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los ídolos, ó que gente guardara las puentes de noche; y de lo uno y de lo otro se recibiera gran peligro y no habia posibilidad para ello; porque teniendo el real en la ciudad, cada noche y cada hora, cómo ellos eran muchos y nosotros pocos, nos dieran mil rebatos y pelearan con nosotros, y fuera el trabajo incomportable y podian darnos por muchas partes. Pues guardar las puentes gente de noche, quedaban los españoles tan cansados de pelear el dia, que no se podia sufrir poner gente en guarda dellos, y á esta causa nos era forzado ganarlas de nuevo cada dia que entrábamos en la ciudad. Aquel dia, cómo se tardó mucho en ganar aquellas puentes y en las tornar á cegar, no hubo lugar de hacer mas, salvo que por otra calle principal que va á dar á la ciudad de Tacuba se ganaron otras dos puentes y se cegaron, y se quemaron muchas y buenas casas de aquella calle, y con esto se llegó la tarde y hora de retraernos, donde recibiamos siempre poco menos peligro que en el ganar de las puentes; porque en viéndonos retraer, era tan cierto cobrar los de la ciudad tanto esfuerzo, que no parecia sino que habian habido toda la victoria del mundo, y que nosotros íbamos huyendo; é para este retraer era necesario estar las puentes bien cegadas, y lo cegado al igual suelo de las calles, de manera que los de caballo pudiesen libremente correr á una parte y á otra; y así, en el retraer, cómo ellos venian tan golosos tras nosotros, algunas veces fingiamos ir huyendo, y revolviamos los de caballo sobre ellos, y siempre tomábamos doce ó trece de aquellos mas esforzados; y con esto, y con algunas celadas que siempre les echábamos, continuo llevaban lo peor, y cierto verlo era cosa de admiracion; porque por mas notorio que les era el mal y daño que al retraer de nosotros recibian, no dejaban de nos seguir, hasta nos ver salidos de la ciudad. E con esto nos volvimos á nuestro real, y los capitanes de los otros reales me hicieron saber como aquel dia les habia sucedido muy bien, y ha bian muerto mucha gente por la mar y por la tierra; y el capitan Pedro de Albarado, que estaba en Tacuba, me escribió que habia ganado dos ó tres puentes; porque, cómo era en la calzada que sale del mercado de Tenuxtitan á Tacuba, y los tres bergantines que yo le habia dado podian llegar por la una parte á zabordar en la misma calzada, no habia tenido tanto peligro como los dias pasados; y por aquella parte de Pedro de Albarado habia mas

puentes y mas quebradas en la calzada, aunque habia menos azoteas que por las otras partes.

En todo este tiempo los naturales de Iztapalapa, y Oichilobuzco, y Mexicalcingo, y Culuacan, y Mezquique, y Cuitaquacad, que, cómo he hecho relacion, están en la laguna dulce, nunca habian querido venir de paz, ni tampoco en todo este tiempo habiamos recibido ningun daño dellos; y cómo los de Calco eran muy leales vasallos de V. M., y veian que nosotros teniamos bien que hacer con los de la gran ciudad, juntáronse con otras poblaciones que están al rededor de las laguuas, y hacian todo el daño que podian á aquellos del agua; y ellos, viendo cómo de cada dia habiamos victoria contra los de Tenuxtitan, y por el daño que recibian y podian recibir de nuestros amigos, acordaron de venir, y llegaron á nuestro real, y rogáronme que les perdonase lo pasado, y que mandase á los de Calco y á los otros sus vecinos que no les hiciesen mas daño. Y yo les dije que me placia y que no tenia enojo dellos, salvo de los de la ciudad; y que para que creyesen que su amistad era verdadera, que les rogaba que, porque mi determinacion era de no levantar el real hasta tomar por paz ó por guerra á los de la ciudad, y ellos tenian muchas canoas para me ayudar, que hiciesen apercebir todas las que pudiesen con toda la mas gente de guerra que en sus poblaciones habia, para que por el agua viniesen en nuestra ayuda de allí adelante. Y tambien les rogaba que porque los españoles tenian pocas y ruines chozas, y era tiempo de muchas aguas, que hiciesen en el real todas las mas casas que pudiesen, y que trujesen canoas para traer adobes y madera de las casas de la ciudad que estaban mas cercanas al real. Y ellos dijeron que las canoas y gente de guerra estaban apercebidas para cada dia; y en el hacer de las casas sirvieron tan bien, que de una parte y de la otra de las dos torres de la calzada donde yo estaba aposentado, hicieron tantas, que dende la primera casa hasta la postrera habia mas de tres ó cuatro tiros de ballesta. Y vea V. M. que tan ancha puede ser la calzada que va por lo mas hondo de la laguna, que de la una parte y de la otra iban estas casas, y quedaba en medio hecha calle, que muy á placer, á pie y á caballo, íbamos y veniamos por ella; y habia á la continua en el real, con españoles y indios que les servian, mas de dos mil personas, porque toda la otra gente de guerra nuestros amigos

