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cuando lo quisieron hacer se hallaron cercados de agua; hicieron un agujero en el techo de la casa, que era de maderos y paja, por el cual subieron á lo alto y se pusieron sobre el caballete, pensando librarse alli, entendiendo que presto se amansaria aquel impetu; pero fué tanta el agua que cubrió las paredes de la casa, y tan recia su furia, que arrancó el techo todo entero, y se le llevó yendo sobre él las seis personas, que eran marido, mujer y cuatro hijos; quiso Dios que no se trastornase el techo, y que llevado así por el agua se detuviese atravesado en unos árboles, donde estuvieron los pobres cuatro dias hasta tanto que pasó la avenida y los socorrieron y remediaron: halláron los muy fatigados y desmayados, porque no habian comido sino algunas cañas y mazorcas de maíz que pudieron coger de las que el rio llevaba de las milpas y casas que habia destruido, solo un niño de teta murió con el frio y humedad del agua y tiempo, y por no poderle la madre socorrer con leche; sucedió esto el dia de la Natividad de Nuestra Señora, ó en su infraoctava, y túvose por misericordia y beneficio de la madre de Dios.

Lunes diez y seis de Febrero salió muy de madrugada el padre Comisario de Zacapala, y pasado allí junto el rio sobredicho, que ya entonces llevaba poca agua, y andadas dos leguas de buen camino, salió al amanecer del valle de Autlan, por una cuesta llena de muchas piedras; y subidas y bajadas otras muchas, y pasado otro arroyo que corre una legua mas adelante, y andadas despues otras dos, y pasado al cabo dellas un rio que llaman de Tuchcacuexco, en que se pescan buenos vagres y algunas truchas, llegó al mesmo pueblo de Tuchcacuexco cinco leguas de Zacapala de la guardianía de ZaTOMO LVIII.

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potitlan, donde fué muy bien recebido, salió el alcalde mayor y tres ó cuatro españoles una legua del pueblo, despues salieron los indios con mucha música y algunas danzas é invenciones. Díjoles luego misa el padre Comisario, y detúvose allí todo aquel dia en el cual le hicieron mucha fiesta y caridad.

Martes diez y siete de Febrero salió el padre Comisario de aquel pueblo tan de madrugada, que pasado tres veces el rio sobredicho de Tuchcacuexco, y andadas dos leguas y media, llegó aun muy de noche á otro poblecito de la mesma guardianía llamado San Pedro. Es el camino sin piedras, pero tiene algunas cuestas y barranquillas orilla el rio de pasos no muy gustosos, y para entrar en el pueblo se pasa otro rio que lleva mas agua y corre por entre piedras con mas furia, llámase el rio de San Pedro, y péscanse en él vagres y truchas como en el de Tuchcacuexco, con el cual se junta allí cerca; hízosele en aquel lugar muy buen recebimiento, salieron al camino muchos indios en trage de chichimecas, y fueron delante del padre Comisario bailando y danzando, dando gritos y alaridos por entre arcos y ramadas hasta que le metieron en su pueblo, donde estaba toda la gente junta con muchas luminarias con música de trompetas y flautas y chirimías chirimías y con algunas otras danzas; era tanta su devocion, que quisieron todos acompañarle hasta el otro pueblo, pero no permitió el padre Comisario que pasasen de las últimas casas del suyo, y habiéndoles dado allí las gracias, prosiguió su viage: y andada otra legua y media de camino razonable, llegó cuando amanecia á otro pueblo de la mesma guardiania, llamado Teuhtlan, donde fué recebido aun con mayor solemnidad que en el de San Pedro, porque en toda aquella

