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examinado lo remediase, porque fray Pedro de San Sebastian, su comisario, era tambien su amigo y consorte en la rebelion y resistencia que se habia hecho al padre Ponce, y el guardian de aquel convento, que á no ser el que era le podia forzar á embarcarse, favorecia asimesmo sus cosas, él se quedó en la Habana muy seguro, al parecer, con aquel testimonio de los zurujanos; pero algunos frailes sentian otra cosa, y decian que su quedada habia de ser peor para él y para sus negocios, porque en sabiendo della el nuevo Comisario, habia de enviar quien por fuerza le embarcase y trujesc á España.

Demas destos cinco frailes venian tambien en aquella flota otros dos, que, como dicho es, enviaba el padre Comisario con sus procesos y causas, y uno dellos era hijo de la mesma provincia de México. Tambien venian otros tres de Nueva España, de lo de México, y otro de Honduras, y dos de Tierra firme, y ocho descalzos portugueses, que yendo al Brasil arribaron á aquel puerto y se volvian á Portugal; todos estos eran de nuestra orden. De los benitos asimesmo venian diez ó doce, portugueses tambien, que iban al Brasil como los otros y arribaron alli con ellos. Venian asimesmo algunos dominicos, y otros augustinos, y otros mas mercenarios, y cuatro de la compañía del nombre de Jesus, y un descalzo carmelita de los de México, y algunos clérigos asi de México como de Tierra firme; pero muchos ó los mas destos no se embarcaron aquel dia, porque luego echaron de ver que no saldria en él la flota. Tampoco se embarcó el padre Ponce, aunque envió su hato al navío, pero salió á la villa á informarse de la verdad y despedirse de algunas personas graves, avisando de camino al guardian á lo que salia, y que no se despedia

que luego habia de volver; mas cuando volvió, que fué antes de una hora, halló su celda ocupada del fraile de México, que allí se quedaba, y que le habian echado fuera un poco de hato que en ella habia dejado. Y, aunque avisó al guardian como no salia aquel dia la flota, ni saldria hasta que pasase la conjuncion, y otros frailes, viendo su mal término, le dieron á entender cuán mal lo hacia en echar de su celda y tener tan poco respeto al que acababa de ser su prelado, y Comisario general de Nueva España, como era (segun dicho es) de los aliados de fray Pedro de San Sebastian, no bastaron con él razones para que tuviese miramiento, sino que en buen romance le despidió á él y á sus compañeros, y al guardian de aquel convento, su antecesor, y á otro fraile deHonduras (porque todos posaban en aquella celda) echan do por achaque y excusa que no tenia quien guisase de comer, ni quien diese recado en la sacristía para que dijesen misa, (escusa bien frívola, aunque fuera verdadera) con lo cual dió bien que decir á todos; y el padre Ponce se despidió dél y de los demas que allí quedaban con muy buen sèmblante y gracia, y se fué al navío con sus compañeros, que eran su secretario y otro fraile lego que allí halló de la provincia (1)

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(1) Aqui faltan cinco renglones en el original.

De como salió de la Habana la flota en que venia el padre Ponce y desembocó la canal de Bahama, y de un recio tiempo que tuvo con que se perdieron algunas naos.

Determinado, como dicho es, que para salir la flota del puerto de la Habana se habia de aguardar á la conjuncion de Septiembre y ver como entraba la luna, llegó el domingo de madrugada diez del dicho, y entró la luna. nueva tan quieta, sosegada y apacible que á todos dió grandísimo contento, teniendo por cierto que habia así de ser toda ella, y que el viage seria muy á gusto; y así luego otro dia lunes de mañana, once de Septiembre, salió Alvaro Flores del puerto con su plata y armada, que llegaba á treinta velas con las dos galizabras. Venian en ella muchos soldados, mucha y muy buena artillería, y, sin algunos religiosos de otras órdenes, venian cuatro de la nuestra, hízoles buen tiempo al salir, y con él prosiguieron su viage: desta flota diremos adelante.

