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BIOGRAFIA

DEL

DOCTOR DON CARLOS RAMON FORT.

Lo que decía el biógrafo del Sr. Baranda, al dar en breves páginas noticia de los sucesos de su vida literaria, puede aplicarse asimismo á la de nuestro difunto bibliotecario el señor Fort: «<su juventud no discrepa de la edad madura; sus dias no presentan vicisitudes extrañas que reseñar, ni peregrinas aventuras de que dar cuenta.»>

El Sr. D. Cárlos Ramon M. Fort y Pazos, nació en la Coruña en la mañana del dia 24 de Noviembre de 1807, y fué bautizado aquel mismo dia en la iglesia parroquial de San Nicolás. Fueron sus padres D. Narciso Fort y Doña Francisca de Pazos, vecinos de aquella ciudad.

En el Seminario conciliar de Leon ingresó en 1820, y cursó allí cuatro años hasta concluir la carrera de filosofía. En los diez años siguientes, hasta 1834, siguió la carrera de derecho civil y canónico en las universidades de Valladolid y Santiago, con las mejores calificaciones, desempeñando algunos actos universitarios, de los que entonces se usaban al tenor del plan de estudios de 1824. En la de Valladolid se graduó de bachiller en leyes á claustro pleno, como entonces se decía, lo cual

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daba derecho para abreviar un año en la carrera, la cual entonces no duraba comunmente ménos de siete años, segun dicho plan. En la de Santiago se graduó de bachiller en cánones gratis como sobresaliente; y en la misma recibió, nemine discrepante, los grados de licenciado en leyes en 1831, y luéel doctorado. El de licenciado en leyes le fué conferido en 1835, y por el mismo tiempo el de abogado de los Reales Consejos.

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Estos detalles de los cinco primeros lustros de su vida, son pesados y rutinarios, pero no inoportunos. Marcan de qué manera se hacían entónces los estudios sólidos y concienzudos; de poca extension, pero de mucha profundidad; con cierta lentitud, es cierto, pero tambien con gran fijeza, clasificando, metodizando, digiriendo bien las ideas, porque tambien suele haber erudicion indigesta por precipitada y superficial. Por otra parte, como aquellos métodos de enseñanza pertenecen ya á la historia, no es importuno el recordarlos alguna vez, pues en pos de aquella generacion han venido ya otras dos que no los han conocido.

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Terminada ya su carrera y entrado en la edad viril, el Señor Fort no abandonó la universidad de Santiago, llamado por inclinación á la enseñanza y vida profesoral. Había obtenido Real órden de 15 de Octubre de 1829, una beca en el colegio de Fonseca, en Santiago, no sin haber hecho antes los ejercicios de oposicion necesarios para obtenerla, y habiendo merecido ser propuesto en primer lugar por los colegiales jueces y por unanimidad de votos.

El tipo del colegial mayor se ha perdido ya como el del es

tudiante antiguo. El Sr. Fort fué uno de los últimos de uno y otro, pues le alcanzó la revolucion, que suprimió los colegios, que habían sido restaurados en tiempo de Fernando VII.

Se ha discutido mucho acerca de la prepotencia de los colegios mayores, y de la esclavitud en que tenían á las universidades. Perez Bayer dió á Cárlos III un informe sangriento contra los seis colegios mayores de Castilla (cuatro de Salamanca, el de Santa Cruz de Valladolid y el de San Ildefonso de Alcalá), lo cual motivó su cuasi destruccion, á título de reforma, y la sangrienta pragmática de 1775, incorporada despues inoportunisimamente en la híbrida y abigarrada compilacion llamada Navísima Recopilacion (libro VIII, tit. III), donde para nada hacía falta, como la mitad de las disposiciones que contiene. Pero los colegios mayores no eran solamente esos seis. Con iguales, (y aún mejores derechos que algunos de ellos sobre todo que los de Cuenca y Oviedo en Salamanca) reclamaban ese título y honores el Imperial de Santiago en Huesca, fundacion de Cárlos V, el del maestro Santaella en Sevilla, y el de Fonseca en Santiago, donde obtuvo beca el Sr. Fort, que le profesó siempre gran cariño, y hablaba de él frecuentemente con respeto y entusiasmo. Formaban los colegios mayores cierta aristocracia en las universidades; es más, la aristocracia española se había apoderado de ellos hasta el tiempo de Cárlos III, y en gran parte contra la mente de los fundadores y el espíritu y texto de las Constituciones, como alegaba con razon Perez Bayer. Pero tambien es cierto que produjeron. grandes beneficios, y que daban á las universidades no poco brillo é importancia; y sobre todo á los colegiales cierto aire de

