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antes por esta misma causa se deshicieron tres presidencias como queda dicho.

De como el padre Comisario llegó á la cibdad de Guadalajara, y de algunas cosas de aquella cibdad y de nuestro

convento.

Sábado seis de Diciembre salió el padre Comisario general, antes del dia, de Atotonilco, y pasadas muchas ciénagas secas, y tres ó cuatro puentes de piedra, y un

rio que llaman de los Cedros, por una puente de madera, y dos ó tres arroyos, llegó, ya salido el sol, andadas dos leguas, á una estancia grande de ganado vacuno, en la cual junto al mesmo camino (yendo el padre Comisario caminando) hizo un español, mozo de veinticinco años, gentilezas muy galanas y vistosas con dos toros, que por ser tales, pareció bien ponerlas aquí para gloria y honra de Dios que tal ánimo, fuerza y destreza da á sus criaturas. Corrió, pues, el mozo tras un toro en una yegua por un prado muy llano, ancho y espacioso, y con una garrocha le dió un golpe con tanta fuerza, que le derribó en tierra, y con tanta presteza y ligereza se apeó, que antes que el toro se levantase, ya estaba sobre él, y él solo, sin ayuda de nadie, le tuvo de los piés y le hizo buey en un momento; luego le soltó y se puso á punto para aguardarle, y aunque arremetió á él muchas veces, él le aguardaba con tanto ánimo y destreza, con un paño blanco, en que le hacia descargar su furia y recebia sus golpes, haciendo burla dél, que viendo el

toro que no hacia golpe ninguno, se fué como corrido, que no quiso mas pleito. Acabo de un poco, prosiguiendo el padre Comisario su camino por aquella dehesa tan larga y tan poblada de ganado, dió el mozo trás otro toro, aun más fuerte que el pasado, y aunque le derribó del primer golpe de la garrocha, por presto que se apeó ya el toro estaba en pié, el cual se vino para él, y el mozo le aguardó con la garrocha muchos golpes, haciéndoselos dar todos en el aire, pero viendo que se le iba, le asió de la cola y le derribó en tierra, más el toro se tornó á levantar y comenzó á irse con sus compañeros; el mozo subió en su yegua y fué trás él, y no pudiéndole derribar con la garrocha, se apeó, y despues de haber estado un rato con él con la garrocha, como la otra vez, al fin le asió de la cola y le derribó, y sin ayuda de nadie le capó como al otro, despues ayudándole un indio le colgó los testículos de las orejas, y habiéndole cortado la cola le soltó, y luego el nuevo buey arremetió á él con una terrible furia por tres ó cuatro veces, pero el español le aguardaba con la mesma cola, y le hacia dar los golpes en vacío, lo mismo hizo, otras dos ó tres veces que le aguardó, con un pañizuelo, y viéndose el toro burlado se fué muy lejos á lugar apartado, sin querer juntarse con sus compañeros por entonces. Demás de las fuerzas, ánimo y destreza que arguye este hecho, muestra tener perdido el miedo á animal tan bravo y fiero como es un toro, con quien no conviene jugar tan de cerca, ni tomarse á brazos, que pocos se hallarán que hagan lo que aquel español hizo, como queda referido. Pasada aquella estancia y muchas puentes de piedra y algunos arroyuelos, llegó el padre Comisario á un pueblo llamado San Pedro, de mucha vecindad, cinco leguas y media de Ato

tonilco, de la guardianía de Guadalajara; recibieronle allí los indios con mucha música, y fiesta de arcos, y concurso de gente. Pasó de largo el padre Comisario, y andada otra media legua, en que se pasa otro buen pueblo de la misma guardianía, llamado Analco, y luego un arroyo por una puente de piedra, llegó al sobredicho convento de Guadalajara, que está á la entrada de la mesma cibdad, donde fué recebido con mucha fiesta y solennidad, así por parte de los frailes é indios como de muchos españoles seculares que quisieron hallarse en este recebimiento.

