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bargadas prendas y las rentas que tenia en el reino de Aragon y en Ribagorza y en los lugares que pudiesen en el reino de Valencia. Entre otras cosas pidieron tambien, que atento que tenia presa á doña Inés Zapata y á don Fernando su hijo, siendo su hermano, tuviese por bien, que firmando suficientemente de derecho, fuesen sueltos de la prision en que estaban, para que pudiesen estar á justicia, conforme al privilegio general, con los que algo les quisiesen pedir, ó fuese servido permitirles, que pudiesen venir ante la corte general del reino, y que allí se juzgase lo que en su causa se debia hacer conforme à fuero. Esto era, porque despues de la muerte del rey su padre, el rey habia mandado prender esta dueña y a don Fernando su hijo, porque no le querian entregar el castillo y torres de Albarracin, de que el rey don Pedro habia hecho donacion á este don Fernando su hijo como. dicho es y el rey se queria apoderar desta ciudad, por ser aquel lugar tan principal é importante para la guerra, que con Castilla se esperaba tener, y con esta avinenteza pensaba muy facilmente atraer á su servicio á don Juan Nuñez de Lara á quien el señorío de aquel lugar pertenecia, por razon de doña Teresa Al- | varez su mujer. Esto procuró el rey, entendiendo que si se rompiese la guerra con Castilla y sus adversarios se apoderasen de aquel lugar, siendo tan fuerte y en aquella comarca, le podrian desde allí hacer grandes daños y correrías en tierras de Aragon y Valencia, y propuso de tener en Albarracin gente de guarnicion y dar otros lugares en recompensa á doña Inés en tierra llana, y no queriendo consentir en ello, tentó de se apoderar del castillo y torres, despues que se le entregó la ciudad por los vecinos, Mas don Sancho Ruiz de Azagra, que tenia la torre del Andador, que era la mayor fuerza de aquella ciudad, se puso en resistencia, y se defendió de la gente del rey, y las otras fortalezas estaban tomadas por gente de don Fernando, cuya voz tenian: y por esta causa el rey mandó prender á doña Inés Zapata, y a don Fernando su hijo, y concertóse despues con don Sancho Ruiz de Azagra, y entrególe la torre, y el rev le dió el oficio de la sobrejuntería de las aldeas de Daroca y la tenencia y alcaidía del castillo de Rodenas, y con dona Inés se tomó despues asiento, que el castillo y fuerzas de Albarracin, que estaban por don Fernando su hijo, se pusiesen en tercería, y de consentimiento de ambas partes se entregaron a don Lope de Gurrea que las tuviese en fé hasta diez años, porque dentro dellos seria de edad don Fernando: y entonces se entregasen al mismo. En este concierto vino doña Inés, porque los de Albarracin no la querian por señora, ni á su hijo, y tuvo por bien de asegurar aquello como quiera, hasta que su hijo pudiese tomar mejor asiento con el rey. Á las otras demandas de aquella embajada respondió el rey desde Calatayud, donde era ido en principio del mes de junio, que no embargante que con grande priesa se iba á ver con el rey de Inglaterra, pero por entender en aquellos bechos y determinarlos, les asignaba cortes en la villa de Alagon, para el martes siguiente, adonde mandaba que se juntasen: porque si por todo aquel dia, y otro siguiente, los negocios se pudiesen allí concluir, por aquellos dos dias asistiria con ellos: de otra manera se prorrogasen las cortes, hasta ser vuelto de las vistas. Con esta respuesta, los que seguian la voz de la union para llevar adelante su propósito hasta la final conclusion, y para mayor seguridad suya, y que

