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APUNTES

SOBRE

LA VIDA DEL ADELANTADO ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA.

Nació ALVAR Nuñez Cabeza de VACA en la ciudad de Jerez de la Frontera, y fué nieto del adelantado Pedro de Vera, á quien concedieron los Reyes Católicos de gloriosa memoria, don Fernando y doña Isabel, la conquista de las islas Canarias, haciéndola á costa suya; empresa en que gastóun cuantioso patrimonio; y no alcanzando al intento, empeñó en suma de dineros, y por no dejarle, á un alcaide moro dos hijos que tenia, de los cuales fué el uno padre y el otro tio de nuestro Adelantado, cuya madre se llamó doña Teresa Cabeza de Vaca, segun consta de una probanza en forma que presentó al Consejo de Indias. No han llegado á noticia de nuestros tiempos los particulares de su niñez y juventud, y solo sabemos que al pasar á la conquista de la Florida el gobernador Panfilo de Narvaez, llevó en su compañía á ALVAR NUÑEZ, avecindado entonces en Sevilla, con el cargo de tesorero del Rey. Fué aquella expedicion tan numerosa y lisonjera en las esperanzas, como desgraciada en sus resultados, pues murieron la mayor parte de españoles, unos de enfermedades y otros á manos de los indios, gente belicosa, feroz y caribe, que devoraba los cadáveres de sus enemigos. Sucedió esto por los años de 1528, y segun las noticias históricas del tiempo, de seiscientos españoles que iban á la empresa, solo lograron salvarse cuatro, que fueron ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA, Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes, y un negro esclavo de ALVAR NUÑEZ, llamado Estebanico de Azamor; así lo refiere él mismo en sus Comentarios. La vida errante y de servidumbre que llevaban estos infelices, la desnudez y el estar flacos, extenuados y devorados de mosquitos, fueron las circunstancias que les salvaron la vida, pues tales se hallaban, que no les parecieron de provecho á los indios para comerlos.

En esta lastimosa situacion es cuando, obligado ALVAR NUÑEZ á asistir á los indios enfermos que reclamaban sus auxilios, comenzó á valerse, por ignorancia de otros medios físicos, de soplos, oraciones y rezos, con los cuales dice halló gracia delante del Señor para hacer, no solo curas verdaderamente maravillosas, sino hasta milagros ciertos, pues asegura que en una ocasion resucitó un indio muerto. La crítica no puede aceptar estos hechos sobrenaturales, hijos probablemente de la casualidad, y en el caso á que aludimos de un error material de ALVAR NUÑEZ; y aunque el marqués de Sorito en una larga disertacion, no menos erudita que indigesta y pesada, defendió con el mayor entusiasmo los milagros de ALVAR NUÑEZ, la razon se niega á admitir semejantes fábulas.

Los resultados inmediatos de estas curas fueron para ALVAR NUÑEZ y sus compañeros una completa seguridad, y el respeto y aprecio de los indígenas, que los miraban como seres de una naturaleza superior y privilegiada. A favor de tal persuasion corrieron la tierra, siendo bien recibidos en toda ella; y de tribu en tribu vinieron á parar á San Miguel de Culhuacan en la costa del mar del Sur, después de una peregrinacion de nueve á diez años; pasó luego á Méjico, y dió la vuelta á España por los años de 1537.

A su llegada pretendió con ahinco la gobernacion del Paraguay: prueba evidente del espíritu y aliento de ALVAR NUÑEZ, que no habian podido quebrantar los trabajos, aflicciones y fatigas de diez años. El Emperador le hizo la merced que solicitaba, con título de adelantado, y ciertas capitulaciones, por las que se obligaba á continuar el descubrimiento, conquista y poblacion de

