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CAPÍTULO XIII.

FIN DE LA PRIMERA CAMPAÑA DE D. JUAN DE AUSTRIA.

Continuación del sitio de Jeromenha. — Rivalizan en valor los alemanes, italianos y españoles. - Salida de los sitiados.Aparición del ejército portugués en el cerro de Malpica.Apurada situación del ejército sitiador.- Ventajosa posición del portugués. El valor de un soldado facilita la comunicación entre los portugueses. · Los alardes del ejército portugués no impiden continuar el sitio. Fingida retirada de los portugueses.- Mensaje de D. Juan de Austria al gobernador Lobato.-Anuncia el general portugués D. Luís de Meneses al gobernador Lobato su propósito de embestir á nuestro ejército. Retirada del ejército portugués. -Escaramuzas con nuestras vanguardias, mandadas por D. Juan de Ayala.Carta del General portugués al Gobernador, recomendándole sacase el mejor partido, caso de capitular. Intimación de D. Juan de Austria. - Inadmisibles condiciones propuestas por Lobato. Capitulaciones aceptadas por D. Juan de Austria. Abandonan sus hogares los moradores de los pueblos cercanos. Consideraciones sobre el sitio de Jeromenha.-Reparadas las defensas es nombrado gobernador D. Fernando de Escovedo.-Emprende nuevamente las operaciones, dirigiéndose otra vez á Villaviçosa.-Toma de Villa Boim. -Tala los campos.-Toma de las villas y lugares de Monforte, Crato, Alter Pedroso y Assumar.-Da por terminada la campaña en 11 de Julio. Flojedad de ánimo de los españoles.— Juicio de esta conducta del de Austria.-Funestas consecuencias para las campañas sucesivas de las condiciones del ejército y de tan larga suspensión.

N la mañana del día 2 de Junio los alemanes, con honrosa emulación, desamparando su ataque, por no es

tar sus trabajos tan adelantados como quisie

ran, acometieron á cuerpo descubierto la estrada cubierta que frente á ellos se miraba.

Los portugueses defendieron aquel puesto por espacio de más de dos horas, en que rechazaron á los alemanes por tres veces; pero, merced casi al valor increíble con que estos pelearon y al socorro que les dieron oportunamente las otras naciones, acudiendo los italianos que se miraban cerca desde sus líneas, y los españoles desde dentro de la estacada, consiguieron al fin desalojar á los portugueses, fortificándose en aquella parte de la estrada cubierta.

Los italianos, por su parte, adelantando los trabajos de su ataque, señorearon las cortaduras que el enemigo tenía en la tenaza que frente á ellos se miraba. Todas estas operaciones ejecutáronse sin pérdida considerable de los nuestros, puesto ser grande la cantidad de hornillos que los portugueses volaron bajo sus pies. Lo que más se sintió fué la muerte de un Ingeniero de los que habían venido de Milán, que con otros seis ú ocho pereció lastimosamente, heridos todos por los cascos de una de nuestras bombas.

Pues como los españoles se mirasen ya fortificados en la estrada, fueron luego sacan

do ramales de trinchera contra la plaza, barriendo el camino cubierto para desembocar en el foso á la punta de un baluarte. Y como en aquella tarde entrasen á mudar los ataques los maeses de campo D. Baltasar de Urbino y D. Dionisio Omalum, del tercio de los irlandeses, considerando los sitiados. cuánto les importaba recobrar las fortificaciones perdidas y poner oposición á los progresos del D. Baltasar, ejecutaron una recia salida, intentando desalojar á nuestra gente. Pero ella, considerando como de menor arrogancia la sola resistencia, salieron á recibir á los portugueses arriscadamente, y los embistieron con tanto valor, que, después de pelear por largo rato, los forzaron á volver la espalda, encerrándolos en la plaza, é hiriendo y matando.

El ejército enemigo, que hasta allí habíase mantenido á razonable distancia, ya engrosado con los socorros y guarniciones que se le incorporaron, apareció al fin á la presencia del nuestro en la tarde del 2 de Junio, acampándose á legua y media de nuestras líneas, en los cerros que llaman de Malpica.

Los de la plaza levantaron grandes fuegos é hicieron repetidas señas, si aquéllos en

muestras de alegría por lo cercano del socorro, éstas por demostración de hallarse en los últimos trances de la defensa. El ejército portugués, teniendo por delante el río Mures, y haciendo frente á nuestras líneas, respondía con salvas de siete piezas de artillería para animarlos. Si la aparición de aquel ejército era suficiente ocasión para dar cuidado á nuestras tropas desmembradas por los trozos de caballería que habían ido á cubrir á Talavera, Montijo y Badajoz, por temor de alguna diversión enemiga, aquellas salvas y señales dieron mayor motivo de recelo, y así todo se dispuso á punto de pelear.

A pesar de la presencia del enemigo, al siguiente día, que se contaba 2 de Junio, llegó á nuestro campo gran convoy con víveres para veinte días, que el cuidado de D. Juan había mandado prevenir. El ejército de socorro se acercó hasta el sitio llamado del Berrocal; y como de la plaza, al anochecer, encendiesen un hacha por señal, de allí hicieron respuesta con dos cargas de mosquetes y cuatro piezas de artillería.

Al siguiente día por la mañana se puso el enemigo sobre nuestras líneas, acampándose en unas colinas, por traza tal, que, dando la

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