estuviesen unánimes y conformes en proseguir aquela querella y la satisfaccion de sus agravios, se tornaron á obligar y prendar de nuevo: y se entregaron unos á otros rehenes de hijos y sobrinos. Don Pedro señor de Ayerve, tio del rey, que era el principal caudillo de los que tenian esta voz, dió á don Pedro su hijo, don Jimeno de Urrea puso por sí y por don Blasco de Alagon á don Jimeno su hijo, don Jaime Perez señor de Segorbe hermano del rey, á doña Costanza su hija, don Pedro Jordan de Peña, señor de Arenos por sí y por don Guillen de Alcalá señor de Quinto, puso en tercería y rehenes á Rodrigo de Lizana, hijo de Guillen de Alcalá, Guerau de Mauleon á Bernardo de Espils su sobrino: Pedro Ladron de Vidaure à Juan Ladron su hijo, y Gil de Vidaure á Gomez de Pueyo su hijo don Jimen Perez de Pina, á Rodrigo de Pina su hijo. Estas rehenes ordenaron, que se pusiesen en Zaragoza, y estuviesen en buena custodia, donde los de la ciudad por bien tuviesen, hasta el primero de julio. Tambien los de las ciudades y villas del reino se obligaron de poner de cada lugar dos personas de las mas abonadas de su consejo en rehenes, y dos hijos de los mas honrados: y ordenaron, que contraviniendo á lo asentado, ayuntándose primero corte para ello, pudiesen ordenar de las rehenes de los que lo hubiesen quebrantado, como mejor les pareciese: y les fuesen destruidos tos bienes y hacienda y los persiguiesen como á enemigos de la república: y deliberaron que estas rehenes estuviesen en Zaragoza, hasta tanto que por todos ó la mayor parte fuese conocido y se declarase haber el rey cumplido por obra todo lo contenido en el privilegio. Fué ayuntado el concejo de la ciudad de Zaragoza en el cementerio de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, á donde por la devocion que se tenia universalmente á aquel santo templo, que era muy venerado y frecuentado por toda la cristiandad, por la religion de aquel sagrado lugar, por esta causa solia mas ordinariamente concurrir el pueblo, y era costumbre juntarse los jurados y concejo de la ciudad, para sus deliberaciones públicas y del gobierno, y congregarse para semejantes autos, y á ocho de junio eligieron rehenes de los ciudadanos, y los pusieron en poder de don Pedro Jordan de Peña, en nombre de toda la union: entre los cuales fueron, Gil Tarin bijo de Juan Gil Tarin, Juan Bernardo hijo de Juan Bernardo, Nicolás de Tarba hijo de Galacian de Tarba, y otros, hasta en número de ocho rehenes, que eran hijos de los mas principales de la ciudad, y de los que tenian la mano en el gobierno. Siendo el rey y la corte ayuntados en Alagon para el dia señalado, propusieron sus agravios en las cosas en que se tenian por desaforados. Lo que en general pretendian, que concernia á todo el reino era, que en los hechos y negocios de la guerra se debia ordenar y proveer con consejo de la universidad, segun la forma del privilegio general jurado por él y por el rey don Pedro su padre: especialmente en las vistas que determinaba tener con el rey de Inglaterra: y que luego mandase cumplir las cartas y provisiones dadas en Huerto, que disponian cerca de la observancia del fuero de Aragon en el reino de Valencia: y fuesen restituidas las expoliaciones: atendido que el justicia de Aragon sobreseía de proceder adelante en la determinacion de aquellas causas. Concurria con esto otra cosa que tocaba á muchos, que doña Inés Zapata y don Fernando su hijo, ántes de concordarse el rey con ellos, ni tomar el asiento que dicho es, estaban deteni

dos en prision, y hacíase grande instancia que fuesen traidos á la corte general y en ella se conociese, I lo que se debia hacer en este hecho, y habia otras demandas de muchas personas particulares, á las cuales se mandó satisfacer, porque eran en perjuicio de partes; y á lo general respondió el rey lo mismo que antes en el Castellar: y luego se partió de Alagon camino de Huesca, para dar orden en su camino, para verse con el rey de Inglaterra en Oloron, primer lugar de Gascuña de la otra parte de las montañas de Jaca que dividen á España de Francia. Desta determinacion del rey se tuvieron los de la union por muy agraviados, y vueltos á Zaragoza, fueron dos caballeros al rey, que eran Martin Martinez de Agon y Lope Iñiguez de la Torre, y enviaronle á suplicar que proveyese luego en sus demandas y agravios: porque de otra manera le embargarian las rentas y derechos reales. Estos requirieron tambien á los ricos hombres y caballeros que fueron con el rey, en presencia del infante don Pedro su hermano, que no fuésen á acompañarle en aquel viaje sin su acuerdo y consejo. Por esta causa vino á Zaragoza don Rui Jimenez de Luna comendador de Montalvan, y pidió á los nobles y caballeros que allí estaban congregados, y á los otros de la union, que le diesen por escrito lo que pretendian se debia remediar, porque habia entendido que se tenian por agraviados del rey, de algunas cosas que afirmaban no haberse cumplido, segun la forma del privilegio general de Aragon, y el rey creia que se habia cumplido en la respuesta que les habia dado en la corte, que se congregó en Alagon : y que ellos declarasen de la manera que entendian les debia ser cumplido el privilegio, porque esperaba que podrian venir fácilmente á buenos medios de concordia, y volvió al rey con las demandas de aquellos caballeros, que en substancia era tornar á pedir lo que por el rey les habia sido denegado diversas veces.

