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ballo; y como llegaron los españoles, los del pueblo, sin esperar á cosa alguna, comenzaron á pelear con ellos, y dende lo alto echar muchas piedras ; y aunque iba mucha gente de nuestros amigos con el dicho alguacil mayor, viendo la fortaleza de la villa, no osaban acometer ni llegar á los contrarios. E como esto vió el dicho alguacil mayor y los españoles, determinaron de morir ó subilles fuerza á lo alto del pueblo, y con el apepor llido de señor Santiago 1 comenzaron á subir; y plugo á Dios dalles tanto esfuerzo, que aunque era mucha la ofensa y resistencia que se les hacia, les entraron, aunque hubo muchos heridos. E como los indios nuestros amigos los siguieron, y los enemigos se vieron de vencida, fué tanta la matanza dellos á manos de los nuestros, y dellos despeñados de lo alto, que todos los que allí se hallaron afirman que un rio pequeño que cercaba casi aquel pueblo, por mas de una hora fué teñido en sangre, y les estorbó de beber por entonces, porque como hacia mucha calor, tenian necesidad dello. E dado conclusion á esto, y dejando al fin estas dos poblaciones de paz, aunque bien castigados por haberla al principio negado, el dicho alguacil mayor se volvió con toda la gente á Tesáico; y crea vuestra católica majestad que esta fué una bien señalada victoria, y donde los españoles mostraron bien singularmente su esfuerzo.

Como los de Méjico y Temixtitan supieron que los españoles y los de Calco habian hecho tanto daño en su gente, acordaron de enviar sobre ellos ciertos capitanes con mucha gente; y como los de Calco tuvieron aviso desto, enviaron á rogarme á mucha priesa que les enviase socorro; y yo torné luego á despachar al dicho alguacil mayor con cierta gente de pié y de caballo; pero cuando llegó ya los de Culúa y los de Calco se habian visto en el campo, y habian peleado los unos y los otros muy reciamente; y plugó á Dios que los de Calco fueron vencedores, y mataron muchos de los contrarios, y prendieron bien cuarenta personas dellos, entre los cuales habia un capitan de los de Méjico y otros dos principales, los cuales todos entregaron los de Calco al dicho alguacil mayor para que me los trujese; el cual me envió dellos, y dellos dejó consigo, porque por seguridad de los de Calco estuvo con toda la gente en un pueblo suyo que es frontera de los de Méjico. E después que le pareció que no habia necesidad de su estada, se volvió á Tesáico, y trajo consigo á los otros prisioneros que le habian quedado. En este medio tiempo hubimos otros muchos rebatos y recuentros con los naturales de Culúa; y por evitar prolijidad los dejo de especificar.

Como ya el camino para la villa de la Veracruz dende esta ciudad de Tesáico estaba seguro y podian ir y venir por él, los de la villa tenian cada dia nuevas de nosotros, y nosotros dellos, lo cual antes cesaba. E con un mensajero enviáronme ciertas ballestas y escopetas y pólvora, con que hubimos grandísimo placer; y den

1 Este apellidar los españoles á Santiago era muy usado en las batallas contra los moros, y por intercesion del Santo se ganó en la Rioja la insigne de Clavijo por el rey de Leon don Ramiro I; en Simancas por don Ramiro II, en las Navas de Tolosa por Alonso VIII, y otras muy señaladas.

