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de hacienda, servios dellos y de mi persona: agradecióselo mucho el padre Comisario, y quedó edificadisimo de ver semejante amor y voluntad. Andando en este tiempo dos frailes del convento de San Francisco de México pidiendo pan por la cibdad, llegaron á pedir á una casa principal, púsose la señora de casa á una ventana y preguntóles si el padre Comisario habia de comer de aquel pan que pedian; ellos respondieron que no, porque él estaba en San Cosme, con los descalzos, y ellos en San Francisco, entonces la señora les dijo que se fuesen, y que no les queria dar pan, pues no habia de comer dello el padre Comisario. Otra señora principal, tratando destos negocios que pasaban entre el padre Comisario y el provincial y sus aliados, dijo con mucha aseveracion, que si Dios la dicra á escoger una de dos, ó que viviese veinte años, sin que entrase á gobernar la provincia del Santo Evangelio el padre Comisario fray Alonso Ponce, ó que entrase á gobernarla, pero que en tal caso no habia ella de vivir sino tres años, que antes escogeria esto último que lo primero; cosa cierto de admiracion, ver el amor y devocion que toda la tierra le cobró. Pero todo esto era (como dicen) mal para el cántaro, mal para los frailes inobedientes y se convertia en odio é indignacion contra ellos; todos se ocupaban en · murmurar y decir mal dellos, y no les tenian el respeto que solian, ni les quitaban las gorras ni hacian cortesia, antes los llamaban descomulgados y los reprendian diciendo, que qué les predicaban, pues ellos no querian obedecer á su prelado; de todo lo cual los buenos frailes, que no eran participantes de aquella inobediencia y rebelion, hacian grandísimo sentimiento, afrentándose de andar por las calles y aun de traer el hábito de nues

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tro padre San Francisco, cuya profecía se cumplió ya en estos tiempos tan miserables. Estas y otras cosas á este tono pasaban y se trataban entónces, y muchas más despues que la Audiencia, como despues se dirá, declaró que el padre fray Alonso Ponce era todavia Comisario, pero cállanse para que se sientan y lloren, aunque no se dejara de poner aquí lo que un fraile, hijo de aquella mesma provincia, escribió por este tiempo al padre Comisario sobre esta materia: habíanle dicho á este fraique el padre Comisario queria hacer perdon general á toda la provincia, ó que le pedian ó que se trataba esto, y el dicho religioso le escribió que él no era de tal parecer, ni queria pedir tal cosa, ni convenia que se hiciese, sino que los que hahian hecho por qué lo pagasen, y que estos fuesen conocidos, porque no se solia dar perdon general sino cuando todos ó los mas eran malos ó scismáticos, pero que, habiendo tantos buenos en la provincia, no era razon que todos quedasen infamados, sino que se conociesen los unos y los otros, y fuesen castigados los ruines y premiados los buenos.

Miércoles diez y siete de Junio volvió otra vez el padre Comisario á México, visitó al Virey, que era ya vuelto de Tlacuba y habia traido á su muger; despues visitó las órdenes y algunos principales de aquella cibdad, y todos le recibian con el aplauso y contento que queda dicho.

De como la Audiencia de México proveyó y pronunció auto en que declaró, ser Comisario general el padre fray Alonso Ponce, despues de Pentecostes, como lo era antes.

Jueves diez y ocho de Junio entraron en la Audiencia, de acuerdo, Virey y oidores, y aunque votaron los oidores, segun fué público, en favor de la justicia del padre Comisario, como otras veces lo tenian votado, pero porque, en si convenia ó no que entrase á visitar la provincia del Santo Evangelio, no estuvieron todos tres conformes de toda conformidad, que, segun se decia, era menester para pronunciarse aucto, remitióse aquel negocio á los alcaldes de córte, que eran otros tres, para que en la Sala del crimen, que ya era su propio lugar, se determinase.