CAP. XCII.-De las vistas que hubo entre los reyes de Aragon é Inglaterra en Oloron, y de lo que alli concertaron sobre la deliberacion de la persona del principe de Salerno.

De Huesca partió el rey para Jaca, con los ricos hombres del reino de Aragon que estaban en su servicio: y con muchos barones y caballeros del reino de Valencia y de Cataluña, de donde fué á Oloron, por verse con Eduardo rey de Inglaterra, que á instancia del papa y del rey de Francia, y por grandes ruegos del príncipe de Salerno se habia encargado de procurar la paz y concordia entre estos príncipes: y cuando no se pudiese tan cierta y seguramente conseguir, procuraba que se pusiese tal sobreseimiento de guerra, que mediante él se pudiese llegar á este fin. Para esto principalmente se atendia á procurar la libertad de la persona del príncipe, y con todos los medios posibles la pretendian los que trataban con él desta concordia, de la cual dependia todo el sosiego de la cristiandad. Despues de haber estos reyes por diversas veces con personas de su consejo consultado sobre ello, tratándose con los legados que allí intervinieron, el rey de Aragon, de acuerdo y parecer de los ricos hombres y personas de su consejo, se vino á concordar con el rey de Inglaterra en poner en libertad al príncipe con estos pactos y condicio nes que fueron de mucha importancia: que antes que saliese del reino de Aragon entregase tres hijos suyos, para que estuviesen en rehenes en poder del rey y para seguridad, que el rey de Aragon habiéndoselos

entregado, pondria en libertad al príncipe su padre, ó los restituiria, habia de dejar en rehenes en poder del rey de Inglaterra al infante don Pedro su hermano, y á los condes de Urgel y Pallás, y al vizconde de Cardona. Allende desto habia de dar el príncipe antes de salir de poder del rey sesenta barones y caballeros los mas principales de la Proenza y de su condado, los que fuesen elegidos y nombrados por el rey de Aragon, para que tambien estuviesen en rehenes, y se habia de dar poder de las ciudades y villas mas principales de la Proenza, para que se hiciesen homenajes de fidelidad al rey de Aragon por las personas que fuesen señaladas, para que tuviesen cargo de aquellas ciudades y villas, y de los castillos y lugares fuertes que en ellas hubiese, para que estuviesen por él. Cumplido esto, siendo el príncipe puesto en su libertad, dentro de un año habia de entregar en poder del rey de Aragon á Carlos su hijo primogénito en rehenes, y por esta razon habia de dar treinta mil marcos de plata, en parte de cincuenta mil, en que se obligaba, si no le entregase en poder del rey de Aragon. Obligábase de alcanzar de la sede apostólica, y del rey de Francia treguas por tiempo de tres años, y de Carlos hermano del rey de Francia, que era investido del reino de Aragon, y de sus valedores, para que no hiciesen guerra al rey, ni al rey de Sicilia su hermano, ni á sus tierras y aliados. Quedó asentado, que si dentro destos tres años el príncipe de Salerno no hiciese buena paz y firme con el rey de Sicilia, y con el rey de Aragon á su voluntad dellos, incurriese en pena de cien mil marcos de plata, y sus tres hijos, y las rehenes de la Proenza, quedasen perpetuamente obligados al rey de Aragon y á sus sucesores, y habia de acabar que la Iglesia romana no le ayudase, ni permitiese que el rey de Francia ni Carlos su hermano, ó alguna otra persona, hiciese mal ni daño, ó guerra á los reyes de Aragon y Sicilia. Para mayor firmeza deste asiento el príncipe habia de absolver á los barones y caballeros de la Proenza de la fidelidad y naturaleza, y de otras obligaciones en que le eran tenidos, mandándoles que en caso que quebrantase lo asentado en este concierto, y no lo cumpliese, todos ellos obedeciesen al rey de Aragon, como á señor natural, y le reconociesen las obligaciones personales y reales que eran acostumbrados: y no se cumpliendo todas estas cosas, y cada una dellas á sus términos, el príncipe dentro de un año volviese á poder del rey de Aragon á la prision como primero estaba. Siendo así concordado, el rey de Aragon dió poder al rey de Inglaterra, para conceder de nuevo en su nombre, y del rey de Sicilia, y por todos sus valedores treguas al rey de Francia y á Carlos su hermano: y en ellas entraba el reino de Mallorca y el condado de Rosellon y Cerdania, con las mismas condiciones que Martin Perez de Artasona, y Juan Zapata embajadores del rey de Aragon las habian asentado: y dióle facultad que pudiesen prorrogarlas y recibirlas del rey de Francia, para mejor poder entender en los medios de la paz. Esto así concluido, volviose el rey de Aragon á su reino en el principio del mes de setiembre, porque los ricos hombres y ciudades y villas dél estaban entre sí tan discordes y en tanta disension, que llegaron las cosas á gran rompimiento: y comenzaron de hacer guerra los unos contra los otros y ponerse todo el reino en armas; y estuvo el estado del reino en harto peligro,

