Poetas liricos del siglo XVIII.

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Página 398 - ¡Venganza y guerra! repitió Moncayo; Y al grito heroico que en los aires zumba, ¡Venganza y guerra! claman Turia y Duero. Guadalquivir guerrero Alza al bélico son la regia frente, Y del Patrón valiente Blandiendo altivo la nudosa lanza, Corre gritando al mar: ¡Guerra y venganza!
Página 271 - Oh paz, oh gloria del culpado mundo! ¿Qué pecho empedernido no se parte Al golpe acerbo del dolor profundo, Viendo que en la delicia Del gran Jehová descarga su justicia? ¿Quién abrió los raudales De esas sangrientas llagas, amor mío?
Página 271 - ¿Quién cubrió tus mejillas celestiales De horror y palidez? ¿Cuál brazo impío A tu frente divina Ciñó corona de punzante espina? Cesad, cesad, crueles; Al santo perdonad, muera el malvado. Si sois de un justo Dios ministros fieles, Caiga la dura pena en el culpado: Si la impiedad os guía Y en la sangre os cebáis, verted la mía.
Página 398 - DAOIZ, intrépido VELARDE, que osando resistir al gran torrente, dar supisteis en flor la dulce vida con firme pecho y con serena frente. Si de mi libre musa jamás el eco adormeció...
Página 19 - Ramón, en tanto que dormido a la voz maternal de primavera vagas errante entre el insano estruendo del cortesano mar siempre agitado; yo, siempre herido de amorosa llama, busco la soledad, y en su silencio sin esperanza mi dolor exhalo. Tendido allí sobre la verde alfombra de grama y trébol, a la sombra dulce de una nube feliz que marcha lenta con menudo llover regando el suelo, late mi corazón, cae y se clava en el pecho mi lánguida cabeza, y por mis ojos violento rompe el fuego abrasador que...
Página 16 - Huid , que tierno Vuelve al campo del céfiro el reposo El padre de la luz. La primavera Nació , y el coro de los mansos vientos Sopla suave, y abre á sus alientos Su seno el campo , y rie la pradera , Y en umbrosos frescores Brota la selva el sueño y los amores.
Página 272 - Señor, extingue la funesta llama que en tu furor al mundo derramaste: de la acerba venganza que sufre el Justo nazca la esperanza. ¿No veis cómo se apaga el rayo entre las manos del Potente? Ya de la muerte la tiniebla vaga por el semblante de Jesús doliente, y su triste gemido oye el Dios de las iras complacido. Ven, ángel de la muerte; esgrime, esgrime la fulmínea espada, y el último suspiro del Dios fuerte, que la humana maldad deja expiada, suba al solio sagrado, do vuelva en padre tierno...
Página 401 - Y hasta las altas grímpolas saltaba. El dulce soplo de Favonio, en tanto. Las velas hinche del bajel ligero, Sin que salude con festivo canto La suspirada costa el marinero. Ardiendo de la patria en fuego santo. Insensible al horror del bronce fiero, Fijar te miro impávida y serena La planta breve en la menuda arena.
Página 401 - ¿Quién sino tú del duro carcelero, menos al son del oro empedernido que al eco de los míseros que gimen. quisiera el ceño soportar? Perdona, cara Piedad, que mi indiscreta musa publique al mundo tan heroico ejemplo.
Página 272 - Venció la excelsa cumbre de los montes el agua vengadora; el sol, amortecida la alba lumbre que el firmamento rápido colora, por la esfera sombría cual pálido cadáver discurría. Y no el ceño indignado de su semblante descogió el Eterno. Mas ya, Dios de venganzas, tu Hijo amado, domador de la muerte y del averno, tu cólera infinita extinguir en su sangre solicita. ¿Oyes, oyes cuál clama : «Padre de amor, por qué me abandonaste»?