legua y media fueron delante dél muchos indios, unos tañendo trompetas, otros bailando y cantando como chichimecas, dando gritos y alaridos de fiesta y regocijo. Desde un pueblo al otro, estaba todo el camino lleno de arcos puestos á trechos, y junto á Teuhtlan habia muchos más, y muchas ramadas, y á la entrada del pueblo estaba toda la gente junta puesta en procesion con música de flautas y chirimías, y con candelas de cera encendidas en las manos, hincáronse todos de rodillas, y pedida la bendicion por los cantores, se la dió el padre Comisario, y luego las mujeres comenzaron el Te Deum laudamus, en lengua mexicana, y le fueron cantando hasta llegar al patio de la iglesia, donde acudieron todos á besarle el hábito y la mano con tanta priesa, que unos á otros se impedian; y habiéndole ofrecido muchos melones, piñas y pan de Castilla, les dió las gracias y pasó adelante: bajó allí junto al pueblo una barranquilla, y pasó por ella los dos rios, el de Tuchcacuexco, y el de San Pedro, que van ya por allí juntos en uno; vadeóle, y luego subió una penosa cuesta, y andado un trecho de camino llano, llegó á una muy honda barranca, la cual se le hizo ménos dificultosa de pasar, porque tenian los indios aderezado el camino. A la entrada tenian hecha una ramada, y en lo bajo otra, y á la salida otra, allá en lo alto, en la cual estaban los principales de un pueblo aguardando al padre Comisario con un buen recebimiento y ofrenda de plátanos y piñas, y una gallina de la tierra. Dióles las gracias y pasó adelante, y por camino llano aunque de rodeo, por salvar unas malas barrancas, llegó temprano al pueblo y convento de Zapotitlan, tres leguas de Teuhtlan; salieron á recebirle muchos indios de á caballo y otros de á pié, en trages

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de chichimecas con sus arcos y flechas, dando gritos y alaridos y espantando los caballos, salió asimismo todo el pueblo con música de trompetas, flautas y chirimías, y con ello y una danza llegó á la iglesia y convento, adonde acudieron los indios de toda la guardianía con ofrendas de vagres, truchas, melones, plátanos, piñas y pan de Castilla. El convento es de aposentos bajos, hechos de adobes y cubiertos de terrados, la iglesia de lo mesmo, cubierta de paja, su vocacion es de Santa María Magdalena; moraban en él dos religiosos, visitólos y detúvose alli hasta otro dia por la tarde. El pueblo es de mediana vecindad, no hay en él agua, tráese á cuestas de un rio, grande trecho de alli: tienen los indios tres cisternas grandes junto al convento, las cuales antiguamente se henchian de buen agua que traian encañada desde la sierra, pero con un terremoto se hundió el manantial y se fué el agua por otra parte, y los algibes que daron perdidos, pero el padre Comisario dió órden á los indios para que los limpiasen y aderezasen y se hinche sen cada año de agua llovediza, porque habria harta para el pueblo; hay en aquel pueblo muchos zapotes de los comunes, y muchos de los árboles que llevan la fruta llamada bonetes de abad. Los indios de aquel pueblo y los demás de la guardianía hablan una lengua particular, excepto los de uno llamado Amolan, que hablan otra diferente, pero los más entienden la mexicana, y en ella se confiesan y se les predica y caen todos en la jurisdicion de México y en el Obispado de Xalisco; en una visita de aquella guardiania se coge algun trigo, y en otra moraba un español. Cuatro leguas de Zapotitlan, está una sierra muy alta, que casi todo el año tiene nieve, poca ó mucha, y no muy lejos della está un volcan que

de cuando en cuando echa de sí mucho humo, óyese dentro del volcan muy gran ruido, y tiembla algunas veces la tierra en sus alrededores; parécense mucho al volcan, y á la sierra nevada de junto à México, aunque por las profundas barrancas que hay en su circuito no se puede subir á lo alto.

y

Hay entre los indios de aquella guardianía (segun certificaron al padre Comisario) muchos hechiceros, y ora fuese por sus hechicerías, ora por alguna virtud y secreto de naturaleza, ó por otra vía sobrenatural, sucedió que estando un indio cavando un hormiguero allí en Zapotlan para sacarle de cuajo, en las casas de la comunidad, hecho ya un hoyo que le llegaba hasta la cinta, salieron del mesmo hoyo tantas y tan grandes llamas de fuego, que hicieron salir al pobre indio muy deprisa, y mas que de paso, saltando y dando voces, á las cuales acudió el alcalde mayor, y vió salir las llamas, viendo que no cesaban, hizo traer agua bendita, y echándola dentro del hoyo cesaron, y luego le mandó cegar. A este mesmo alcalde mayor le cogió una vez, segun él mismo contaba, un torbellino ó remolino tan recio, que le llevaba tras sí y le levantaba de la tierra de tal manera, que tuvo necesidad de asirse muy fuer temente á un poste; y aun los frailes de aquel convento certificaban que vieron una noche grandísimas llamas de fuego en el hospital, que está junto al mismo convento, que parecia quemarse todo, y que habiendo ido á ver lo que era, no hallaron llama ni fuego ninguno, sino un bulto negro y grande, el cual se les desapareció delante de sus ojos.

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