CAP,. XCIII.-De la guerra que se comenzó à mover en-. tre los ricos hombres y caballeros del reino, y que el rey revocó las donaciones que habia hecho á algunos de los caballeros catalanes y aragoneses.

Por razon de la ida del rey á las vistas de Oloron, se procedió por parte de los ricos hombres y caballeros de las ciudades y villas que seguian la voz de la union á los pedimientos y requerimientos, de que arriba se ha hecho mencion, y dudando, segun los de aquella opinion y querella decian, que el rey no quisiese proceder contra ellos, ó les hiciese algun daño, estaban entre sí muy confederados y unidos en grande conformidad, por mejor defenderse del rey, y de otras personas, que contra el privilegio y jura les quisiesen hacer algun daño, desaforándolos ó por otra via. Estaban tan engañados y ciegos con la pasion de lo que decian ser libertad, cuyo nombre, aunque es muy apacible, siendo desordenada, fué causa de perder❘ grandes repúblicas, que con recelo que el rey procediera contra ellos por razon de sus embajadas y demandas, y de los otros excesos, deliberaron de procurar favor con que se pudiesen defender del rey, y de quien les quisiese hacer daño contra el privilegio y juramento de la union, y enviaron sus embajadores á Roma, y á los reyes de Francia y Castilla, y á los moros que tenian frontera en el reino de Valencia, para procurar con ellos tregua. Hasta esto halló que pasaron aquellos movimientos y escándalos, que pusieron el reino en tanta turbacion, aunque el autor que tenemos mas antiguo, que escribió en tiempo del rey don Pedro el postrero, y acabó su obra en la vida del rey don Alonso su padre, afirma, que estuvo el reino en estas guerras civiles en punto de perderse: y que habían determinado ya los aragoneses un dia, de dar la obediencia á Carlos de Valois hijo del rey de Francia, á quien el papa habia concedido la investidura del reino y que no vino en efecto, porque el rey les concedió cuanto le pidieron, y el privilegio que se llamó de la union. En esto eran principales don Pedro señor de Ayerve, y don Jaime señor de Ejérica, tios del rey, don Jimeno de Urrea, don Jaime Perez señor de Segorbe, hermano del rey don Blasco de Alagon, don Pedro Jordan de Peña, Amor Dionis, don Martin Ruiz de Foces, y como el rey se viniese á la ciudad de Tarazona, de las vistas del rey de Inglaterra, estando en ella, fueron presos algunos vecinos de aquella ciudad, de los mas principales contra toda orden y disposicion de fuero, y fuéronles tomados sus bienes: y dellos mandó el rey justiciar á doce, y desde aquella comarca los ricos hombres y caballeros que estaban en su servicio, comenzaron de hacer guerra contra los que seguian aquella demanda, y contra sus lugares y vasallos, y comenzóse de la una y de la otra parte á hacer mucho daño: de que se siguieron grandes alte raciones y escándalos, Procedió entonces el rey contra don Fortuño de Vergua obispo de Zaragoza, y mandó secrestar las rentas del obispado, porque traia contienda sobre la posesion de aquella iglesia, Hugo de Mataplana preboste de Marsella, que era del consejo del rey y don Fortuño, por esta causa se habia declarado principalmente por aquel bando. Este era de gran linaje, y comprendia mucha parte del reino, y era para prelado muy inquieto, y mas dado á las armas y negocios seglares, que á religion, y de malos tratos y medios, y tenia puesto el reino en muchas turbaciones y escándalo. Hízose guerra con