de á dos dias me enviaron otro mensajero, con el cual me hicieron saber que al puerto habian llegado tres navíos, y que traian mucha gente y caballos, y que luego los despacharian para acá; y segun la necesidad que teniamos, milagrosamente nos envió Dios este socorro. Yo buscaba siempre, muy poderoso Señor, todas las maneras y formas que podia, para atraer á nuestra amistad á estos de Temixtitan; lo uno, porque no diesen causa á que fuesen destruidos; y lo otro, por descansar de los trabajos de todas las guerras pasadas, y principalmente porque dello sabia que redundaba servicio á vuestra majestad. E donde quiera que podia haber alguno de la ciudad, gelo tornaba á enviar, para les amonestar y requerir que se diesen de paz. Y el miércoles Santo, que fueron 27 de marzo del año de 521, hice traer ante mí á aquellos principales de Temixtitan que los de Calco habian prendido, y díjeles si querian algunos dellos ir á la ciudad y hablar de mi parte á los señores della, yrogalles que no curasen de tener mas guerra conmigo, y que se diesen por vasallos de vuestra majestad, como antes lo habian, porque yo no les queria destruir, sino ser su amigo. E aunque se les hizo de mal, porque tenian temor que yéndoles con aquel mensaje los matarian, dos de aquellos prisioneros se determinaron de ir, y pidiéronme una carta; y aunque ellos no habian de entender lo que en ella iba, sabian que entre nosotros se acostumbraba, y que llevándola ellos, los de la ciudad les darian crédito. Pero con las lenguas yo les dí á entender lo que en la carta decia, que era lo que yo á ellos les habia dicho. E así se partieron, y yo mandé á cinco de caballo que saliesen con ellos fasta ponerlos en salvo.

El sábado Santo los de Calco y otros sus aliados y amigos me enviaron á decir que los de Méjico venian sobre ellos, y mostráronme en un paño blanco 2 grande la figura de todos los pueblos que contra ellos venian, y los caminos que traian; que me rogaban que en todo caso les enviase socorro, é yo les dije que dende á cuatro ó cinco dias se lo enviaria, y que si entre tanto se vian en necesidad, que me lo hiciesen saber y que yo les socorreria; y el tercer dia de pascua de Resurreccion volviéronme á decir que me rogaban que brevemente fuese el socorro, porque á mas andar se acercaban los enemigos. Yo les dije que yo queria ir á les socorrer, y mandé apregonar que para el viernes siguiente estuviesen apercibidos veinte y cinco de caballo y trecientos hombres de pié.

El jueves antes vinieron á Tesáico ciertos mensajeros de las provincias de Tazápan 5 y Mascalcingo y Nautan, y de otras ciudades que están en su comarca; y dijéronme que se venian á dar por vasallos de vuestra majestad y á ser nuestros amigos, porque ellos nunca habian muerto ningun español ni se habian alzado contra el servicio de vuestra majestad, y trujeron cierta ropa de algodon: yo se lo agradecí, y les prometí que si fuesen buenos se les haria buen tratamiento; y así, se volvieron contentos.

2 El modo de escribir los mejicanos era figurar los pueblos con aquellas señas ó cosas que significaban sus nombres.

3 Pueden ser Tizápan, Mexicalzingo y Naucalpan; mas es muy dudoso.

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bir mas, porque con piés y manos no se podian tener, porque era sin comparacion la aspereza y agrura do aquel cerro. Y echaban tantas piedras de lo alto con las manos y rodando, que aun los pedazos que se qucbraban y sembraban hacian infinito daño; é fué tan recia la ofensa de los enemigos, que nos mataron dos españoles y hirieron mas de veinte; y en fin, en ninguna manera pudieron pasar de allí. E yo, viendo que era imposible poder mas hacer de lo hecho, y que se juntaban muchos de los contrarios en socorro de los del peñol, que todo el campo estaba lleno dellos, mandé á los capitanes que se volviesen, y abajados los de caballo, arremetimos á los que estaban en lo llano, y echámoslos de todo el campo, alanceando y matando en ellos, é duró el alcance mas de hora y media. E como era mucha la gente, los de caballo derramáronse á una parte y á otra, y después de recogidos, de algunos dellos fuí informado cómo habian llegado obra de una legua de allí y habian visto otro peñol con mucha gente; pero que no era tan fuerte, y que por lo llano cerca dél 2 habia mucha poblacion, y que no faltarian dos cosas que en este otro nos habian faltado; la una era agua, que no la habia acá; y la otra, que por ser tan fuerte el cerro no habria tanta resistencia, y se podia sin peligro tomar la gente. E aunque con harta tristeza de no haber alcanzado victoria, partímonos de allí, y fuimos aquella noche á dormir cerca del otro peñol, adonde pasamos harto trabajo y necesidad, porque tampoco fallamos agua, ni en todo aquel dia la habiamos bebido nosotros ni los caballos; y así, nos estuvimos aquella noche oyendo hacer á los enemigos mucho estruendo de atabales y bocinas y gritas.

