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gian dellos todos los caminantes toda la fruta que querian, porque para todos es: finalmente, llegó muy cansado, casi al medio dia, á un bonito pueblo llamado los Ranchos de Arriba, y por otro nombre Santiago, de indios mexicanos, del Obispado de Tlaxcalla, de la guardianía de Calpa, cuatro leguas de la venta de Amecameca. Alli en aquel pueblo tiene una venta un español muy devoto de nuestra órden, el cual hizo caridad al padre Comisario y suplió la falta que hicieron los indios, por no estar avisados y por estar absentes los principales; detúvose alli todo aquel dia y la noché, en la cual llovió tanto que no pensó poder caminar otro dia, pero por ser tierra arenisca presto se puso bueno el camino.

Sábado ocho de Agosto salió el padre Comisario de aquel lugar, muy de mañana, y andada mediá légua, y pasados en ella dos arroyuelos, llegó antes del dia á otro poblecito de los mesmos indios Obispado, y guardianía, llamado los Ranchos de Abajo, y por otro nombre San Nicolás; pasó de largo, y pasada una barranquilla, y en ella un arroyo, y andada legua y media, pasó ya de dia por junto à un pueblo llamado San Buenaventura, de los mesmos indios, guardianía y Obispado; andadas despues otras dos leguas, en que se pasa otro arroyo por una pontezuela de madera, llegó á la cibdad de Cholula; salióle á recebir una gran media legua el guardian, con otro fraile viejo, y llevole por un lado de la cibdad, por un barrio della llamado San Andrés. Pasó por la puerta del convento nuestro que allí hay, donde estaba el guardian y otro fraile aguardándole; detúvose á hablar con ellos un rato, pero no entró en el convento por poder llegar á la Puebla ántes que entrase mucho el sol, y tambien por cumplir la palabra que habia dado al Virey.

Prosiguió su viage, y volvió al camino real, donde halló á otro fraile viejo que le estaba aguardando, hablólery consolóle, y habiéndole despedido y con él los otros dos de Cholula, pasó adelante, y andadas aquellas dos leguas. en que se pasan dos arroyos y un rio por las tres puentes de piedra que llaman de Cholula, llegó á las diez del dia á decir misa á la cibdad de la Puebla de los Angeles, al convento de los frailes descalzos de nuestra órden Hamado Santa Bárbara, donde fue muy bien recebido y se detuvo hasta los veinticuatro de Diciembre, que le sacaron por mandado del Virey con la fuerza y violencia que adelante se dirá.

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Aquella casita de Santa Bárbara era nuevamente fundada entonces, está puesta a un lado y cerca de la cibdad, á la banda del Norte, en muy buen sitio; corre por junto a las paredes, á la banda del Oriente, un buen arroyo que viene de hacia el Norte, y por la del Poniente pasa otro pequeño de mala agua y hediondo, de la cual se mete en el convento toda la que es menester para regar la huerta y para cualquiera otra cosa, como no sea para beber. Este arroyo entra en el otro á las puerta del mesmo convento, en el cual entra encañada una fuente de muy buena agua, la cual se toma de la fuente grande que va á la cibdad, y va á parar á la sacristía; la huerta del convento es buena y grande, tiene muchos membrillos, manzanos, duraznos, higueras y algunos nogales, y dánse en ella maravillosos cardos y otras muchas hortalizas: dánse muchas y muy buenas flores y yerbas de Castilla, y entre ellas se dá cañamo y gualda traida de España, buena para tinta. Ménos de un tiro de piedra de la portería, hay un tejar, y otro pegado á las paredes de la huerta, y como un tiro de arcabuz mu

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chas y muy grandes caleras,, y menos de un tiro de ballesta una casa grande, y en ella un molino de dos aceñas, y aun puede haber un batan; moraban en aquella casita cuatro frailes, no halló en ella el padre Comisario más de dos ó tres celdas en que poder habitar, y con su trabajo, solicitud y diligencia, en poco tiempo se hicieron y aderezaron doce entre todas, en que pudieron estar los moradores y los huéspedes que acudian. En el tiempo que allí se detuvo el padre Conisario, hasta que le prendieron, sucedieron muchas cosas tocantes á aquellos pleitos y negocios, de las cuales se pondrán aquí algunas, las que hacen más al propósito.