con

tra él principalmente, y contra sus valedores, que
eran don Pedro, señor de Averve, don Blasco, señor
de Alagon, Amor Dionis, Guillen de Alcalá, señor de
Quinto, Pedro Ladron de Vidaure, Pedro Ferriz de
Sese, Corbarán Ahones, Gil de Vidaure, Jimen Perez
de Pina, Gabriel Dionis, Pedro Fernandez de Vergua
señor de Pueyo, y Fortun de Vergua señor de Osera,
y contra la ciudad de Zaragoza. Durante estas altera-
ciones hubo algunos reencuentros entre las gentes de
entrambas partes, y fueron muertos y presos muchos
vecinos de Zaragoza y de sus aldeas: y estando pues-
ta gente del rey en frontera contra Zaragoza, destru-
yeron y talaron gran parte de sus términos. Hallan-
dose el rey en aquella sazon en la villa de Ejea á veinte
y cinco del mes de setiembre, considerando los gran-
des daños que recibian sus súbditos, y el peligro en
que se ponian las cosas, deliberó de enviar un religio-
so que se decia fray Valero, y era prior del monaste-
rio de los predicadores de Zaragoza, para que tratase
con los ricos hombres de la union, para procurar la
concordia, y que todas las alteraciones se remediasen
y se apaciguase la tierra. Envióles á decir con este re-
ligioso, que siempre quiso haber paz y concordia con
sus súbditos, sobre todas las cosas del mundo: y para
que entendiesen, que aquél era su ánimo, les hacia
saber, que le habian desamparado los ricos hombres,
creyendo volver á lo antiguo, cuando habia en el rei-
no tantos reyes como ricos hombres, y él les hizo di-
versas donaciones en muchas maneras, y ellos des-
pues que hubieron lo que pudieron y pretendian,
dando á entender que se movian por los estatutos de
la union, le pusieron otras demandas y pidieron cosas,
que si les fueran otorgadas, redundara en gran daño
y perjuicio del reino: y porque no las quiso conceder,
trabajaron en poner discordia entre él y sus vasallos,
lo cual le era mas grave que ninguno de los otros de-
servicios y daños que le habían hecho y siendo así,
que algunos de los ricos hombres se habian acordado
en su servicio, y habiendo jurado de le servir bien y
lealmente, le de sirvieron con todas sus fuerzas y no
cesaban de alterar la tierra y poner escándalo en ella,
en prosecucion de sus pretensiones antiguas, pidien-
robando
do las cenas de la misma manera que el rey,
y estragando la tierra de tal suerte, que todas las gen-
tes andaban en pos dél, querellándose que no tenian
rey que les hiciese justicia: y así le fué forzado por las
grandes quejas del pueblo, dar á conocer, que tenia
voluntad de los mantener en paz: concluyendo, que
en todo aquello en que pretendian recibir agravio, es-
taba aparejado de remediarlo, á juicio y conocimien-
to de la corte de Aragon: porque entendiese todo el
mundo el deseo que tenia que hubiese paz y concor-
dia entre él. y sus súbditos. Habiendo esplicado esto
el prior, fuele respondido, que si el rey personalmen-
te viniese á Zaragoza y mandase hacer cumplida satis-
faccion y enmienda de las muertes y daños que des-
pues que él reinaba se habian hecho contra los fueros y
privilegios jurados por él y por el rey su padre, y
cumpliese con lo que por ellos estaba dispuesto á cono-
cimiento de la corte, estaban aparejados de recibir
aquellas enmiendas, y de allí adelante servirle como
leales vasallos debian servir á buen señor y leal. De-
cian que aquellos ricos hombres y caballeros y procu-
dores de ciudades y villas que allí estaban congrega-
dos, representaban la corte y atendian al pro comun
y universal, y con consejo de aquellos debia el rey de-
liberar sus negocios y determinar las cosas que fuesen

