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yo por una puente de madera, llegó á un poblecito de los mesmos indios y guardianía llamado San Juan Omitlan, donde fué muy bien recebido, porque todos estaban á la entrada del pueblo puestos en procesion, muy devotos, mostrando mucho contente y alegría; salieron al camino unos pocos dellos en trage de chichimecas dando gritos y alaridos, y dándose los unos á los otros con unas porras muy pesadas, que llaman macauitles, y recibiendo los golpes en unas adargas que llevaban hechas de varillas, y aforradas con cortezas de caimanes; agradecióles su devocion y fiesta el padre Comisario, y pasando adelante, y andada otra media legua de camino asimesmo muy llano, y pasado al fin de ella un rio grande que dicen de San Pedro, llegó á otro pueblo pequeño de los mesmos indios y guardianía llamado San Pedro Tanauehpa, dónde fué muy bien recebido, solemnizando la fiesta algunos dellos en trages de chichimecas, con adargas y macauitles, y uno solo danzando al son de una guitarrilla que otro le iba tañendo, y el que danzaba llevaba en lugar de sonajas un pretal de cascabeles con que hacia maravillas. Desciende aquel rio de San Pedro, de las Zacatecas, y pasa por Guadiana y Nombre de Dios, dos pueblos de españoles de aquella tierra; dánse en él muy buenos vagres, y pescanse muchas lezas que suben del mar del Sur, que no está lejos de allí. Descansó el padre Comisario en aquel pueblo parte de aquella noche, en la cual llovió mucho en toda aquella

comarca.

Jueves veintidos de Enero despertaron tan temprano al padre Comisario, que era poco mas de media noche. Partió de aquel pueblo, luego en rezando (que este órden guardó siempre en sus caminos de llevar reza.

da nona antes de salir del lugar) y andadas cuatro leguas largas de camino llano en que se pasan dos arroyos, llegó antes que amaneciese junto de un poblecito llamado Santo Tomás Ozomatlan, y por otro nombre los Pescadores, de la guardianía de Acaponeta. Está aquel pueblo metido entre unas lagunas y ciénagas. que para entrar en él se ha de pasar forzosamente agua, y por este respecto no pasó el padre Comisario allá, pero quedóse en un rancho que los indios tenian hecho menos de un tiro de arcabuz del pueblo, junto à la mesma agua, allí hicieron lumbre, á la cual le secaron las suelas y ropa, que toda iba mojada de la agua menuda que siempre habia llovido en todas aquellas cuatro leguas. Estaba el camino lleno de charcos y quedó la noche tan oscura, luego que se puso la luna, que todo esto daba grandísima pesadumbre, y si no llevara el padre Comisario un buen indio por guía, el cual sabia muy bien toda aquella tierra, no dejara de caer aquella noche en alguno de muchos malos pasos que habia en aquel camino; pero al fin llegó al rancho sobredicho, donde descansó un gran rato y le dieron los indios pescado cocido, con que almorzó y comió, todo junto, él y sus compañeros. Desde aquel pueblo va todo de algunas ciénagas y esteros, hasta el mar del Sur, que no está lejos, hay en ellas mucho y muy buen pescado, especialmente en una laguna que está junto al mesmo lugar.

De aquel rancho partió el padre Comisario. ya muy de dia, y caminando con la mesma agua menuda, pasadas algunas ciénagas y malos pasos, y andadas cuatro leguas, llegó á un riachuelo que llaman de Santa Ana, que á la sazon llevaba poca agua, y pasado este con facilidad por el vado, y prosiguiendo su viaje por unas

sabanas ó dehesas, y pasado al cabo de ellas un rio grande, llamado de Acaponeta, llegó despues de medio dia muy cansado y fatigado, al mesmo pueblo de Acaponeta, dos leguas del rio sobredicho de Santa Ana. Pasó aquel rio de Acaponeta arrimado á las mesmas casas del pueblo por una quebrada muy honda, y aunque es rio grande y caudaloso suélese vadear en muchos tiempos del año, pero cuando llueve en las sierras, de donde él viene, suele crecer con tanta furia, que en muchos dias no hay remedio de vadearle, y destrúyeles á los pobres indios las milpas de maíz, frisoles y algodon, y á los melonares que siembran en sus riberas, como lo habia hecho el año pasado de ochenta y seis, y así estaban muy pobres, afligidos y miserables, y padecian mucha hambre; cuando el padre Comisario llegó allí, habia llovido en la sierra los tres dias precedentes, y así venia el rio muy poderoso y enojado, y aunque no tanto como otras veces, con todo esto no fué posible vadearle; hicieron los indios un zarzo de cañas, y pusieron sobre él muchas calabazas grandes, y sobre las calabazas otro zarzo, el cual ataron con el otro de abajo, y sobre esta máchina pasaron al padre Comisario y á sus compañeros de dos en dos, yendo diez ó doce indios á cada camino al rededor del zarzo, empujándole y tirando dél con la una mano y nadando con la otra. Al padre Comisario y á su secretario pasaron en la primera zarzada, y luego á los demás, y á todos los llevó la corriente del rio buen trecho bajo del pueblo, donde los estaban aguardando el alcalde mayor de aquella comarca y muchos españoles, con los cuales llegaron al pueblo y fueron en él muy bien recebidos de los indios é indias, que con mucho contento y devocion los estaban todos jun