Viernes diez y nueve de Junio murió el más antiguo de los oidores, el cual, aunque era de los de la Audiencia pasada, nunca habia firmado ninguna de las provisiones y autos con que el año antes habian echado al padre Comisario de la provincia, cuando fué á Guatema la y cuando pasó para Michoacan, antes habia sido de contrario parecer; y así no quedaron en la Audiencia mas de los dos oidores recien venidos de España, porque de los antiguos quedaron los tres suspensos de sus oficios por el Arzobispo visitador (como queda dicho), y otro se habia ya ido á Castilla. Aquel mesmo viernes fué el padre Comisario al convento de Santo Domingo, y le dieron de comer en el Hospicio, y aunque comieron con

él el prior del convento y el gobernador del Arzobispado, y dos frailes graves que habian sido provinciales, que quiso, que no, le asentaron en la cabecera de la mesa; que parece que todo el mundo le queria honrar, cuando sus súbditos por el contrario, trabajaban por infamarle.

Sábado por la mañana, veinte de Junio, enterraron al oidor sobredicho; y porque toda la Audiencia y los alcaldes de corte, con el mesmo Virey, acompañaron su cuerpo, no se hizo nada aquel dia cerca de aquel negocio.

Lunes por la mañana, veintidos de Junio, vieron el proceso los alcaldes de córte en su Sala estando presente el Virey; y á la tarde le vieron ellos á sus solas, y quedó que se habia de votar y determinar el jueves siguiente. En estos dias fué muy notada la solicitud y negociacion del provincial, visitando por sí y por sus secuaces á los oidores y alcaldes de córte, procurando con presentes atraerlos á que hiciesen su voluntad, lo mesmo se dijo que hacia el Virey, para salir con la suya, en favor del provincial; pero todo no aprovechó cosa ninguna para que no se hiciese justicia, ni fué bastante para que la dejasen de dar al padre Comisario, como presto se verá.

Jueves veinticinco de Junio, habiendo visto los oidores y alcaldes de córte las patentes y recados del padre fray Alonso Ponce, y las cédulas reales en conformidad dellas, y la que trata del breve; y visto tambien el mesmo breve, el cual se halló entre los papeles de la Audiencia, y se hizo trasladar en romance; y visto asimismo lo que el provincial alegaba, votaron todos que el dicho padre fray Alonso Ponce era Comisario general en todas las provincias de la Nueva España, y podia hacer

en ellas su oficio hasta que viniese de España otro en su lugar. Pronuncióse este auto el martes siguiente, treinta de Junio, firmado del Virey, oidores y alcaldes de córte, con que toda la cibdad y tierra quedó contentisima viendo que se habia declarado la justicia por quien la tenia, y esperando que con esto cesaria el decir de las gentes y se quitaria tanto escándalo; pero el demonio lo enredó de tal suerte, ayudándose de sus ministros y permitiéndolo así Dios, que no se apagó aquel fuego, ni dejó el provincial y sus aliados de pasar adelante con su rebelion, como presto se verá.

Aquel mesmo dia en la tarde, treinta de Junio, fué el padre Comisario á instancia de los oidores á ver al Virey, el cual, entre otras cosas, le dijo que aunque la Audiencia habia así declarado aquello, con todo eso supiese que no habia de hacer su oficio en la provincia del Santo Evangelio, y le procuró persuadir que pidiese esto por peticion á la misma Audiencia, diciendo que por quitar escándalos, y hasta que viniese respuesta de su Magestad, á quien se habia escrito sobre aquel caso, suspendia la ejecucion y ejercicio total de su oficio en la dicha provincia. El padre Comisario le replicó que él no podia hacer aquello con buena conciencia, á lo cual el Virey le dijo que lo hiciese aunque fuese con mala. Palabra por cierto que arguye demasiada pasion, y poca consideracion y cuenta con los negocios del alma, en que va la salvacion del hombre. Pasadas estas pláticas y otras, á algunas de las cuales se halló presente el un oidor, sin concluirse nada, se despidió el padre Comisario del Virey y se volvió á San Cosme.

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