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la, donde los indios y unos españoles que allí residen le recibieron muy bien y le hicieron mucha caridad; está aquel pueblo en un valle en el cual se coge mucho trigo de regadío que se riega con un arroyo, que corre por el mesmo valle, de agua muy delicada y buena de beber, que desciende y se despeña por una sierra muy alta; hay allí cerca minas de plata que se beneficiaban entonces y acudia dellas mucho metal. Aquel pueblo, y otros quince comarcanos caen en una provincia llamada de Martinmonge, porque así se llamaba el primer encomendero que los tuvo en encomienda, y entonces los tenia un hijo suyo del mesmo nombre.

Cerca de uno de aquellos pueblos hay una columna antiquísima de piedra, tendida en el suelo hecha muchas piezas, y estas muy esparcidas y sembradas por la tierra. Es aquella columna labrada en redondo, y segun parece por los pedazos que della se ven, fué altísima, de más de mil piés; pedazo hay agora que tiene ochenta, otros á veinte, y otros á ménos, y dicen los indios viejos que estaba antiguamente aquella columna levantada en pié, sentada sobre un cerro, y que sobre ella, en lo alto, se ponia por arte é industria del demonio el sacerdote de los ídolos, y desde allí predicaba á los indios, y que cuando entraron los españoles en la Nueva España huyó el demonio de la columna y la arrojó y ablentó el cerro abajo, con que se hizo pedazos, de los cuales contó el guardian de Cocula al padre Comisario, que habia visto algunos, y que lo demás habia sabido de algunos indios viejos.

Aquella mesma tarde salió el padre Comisario de Tecolutla, y andadas dos leguas largas de camino de muchas cuestas, con un sol recísimo, llegó á un pueblo

pequeño de la mesma guardianía de Cocula, llamado Xuchitlan, recibiéronle muy bien los indios, y ofreciéronle un gallo grande de los de la tierra; agradecióles su devocion y caridad, y pasó adelante, y andadas otras dos leguas de peor camino, en que habia algunas malas cuestas y dos arroyuelos, llegó de noche á otro pueblo pequeño, llamado Itztlauac, de la guardianía de Autlan; estaba junta toda la gente á la puerta del patio, y recibiéronle muy bien, diéronle de cenar con mucho contento, y descansó allí aquella noche.

Martes de antruejo ó de carnestolendas, diez de Febrero, salió el padre Comisario de madrugada de aquel pueblo, y pasado un arroyo que corre por junto á las mesmas casas y algunas cuestas, especial una para descender á un valle muy grande que llaman de Ayuquila, la cual tiene dos leguas de bajada, de camino malo y pedregoso y aun peligroso, y andadas en todo esto cinco leguas, llegó muy lleno de sol y fatigadísimo á un pueblo muy pequeño de la mesma guardianía de Autlan llamado Ayuquila, de donde toman renombre la cuesta y valle sobredichos; recibiéronle bien los pocos indios que allí habia, y habiendo descansado como una hora prosiguió su viaje, y pasado allí junto un rio que iba repartido en cuatro brazos, salió del dicho valle de Ayuquila, y subida y bajada otra mala cuesta, aunque no tan larga, pasó otro valle pequeño, en el cual habia muchos venados, y bajada otra cuesta entró en otro valle muy grande y espacioso que llaman de Autlan, en el cual se cria y apacienta mucho ganado mayor y menor; y finalmente, andadas dos leguas llegó casi á medio dia con un sol muy recio y un calor excesivo al mesmo pueblo de Autlan, donde así por el alcalde ma

