Imágenes de página
PDF
ePub

cia, y por ser viejo y una de las cabezas deste bando llevóse tras sí mucha gente simple, pero dentro de un año, durante esta rebelion, le sacó Dios desta vida; aunque se echó fama que á la hora de su muerte declaró ante un escribano que tenia por su prelado al padre fray Alonso Ponce.

Por este mesmo tiempo el provincial y sus difinidores hicieron guardian del convento de Quauhtitlan al lector de Tezcuco, que, dos años antes, como queda dicho, revolvió aquel convento y amotinó los frailes, no queriendo él ni ellos recebir á fray Alonso Urbano, su guardian, que ellos mesmos habian elegido, no obstante que el padre Comisario le habia tenido preso en la cárcel, en forma, y que no le habia restituido los autos legitimos, lo cual era necesario para poder ser electo en guardian; y yendo un fraile de allí, de la Puebla, demasiadamente apasionado por la provincia y contra el padre Comisario, á morar á Quauhtitlan con el nuevo guardian, que era su intimo amigo, se ahogó una tarde en un arroyuelo que está entre Veyotlipan y Capulalpa, de la otra parte de las caleras, hácia México, sin poderle remediar; llevóle el agua casi media legua, donde le hallaron lleno de golpes y descalabraduras, hechos pedazos los hábitos, y tan desfigurado que no le conocian, hasta que hecha inquisicion se supo ser el referido. Fué caso este espantoso, porque aquel arroyo nunca jamás lleva agua ni gota, sino es cuando llueve mucho; muchas veces le habia pasado el padre Comisario á pié enjuto.

Por este mesmo tiempo vino nueva de la Habana, que causó no menor admiracion y espanto, y fué que fray Alonso de San Juan y su compañero, que habian partido para España el Febrero pasado por mandado del

provincial, con muchos papeles y recados, y mucho dinero, contra el padre Comisario, se habian perdido y hundido en la mar, como ya queda dicho. Publicóse esta nueva por toda la tierra, pero el provincial y sus secuaces pretendieron deshacerla, publicando que era falsa, y no envió por la provincia el provincial á mandar que se dijesen misas por ellos, porque no desmayasen los demás; mas con todo esto algunos las decian, teniendo por cierto que eran muertos, como ello fué.

Estando el padre Comisario quieto y pacífico en aquel convento de los descalzos de la Puebla, ayudándoles á hacer su casita, como queda dicho, íbanle á visitar muchos frailes de la provincia, aunque secretamente por no caer en desgracia del provincial cuya ira temian por el favor que el Virey le hacia; otros le escrebian pidiendo remedio para sus necesidades, y consuelo para sus aflicciones, y porque el Obispo de Tlaxcalla no queria ordenar ningun fraile con las licencias del provincial, al cual tenia por suspenso y descomulgado, porque habia visto todos los recados del padre Comisario, y sabia lo que habia pasado con el provincial sobredicho, por esta causa algunos frailes pidieron al padre Comisario que diese licencia para que unos coristas se ordenasen, y él por consolarlos se la dió á los que vió ser hábiles y suficientes: dos destas licencias cogieron los que favorecian la causa del provincial, y las llevaron al Virey, quejándosele que se entrometia en las cosas de la provincia, y añadiendo con esto lo que quisieron. Indignóse el Virey y escribió una carta al alcalde mayor de la Puebla, y en ella un capítulo, en que le decia que dijese al padre Comisario que cumpliese lo que se le habia ordenado y saliese de la provincia, sin aguardar á que

