Imágenes de página
PDF
ePub

pescado blanco muy bueno; pasa aquella agua adelante, y juntándose con ella otros manantiales, va toda á dar al rio grande de Toluca. Los indios Tzacapo, con los de las visitas, son todos tarascos y caen en el Obispado de Michoacan; cójese por allí miel blanca, mucha y muy buena.

Jueves trece de Noviembre partió el padre Comisario muy de madrugada de Tzacapo, y luego en saliendo de la puerta del convento halló un golpe de indios é indias, de una visita, que le venian á ver con una ofrenda de dos quesos, tras estos acudieron muchas viejas con otra ofrenda de tomates, (que es una frutilla redonda y colorada, á manera de guindas, que se echa en los guisados, de la cual hay muchas diferencias) y le pidieron con mucha instancia que en aquel capítulo no quitasen de allí al guardian que tenian, porque todos estaban muy contentos con él, y que riñese y castigase á dos indios que impedian la obra del edificio de la iglesia de aquel convento. Consolólos el padre Comisario á los unos y á los otros, y agradeció á las viejas su devocion y espíritu, y luego comenzó su jornada; y volviendo á andar una legua por el mesmo camino que habia llevado desde San Hierónimo, llegó al primer pueblo de los dos de los clérigos, echó hácia Mediodía, y pasando por entre otros dos pueblos algo apartados del camino, y andadas cinco leguas con un frio recísimo, porque toda es tierra alta y fria, entre pinares, llegó á decir misa al pueblo y convento de Erongaricuaro, donde fué muy bien recebido. Está aquel pueblo fundado orilla de la laguna de Cintzuntza, es de mediana vecindad y de gente devota, cógese por allí mucho trigo de lo que llaman siete espigas, y de lo comun y ordinario; ofrecieron los in

dios al padre Comisario mucho pan de Castilla, pescado, higos y otras frutas. El convento estaba todo acabado, con su iglesia, solamente le faltaba por cubrir los corredores altos del claustro; viene á la huerta una fontecita de buen agua, que se trae por unas canales de madera que llaman canoas, está edificado en un alto, orilla de la mesma laguna, y descúbrese desde él gran parte della, su vocacion es de la Asumpcion de Nuesta Señora y moraban en él dos religiosos; visitólos el padre Comisario, y detúvose con ellos aquel dia y el siguiente: los indios de aquel pueblo y los demás de aquella guardianía son tarascos y del Obispado de Michoacan, y una de las visitas cae en una isla de aquella laguna, y llámase San Pedro Xarequaro, la cual tenia como treinta indios.

Sábado quince de Noviembre partió el padre Comisario, ya salido el sol, de Erongaricuaro, y andada una legua de cuesta arriba entre llanos, y media de tierra llana, todo entre pinares, llegó al pueblo y convento de Pechataro, donde fué asimesmo muy bien recebido. El pueblo es muy pequeño, de los mesmos indios y Obispado, dánse en él muchos y muy buenos duraznos, manzanas y peras; la gente es muy devota y ofrecieron al padre Comisario fruta y pan de Castilla. El convento es asimesmo pequeño, hecho de adobes y cubierto de paja, tiene una bonita huerta en que se dan muchas frutas y hortalizas de Castilla, riégase con agua de un arroyo muy pequeño, que traen al pueblo por unas canales de madera. Moraban en aquel convento (cuya vocacion es de Santo Tomás) dos frailes, visitólos el padre Comisario Ꭹ detúvose con ellos dos dias; no tiene aquel convento ninguna visita. Los indios de Pechataro son tarascos y del Obispado de Michoacan.