yor y españoles que alli hay, como por los indios, fué muy bien recebido, y los unos y los otros le acompañaron hasta dejarle en el convento, al cual acudieron los naturales de aquel pueblo y de los demás de la guardianía con sus ofrendas de aves y frutas, y aun todos los dias que allí estuvo el padre Comisario venian los principales cada dia á hora de comer á visitarle con alguna fruta y pescado y otros regalos, que toda es gente muy devota. Fué aquel pueblo en los tiempos pasados de grandísima vecindad y poblazon, 'segun lo dicen los viejos y parece agora por las ruinas de casas y por los muchos árboles frutales que hay en su contorno, entre los cuales ordinariamente tienen los indios sus pueblos, especial en tierra caliente, como es aquella, pero con el cocolitztle, que fué una pestilencia y mortandad muy grande que hubo en aquela tierra, quedó todo destruido y con tan pocos vecinos, que no llegaban á doscientos; los de aquel pueblo y de otros de aquella guardianía, hablan una lengua particular llamada auteca, y en otros muchos hay otra lengua diferente, pero los unos y los otros entienden casi todos y hablan la mexicana, y en ella se confiesan y se les predica; todos caen en el Obispado de Guadalajara, y casi todos son de la jurisdicion de México. Dáse en aquel valle mucha grana; dánsé membrillos, granadas, uvas, higos y plátanos, y mucha y muy buena hortaliza; dáse tambien una fruta grande y gruesa á que llaman los españoles bonetes de abad, porque por junto al pezon tiene cuatro picos; la corteza es blanda y tierna, y della y de la fruta entera cuando está pequeñita se hace buena conserva, tiene mucha carne de color amarillo, y entre la carne unos granillos que tambien se comen como la carne y dicen son medici

nales para la hijada, todo ello sabe un poco á brevas; el árbol es grueso y alto, pero muy fofo, y ya está la fruta muy grande cuando echa la hoja. Háse tratado aquí de este árbol y de su fruta por ser muy particular, y porque solamente se halla en aquella guardianía y en las de Zapotlan, Colima y Tuchpa, entre todas las demás de la Nueva España, escepto en la provincia de Yucatan, donde es muy comun en todas, y llámase allí kumche.

Los indios de Autlan y de toda aquella guardianía andan vestidos ellos y ellas como los de la provincia de Avalos, segun atrás se dijo cuando se trató del pueblo de Teucuytlatlan. Viene á Autlan un buen golpe de agua y repártese por todo el pueblo; hay en aquella comarca algunas estancias de ganado mayor, y en ellas y en el pue1 blo residen muchos españoles, cógese por allí algun trigo y no lejos de aquel pueblo hay una mina de oro, la cual no se beneficiaba entónces por andar en pleito los que la pretendian; hay tambien unas minas de cobre, y valen mucho, porque segun dicen no hay otras en la Nueva España. Llega aquella guardiania de Autlan á la mar del Sur, y una legua de un pueblo de la visita está un puerto, y junto al puerto se pescan perlas, y las que hallan grandes son finísimas; cuatro leguas de otro pueblo está el puerto de la Navidad, donde se hacen navíos para la China.

Cinco leguas de Autlan, hácia el mesmo mar del Sur, está una villa de españoles llamada la Purificacion, y es del Obispado y jurisdicion de Guadalajara, tierra muy calurosa, en la cual hay algunas huertas y heredades de cacao y se crian alacranes muy ponzoñosos y chinchas voladoras y otras sabandijas sucias y penosas, para las cuales, segun lo contaron al padre Comisario personas

fidedignas, proveyó Dios un remedio maravilloso, y es que á temporadas acuden á aquella villa bandadas de unas hormigas que llaman harrieras, y entran en las casas, y sin hacer mal á otra cosa suben á los techos, y dellos y de los agujeros echan abajo, muertos, cuantos alacranes y chinchas topan, y hecho esto en una casa se pasan á otra á hacer lo mesmo, y de allí á otra y á otras, y así las limpian todas. El convento de Autlan es pequeño, hecho de adobes y cubierto de terrados de ladrillos; la iglesia es tambien de adobes, pero cubierta de paja, tiene una bonita huerta de mucha arboleda y hortaliza, la cual se riega con un golpe de agua que en ella entra, de la cual se reparte por el pueblo, como queda dicho; la vocacion del convento es de la Transfiguracion, moraban en él dos religiosos, visitólos el padre Comisario, y detúvose allí toda aquella semana de la Ceniza y predicó á los españoles el miércoles y el Domingo siguiente, conque todos quedaron muy consolados, y despues prosiguió su visita. Pero antes que salga de Autlan será bien decir lo que le sucedió á fray Francisco Sellez con las patentes que llevó á México, y algo de lo mucho que pasó en este tiempo en aquella provincia deste propósito.

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