El viérnes siguiente, que fueron 5 de abril del dicho año de 521, sali desta ciudad de Tesáico con los treinta de caballo y los trecientos peones que estaban apercibidos; y dejé en ella otros veinte de caballo y otros trecientos peones, y por capitan á Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor. Y salieron conmigo mas de veinte mil hombres de los de Tesáico; y en nuestra ordenanza fuimos á dormir á una poblacion de Calco que se dice Talmanalco 1, donde fuimos bien recibidos y aposentados; y allí, porque está una buena fuerza, después que los de Calco fueron nuestros amigos, siempre tenian gente de guarnicion, porque es frontera de los de Culúa; y otro dia llegamos á Calco á las nueve del dia, que no nos detuvimos mas de hablar á los señores de allí, y decirles mi intencion, que era dar una vuelta en torno de las lagunas, porque creia que, acabada esta jornada, que importaba mucho, fallaria fechos los trece bergantines y aparejados para los echar al agua. Y como hobe hablado á los de Calco, partímonos aquel dia á vísperas, y llegamos á una poblacion suya, donde se juntaron con nosotros mas de cuarenta mil hombres de guerra nuestros amigos, y aquella noche dormimos allí. Y porque los naturales de la dicha poblacion me dijeron que los de Culúa me estaban esperando en el campo, mandé que al cuarto del alba toda la gente estuviese en pié y apercibida; y otro dia, en oyendo misa, comenzamos á caminar, y yo tomé la delantera con veinte de caballo, y en la rezaga quedaron diez, y así pasamos por entre unas sierras muy agras. E á las dos después de mediodía llegamos á un peñol muy alto y agro, y encima dél estaba mucha gente de mujeres y niños, y todas las laderas llenas de gente de guerra; y comenzaron luego á dar muy grandes alaridos, haciendo muchas ahumadas, tirándonos con hondas y sin ellas muchas piedras y flechas y varas; por manera que en legándonos cerca recibiamos mucho daño. Y aunque habiamos visto que en el campo no nos habian osado esperar, parecíame, aunque era otro nuestro camino, que era poquedad pasar adelante sin hacerles algun mal sabor; y porque no creyesen nuestros amigos que de cobardía lo dejábamos de hacer, comencé á dar una vista en torno del peñol, que habia casi una legua; y cierto era tan fuerte, que parecia locura querernos poner en ganárselo, é aunque les pudiera poner cerco y hacerles darse de pura necesidad, yo no me podia detener. Easí, estando en esta confusion, determiné de le subir el risco por tres partes, que yo habia visto, é mandé á Cristóbal Corral, alférez de sesenta hombres de pié, que yo traia siempre en mi compañía, que con su bandera acometiese y subiese por la parte mas agra, y que ciertos escopeteros y ballesteros le siguiesen. E á Juan Rodriguez de Villafuerte y á Francisco Verdugo, capitanes, que con su gente y con ciertos ballesteros y escopeteros subiesen por la otra parte. E á Pedro Dircio y Andrés de Monjaraz, capitanes, acometiesen por la otra parte con otros pocos ballesteros y escopeteros, y que en oyendo soltar una escopeta, todos determinasen subir y haber la victoria ó morir. E luego, en soltando la escopeta comenzaron á subir, y ganaron á los contrarios dos vueltas dei peñol, que no pudieron suHay Tlalmanalco, poco mas de legua de Chalco. НА.

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Y en siendo el dia claro ciertos capitanes y yo comenzamos á mirar el risco, el cual nos parecia casi tan fuerte como el otro; pero tenia dos padrastros mas altos que no él y no tan agros de subir, y en estos estaba mucha gente de guerra para los defender. E aquellos capitanes y yo, y otros hidalgos que allí estaban, tomamos nuestras rodelas y fuimos á pié hácia allá, porque los caballos los habian llevado á beber una legua de allí; no para mas de ver la fuerza del peñol y por donde se podria combatir; y la gente, como nos vieron ir, aunque no los habiamos dicho cosa alguna, siguiéronnos. Y como llegamos al pié del peñol, los que estaban en los padrastros dél creyeron que yo queria acometer por el medio, y desamparáronlos por socorrer á los suyos. Y como yo vi el desconcierto que habian hecho, y que tomados aquellos dos padrastros, se les podia hacer dellos mucho daño, sin hacer mucho bullicio mandé á un capitan que de presto subiese con su gente y tomase el un padrastro de aquellos mas agro, que habian desamparado; y así fué hecho. Y yo con la otra gente comencé á subir el cerro arriba, allí donde estaba la mas fuerza de la gente; y plugo á Dios que les gané una vuelta dél, y pusímosnos en una altura que casi igualaba con lo alto de donde ellos peleaban; lo

