Imágenes de página
PDF
ePub

fué fama que fray Pedro de San Sebastian le dió una cruz de oro que valia cien pesos. Hallóse á la sazon en el mesmo convento el Virey, que habia ido à la solemnidad de la fiesta, y sabida esta nueva de boca de fray Pedro de San Sebastian, que luego muy alegre se la llevó, mostró mucha alegría y contento, y aun, no pudiendo disimularlo, lo dijo y publicó en voz alta á los circunstantes, y por él, y por los frailes rebeldes, se comenzó luego á divulgar por toda la tierra, mostrándose todos muy ufanos, diciendo que habian salido con la suya, pues el padre fray Alonso Ponce no habia ya de gobernarlos, y aun afirmaban que tampoco entraria janás en aquella provincia.

De como el nuevo Comisario general fué recebido por los frailes de la provincia de México, y entró en aquella cibdad y absolvió a los descomulgados, y desterró algunos· á dellos á Michoacan.

Luego como el nuevo padre Comisario general tomó tierra en la Nueva España, fué recebido con mucha fiesta de otros frailes que fray Pedro de San Sebastian tenia puestos en la Veracruz y en la banda de Buitron; y haciéndole grandes fiestas y recebimientos por todo el camino, llegó finalmente á Tlaxcalla, donde le recibieron los padres de aquella provincia, y le dieron la obediencia, tratándolos él á todos con tanta familiaridad, llaneza y sumision, que dió ocasion à que los rebelados tomasen nuevas alas, y se comenzasen de nuevo á en

greir, pensando que ya le tenian muy humillado y subjecto, y que habian de negociar con él á su gusto y hacer dél lo que quisiesen, y aun esto temieron muchos de los de dentro y de fuera de la órden que celaban la justicia, y deseaban que se hiciese de los desatinos pasados, y permanecieron muchos dias en este temor hasta que vieron que los comenzó á castigar, como presto se dirá.

Deseaba mucho el Obispo de Tlaxcalla verse con el nuevo Comisario antes que llegase á México, y procurólo con cartas y por otros medios, pero á instancia (segun se dijo) del Virey, y por negociacion de los frailes, y aun por ventura con cautela y astucia del mesmo Comisario, porque via que así convenia, se fué derecho desde Tlaxcalla á México sin tocar en la Puebla de los Angeles, donde estaba el Obispo, lo cual aumentó algun tanto más el temor sobredicho. Hizósele en México por parte de los frailes el más solemne recebimiento que jamás se ha hecho á ningun otro Comisario, y el Virey por la suya procuró atraerle á su opinion, y á que hiciese su voluntad en lo que tocaba á los negocios pasados; pero el padre Comisario usó con él y con ellos de tales términos, y con tanta prudencia se supo valer con todos, que con esto y los buenos y bastantes recados que llevaba, así del Rey como de la órden, ganó al Virey la voluntad y á los frailes hizo tener á raya. Absolvió por su persona, y por un Comisario que para ello hizo, á todos los descomulgados, los cuales juraron de pasar por lo que los sentenciasen, vistos los procesos que estaban en poder del padre Ponce; y un dia cuando más seguros estaban, y cuando ellos pensaban que le tenian más rendido, los juntó en Santiago Tlatilulco, y en virtud de