de su servicio y concerniesen á la observancia del fuero y privilegio de Aragon : y no debia tener en su consejo, ni admitir en la corte general aquellos que habiendo jurado de defender aquella demanda la contradecian, ni debian hallarse en la determinacion de lo que el rey debia ordenar y cumplir en aquellos hechos: pues se habian manifiestamente señalado parte contradiciendo al comun del reino, poniéndose en fronteras, corriendo y estragando la tierra, matando y aprisionando los vasallos del rey. En este medio como las cosas estuviesen en grande turbacion, y los de la union mas determinados en su porfía, el rey se fué para Cataluña y estando en la ciudad de Tarragona á trece del mes de diciembre deste año, revocó y anuló las donaciones y mercedes que habia hecho despues que comenzó á reinar, á los condes de Urgel y Pallás, y al vizconde de Cardona, y a don Pedro Fernandez, señor de Ijar, y á don Blasco de Alagon, y a don Pedro Jordan de Peña, y á otros muchos caballeros catalanes y aragoneses y á las ciudades de Zaragoza y Valencia, y tambien á las villas de Játiva y Murviedro, y á otros lugares del reino de Valencia, que pretendian ser juzgados á fuero de Aragon. Esto se hizo en gran secreto, y no tuvieron dello noticia, sino el notario que lo testificó y Juan Zapata, que era muy privado del rey, y fué despues justicia de Aragon, y Pedro Marquet, y protestaba el rey que lo hacia por ser en gran perjuicio y daño de su corona: y que aquellas donaciones se habían hecho, porque estos ricos hombres y caballeros le sirviesen en las guerras que tenia con la Iglesia y con el rey de Francia, desde que comenzó á reinar: y las habia otorgado á grande instancia y porfía suya, señaladamente del conde de Pallás.

CAP. XCIV.—Que el cardenal Gerardo de Parma y el conde de Artoes enviaron su armada á Sicilia, y tomaron el castillo de Agosta, y el rey don Jaime puso su real sobre él, y él le ganó de los franceses.

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No obstante los medios que se habian platicado del sobreseimiento de guerra, que se trataron en las vistas de Oloron, y el cardenal Gerardo de Parma legado apostólico, y el conde de Artoes primo del príncipe de Salerno que eran gobernadores en el principado de Capua y ducado de Pulla, con tratos que tuvieron con algunos pueblos de Sicilia y cou particulares della, tentaron de acometerla con poderosa armada, y tomaron á sueldo algunas galeras de la señoría de Venecia, demás de la armada que habia en Pulla y con gran número de gente de Toscana, de la parcialidad güelfa, y con su ejército ordinario de franceses se dividieron en dos partes: y ordenaron que fuesen capitanes en la primera armada que se envió contra Sicilia, el obispo de Marturano como legado y Ricardo Murrono: y por almirante Reinaldo de Avella, á quien en nombre del príncipe se habia dado ántes cargo de las cosas de la mar, que fué uno de los muy estimados capitanes de aquellos tiempos. Juntáronse en la provincia de Pulla, para ir con esta armada quinientos hombres de armas proenzales y franceses, y cinco mil peones entre italianos y los que llamaban ultramontanos: y recojiéronse en el puerto de Brindez, de donde salieron con cuarenta galeras á quince de abril deste año: y arribó aquella armada un miércoles primero de mayo al puerto de Agos ta. Allf sacaron la gente á tierra, y luego les rindieron el lugar que estaba yermo de gente, porque to

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dos eran idos á las ferias de Lentin, y le pusieron á saco y fortalecieron el castillo, que estaba en lugar no fuerte y llano y sin órden de poderse defender: el cual se les rindió por persuasion de fray Prono de Aidona. El almirante desta armada, dejando la gente en tierra, volvióse con las galeras sin pasar por el Faro la via de Nápoles, costeando la isla de Sicilia por el cabo de Marsala, y vino á Castelamar junto á Sorrento: donde quedaba la otra parte del ejército de los enemigos, que era mucho mayor, en que iban muchos barones y principales señores que con todo el resto de la gente habian de pasar á Sicilia en aquellas galeras y en otras cuarenta y cuatro que habia en el puerto de Nápoles entre galeras y taridas. Por la ausencia del almirante Roger de Lauria mientras estuvo en Cataluña, hubo gran remision y descuido en poner en órden las galeras y navíos que el rey don Jaime mandaba armar, y siendo de vuelta en Mecina, supo que los enemigos habian tomada la ciudad de Agosta y tenian el castillo de donde hacian mucho daño en la tierra. Luego comenzó la envidia á cargar la culpa al que mas libre estaba della, y murmuraban del almirante, echándole cargo de todos aquellos daños tan descubiertamente, que sus émulos en presencia del rey lo imputaban á que por su desordenada codicia y por andarse á corso robando las barcas de la Proenza, y corriendo aquella costa, se olvidaba de aquel reino, y de lo que era mas á su cargo: y que por esta causa los enemigos tenian buen aparejo de correr y talar la isla, habiendo tanto descuido en tener en órden, como era obligado, su armada, y hallándose tan desapercibido. Viniendo esto á noticia del almirante, refiere un historiador siciliano de aquellos tiempos, que de la misma suerte que estaba en el atarazanal ceñido con una toalla lleno de polvo, y mal vestido, se fué á palacio: y delante del rey y de los que allí se hallaron, sin hacer mencion de las calumnias de sus adversarios, comenzó á referir en una muy larga plática las cosas que habian sucedido por su persona encareciendo ante sus émulos las victorias que habia alcanzado de sus enemigos, peleando y derramando su sangre al tiempo que ellos seguian sus regalos y pasatiempos en fiestas y salas de damas. Esto dijo con tanta magnificencia de palabras y fué oido con tanto silencio y admiracion, que quedó á juicio y paracer de todos bien entendido, que ninguno pudiera con mayor autoridad ni con mas verdad, recontar sus alabanzas y proezas que él mismo, sin que alguno de sus adversarios tuviese osadía de contradecirle. Con la grande solicitud y diligencia que el almirante puso, tuvo en breve tiempo cuarenta galeras reparadas y bien en órden de todo lo necesario: y el rey salió de Mecina con solos diez caballeros el mismo dia que el almirante salió del puerto con sus galeras, y tomó el camino por tierra la via de Tavormina, dejando ordenado que le siguiesen los suyos, y la gente de guerra y la reina su madre con los infantes don Fadrique, y doña Violante se pasó al castillo de Matagrifon. Salió el rey con determinacion de entrar otro dia en Catania, porque se tuvo recelo, que los enemigos tenian trato con algunos de los principales cataneses: y llegando á Yachi, que dista de aquella ciudad por seis millas, encontróse con el conde de Camarana que venia para él; y pasando de Yachi, descubrieron las galeras de Francia que navegaban la vuelta de Catania y estaban á dos millas del puerto. Consultó el rey con los caballeros que all