De algunas cosas que sucedieron á los frailes inobedientes y otras que hizo el Virey, y otras que se trataban en la Nueva España, cerca destos negocios y pleitos.

Luego como se entendió en el convento de San Francisco de la Puebla, de los observantes, que el padre Comisario iba á aquella cibdad, hizo el guardian algunas. prevenciones para defender la casa, como fué poner un portero más y mucha guarda y vigilancia, pensando que por fuerza de armas habia de entrar, como si fuera algun castillo ó fortaleza de enemigos; pero viendo que no trataba desto sino que se estaba quieto con los frailes descalzos y con sus compañeros y otros frailes, que le seguian y le venian á ver de otros muchos conventos, cesó la guarda por algunos dias, hasta que despues la tornó á poner como adelante se dirá,

Luego como el padre Comisario llegó á la Puebla, fué á ver aquel mesmo dia al Obispo de Tlaxcalla, persona muy principal, muy docto y devoto, el cual despues pagó esta visita visitando algunas veces al padre Comisario; lo mesmo hicieron los religiosos de las órdenes y otras muchas personas, así eclesiásticas como seglares, porque toda aquella cibdad á una mano tenia el mesmo amor y voluntad á las cosas de el padre Comisario que los de México, y no había ninguno á quien no pareciese mal lo que el provincial y sus frailes hacian y el favor y ayuda que el Virey les daba; y aun llegó á tanto esto, que las otras órdenes, si no era cual y cual fraile, y la gente principal y no principal tomaban estos negocios como suyos propios. Decia una persona grave que si aquellas cosas, que pasaban en aquella provincia del Santo Evangelio, pasaran entre los religiosas de cualquiera otra órden ya los seculares los hubieran apedreado, y que la devocion tan entrañable que todos tenian á nuestro hábito y estado, por los méritos de nuestro Padre San Francisco, los detenia para que no lo hiciesen, aunque vian cuan mal lo hacian los frailes con su prelado, y cuan mal olor daban en aquello de sí; consideracion por cierto muy buena y piadosa. No hay para que poner aquí lo que decian los labradores, las pobrecitas mugeres, los mestizos, negros y mulatos, y aun los mesmos indios, que mejor es llorarlo y sentirlo que contarlo; solamento se pondrá una carta que un fraile viejo, docto y muy principal, de la órden de San Agustin, escribió en este tiempo á uno de los frailes rebeldes, su amigo, la cual es del tenor siguiente:

«Pax tibi a Domino. El amor que tengo à vuestra reverencia, muy grande, me ha compelido á que escriba

esta tan breve cuanto compendiosa. Padre mio, por reverencia de nosotros, que sin más réplica ni dilacion, y pospuestos todos los humanos y transitorios intereses, se dé la obediencia al padre Comisario, mire vuestra reverencia que se ofende mucho Nuestro Señor, y la tierra está escandalizada: aquesto es lo que profesamos, obedecer á nuestros superiores hasta la muerte, y ningun color que contradiga á esta obligacion basta para satisfacer á Dios, y á sus ángeles, y finalmente á los hombres mortales que nos están mirando. Visto he las censuras y mandatos del reverendísimo General, y en Dios y en mi conciencia que yo no hallo que no estén descomulgados, y en pecado mortal y en estado de condenacion, todos los que han contradicho y sido rebeldes á tan justos y legitimos mandatos, y no sé que teología es la que puede sustentar una inobediencia tan rara y tan porfiada, sino el dar de cabeza y tirar coces contra el aguijon, del cual, siendo herido, lastima y llaga, y cuanto más, más, que es de llorar; y si vuestra reverencia ha sido desta opinion tan peligrosa y condenada por Jesucristo, nuestro sumo bien y Señor, que vino del cielo á enseñarnos á obedecer hasta la muerte de cruz, le suplico la deje y se sujete á su mayor, como tenemos obligacion los religiosos, y especial los de esa órden tan ilustre y santa, y no triunfe más el adversario y se glorie de la caida de los siervos de Dios, diciendo prevalui adversus eos; y mire vuestra reverencia que todo se remedia con esto. Plega á la Divina Magestad vea yo esta concordia y paz, sin la cual todo lo demás es infierno y confusion, etc. »

Hizo esta carta tan poca impresion y mella, como si no se escribiera. Perseveró el fraile en su inobedien16

TOMO LVIII.

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