Está la cibdad de Guadalajara fundada en un páramo y campo raso, cerca deste último arroyo, descubierta á todos cuatro vientos, y así hace en ella frio, aunque no penoso. Cógese en aquella comarca mucho trigo, y hay muchas estancias de ganado mayor y algunas de menor; moran en aquella cibdad de ochenta á cien españoles vecinos, las casas son de adobes y bajas, porque por allí hay poca piedra y ménos cal. Allí reside la Audiencia real del nuevo reino de Galicia en que habia á la sazon dos oidores y un presidente, allí tambien reside el Obispo y tiene su silla, y, demás de la iglesia catedral, que se iba haciendo de cantería, hay convento de augustinos y nuestro, y habia ya religiosos de la Compañía que comenzaban ya á hacer el suyo. Hacíase tambien un convento para monjas de la Concepcion, en el cual se habian ya encerrado dos mugeres, y esperaban de México monjas que las instituyesen á ellas y á las demás que hubiesen de entrar. Estaba este convento subjeto al ordinario.

Llaman los indios á aquella cibdad el Molino, por un molino que se hizo, luego como se conquistó la tierra, alli

junto en aquel arroyo sobredicho, tambien la llaman Tonala por un pueblo de indios que está alli cerca. Nuestro convento, cuya vocacion es de nuestro Padre San Francisco, es muy antiguo, hecho de adobes con su claustro, dormitorios é iglesia, y es el que tiene mas celdas de los de aquella provincia; leian en él las artes, y entre estudiantes y moradores habia diez y seis frailes; visitólos el padre Comisario y detúvose allí hasta el último dia de aquel año y mes, porque se le ofrecieron negocios que pidieron todo este tiempo. Hay en aquel convento una bonita huerta en que se dan muy buenos cardos, ajos y cebollas, repollos y lechugas, y otras hortalizas; habia en aquella casa un grande venado manso, criado desde pequeño, el cual en tañendo á comer y á cenar acudia luego al refectorio, y daba una vuelta por todas las mesas comiendo lo que cada fraile le daba, y él podia alcanzar, y en acabando de pasar todas las raciones, se volvia á salir por donde habia entrado, y era cosa de admiracion que nunca faltaba deste ordinario. Tambien habia en aquel convento un jumento que habia dado por amor de Dios un español, el cual tenia una propiedad tan rara, que no pareció impertinencia ponerla en este lugar, y era que traian con él agua de una fuente ó pozo, fuera de la cibdad, para que bebiesen los frailes, y en poniéndole los cántaros en las aguaderas, él iba sin guía ninguna al pozo y allí esperaba á que le hinchesen y cargasen los cántaros, y luego se volvia al convento, donde en descargándole le habian de dar su racion, que eran ciertas mazorcas de maiz, y comidas estas volvia por otra carga de agua de la mesma manera que la primera, pero traida esta, aunque mas maiz le diesen y mas le apaleasen no

habia remedio que le hiciesen traer mas agua; dos caminos eran cada dia su tarea y no habia de pasar de aquí

ni por bien ni por mal: cosa por cierto bien rara, como tambien lo era un indio que vino allí á ver al padre Comisario, el cual se decia don Mateo, y tenia mas de sesenta años de edad, pero no tenia de alto una vara de medir, y la voz y miembros, en proporcion del cuerpo, eran de un niño de cinco á seis años. Los indios de aquella guardianía parte dellos son cocas y parte tecuexas, y parte mexicanos de los que fueron con los españoles cuando la conquista: todos caen en el Obispado de Xalisco y son de la jurisdicion de aquella Audiencia. En nuestro convento está fundada la cofadría del Rosario, y se tiene en mucha reverencia y veneracion. Cantan cada sábado en la tarde una letanía muy devota de nuestra Señora, y acude mucha gente de la cibdad á asistir á ella, porque casi todos son cofadres desta cofadría y otra que llaman de los Juramentos, y para la una y la otra tienen hecha los cofadres una bonita capilla pegada con la portería del convento, del cual toda aquella cibdad es particularmente devota.

Luego como el padre Comisario llegó á aquel convento le fué á ver el Obispo y los oidores y toda la gente principal, y á instancia y ruego del mesmo Obispo predicó en la catedral el dia de la Concepcion. Oyóle la Audiencia y toda la cibdad y los religiosos que en ella habia; el dia octavo predicó en nuestro convento, y tuvo casi el mismo auditorio, el dia de la expectacion de nuestra Señora hubo conclusiones en nuestra casa, acudieron á ellas, y halláronse presentes el Obispo y los oidores y los religiosos de la Compañía y algunos clérigos, y hiciéronse con mucha solemnidad, órden y con

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