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han dexado para aquel sitio. En el último tomo se pone un Apéndice, en el que se trata de otras cosas que pertenecen al aumento que ha tenido Sevilla desde que se publicáron estos Anales, y contribuyen á su grandeza.

E! Autor por causa de sus ocupaciones y poca salud no pudo corregir su obra; y habiendo adquirido mientras se imprimio algunas noticias, las colocó en un Apéndice, en el qual así lo manifestó: como estas pertenecen á varios años, se han puesto ahora en el texto principal en donde les corresponden, anotando con esta señal ¶ los párrafos que son trasladados del dicho Apéndice.

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Aunque Zúñiga usa algunas voces que en el dia no son bien recibidas, como opugnacion, asentóse, opósito par, y otras varias, se ha tenido por conveniente el dexarlas; y solo lo que se ha hecho es quitarle alguna conjuncion con la qual no hacia buen sentido la oracion, poniendo otra en su lugar si la necesitaba, sin que por ella se mude su contenido, ántes quede mejor y mas perfecto.

Solo sobrevivió nuestro Autor á la impresion de su obra tres años; murió el de 1680 de edad de 44, y su temprana muerte nos privó de otras empresas. Si lo que he propuesto se hallare desempeñado, será para mí de la mayor satisfaccion, deseando que por este medio se trasladen tales cosas á la posteridad, y que todas contribuyan al aumento de las glorias de Sevilla.

Los os que hasta aquí han escrito Historia de Sevilla (ó lector, ó ya benévolo, ó ya crítico), contentándose con lo superficial, y fatigándose poco en las averiguaciones de lo mas importante, me han dexado muchísimo, en que sin valerme la sentencia que da facilidad á añadir á las cosas inventadas, pueda casi formarla de nuevo de todo lo mas particular de sus sucesos, y especialmente desde que el glorioso San Fernando la conquistó del poder de los Moros, hasta el tiempo presente, y sin que con trasladarlos solo, ó mudarles el estilo (como algunos han podido presumir) haga superfluo el trabajo, quando con títulos de Historia de esta ciudad corren tres libros, y el uno de pluma tan erudita como la del Doctor Rodrigo Caro; pero este varon grande, que siguiendo su genio, solo se esmeró en los estudios de las cosas de la antigüedad, como él mismo dice, de lo moderno solo, qual diestra abeja prelivó algunas flores, dexando tambien atestiguado quan mucho restaba de esta Historia, aunque á Alonso Morgado, y á Don Pablo de Espinosa se debia por lo que recogiéron, y publicáron agradecimiento. Conociendo yo pues esta verdad, entré en afecto de atreverme á tan arduo intento; pero apénas nació en mí este deseo, quando lo asaltó consultado y discurrido la agena y la propia desconfianza. La agena en el propuesto reparo de haber tantas Historias de este asunto; la propia en el conocimiento de mis cortas fuerzas; pero alentáron esta, y desvaneciéron aquella algunos mas finos amigos, que lisonjeándome el gusto, me empeñáron con persuasiones el propósito ; diciéndome, como yo bien lo

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conocia, que agraviaba con demasía la grandeza de Sevilla, quien entendia estar escrita bastantemente su Historia, faltándola lo mas, y lo mas principal, como advirtió Rodrigo Caro; y que habiendo yo insinuado en el Discurso de los Ortizes, que corre impreso, este designio, debia ponerlo en execucion, y no parecer que desmayó su dificultad, ni defraudar á mi patria de este obsequio, á cuyo fin sabian que tenia observado mucho, y esperaban que podria adquirir mucho mas, si solicitaba que á mi diligencia se fiase lo recóndito de los archivos públicos; que así como las otras Historias (excepta la del Doctor Rodrigo Caro, cuyo asunto capital no los necesitó) salieron tan defectuosas por no haberlos podido reconocer, aunque es cierto que lo intentáron los autores, la mia podria en ellos afinar la verdad, que en muchas cosas, principalmente Eclesiásticas, estaba ofendida de confusion é incertidumbre y de todos quien finalmente me venció al empeño fué Don Juan Lucas Cortés, del Consejo de S. M., y su Alcalde de Casa y Corte, Sevillano ilustre por todos títulos, á cuya amistad y parecer cedió la repugnancia que batallaba con mi deseo.