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vaje, pero ejercitada en robos y correrías. En este medio el almirante Roger de Lauria habia salido con sus galeras, y arribó á Catania á doce de mayo: y despues de haber hablado con el rey, sin dar lugar que su gente saliese á tierra, hizo vela la vuelta de Agosta pensando hallar la armada de Nápoles, mas era par

tenia, lo que se debia hacer estando por este propó- | estaban en Agosta, é íbanse allegando algunas compasito de pasar á Catania por socorrer aquella ciudad. ñías de caballos, y gran muchedumbre de los pueMas el conde que estaba en edad muy anciana, fué deblos de aquellas montañas, gente muy rústica y salparecer muy diverso de todos, diciendo, que estando sin gente no debia emprender semejante hecho, por que los enemigos intentaban de acometer la ciudad, y los cataneses no estaban en determinacion de defenderse, corria su persona muy cierto peligro: y seria mas acertado consejo volverse á Mecina, ó ponerse en otro lugar fuerte donde esperase sus gentes. No agradabatida para el cabo de Marsala, siguiendo la via del prinal rey lo que el conde decia, y reprehendiéndole su consejo, y abominando dello, comenzóse el conde á lamentar, diciendo, que era muy desdichado en las armas, y de mala ventura, porque hallándose en la batalla con el rey Manfredo su abuelo, fué muerto en elia el rey, y despues sirviendo al rey de Bohemia, y á otros príncipes, quedaron vencidos y muertos: y que tenia por mal aguero ir debajo del gobierno de ningun rey á la guerra: y mandóle el rey que se entrase en Mecina, y tuviese cargo de la guarda de aquella ciudad, y él pasó con los suyos adelante á gran priesa siguiéndole muy pocas compañías de caballo, por ser el camino muy áspero y fragoso. Con la llega da del rey, recibieron muy gran ánimo los cataneses, que estaban cada hora esperando á sus enemigos: porque la mayor parte de gente habia salido á tierra. Estaban dentro en Catania don Guillen Galcerán, que era gobernador de todo aquel valle, cuanto se estiende hasta el rio Salado, con doscientos caballeros: y Ricardo de Pasaneto de Lentin con otros tantos: y Ricardo de Santasofía, que era capitan y gobernador de Catania, entre la gente de la ciudad, y los suyos, habia juntado otros doscientos caballeros; y la gente del rey que llegó al socorro podrian ser hasta cuatrocientos de caballo, entre caballeros y otra gente de guerra muy escogida. Otro dia despues de llegado el rey, los enemigos movieron contra la ciudad por mar y por tierra, dejando la mayor parte de su ejército en celada, en un lugar que se dice Laganeto, á dos millas de Catania: con ardid, que si los cataneses saliesen á la marina por defenderles la tierra, los de las galeras acometiesen el lugar. Despues de haberse puesto la armada en órden para acometer la batalla, detuviéronse delante del puerto, porque los de dentro no hicieron ademan de salir á defenderles la tierra, ni habia bullicio, ni muestra que los recibiesen como pensaban, y enviaron con una barca á descubrir el puerto. y para reconocer si de la ciudad se hiciese seña alguna, y tomasen lengua de lo que debian hacer. Las pocas apariencias que en la ciudad habia de salir á la defensa les causaba mayor recelo: y sin otro acaecimiento que de contar sea, se volvieron como habian venido la via de Agosta. Al recogerse el ejército de tierra, un caballero aragonés de la casa del rey, llamado Martin Lopez de Oliet, que fué yerno de don Rui Jimenez de Luna, y señor de Aso, y era uno de los escogidos hombres de armas que hubo en sus tiempos, con cincuenta ballesteros cataneses, y con algunos pocos de caballo salió en pós de los enemigos hasta un paso que está junto al rio de Catania, que dista por seis millas de la ciudad, y siendo anochecido acometió á un escuadron de los franceses, que iba mas rezagado y sin órden, y mató y prendió muchos dellos, que por la aspereza del camino no se podian defender, y con gran fatiga caminando toda aquella noche, llegaron á Agosta. Habia mandado el rey juntar la gente de los lugares de Val de Noto, para ir contra los franceses, que