gravedad, mesura, finura y distincion, que no se podían negar á los que obtenían sus becas, y que los hacía distinguir donde quiera que había una sociedad elegante y de buen tono. Comunicaban ademas estas cualidades á los numerosos colegios llamados Menores, los cuales, aunque los emulaban, procuraban imitarlos en lo que podían.

El Sr. Fort, ademas de seguir los actos literarios que había en estos colegios, y que presidían los más adultos y adelantados, avezándose á los repasos, y á las polémicas y disertaciones escolásticas, pasó por todos los grados de la gerarquía colegial, desempeñando el cargo de secretario que se encargaba al más moderno, de consiliario, confiado á los más antiguos, y por último de rector, cargo para el cual fué elegido por unanimidad por sus concolegas.

Entre tanto frecuentaba tambien la universidad para concluir su carrera, segun queda dicho, ó comenzar la de profesor. Su relacion de méritos, expedida por el ministerio de Gracia y Justicia en 1856, dice á este propósito: «Regentó un curso extraordinario de derecho español y otro de instituciones canónicas; sustituyó en la universidad de Santiago, por diferentes épocas, las cátedras de primer año y de término de leyes, en beneficio notorio de sus discípulos, y en 1830 y 1831 hizo oposicion á una cátedra de filosofía, y á las tres de institucio nes civiles de la misma escuela, cuyos actos le fueron aprobados nemine discrepante. Tambien fué vocal del Tribunal de Censura de la misma universidad por eleccion de su claustro general. >>

El colegio de Fonseca fué suprimido como casi todos los

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demas de España, durante la guerra civil de los siete años. A pesar de los rigores de esta, se había comenzado en algunas partes á utilizar los colegios suprimidos y sus rentas, y las de otras fundaciones, para formar establecimientos de segunda enseñanza. Al Sr. Fort le cupo en ello alguna parte. En Noviembre de 1839 se le encargó por el ayuntamiento Junta de Comercio de la ciudad de San Sebastian, con el beneplácito de la Direccion general de estudios, la organizacion y gobierno del Instituto allí creado entónces, en el cual regentó ademas las enseñanzas de historia y literatura, cuyos cometidos desempeñó con inteligencia, celo y grande utilidad del establecimiento. Al principiar el curso de 1842 tomó igualmente á su cargo, con aprobacion del rector de la universidad de Zaragoza, que se le manifestó por un oficio muy satisfactorio, la direccion del instituto de segunda enseñanza de Pamplona, fundado por el ayuntamiento respectivo y la diputacion provincial de Navarra, en el cual explicó filosofia Ꭹ li

teratura.

La nueva organizacion dada desde 1845 por el Sr. Marqués de Pidal á la segunda enseñanza, y secundada eficazmente por el Sr. Gil y Zárate, hizo al Sr. Fort pensar en dar á sus estudios y enseñanza mayor elevacion y más amplia esfera. Tras. ladado á Madrid, incorporó en 1846 en la universidad de esta córte el grado de doctor, y recibió el de regente de primera clase en jurisprudencia, cuyos ejercicios le fueron aprobados por unanimidad, quedando con ellos habilitado para ha, cer oposiciones á cátedras. Hizola en efecto á la de historia y elementos del derecho canónico, vacante en la misma uni

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