una patente que llevaba de nuestro padre Ministro general, desterró para la provincia de Michoacan á cinco dellos, que fueron fray Pedro de San Sebastian, fray Diego Marquez, su secretario, fray Bernardo de los Olivos y fray Francisco Vazquez, difinidores, y fray Antonio de Salazar, el que estaba puesto por guardian en San Francisco de México; dejando de desterrar algunos otros que, segun se dijo, iban nombrados en la sobredicha patente, por parecerle que asi convenia y que no era cosa conveniente echarlos á todos de golpe. Ellos quedaron espantados y atónitos, viendo lo que nunca pensaron que sucediera, confiados en el Virey, y hallándose burlados y defraudados de su humana y vana esperanza, llenos de angustia y con grande sentimiento dijeron algunos dellos aquello del Espíritu Sancto: Maledictus homo qui confidit in homine. «Maldito es el hombre que confia en otro hombre», más con todo esto, no olvidados de su manera de negociar antigua, acudieron al Virey pretendiendo valerse de su poder, como hasta alli lo habian hecho, y evadirse de aquel destierro; mas el Virey que no podia hacer otra cosa, y ya estaba prevenido de parte del padre Comisario, los despidió diciéndoles que obedeciesen á su prelado, creyendo por venura que con aquel destierro se acababa todo el castigo y pena que merecian sus culpas pasadas tan públicas y escandalosas; aunque alcanzó del padre Comisario que diese cierta comision al fray Pedro de San Sebastian, con que pareciese que iba honrado, de la cual él usó en lo de Michoacan, y por ello fué muy murmurado, aunque mucho más el Comisario que se la dió, el cual se excu saba diciendo haberlo hecho por dar gusto al Virey, porque no estorbase aquel destierro, y lo demás que que

ria hacer con ellos; y era tanta y tan grande la ceguera de fray Pedro de San Sebastian, que estando desterrado en Michoacan, cuando escribia á algun fraile de la provincia de México, se firmaba y intitulaba Comisario general della; cosa bien ridiculosa.

De como el padre Comisario general nuevo, envió á llamar al padre Ponce, y lo que cerca desto le pasó con el Virey.

Llevaba intento el nuevo Comisario, y aun por ventura órden de España, de no hacer nada en la provincia del Santo Evangelio, cerca de los negocios pasados, sin primero comunicarse con el padre fray Alonso Ponce, su antecesor, lo cual era muy conforme á razon, pues ninguno podia mejor que él, ni con mas puntualidad y ménos pasion, informarle de todo lo que habia pasado, y dar su voto en lo que se hubiese de hacer; y así por esto habló al Virey con mucha libertad, pidiéndole diese su beneplácito para que el padre Ponce, que sabian estar en Yucatan, volviese á lo de México. El Virey con mucha cólera, echando juramentos y volos, cosa muy usada por él, respondió que en ninguna manera habia de entrar en la provincia mientras él gobernase; pero el padre Comisario replicó con tanto brio y eficacia de palabras y razones, que, despues de muchas que pasaron entre los dos, vino á conceder el Virey que entrase, y que esto fuese en el convento de Xalapa; habido este beneplácito, despachó el padre Comisario dos frailes à Yucatan, con cartas y recados para que el padre Ponce

fuese á Xalapa, con intento y ánimo de no hacer capitu lo hasta que se viesen, pero el fraile principal que llevaba estos recados y cartas, ó porque no se atrevió á ir por tierra, teniendo las muchas dificultades y peligros que hay en trescientas leguas que hay desde México á Campeche, ó inducido por los que en ninguna manera querian que el padre Ponce se hallase en su capítulo, ni aun volviese á su provincia, se detuvo en la isla de San Juan de Ulúa. aguardando barca en que ir por mar, lo cual sabido por el padre Comisario envió otros dos frailes que le tomasen los recados, y con otros que de nuevo les dió, fuesen luego por mar ó por tierra á Yucatan, sin perder punto; llegaron estos á la isla, y visto que no salia ninguna barca, lo cual los maliciosos atribuian á que el Virey lo queria así, porque el padre Ponce no pudiese llegar á tiempo de capitulo, como realmente no llego, tomaron su camino por tierra, y á cabo de treinta dias llegaron, dia de año nuevo, al convento de Campeche tan enfermos y necesitados, que pensaron dejar allí el pellejo; pero con la caridad y regalo que se les hizo en aquella provincia, volvieron en sí y convalecieron, y estuvieron para poder volver á México, como adelante se dirá.

« AnteriorContinuar »