se procediese contra él con más rigor, y que de palabra le persuadiese lo mismo despues de haberle mostrado aquel capítulo; hizolo así el alcalde mayor á los diez de Septiembre, y el padre Comisario respondió de palabra, y despues por escrito: como él no habia ido contra cosa ninguna de las que habia ofrecido por la carta que envió á la Audiencia, para el Virey, desde el convento de Santa Maria Churubusco, porque no habia entrado en convento ninguno de la provincia, ni usado de su oficio en el foro contencioso con ningun fraile della, y que si el haber dado aquellas licencias para ordenarse los frailes era causa de disgustarse el Virey, que no daria otras; con esto, y con que tambien escribió á los oidores lo que pasaba, pareció que quedaba el Virey satisfecho, pero, como le importunaban tanto el provincial y sus aliados, á los veintinueve del mesmo mes escribió otra carta al mesmo alcalde mayor, en que decia lo mesmo que en la otra y á los once de Octubre otra del mesmo tenor, y á todas respondió el padre Comisario con buen término y mucho comedimiento, dando razon de sí y satisfaciendo al Marqués.

De una patente que el provincial envió por toda la provincia, y como fué él mesmo á la Puebla y á qué, y de cierta carta que recibió de España el padre Comisario general.

Pocos dias despues que el padre Comisario llegó á la Puebla de los Angeles, despachó el provincial un fraile por toda la provincia con una patente, y con la suplicacion, que él y los difinidores habian presentado en la

Audiencia, del auto que se habia pronunciado en favor de la justicia del padre Comisario, pidiendo y persuadiendo á los frailes que la firmasen; fué este recado casi á todos los conventos de la provincia, y el que le llevaba iba publicando que el padre Comisario se habia huido de México, muy afrentado, porque sus recados no valian nada, y que no se sabia adonde habia ido, ni donde estaba. Engañados los frailes con las falsas relaciones de la patente y suplicacion, y con las marañas y embustes del que la llevaba, firmaron los más dellos la mesma suplicacion ó apelacion, pero, segun afirmaron al padre Comisario, no iban con ella las firmas sino en blanco por si, que tal era la simplicidad de los unos y la malicia de los otros; quiso el provincial, con esta diligencia tan extraordinaria, hacer á muchos participantes y cómplices de su desconcierto, y á voz de comunidad y provincia pasar adelante con su rebelion, y así solía decir que no habian de castigar á toda una provincia: cuenta por cierto no muy acertada, pues aunque no se castigase toda la provincia, á lo menos las cabezas de aquella rebelion claro estaba que habian de ser castigados, y él era la mayor dellas y en cuya mano estaba que cesasen tantos escándalos, sugetándose como estaba obligado á su prelado y mayor,

Casi por este mesmo tiempo salió el provincial de México y llegó al convento de Chulula, y de allí pasó al de la Puebla, con intento (segun se dijo) de humillarse y echarse á los piés del padre Comisario, con lo cual ganara mucho con Dios y con los hombres, pero malos consejeros le apartaron de tan buen propósito; fué, persuadido destos, á ver al Obispo de Tlaxcalla, pretendiendo desculparse y darle satisfacion y mostrar que no te

nia culpa en aquellos negocios, echándosela al padre Comisario, pero el Obispo, que lo sabia bien todo, clara y abiertamente dijo que estaba suspenso y descomulgado, y así se volvió á México.

Despues de mediado el mes de Septiembre recibió el padre Comisario una carta suelta de fray Pedro de Zárate, el que hacia sus negocios en España, su fecha de dos de Febrero del mesmo año de ochenta y siete, en que entre otras cosas decia que el Rey y su Consejo habia ya acabado de entender el agravio que se le habia hecho, y que él se partia otro dia para Roma, y dejaba una carta del Rey, de reprehension para el Virey, y una cédula real para que luego le dejasen hacer su oficio, y que esta cédula venia triplicada; pero, aunque se entendió que estos recados llegaron á la Nueva España, no vinieron á manos del padre Comisario ninguno dellos, sino solamente la carta sobredicha del Zárate. Verdad es que echó fama el Virey que desde la Habana á México se habia perdido un pliego del Rey que venia para él, lo cual dió materia de murmuracion y sospecha muy grande de que se alzaron con aquellos recados.

« AnteriorContinuar »