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peche hasta San Juan de Ulúa pocas menos de ciento; y en todos estos caminos por mar y por tierra, pasó muy grandes trabajos y fuertes persecuciones, como queda visto. Puédese creer piadosamente que el Virey pensó que acertaba en estos negocios, y que le movió buen celo y devocion que tenia á nuestra órden, por la cual entendia que pugnaba desfavoreciendo al prelado general, y impidiéndole la ejecucion de su oficio, y ayudando á fray Pedro de San Sebastian y á sus difinidores y allegados; mas con todo esto, dicen los que algo entienden que, aunque mas queramos escusar al Virey con el mundo, no seremos bastantes á escusarle delante de Dios, que no admite lisonjas ni paliaciones, y sabe lo que en este caso pasó y el camino que los frailes llevaron hasta ganar las voluntades del Virey y de su muger, y aun por cual caminaron él y ella en este negocio; cuanto mas que no es cosa nueva errar el hombre cuando se mete en oficio ageno, y en gobernar, ordenar y regir familias y repúblicas que no están á su cargo. Pero dejemos esto, y volvamos á la isla á ver si se apresta la flota; mas primero será bien decir lo que sucedió en el rio de la Veracruz por este tiempo.

De una creciente del rio de la Veracruz, y de los daños que hizo, y como concertó el padre Ponce navío en que venir á España.

Por este tiempo estando el padre Ponce en la isla de San Juan de Ulúa, y los oficiales reales de la Veracruz de camino para el puerto, para despachar la flota, llovió tanto en la sierra, que hizo crecer y salir de madre el rio con tanto exceso y tan extraordinariamente, que se entró por las casas de la cibdad, y arrebató con su impetu y furia veinte carros, cargados algunos dellos de pipas de vino, que llevaban á México, y llevándolos hácia la mar los deshizo y destruyó, de suerte que carros y vino todo se perdió sin poderse remediar; cogió asimesmo todos los barcos y chalupas que habia en el rio de la Veracruz, en la boca que sale á la mar, y dando con ellos en tierra los hizo pedazos . . . . . contra los arracifes de la isla donde tambien se perdió. Este desfué causa de que la flota se detuviese algunos dias mas, porque la plata del rey y aun la de particulares, con muchas mercaderías y matalotage, se estaba detenida en la Veracruz, con mucha gente de la que habia de venir en la flota, especial los maestres, pilotos y capitanes y aun el mesmo General, y así fué menester que todos aguardasen á que el rio menguase, y se amansase algun tanto su furia, y entonces en canoas pasaron la plata y lo demás que quedaba, y luego algunos carros, con los cuales, y con otros algunos y al

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gunas harrias que estaban de la otra banda, lo despacharon al puerto, en el cual, con lo mucho que tambien habia llovido, se perdió gran cantidad de cueros de los que habian de venir en la flota, que esto es lo que principalmente traia, con mucha grana que llaman cochinilla, alguna seda y loza de la China, y gran suma de plata así del Rey como de particulares

y

Por este tiempo aun no sabia el padre Ponce en que navio se habia de embarcar, que aun no le habia concertado, por no acudir los maestros y dueños de las naos á la isla, por causa de la avenida sobredicha del rio, y habiendo despues comenzado á concertar un navio llamado Santa Catalina, en que él habia ido á la Nueva España, no tuvo efecto porque le pedian flete excesivo, y fué misericordia de Dios no concertarse en él, porque despues se perdió, con otros, cuando desembocó la canal. Concertó finalmente otro llamado Santa Inés, que era el en que habia ido el padre Comisario que quedaba en la Nueva España, el cual le procuró y hizo enviar con que se pagó el flete para sí y para sus dos compañeros, llevando en él la cámara de popa, con tres camalechos y un corredorcito, y una despensilla para el matalotage; el cual era moderado y se lo habian dado cntre cuatro ó cinco personas devotas, y fué Dios servido que hubo para todos tres y para dar á los necesitados y á otras personas del navío, y aun para dejar en el primer convento de España donde desembarcamos.

De como salió la flota del puerto de San Juan de Ulúa, y llegó al de la Habana.

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Estando la flota aprestada de vergas en alto, para hacerse á la vela, mandó el General, Domingo en la tarde once de Junio, disparar una pieza de artillería, para que todos se embarcasen, con intento de salir otro dia del puerto. Embarcóse la gente, pero faltó tiempo el lunes así no pudo salir la flota, con que algunos que no esla ban despachados se holgaron mucho, pero á los mas daba pena ver que no saliese, así por las calmas y malos vientos que suele haber desde allí hasta la Habana, cuando sale tarde, como por los recios temporales que asímesmo suelen reinar en las costas de España, en comenzando á entrar el invierno.

Martes por la mañana, trece de Junio, dia de San Antonio de Pádua, disparó la capitana otra pieza, para que todos se recogiesen á sus naos, porque aunque á algunos les parecia que no habia viento para salir, y otros no quisieran salir en martes, diciendo ser dia aciago, al General pareció lo contrario, y no curando de agüeros ni abusiones, mandó que saliese la flota. Hizose así, y comenzaron á largar las velas como á las nueve de la maǹana, y aquel dia se hizo á la vela y salió del puerto toda la flota, en la cual venian veintinueve velas; las veintisiete para España, y una para Puerto Rico, y otra para la Habana; dos destas venian de armada, que eran capitana y almiranta, para defensa de las demás. Salió

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pues la flota con un ventecito favorable, aunque flojo, y caminó con tanta bonanza de mar la vuelta del Norte, tan poco a poco y con tanta quietud y sosiego, que afirmaban todos no haber jamás visto en ningun otro viage la mar tan quieta y sosegada como entónces. Venian entre las demás algunas naos zorreras, á las cuales fué menester venir aguardando, y por esto se detenia la flota y no caminaba tanto, dos destas comenzaron á hacer tanta agua, que se pusieron de mar en través y amainaron todas las velas, y tuvieron necesidad de que la capitana y almiranta las socorriesen, dando órden de aguardar toda la flota, hasta que con buzos y otras diligencias les tomaron el agua y las remediaron, y así pudieron seguir á las demás. Con este tan quieto y apacible tiempo, caminó toda la flota por espacio de veinticinco dias, yendo todas las naos como si fueran á bodas ó á alguna fiesta, pescando muchas maneras de peces, especial unos que llaman dorados, que son grandes, de arroba y de arroba y media y aun de dos arrobas y mayores, muy hermosos y de muy buen gusto y sabor. Estos los pescan con fisgas cuando acuden sobre aguados, y habia algunos tan diestros en fisgar, que desde lo alto de la camareta de popa los clavaban y subian arriba; tambien los cogian con anzuelos, cebándolos con alguna carnaza puesta en ellos, y dando saltillos, con que los engañaban y hacian creer que fuesen pescadillos que iban huyendo dellos, y así se abalanzaban al cebo y le cogian en el aire, y quedaban presos en el anzuelo que estaba encubierto. Al cabo pues deste tiempo llegó toda la flota á ponerse en altura de veinticinco grados, y aun mas, que era la que habian menester para virar para la Habana, y poco despues se desa

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