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CAP. X.-Prosigue el mismo asunto....
CAP. XI.-Prosigue el mismo asunto

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CAP. XII.—Plan, estilo y versificación en la

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PRÓLOGO

Vano empeño negarlo y ceguedad inmensa discutirlo. Sin culpa de nadie y mediante la complicidad de todos, la enseñanza de la Literatura no responde á la alteza de su interés científico, à la suprema, aunque indirecta, misión social del Arte ni à las exigencias del tiempo.

De tal divorcio, no sólo en nuestro país existente, arrancan las desenfrenadas rebeldías de los artistas geniales y la esterilidad incurable de los artistas correctes. Gala de la enseñanza oficial, en Universidades é Institu tos explican profesores eminentes y laboriosos. Modelos de honradez, en heroica lucha por la vida, trabajan los profesores privados

en el radio de su modesto círculo. Mas ni la primorosa labor de aquéllos ni la constante y meritoria de los segundos basta á disipar la nube de la preocupación vulgar, el peso de la tradición que oprime sus iniciativas con gravitación incontrastable.

Aunque sólo fuese por el mérito de quebrantar la rutina pseudoclásica, aunque únicamente se apreciara como viril protesta de la necesidad presente, el libro del Sr. Ruano ostentaría titulo indiscutible al aprecio de los doctos y al aplauso de cuantos sienten como heridas propias los hoy exacerbados males de la patria.

Y no se juzgue tópico de comprometido. prologuista lo que es sincera explosión de convicciones arraigadas. Los que lean nuestra Literatura, verán que en el límite de nuestra modestia nos hemos lanzado fuera de la trillada vía y buscado en los reflejos del ideal y en las condiciones del tiempo nueva y progresiva orientación.

Cual si la humanidad se hubiese estacionado en el siglo de Augusto, nuestra poética es el eco de la epistola de Horacio, nuestra retórica servil parafrasis de la preceptiva de Aristóteles.

Todavía pasa como oráculo en las clases aquel infatuado y presuntuoso Hermosilla que, gracias al monopolio otorgado en su favor por el rey absoluto, se constituyó en dictador de nuestras aulas é hinchó las cabezas

de los jóvenes escolares con doctrinas ramplonas, enseñándoles à confundir los dativos con los acusativos, à menospreciar los más geniales poetas de nuestro Parnaso y á cerrar los ojos á la luz ideal del Arte, enredando sus plantas en infecundo matorral de grotescas puerilidades.

No, el mundo no ha detenido su marcha, la pedagogía literaria no debe petrificarse en cánones vetustos y el progreso nos empuja con irresistible llamamiento.

A impulsos de nobilísimo anhelo, el señor Ruano clama contra la exégesis común y proclama la eficacia del que llama método analítico. No se oculta á nuestra imparcialidad lo impropio de la denominación. El análisis no es un método, es un procedimiento. Dirección del espíritu hacia la verdad y exposición del conocimiento adquirido, el método es uno, así como entre dos puntos no puede trazarse más que una recta. El método científico, ó por mejor hablar, el método necesita el análisis y la síntesis, sin que pueda prescindirse de ningún momento dialéctico. ¿Qué serían el análisis sin la síntesis ni ésta sin aquél? ¿Análisis de qué? ¿Síntesis de qué?

¿Por qué en lugar de método analítico no ha dicho el Sr. Ruano procedimiento intuitivo? Es probable, es casi seguro que su modestia no se ha atrevido à rompre en visière con la no menclatura vulgar, por más que la claridad de su inteligencia haya columbrado con su

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