aquellas tierras. Preparó pues lo conveniente, y en el año de 1540, á 2 de noviembre, salió del puerto de San Lúcar de Barrameda con cinco navíos, en que iban, sin contar la gente de mar, setecientos españoles, y entre ellos un buen número de caballeros é hidalgos; llegó al puerto de Santa Catalina á 29 de marzo de 1541, después de haber reconocido el cabo de San Agustin; y teniendo nuevas de estar casi desierto Buenos-Aires, determinó pasar por tierra á la Asuncion, principal residencia entonces de los conquistadores, mandando que los navíos, con la gente de mar, mujeres y demás, continuasen navegando hasta tomar el rio de la Plata, y dejando los dos navíos mas gruesos en San Gabriel. Entre tanto el Adelantado hizo reconocer á Pedro Dorantes una parte del camino que trataba de hacer, y con estas noticias emprendió su viaje, en que pasó grandísimos trabajos por la aspereza de la tierra, anchura y braveza de los rios, y enfermedades de la gente; tuvo, en medio de esto, la buena suerte de entrar en la Asuncion el dia 11 de marzo de 1542, después de setenta jornadas, en que anduvo cuatrocientas leguas sin haber perdido ni un hombre. El general Domingo de Irala envió tres capitanes á que le besasen la mano, y con esto fué recibido en su nueva gobernacion muy á gusto de todos, por el lugar que se hacia con su afabilidad y buen trato.

Lo primero que el Adelantado hizo fué nombrar á Domingo de Irala su maestre de campo, encargándole proseguir los descubrimientos para ponerse en comunicacion con el Perú; despachó tambien á su sobrino Alonso Riquelme con trescientos hombres al castigo de unos indios rebelados de la provincia del Ipané; y por último, aunque contrapuntado ya algun tanto con los oficiales reales, resolvió salir en persona con una numerosa expedicion á correr tierra y averiguar noticias de minas. Acompañabanle cuatrocientos hombres con sus capitanes prácticos en el país, el contador, veedor y factor; y dejando el mando de la Asuncion en manos del maestre de campo, emprendió la expedicion con su marcha en cuatro bergantines, seis barcas, veinte balsas y mas de docientas canoas. Después de algunos encuentros con los indios, comenzaron las pasiones y discordias con los oficiales reales, que en medio de grandes hambres y trabajos, exigian con imperiosa tiranía el quinto de las cosas mas pequeñas é insignificantes, hasta de la caza y pesca que á costa de mil fatigas adquirian los soldados para satisfacer su necesidad. Opúsose, como era razon, ALVAR NUÑEZ á tan desusadas pretensiones, ofreciendo que él por su parte daria á su majestad, por excusar molestia á los soldados, los cuatro mil ducados al año que se le habian señalado de salario; con lo que se calmó por entonces aquella discordia, y el Adelantado dió la vuelta á la Asuncion llevando consigo mas de tres mil indios de servicio, que aumentaron el pueblo y proporcionaron mas abastecimiento de comida y otras cosas necesarias; pasó luego á reprimir á los indios yapirús, que molestaban con continuas incursiones álos españoles; y conseguido este objeto, se restituyó a su gobierno muy gozoso, si bien molestado de unas cuartanas que le tenian en harto desasosiego.

Hubo por este tiempo necesidad de enviar alguna gente á pacificar los indios de la provincia de Acay, que andaban turbados y alterados, y con este fin mandó Alvar Nuñez apercibir doscientos y cincuenta hombres, que á las órdenes del maestre de campo partieron de la Asuncion. Los oficiales reales, que no aguardaban sino una buena coyuntura para obrar segun su mala voluntad y encono, determinaron aprovechar la que se les ofrecia, atizando principalmente el fuego el contador Felipe de Cáceres, hombre sedicioso, inquieto y amigo de novedades; decia él que convenia al servicio del Rey quitar el mando y prender al Adelantado, que no cuidaba como debia de los intereses de su majestad; y reuniendo á todos sus amigos y parciales, les persuadió el negocio, valiéndose de la ausencia del maestre de campo y de otras personas de cuenta que con él habian ido, y diciendo que ahora debia acometerse la empresa.

Hallábase, como hemos dicho, ALVAR NUÑEZ muy enfermo y en cama; tuvo aviso de que los conjurados caminaban en armas á su posada, y levantándose se echó una cota, calóse la celada, y embrazando su rodela, salió á la sala á recibirlos espada en mano; donde les dijo en alta voz : Caballeros, ¿qué traicion es esta que cometen contra su adelantado?» Respondieron ellos : < Aquí no hay traidor ninguno, porque todos somos servidores del Rey; y así, conviene que vuesa señoría sea preso y vaya a dar cuenta al real Consejo de sus delitos y tiranías. » Replicó el Adelantado cerrándose con su rodela : « Antes morir que consentir tan gran traicion. Y entonces le acometieron todos, requiriéndole se rindiese; donde no, que le harian pedazos. Rodeáronle juntos y á un tiempo; pero antes que le hiriese ninguno llegóse un Jaime Resquin con una ballesta armada, y poniéndole un pasador al pecho, le dijo: Rindase luego; si no, pasaréle con esta

