaz, y don Juan, y don Berenguer de Vilaragut: y combatieron la villa de Requena, que se tenia por el rey don Enrique: y no la pudieron entrar, y volvieron para Valencia. Por el mismo tiempo el rey don Enrique envió á Pero Gonzalez de Mendoza, y á Alvar García de Albornoz, para socorrer á Requena, y hallaron algunos desmandados por aquella comarca de los nuestros, y los prendieron y mataron, y pusieron cerco al castillo. Teniendo desto aviso los capitanes del rey que tenian cargo de aquella frontera, fuéron á socorrer á los del castillo de Requena, y presentaron la batalla á los capitanes del rey de Castilla, pero ellos se hicieron fuertes en la villa, y no quisieron salir á pelear. Entónces visto que no se podia mucho tiempo defender el castillo, se salieron los que estaban dentro con lo que tenian, y fuéronse con la gente del rey á Valencia. Estando las cosas en

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