Martes de mañana doce del mesmo, se hizo á la vela y salió del puerto el resto de la flota, que llegaba á sesenta y tres velas, de que venia por General Martin Perez de Olazabal, el mesmo que vino hasta alli desde la Nueva España. Era tanta la bonanza, que, fiados en ella, se descuidaron algunos pilotos, y al tiempo de salir del puerto, no lejos del Morro, se embarazaron tres ó cuatro naos unas con otras, de tal manera, que á crecer un poco el viento recibieran daño notable; pero despues de

muchas voces y no poca diligencia se zafaron y desenvolvieron y salieron todas del puerto, aunque para algu nas fué menester la ayuda de las galeras que las sacaron á jorro. Una destas era la en que venian los cinco frailes de México, la que, aun estando ya fuera con las demás, se arrimó un poco hácia tierra, y fué necesario que segunda vez la sacasen las mesmas galeras y la hiciesen un poco á la mar, porque allí no tenia viento y el agua la llevaba á mas andar á la costa. Caminaron pues todas aquel dia y el siguiente con poco viento y mar bonanza la vuelta del Norte hácia la canal de Bahama, para á donde las llevaban las corrientes muy aprisa. Hubo el miércoles en la tarde una calma muy pesada, pero cesó aquella noche y volvió el viento como de primero, con el cual navegamos todo el jueves sin tener aguacero ninguno, como los suele haber en aquel tiempo por aquella costa de la Florida, junto á la cual nos hallamos luego el viernes, metidos ya (segun los pilotos decian) en la canal sobredicha con un viento muy asentado y de bonanza, que nos duró hasta el sábado en la noche diez y seis de Septiembre; entónces cayeron algunos aguaceros, y hubo algunas alteraciones y movimientos de tiempo y de mar, los cuales se sosegaron presto. Otro dia por la mañana, que fué domingo diez y siete, desembocó la flota la canal con mucho contento de todos, y caminó todo aquel dia con bonanza, aunque refrescó un poco el viento y hubo á la tarde una poca de calma muy penosa.

Lunes diez y ocho prosiguió la flota su viage con poco viento, pero próspero, sin que hasta entonces ni despues en toda la navegacion viésemos ninguna de las naos de Alvaro Flores. Hubo aquella tarde calma, y en

faltando esta viraron todas las naos, excepto la en que venia el padre Ponce y sus compañeros, que se estuvo una grande hora queda, sin poderla hacer virar, que parece que, adevinando el trabajo y tormenta que sc acercaba, no queria pasar adelante, sino volverse al puerto. Al fin viró, y con las demás llevó aquella noche viento fresco en popa. Oyéronse aquella tarde unos truenos sordos, que segun opinion de algunos anunciaban mucha revolucion de tiempo, como despues sucedió.

Martes diez y nueve de Septiembre amaneció (1).

de remediarnos en aquella angustia y tribulacion. Pero por ordenacion ó permision de nuestro Señor, que quiso castigar nuestra soberbia y temeridad en habernos querido poner en tan evidente y manifiesto peligro, saliendo del puerto tan tarde, no solo no abonanzó, pero fué creciendo su furia con tanto ímpetu y braveza, por espacio de cinco dias con sus noches, que al fin desbarató toda la flota, y hizo que cada una de las naos echase por su parte á buscar su remedio y reparo. Pero antes que se desbaratase, anduvieron de dia barloventeando y dando muchas vueltas de Norte á Sur y de Sur á Norte, siguiendo á la Capitana, con solo los papahigos de la vela mayor y del trinquete, y esos muy bajos por no dar la furia del viento lugar á otra cosa, pretendiendo desta manera entretenerse hasta que Dios proveyese de remedio y enviase buen tiempo. A las noches amainaban y se ponian de mar en través, por no dar con la oscuridad en alguna de las costas, ó en la de la Florida ó en la de Cuba, que no estaban lejos, y si algunos ratos

(1) Aquí faltan nueve renglones.

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