Lunes diez y siete de Noviembre salió de madrugada el padre Comisario de aquel pueblo, y andadas dos leguas, lo mas de cuesta arriba por montañas de pinares, aunque de buen camino, llegó á un buen lugar, visita de clérigos y de los mesmos indios y Obispado, llamado Sibina ó Sabina, donde ya habia estado otras dos veces, cuando el año de ochenta y cinco fué desde México al capítulo intermedio de aquella provincia que se tuvo en Guadalajara, y desde allí volvió á México, como atrás queda dicho. Pasó de largo por aquel pueblo que aun no era amanecido, con un frío recísimo y un camino blanco de la escarcha que hacía; luego que fué de dia sobrevino una niebla tan fria y espesa, que hizo notable daño al padre Comisario, pero salió el sol y con sus rayos y calor, se deshizo la niebla y se mitigó el frio, con lo cual pudo caminar y pasar adelante, y así andada legua y media, llegó á otro pueblo de los mesmos indios y Obispado, visita tambien de Clérigos llamado Haranza. Pasó tambien de largo, y andada media legua de camino llano, como lo habia sido la otra legua y media, pasó por otro pueblo de los mesmos indios, Obispado y visita, llamado San Pedro. Salieron de allí muchas indias con sus niños en los brazos, y se los presentaban al padre Comisario para que los bendijese, lo cual hacian cuasi en todos los pueblos de aquella provincia, y en los de la de México es muy ordinario hacerse. Anduvo despues otra legua y media de razonable camino, y llegó á otro bonito pueblo llamado San Miguel de los mesmos indios y Obispado y visita. Allí descansó un poco en las casas del clérigo que estaba absente, y prosiguiendo luego su viage, y andada otra legua en que hay algunas barranquillas, pasó por junto à un poblecito de los mesmos

indios, visita y Obispado, llamado Santa Clara, y andada otra media legua de cuesta arriba, llegó á un pueblo grande de los mesmos indios y Obispado, visita de augustinos, llamado San Philipe. Recibieronle alli con música de trompetas, y acudieron los principales con la justicia, y otros muchos indios á tomar su bendicion; agradecióselo el padre Comisario y pasó adelante, y andada legua y media por un camino nuevo lleno de hoyos y tuzares, en que se iban hundiendo las bestias y tropezaban á cada paso, llegó muy lleno de polvo y fatigado del sol al pueblo y convento de Charapa; hizosele allí muy solemne recebimiento, salieron muchos indios de á pié y de á caballo casi una legua, haciendo mucha fiesta y mil monerías, iban los de á pié en trage de chichimecas con sus arcos y flechas, entre los de á caballo iban dos, asimesmo en aquel trage, los cuales corrian sus caballos sin tomar las riendas, yendo danzando y haciendo meneos con las cabezas y con los arcos, afirmándose sobre los estribos; dábanles grita los de á pié y todos daban grandes risadas, de la manera que lo suelen hacer los chichimecas verdaderos, cuando cogen algunos caballos á los españoles, que van así haciendo burla y escarnio dellos. Está aquel pueblo en un alto y súbese una buena cuesta para entrar en él por la parte donde entró el padre Comisario; es de mediana vecindad de indios tarascos, de los cuales son los demás pueblos de aquella guardianía, y todos caen en el Obispado de Michoacan: no hay pozo ni fuente en aquel pueblo, pero de unas peñas que hay en él se distila tanta agua, que se hinche una cisterna que tienen hecha abajo, de la cual beben los frailes y los indios, y aun de allí sale un arroyuelo con que se riega una hortecita del convento, y aun pasa ade

lante y beben dél las bestias. El convento que se intitula San Antonio, es pequeño, que no era mas de una casa de visita con su iglesia, hecho todo de adobes, y aun no acabado, no moraba en él mas de un fraile; visitóle el padre Comisario y detúvose allí aquel dia y el siguiente, hasta la tarde.

Martes diez y ocho de Noviembre, entre las dos y las tres de la tarde salió el padre Comisario de Charapa, y con él muchos indios y indias que salieron á despedirse dél y tomar su bendicion; agradecióles su devocion y comedimiento, y andadas tres leguas y media por montañas de pinares, la meitad de cuesta abajo con algunas barranquillas y malos pasos, llegó poco antes de ponerse el sol á un bonito pueblo llamado Patamba, de los mesmos indios y obispado de la guardianía de Tarequato, donde fué recebido con grandísima fiesta, solemnidad y regocijo. Salieron media legua antes de llegar al pueblo mas de veinte indios á caballo, medianamente aderezados, vestidos todos como españoles; llevaban muchos dellos unas varas largas á manera de picas, sin hierros, otros llevaban espada de palo y uno un arcabuz, y otro una espada blanca de un español. Este llegó á caballo delante del padre Comisario, y en lengua castellana le dijo que fuese bien venido á su tierra, y que porque habia allí chichimecas, venia él con sus compañeros á aseguralle el paso y guardarle, y que no tuviese miedo, que allí estaba él; luego comenzaron todos á correr á una parte y á otra por entre aquellos pinos, dando voces y diciendo y repitiendo muchas veces Santiago, Santiago, y á cabo de un rato salieron de entre las matas de improviso diez ó doce indios de á pié, vestidos como chichimecas, con sus arcos y flechas, y

« AnteriorContinuar »