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jara. A lo cual dió de mano el Adelantado, diciendo con semblante grave: Apártense vuesas mercedes; que yo me doy por preso. » Y recorriendo con la vista á los que le rodeaban, y viendo entre ellos á don Francisco de Mendoza, le llamó y dijo: A vuesamerced, señor don Francisco, entrego mis armas, y ahora hagan de mi lo que quisieren »; y dióle su espada. Tomóla Mendoza; y con esto, le echaron mano, le pusieron un par de grillos y le llevaron así á las casas de García Venegas, rodeado de mucho gentío, donde le encerraron en una cuadra muy oscura, poniéndole cincuenta soldados de guardia. Prendieron con él á su sobrino Alonso Riquelme Melgarejo, al alcalde mayor Pedro de Estopiñan, Francisco de Vergara, Abreu y otros capitanes, caballeros y soldados; y quitándoles las armas, se apoderaron del gobierno y jurisdiccion tan á su sabor, que nadie se atrevia á irles á la mano en cuanto se les antojaba, mas ni aun á hablar contra ellos. Los oficiales reales, que eran el alma de todo el negocio y lo manejaban, escribieron lo sucedido al maestre de campo, manifestándole que todo se habia hecho de comun acuerdo y como conveniente al servicio de su majestad, y encargándole la pronta vuelta para disponer lo que cumpliese al buen gobierno y quietud de la tierra. No causó poca novedad esta noticia en el maestre de campo, y sintióla, como era razon; mas no pudo remediarla, por haber intervenido en el hecho tantos capitanes y gente autorizada y noble, y por hallarse á la sazon enfermo de una disentería, en términos que ni aun podia montar á caballo; pero viendo lo grave del negocio, determinó venirse, conducido en una hamaca, á la Asuncion, donde llegó tan al cabo, que le desahuciaron, y estuvo muy á pique de perder la vida. Reunidos ya todos, determinaron nombrar persona que sustituyese al Adelantado y los gobernase en nombre del Rey; y habido su acuerdo, y hecha la votacion por cédulas, segun estaba ordenado por una provision real, resultó elegido el maestre de campo Domingo Martinez de Irala, quien se excusó diciendo que su enfermedad mas le tenia para ir á dar cuenta á Dios que para admitir y ocuparse en cosas temporales, sobre todo habiendo tantos y tan buenos caballeros que podian tomar á su cargo el gobierno, que no debia entregarse á un hombre oleado. Anduvieron en estas demandas y respuestas casi un dia, hasta que interviniendo los capitanes Salazar, Chaves y muchos de los mismos amigos y parciales del Adelantado, hubo de consentir Irala en lo que pretendian; con lo que el dia 15 de diciembre de 1543 le sacaron, enfermo como estaba, sentado en una silla, y fué recibido como capitan general, jurando antes gobernar en paz y justicia y mantener la tierra en nombre del Rey, hasta que su majestad no dispusiese otra cosa. Hízose en seguida proceso de todo para enviarlo á Castilla con el Adelantado en una buena carabela que se determinó construir, y cuya obra caminó con suma lentitud, padeciendo entre tanto ALVAR NUÑEZ muchas vejaciones y mal tratos, por espacio de diez meses, pues ni le permitieron tener recado de escribir ni otro consuelo alguno, dándole de comer hasta pobremente y de lo suyo, para lo cual le embargaron todos sus bienes. Pasaba él estos trabajos con gran resignacion y conformidad; cualidades en que no le imitaron sus partidarios, pues en varias ocasiones, si bien en todas infructuosamente, procuraron sacarle de la prision y volverle á poner en el gobierno. Velaban con gran diligencia sus enemigos para impedirlo, y acordaron por último que antes de consentir en tal cosa darian de puñaladas al Ade— lantado, y harian lo mismo á Irala si no acudiese á lo que á todos convenia y á la buena guarda y custodia del preso. Evitó esta providencia violenta nuevas tentativas; pero enconó los ánimos á punto de que sucedieran grandes males y discordias, sino por el buen celo y diligencia de Irala. Acabada por fin la carabela, embarcaron en ella al Adelantado, y resolvieron le acompañasen el veedor Alonso Cabrera y el tesorero García Venegas; los cuales llevaban el proceso fulminado contra el preso, instruido muy á gusto de sus enemigos; se dió el mando de la nave á Gonzalo de Mendoza, portugués, y se nombró procurador de la provincia á Martin de Orue. A pesar de convenir tanto la pronta marcha del Adelantado para calmar los bandos y pasiones que habia entre la gente, y que Irala procuraba templar con esfuerzos inauditos, haciendo mercedes á unos, castigando a otros, y atajando con maña el fuego para que no pasase adelante, todavía pretendió el capitan Salazar usar de un poder secreto que le habia dejado ALVAR NUÑEZ, y disponer lo conveniente para sacarle de la carabela y restituirle en el mando; dió para esto la voz, reunió hasta cien hombres en su casa, y hecho el navío á la vela, manifestó su intento á las claras, obligando al nuevo gobernador á que le aconsejase desistir de su empeño, primero con palabras, y después á viva fuerza; pusiéronse para ello cuatro piezas asestadas á la casa, comenzaron á batirla, y derribado un lienzo, entraron sin resistencia. Abandonado Salazar de sus parciales, y presos RiquelMelgarejo y Vergara, dispuso el Gobernador que un bergantin saliese con él para ver si al