se aposentaban en Cuyoacan, que está legua y mediadel real, y tambien estos de estas poblaciones nos proveian de algunos mantenimientos, de que teniamos harta necesidad, especialmente de pescado y de cerezas, que hay tantas, que pueden bastecer, en cinco ó seis meses del año que duran, á doblada gente de la que en esta tierra hay. Cómo dos ó tres dias arreo habiamos entrado por la parte de nuestro real en la ciudad, sin otros tres ó cuatro que habiamos entrado, y siempre habiamos victoria contra los enemigos, y con los tiros y ballestas y escopetas matábamos infinitos, pensábamos que de cada hora se movieran á nos acometer con la paz, la cual deseábamos como á la salvacion; y ninguna cosa nos aprovechaba para los atraer á este propósito; y por los poner en mas necesidad, y ver si los podria constreñir de venir á la paz, propuse de entrar cada dia en la ciudad y combatilles con la gente que llevaba por tres ó cuatro partes, y así hice venir toda la gente de aquellas ciudades del agua en sus canoas, y aquel dia por la mañana habia en nuestro real mas de cien mil hombres nuestros amigos. E mandé que los cuatro bergantines, con la mitad de canoas, que serian hasta mil y quinientas, fuesen por la una parte, y que los tres, con otras tantas, que fuesen por otra y corriesen toda la mas de la ciudad en torno, y quemasen y hiciesen todo el mas daño que pudiesen. E yo entré por la calle principal adelante, y fallámosla toda desembarazada fasta las casas grandes de la plaza, que ninguna de las puentes estaba abierta, y pasé adelante á la calle que va á salir á Tacuba, en que habia otras seis ó siete puentes. E de allí proveí que un capitan entrase por otra calle con sesenta ó setenta hombres, y seis de caballo fuesen á las espaldas para los asegurar; y con ellos iban mas de diez ó doce mil indios nuestros amigos; y mandé á otro capitan que por otra calle hiciese lo mismo; y yo con la gente que me quedaba seguí por la calle de Tacuba adelante, y ganamos tres puentes, las cuales se cegaron, y dejamos para otra dia las otras, porque era ya tarde, y para que se pudiesen mejor ganar, porque yo deseaba mucho que toda aquella calle se ganase, porque la gente del real de Pedro de Albarado se comunicase con la nuestra y pasasen del un real al otro, y los bergantines ficiesen lo mismo. Y este dia fué de mucha victoria, así por el agua como por la tierra, y hóbose algun despojo de los de la ciudad; en los reales del al

guacil mayor y Pedro de Albarado se hobo tambien mucha victoria. Otro dia siguiente volví á entrar en la ciudad por la órden que el dia pasado, y diónos Dios tanta victoria, que por las partes donde yo entraba con la gente no parecia que habia ninguna resistencia; y los enemigos se retraian tan reciamente, que parecia que les teniamos ganado las tres cuartas partes de la ciudad; y tambien por el real de Pedro de Albarado les daban mucha priesa, y sin duda el dia pasado y aqueste yo tenia por cierto que vinieran de paz, de la cual yo siempre, con victoria y sin ella, hacia todas las muestras que podia. Y nunca por esto en ellos hallábamos alguna señal de paz; y aquel dia nos volvimos al real con mucho placer, aunque no nos dejaba de pesar en el alma, por ver tan determinados de morir à los de la ciudad.