tos esperando. Están tan diestros los indios en pasar á nado aquel rio, que cuando no le pueden vadear toman unas calabazas grandes que se hacen por allí, casi tan anchas como rodelas, y meten en ellas su atillo, y algu nas veces sus hijuelos pequeños (segun lo contaron al padre Comisario) otras veces maíz y otras cosas, y con la una mano van tiniendo las calabazas porque no se trastornen, y con la otra van nadando, y así pasan de la otra banda, yendo mudando los brazos; hizolo entónces un indio, el cual, en una de aquellas calabazas, llevó de comer á otro que estaba de la otra parte del rio, en el cual se dan muy buenos vagres y mojarras, y algunos róbalos que suben del mar del Sur, que está seis leguas de allí. El convento de Acaponeta (cuya vocacion es de la Asuncion de Nuestra Señora) es una casita vieja y pequeña, de aposentos bajos, hecha de adobes, con su iglesia, cubierto todo de paja; suelen morar allí dos frailes, pero entonces no habia más de uno, visitóle el padre Comisario, y detúvose allí hasta el lunes siguiente: allí tuvo la Septuagésima, y predicó á los españoles que moraban en aquel pueblo, y á otros muchos que acudieron de las minas que están cerca de allí. El pueblo de Acaponeta es de mediana vecindad, situado en tierra calurosa, hay en él, y en los demás de aquella guardianía, siete lenguas ó siete diferencias de lenguas, y son las que se siguen: pinutl, ó pinome, quachicanuquia, guacnuquia, quarinuquia, iruzanuquia, naarinuquia y neuxinuquia, pero la mexicana corre en todos ellos, como atras queda dicho, y en ella se les predica y algunos de ellos se confiesan. Caen todos en el Obispado y jurisdicion de Guadalajara, y es aquel convento el último de aquella provincia y de la parte que llaman de XalisTOMO LVIII.

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co, al cual ningun otro prelado superior habia hasta entónces llegado, y de los provinciales muy pocos, así por estar tan apartado y haber en el camino tantos rios y ciénagas, como por el peligro de los chichimecas de la sierra, que no están lejos del paso; pero todas estas dificultades venció el buen ánimo del padre Comisario general fray Alonso Ponce, y el deseo de acertar á hacer bien hecho su oficio, y ayudándole Dios concluyó muy bien aquella jornada y otras muchas, como adelante se verá, prosiguiendo en todas la ejecucion de su comision y prelacia.

En aquel mar de la guardianía de Acaponeta se dan muchas ostras, y por otro nombre se llaman ostiones, hay grandes pesquerías dellas allí y en lo de Centipac, y llevan muchas harrias cargadas dellas á México y otras partes, y hay tan grande suma de las conchas en que estas ostras están metidas, que se parecen orilla de la mar montones dellas; hácese de estas conchas cal blanca muy buena, y á la sazon que el padre Comisario llegó á Acaponeta, habian hecho cien hanegas para aquel convento. Junto á Acaponeta hay unas minas de plata, llamadas San Francisco, y más lejos otras que se intitulan de San Marcial, todas se beneficiaban entonces, y habia en ellas muchos españoles; más adelante está Chiametlá y la villa de San Sebastian, que es en la Nueva Vizcaya, donde hay otras muchas minas de plata, y hasta donde llegan las recuas, desde México, con vino ropa y otras mercaderías, y aun pasan adelante.

Allí, no lejos de Acaponeta, hay grandes serranías donde habitan muchos indios infieles y otros baptizados, que, huyendo de los soldados y de los malos tratamientos que les hacian, dejaron los llanos donde antes

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