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canzaba á la carabela. La alcanzó en efecto, y el capitan Salazar pasó á ella en calidad de preso, en compañía del Adelantado, á quien habia guardado tanta fidelidad. Llegados à Sancti Spiritus, hubo nueva revolucion de humores, y á persuasion de Alonso Cabrera, arrepentido quizá de lo hecho, se trató de volver á la Asuncion y reponer en el mando á ALVAR NUÑEZ; contradíjolo Pedro de Estopiñan, diciendo que este lance podria redundar en gran deservicio de Dios y ruina de los españoles, moviendo grandes discordias y guerras civiles; y vencidos los demás de estas razones, determinaron proseguir su navegacion á España; llegaron á ella después de sesenta dias; y presentados al Consejo de Indias, y dada cuenta de lo sucedido, mandó el Emperador poner presos á Cabrera y á García Venegas; siguióseles el proceso, y estando á punto de sentenciarse, enloqueció el primero, y murió el segundo súbitamente, ambos en la cárcel. Fué tambien condenado ALVAR NUÑEZ á privacion de oficio y á seis años de destierro en Oran, con seis lanzas; apeló, y en revista salió libre, señalándole dos mil ducados de pension en Sevilla. Retiróse á aquella ciudad, en la cual falleció ejerciendo la primacía del consulado con mucha honra y quietud de su persona, ignorándose el año de su muerte.

ES ALVAR NUÑEZ una de las figuras mas bellas, nobles y bondadosas que se encuentran en los anales de la conquista del Nuevo-Mundo; su constancia y resignacion en los trabajos, su valor en los combates, y su resolucion en los mayores peligros le acreditan de ilustre guerrero, al paso que su mansedumbre y dulzura con los indios demuestran que era un hombre excelente y humano. Solo él podia decir estas hermosas palabras: Por donde claramente se ve que estas gentes todas, para ser atraidas á ser cristianos y á la obediencia de la imperial majestad, han de ser llevados con buen tratamiento, y que este es camino muy cierto, y otro no. » Palabras que en ningun conquistador se encuentran, y que leemos con el mismo placer que el viajero fatigado ve un árbol frondoso en medio de un vasto y árido desierto.

Dos son las obras que quedan de ALVAR NUÑEZ la primera intitulada Naufragios, que es la relacion de su expedicion á la Florida, escrita por él mismo; y la segunda los Comentarios de su gobierno en el rio de la Plata, que extendió el escribano Pedro Fernandez. Las imprimió el año de 1555 en Valladolid Francisco Fernandez de Córdoba en un tomo en 4.o, y las reprodujo Barcia en su Coleccion el año de 1740; siendo estas dos ediciones las únicas que existen de este curiosísimo libro.

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