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De lo que negoció en México fray Francisco Sellez con las patentes que llevó y de algunas cosas que pasaron en aquella provincia.

Ya queda visto atrás como el padre Comisario general despachó, desde el convento de Tlaxomulco, á fray Francisco Sellez á México con las patentes que le habian venido de España y habia recebido en Guadalajara, resta ver lo que hizo y negoció con ellas. Es pues de saber que llegado á México con su compañero se fué derecho al convento de San Cosme y San Damian de los descalzos, donde fué bien recebido, y luego aquellos religiosos, como verdaderos hijos de nuestro Padre San Francisco, recibieron de muy buena gana las patentes y las obedecieron, subjetándose á la obediencia y gobierno del Padre Comisario, como ya lo habian hecho antes de verlas, con solo una carta que vieron del padre fray Gerónimo de Guzman, Comisario general de todas las Indias, que llana y simplemente les decia lo que su provincia de San Joseph habia hecho como atrás queda dicho: fué órden y providencia divina que á tal tiempo diese autoridad y jurisdicion al padre Comisario fray Alonso Ponce, sobre los frailes descalzos sobredichos, porque de otra manera segun tenia el provincial de México ordida la tela y tramado el negocio, no pudiera ir el padre Comisario á México al tiempo que fué, y así pereciera su justicia é inocencia, y no se descubriera tanto ni tan presto su virtud, celo y paciencia, y su

constancia y santidad, como adelante se verá. Con los frailes de la provincia del Santo Evangelio fué menester guardar otro modo para notificarles las patentes, porque como el provincial y sus secuaces estaban en México tan favorecidos del Virey, que no hacia él entonces en estos negocios mas de lo que ellos querian y le voqueaban, estaba claro que si se notificaban las patentes al provincial hacia de acudir luego con ellas al Virey, y él no habia de querer que se ejecutasen ni tuviesen el dicho efecto, y así no solo no se hiciera nada, pero aun tambien quedaran las patentes enterradas y perdidas, y así fité necesario presentarlas á la Audiencia de México y pedir diese favor y ayuda para que libremente se notificasen y usase dellas el padre Comisario; vistos por la Audiencia los traslados de las dichas patentes, autorizados por un escribano real, y por ante un alcalde ordinario de Guadalajara con aprobacion de otros tres escribanos, luego los admitieron y mandaron que se notificasen en el convento de México y en otros tres de aquella provincia, como en las patentes mesmas se contenia. Fué un escribano á notificarlas á San Francisco de México, y el fraile que en aquel convento tenia nombre de guardian no se las dejó notificar, y así se volvió sin hacer nada, mandó despues la Audiencia que su mesmo secretario las notificase, el cual cuando lo quiso hacer no halló juntos sino á los novicios y coristas con el sobredicho guardian, á los cuales los notificó, y el guardian usando de una cautela maliciosísima, con que pensaba quedar disculpado y que lavaba sus manos de la sangre del justo, respondió que no se usaban en la órden traslados de patentes, que pareciesen los originales y que entonces, pecho por tierra; los obedeceria, como si

fuera de menos autoridad la Audiencia, la cual los habia admitido y dado por bastantes, y mandado que se notificasen, y como si no fuese cosa ordinaria cuando un comisario ó visitador llega á una provincia, enviar traslado auténtico de su comision, y darle luego entera fé y crédito, pero como tenian al Virey de su mano decian y hacian cuanto querian, y salíanse con todo. En los otros tres conventos que fueron Tlatilulco, Tlacuba. y Tlanepantla, se notificaron tambien, y lo que respondieron fué lo que les tenian avisado, y fué que aquello competía al provincial y difinidores y que respondiesen ellos, como si esto bastara á librarlos de la obediencia y censura de excomunion mayor, latæ sententiæ, que en las dichas patentes ponia su prelado: quiso Dios que al cabo de pocos dias pareció en palacio un pliego de España para el mesmo padre Comisario, y abierto por el fray Francisco Sellez, halló dentro un duplicado de las patentes del padre Comisarío general de todas las Indias, originales y pasadas asimesmo por el consejo real de las mesmas Indias, y haciendo demostracion dellas á la Audiencia de México, pidió dejasen hacer su oficio al padre Comisario fray Alonso Ponce, la cual proveyó en acuerdo un decreto, á dos de Marzo, diciendo que hiciese el dicho padre Comisario su oficio conforme à aquellas patentes y las notificase como en ellas se contenía. Púsose este decreto á las espaldas de la mesma peticion, de letra y rúbrica de unos de los oidores, como es uso y costumbre en las Audiencias, para que conforme à él hiciese el secretario un auto, pero ó por yerro de cuenta ó con alguna cautela ó malicia, este decreto se dió al Sellez; el cual, teniendo aviso que le querian impedir lo que trataba acerca de los negocios del padre Comisario, y sospe