De aquí, hecho determinacion el propósito, y atreviéndome á ser Historiador de mi patria (y sin rezelo de los que presumiendo pasion en los naturales de las ciudades, no los quisieran Historiadores de ellas) quise comenzar desde lo mas remoto de su fundacion, de que no carecia de noticias superiores, en quanto alcanza la leccion de los mejores autores, á las comunes, y del especial estudio de las que habia de tocar, segun debia, para observar las leyes de la Historia justa, considerando á esta, quando ideaba la planta de su amplísima estructura, cinco edades;

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la primera desde su fundacion, hasta que la domináron los Romanos; en el Señorío de estos la segunda; la tercera en el de los Godos; la quarta en la opresion de los Sarracenos; y la quinta desde su feliz restauracion; y en cada una mucho campo que correr, muchas dudas que procurar aclarar muchas controversias que en lo posible decidir, y muchas conjeturas, que, ó formar propias, ó apoyar ó refutar agenas, a cuya dificil empresa aplicándome animoso, trabajé tanta parte de sus precisas tareas, que casi tuve formada una Sevilla antigua, no agena de ladearse á la que formó Rodrigo Caro, y con mucha mas extension, quanto era mas lato que el suyo mi asunto, que habia de comprehender lo Secular y lo Eclesiástico; pero despues con diverso acuerdo y larga deliberacion resolví suspender todo lo tocante á las quatro edades primeras, y reduxe á la quinta toda la presente aplicacion: viendo que en estos tiempos la Historia de los antiguos se controvierte tan reñida, especialmente en lo Eclesiástico, y por términos tan acres, que ofenden la modestia, que debe ser inseparable á las plumas, que apurar la verdad con ingenua blandura, y no batallarla con rigurosa acrimonia tienen por primera obligacion. No podia yo escribir la antigüedad de Sevilla sin mezclarme en este género de controversias; y habiendo en ellas de declinar á esta ó aquella parte, siendo casi imposible seguir la senda media, era fuerza concitar contra mí la á que me opusiese; y mas si concedia ó negaba novedades impugnadas y aplaudidas, segun la diversidad de los genios, de que era facil evadirme, por las muchas que de ellas se han aparecido tocantes á Sevilla, y no son ni podrán ser de mí igualmente recibidas; con que me obligaba

con precisa ocurrencia (á no mudar de propósito en esta parte) á introducirme en tácita ó expresa forma en las controversias, de verdad ó ficcion, de los Dextros, Máximos, Luitprandos, Julianos, Haubertos, y Liberatos, á que mi natural repugna con tan eficaz aversion, que ni el rezelar. que habrá quien piense que es pretexto buscado para excusar menor estudio o apartar mayor trabajo, me pudo inducir á no ceder, sin otro reparo, á los que en esta parte con ingenuidad confieso. De estos autores quieren los que los apoyan y defienden, que tome Sevilla esparcidas noticias que con novedad la ofrecen (arte que en su contexto se observa hácia su mayor aplauso con empeñar en su favor reynos, ciudades y religiones); pero quieren tambien que se ajuste á las que introducen en oposicion de su mas decorosa preeminencia, que fué la antigua primacía de las Españas ;&pues quién (aun sin los empeños é interes de hijo suyo) describiéndose los tiempos en que la tuvo, se podria abstener de oponerse con armas defensivas y ofensivas, fraguadas de los aceros de la verdad, á los que por tal medio se la intentan (bien que en vano) desvanecer? Que basta para que se deduzca en orden á otros puntos igual conseqüencia. Excusar la ocasion del no preciso duelo, suele dar lucimientos á la cordura, así como no reñir á todo empeño, habiendo entrado en él, tiene evidente el desdoro, mayor en quien pudo excusarlo. Tal fué mi primer intento; tal la causa que (no neciamente) me hizo inmutar el consejo; y aunque no me tenia por obligado á manifestar uno ni otro, susurrándome al oido algunas objeciones (sobre la que juzgan

I Algunas especies tomó de estas Historias, como en su lugar se anotará.

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