cipado: y echando la gente en tierra, al amanecer combatieron con los enemigos que tenian la ciudad de Agosta y entraron el lugar por fuerza de armas, y recogióse mucha gente al castillo. Allí tuvo aviso el almirante que la mayor parte del armada de Pulla y del principado, estaba en Castelamar de Estabia, y en la costa de Nápoles, esperando tiempo para pasar á Sicilia, y tomar tierra en algun lugar de Val de Mazara: y que habia de salir delante con doce galeras Enrique de Mar genovés, con gente bien escogida del príncipe de Salerno, con intento de acometer á Marsala, y tentar si pudiesen ganar por combate, para tener aquel lugar fortificado, donde el ejército que sobrevenia pudiese salir á tierra seguramente, y de allí continuar la guerra por la parte de la isla, como se habia hecho en lo de Agosta. Desto dió aviso el almirante al rey y proveyó que Bernardo de Fierro estuviese con gente de guarnicion en defensa de Marsala, y tuviese cargo della, y fueron con él Bonifacio de Camarana, y Oberto su hijo con la gente de Corellon, y proveyeron de gente de las montañas los lugares marítimos, que estaban para poderse defender, y los de los otros luga res que no estaban fuertes, se alzasen á la montaña. La parte de la armada francesa que salió de Agosta, echó la gente á tierra en Marsala, pensando que estaban desproveidos, y combatieron el lugar: pero fueron por los de dentro rebatidos con harta pérdida de los suyos: y prosiguiendo su viaje, encontraron á Enrique de Mar con sus doce galeras, y volvieron todos juntos contra Marsala, y tornaron á combatirla muy bravamente, pensando que la entrarian por combate, con nuevas fuerzas, y los de dentro se rendirian : mas ellos se pusieron á la defensa con grande ánimo, y pelearou como con gente vencida, de tal suerte, que con gran pérdida hubieron de alzar el cerco; y juntos hicieron vela la via del principado. El almirante que tuvo aviso que Marsala estaba cercada, y la combatian los enemigos, hizo vela de Agosta en anocheciendo: y llegó al cabo de Marsala al tiempo que las galeras francesas habian partido, y volvióse para Agosta: y desde allí continuó su viaje la via del Faro, con propósito de salir á buscar la armada de los enemigos. Entónces partió el rey con su ejército de Catania, para cercar el castillo de Agosta: y dió su estandarte aquel día á don Blasco Maza: y nombró por mariscal del ejército á don Ramon Alaman, y fué con su ejército á ponerse sobre Agosta. Fuéfundada aquella ciudad por el emperador Federico el segundo, junto á las ruínas, segun se escribe, de una poblacion antigua, llamada Megara, muy conocida y nombrada en las guerras que los grie→ gos tuvieron con los tiranos de aquella isla. Estaba adornada de muy principales edificios, y era muy famosa y frecuentada en aquellos tiempos, por la comodidad de dos puertos que en ella hay. El que está al occidente, tiene algunos bajíos por donde pueden entrar con barcas hasta la ciudad y el otro que está al oriente no es tan seguro. Tenia un castillo bien

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