En estos dias pasados Pedro de Albarado habia ganado muchas puentes, y por las sustentar y guardar ponia velas de pié y de caballo de noche en ellas, y la otra gente íbase al real, que estaba tres cuartos de legua de allí. E porque este trabajo era incomportable, acordó de pasar el real al cabo de la calzada que va á dar al mercado de Tenuxtitan, que es una plaza harto mayor que la de Salamanca, y toda cercada de portales á la redonda; é para llegar á ella no le faltaba de ganar sino otras dos ó tres puentes, pero eran muy anchas y peligrosas de ganar; y así, estuvo algunos dias que siempre peleaba y habia victoria. E aquel dia que digo en el capítulo antes deste, cómo via que los enemigos mostraban flaqueza, y que por donde yo estaba les daba muy continuos y recios combates, cebóse tanto en el sabor de la victoria y de las muchas puentes y albarradas que les habia ganado, que determinó de las pasar y ganar una puente en que habia mas de sesenta pasos desfechos de la calzada, todo de agua, de hondura de estado y medio y dos; é cómo acometieron aquel mismo dia, y los bergantines ayudaron mucho, pasaron el agua y ganaron la puente, y siguen tras los enemigos, que iban puestos en huida. E Pedro de Albarado daba mucha priesa en que se cegase aquel paso porque pasasen los de caballo, y tambien porque cada dia por escrito y por palabra yo le amonestaba que no ganase un palmo de tierra sin que quedase muy seguro para entrar y salir los de caballo, porque estos facian la guerra. E cómo los de la ciudad vieron que no habia mas de cuarenta ó cincuenta españoles de la otra parte, y

algunos amigos nuestros, y que los de caballo no podian pasar, revuelven sobre ellos tan de súpito, que los hicieron volver las espaldas y echar al agua; y tomaron vivos tres ó cuatro españoles, que luego fueron á sacrificar, y mataron algunos amigos nuestros. E al fin Pedro de Albarado se retrujo á su real; y cómo aquel dia yo llegué al nuestro y supe lo que habia acaecido, fué la cosa del mundo que mas me pesó, porque era ocasion de dar esfuerzo á los enemigos y creer que en ninguna manera les osariamos entrar. La causa porque Pedro de Albarado quiso tomar aquel mal paso fué, cómo digo, ver que habia ganado mucha parte de la fuerza de los indios, y que ellos mostraban alguna flaqueza, é principalmente porque la gente de su real le importunaban que ganasen el mercado, porque aquel ganado, era toda la ciudad casi tomada, y toda su fuerza y esperanza de los indios tenian allí; y cómo los del dicho real de Albarado veian que yo continuaba mucho los combates de la ciudad, creian que yo habia de ganar primero que ellos el dicho mercado; y cómo estaban mas cerca dél que nosotros, tenian por caso de honra no le ganar primero. E por esto el dicho Pedro de Albarado era muy importunado, y lo mismo me acaecia á mí en nuestro real; porque todos los españoles me ahincaban muy reciamente que por una de tres calles que iban á dar al dicho mercado entrásemos, porque no teniamos resistencia, y ganado aquel, terniamos menos trabajo; y yo disimulaba por todas las vias que podia, por no lo hacer, aunque les encubria la causa; y esto era por los inconvenientes y peligros que se me representaban; porque para entrar en el mercado habia infinitas azoteas y puentes y calzadas rompidas; en tal manera, que cada casa por donde habiamos de ir estaba hecha como isla en medio del agua.

Cómo aquella tarde que llegué al real supe del desbarato de Pedro de Albarado, otro dia de mañanåa cordé de ir á su real para le reprehender lo pasado, y para ver lo que habian ganado y en qué parte habia pasado el real, y para le avisar lo que fuese mas necesario para su seguridad y ofensa de los enemigos. E cómo yo llegué á su real, sin duda me espanté de lo mucho que estaba metido en la ciudad, y de los malos pasos y puentes que les habia ganado; y visto, no le imputé tanta culpa como antes parecia tener, y platicado cerca de lo que habia de hacer, yo me volví á nuestro real aquel dia.

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