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los graves altercados que, sobre preeminencia, suscitáronse entre españoles é italianos. Dió origen á estas reyertas el mostrarse quejosos los italianos de que los españoles no les dejasen tomar puesto, ni en el escuadrón de vanguardia, ni en el de retaguardia, que se miraban por los soldados como los lugares más honrosos y preeminentes, sino que se les obligaba á colocarse, como gente de poco valer, en el centro de la ordenanza.

Alegaban los italianos, en apoyo de su queja, los buenos servicios prestados á España, y sus hazañas y méritos particulares; pero como D. Juan los entretenía con buenas razones, sin concederles lo que ellos reclamaban como justicia, puesto que atendiese más á conciliarse el afecto y buena voluntad de los españoles, llegó el caso á tal extremo, que todos los jefes italianos hicieron renuncia de sus cargos.

Al punto D. Juan de Austria dió noticias. al Rey por sus cartas de caso tan grave, puesto no ser conveniente, y menos en aquella ocasión, dejar ir ofendidos á los italianos, cuya ayuda era de tanta importancia al ejército, ni menos el forzarlos á quedarse sin atender á sus quejas. Deliberado este asunto

en el real Consejo, y teniéndose en cuenta estas razones, resolvióse que los españoles y los italianos alternasen sin preferencia en el frente del escuadrón, y quedase disuelta al punto la compañía llamada Real, que, con la arrogancia de este pomposo título, había dado ocasión al agravio de los italianos y á las reyertas de las dos naciones.

Aprobada por el Rey esta determinación de su Consejo, al punto se comunicó al ejército; però eludido con frecuencia su cumplimiento, por la cavilosidad con que los españoles interpretaron las palabras del edicto, casi nada se remedió el mal.

Los jefes italianos, que se veían casi forzados, en las muestras, en el cambio de las guardias y en otras ocasiones del servicio, á ocupar el puesto que no les correspondía, llegaron á arrojar las insignias de sus cargos, pidiendo á voz en grito que se les concediese su licencia, ó se cumpliesen con ellos las órdenes del Rey. Los soldados imitaron el ejemplo de sus jefes, y para sosegar el alboroto, que era cada vez mayor, D. Juan de Austria, llamando á los jefes, los reprendió con severas y ásperas palabras. Entonces el maestre de campo Manuel Carrafa, italiano,

é hijo natural del duque de Nochera, abogó por su nación en un elocuente discurso, y aunque el de Austria, ofendido de la libertad de sus palabras, le hizo prender después, sin embargo, movido por aquellas razones, prometió poner remedio en ello, y así lo hizo, informando cumplidamente del caso al Rey Católico.

Éste resolvió que en las marchas, los italianos llevasen siempre la retaguardia, y en la ordenanza de pelea el cuerno siniestro, quedando al arbitrio del General el socorrer, en caso de aprieto, aquella parte ó cuerno con gente de cualquiera nación, con lo que, conformándose aquéllos, tuvieron fin los altercados sobre preeminencia.

CAPÍTULO X.

PRIMERA CAMPAÑA DE D. JUAN DE AUSTRIA
(1662).

Sitia D. Juan de Austria á Extremoz.-Consejos de Schomberg.- Simula el de Austria sus intentos, dirigiéndose á Lisboa. Los generales Zúñiga y Carrafa asedian á Villabuey (Villa Boim).- Vergonzosa capitulación y cobardía de su Gobernador.-Discurso del Vicario de Villa Boim á D. Juan de Austria.- Dirigese D. Juan de Austria á Villaviçosa.— Conducta del de Austria con un mensajero portugués.Escaramuza de la vanguardia con la caballería portuguesa.— Dificultades previstas y plan del austriaco para dar la batalla. -Acertados consejos del duque de San Germán.- Asedio de Borba. Conducta del Gobernador con un emisario de D. Juan.-Desastroso fin de Acuña, después de su heroica defensa del castillo.- Severidad de D. Juan.

CERCÁBASE en tanto la primavera del año entrante, que fué el de 1662, con que españoles y portugueses se aprestaron á la nueva campaña. D. Juan de Austria salió de Badajoz con su ejército, com

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