chando algun fraude, no quiso aguardar á que se hiciese el auto, porque así se lo aconsejaron, sino partióse luego á lo de Michoacan, á la presencia del padre Comisario, llevando consigo el dicho duplicado de las patentes y el decreto sobredicho y otras cartas y recados que vinieron en aquel pliego, y fué á alcanzarle al convento de Xiquilpa, como adelante se dirá. Háse dicho esto aquí por venir apropósito, aunque es antes de tiempo, y así no será menester repetirlo en su lugar.

Mediado el mes de Febrero partió para España, del puerto de San Juan de Ulúa, un navichuelo, en el cual se embarcaron dos frailes de la provincia del Santo Evangelio por mandado del provincial, y con órden del Virey, con papeles y recados contra el padre Comisario, el uno de los cuales era fray Alonso de San Sebastian, de quien ya se ha tratado atrás dos ó tres veces, al cual, como le dijesen que no se embarcase en aquel navio porque era muy pequeño é iba muy cargado, replicó á los que se lo decian, que por su madre la provincia en una canoa se embarcára, cuanto más en aquel navío; todos los que entendian algo de mar y de navegar les dijeron á estos frailes que era temeridad muy grande meterse en aquel vaso, y de nada desto hicieron caso, y asi los castigó Dios, porque (segun despues se tuvo por nueva cierta) al navio sorbió la mar y con él á los frailes y todo lo que llevaban, entre lo cual iba mucha suma de pesos en dinero y cédulas de crédito, para que allá en Españ les diesen mas. Juicio por cierto y castigo grande de Dios que los quiso atajar tan malos pasos, y castigar su temeridad y atrevimiento, viendo que ni querian volver sobre sí y sujetarse á su prelado, ni escarmentar en lo que habia sucedido al custodio y á su

compañero, que habia ido por el mesmo camino y con los mesmos intentos, como atrás queda dicho.

De como el padre Comisario prosiguió su visita y llegó á Zapotitlan, y de algunas cosas notables.

Domingo primero de cuaresma, quince de Febrero, salió el padre Comisario, despues de comer, del convento y pueblo de Autlan, acompañado del alcalde mayor y de otros españoles, los cuales fueron con él un gran trecho, y vueltos para sus casas prosiguió él su viaje; y andadas dos leguas de camino llano, con un bravísimo sol, llegó antes que se pusiese á un poblecito pequeño llamado Zacapala, visita de Autlan y de aquella lengua, donde fué recebido con música de flautas y chirimías y con algunas danzas, y se le hizo mucha caridad. Por cerca de aquel pueblo corre el riachuelo que el padre Comisario pasó por cuatro brazos junto à Ayuquila el dia que entró en Autlan, ef caal, segun le certificaron frailes y seglares, habia venido pocos dias antes con tan grande y furiosa avenida y creciente, que no solo destruyó á los pobres indios las milpas de maíz que tenian en sus riberas, pero aun no les dejó tierra en que poder sembrar otras, porque se la llevó con su creciente, y dejó en su lugar mucha piedra guijeña que trajo de otras partes. Derribó y anegó muchas casas de indios, pero saliéronse los moradores huyendo con tiempo; solas seis personas, ó porque les cogió durmiendo, ó porque estaban descuidados, no pudieron huir porque

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