2 Cerca de Méjico hay dos cerros, que llaman el uno peñol de los Baños, porque los hay allí de agua mineral; y el otro mas distante, que llaman del Marqués, y no es este el de que habla aqui Cortés, y que por esto le diesen después el nombre del marqués del Valle, sino los cerros que están antes de Huaxtepec, Yautepec, Jiutepee y Xochitonec.

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cla gente de guerra de los enemigos. E como llegamos pareció que quisieron hacernos alguna señal de paz, ó por eltemor que tuvieron ó por nos engañar. Pero luego en continente sin mas acuerdo comenzaron á huir, desamparando su pueblo; y yo no curé de detenerme en él, y con los treinta de caballo dimos tras ellos bien dos leguas, hasta los encerrar en otro pueblo que se dice

Y en este pueblo hallamos la gente muy descuidada, porque llegamos primero que sus espías, y murieron algunos, y tomáronse muchas mujeres y muchachos, y todos los demás huyeron; y yo estuve dos dias en este pueblo, creyendo que el señor dél se viniera á dar por vasallo de vuestra majestad; y como nunca vino, cuando partí hice poner fuego al pueblo; y antes que dél saliese, vinieron ciertas personas del pueblo antes, que se dice Yactepeque, y rogáronme que les perdonase, y que ellos se querian dar por vasallos de vuestra majestad. Yo les recibí de buena voluntad, porque en ellos se habia hecho ya buen castigo.

cual parecia que era cosa imposible podelles ganar, á lo menos sin infinito peligro. E ya un capitan habia puesto su bandera en lo mas alto del cerro, é de allí comenzó á soltar escopetas y ballestas en los enemigos. Y como vieron el daño que recibian, y considerando el porvenir, hicieron señal que se querian dar, y pusieron las armas en el suelo. Y como mi motivo sea siempre dar á entender á esta gente que no les queremos ha- | Gilutepeque 5, donde alanceamos y matamos muchos. cer mal ni daño, por mas culpados que sean, especialmente queriendo ellos ser vasallos de vuestra majestad, y es gente de tanta capacidad 1, que todo lo entienden y conocen muy bien, mandé que no se les hiciese mas daño; y llegados á me hablar, los recibí bien. Y como vieron cuán bien con ellos se habia hecho, hiciéronlo saber á los del otro peñol; los cuales, aunque habian quedado con victoria, determinaron de se dar por vasallos de vuestra majestad, y viniéronme á pedir perdon por lo pasado. En esta poblacion de cabe el peñol estuve dos dias, y de allí envié á Tesáico los heridos, y yo me partí, y á las diez del dia llegamos á Guastepeque, de que arriba he hecho mencion, y en la casa de una huerta del señor de allí nos aposentamos todos ; la cual huerta es la mayor y mas hermosa y fresca que nunca se vió, porque tiene dos leguas de circúito 2, y por medio della va una muy gentil ribera de agua, y de trecho á trecho, cantidad de dos tiros de ballesta, hay aposentamientos y jardines muy frescos, y infinitos árboles de diversas frutas, y muchas yerbas y flores olorosas 3; que cierto es cosa de admiracion ver la gentileza y grandeza de toda esta huerta. E aquel dia reposamos en ella, donde los naturales nos hicieron el placer y servicio que pudieron. E otro dia nos partimos, y á las ocho horas del dia llegamos á una buena poblacion que se dice Yautepeque 4, en la cual estaban esperándonos mu

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3 Las frutas de América regularmente no se logran en España, á excepcion de las tunas, que llaman higos de Indias; y las de España todas prenden en la América, solo si se advierte menos sustancia.

Las particulares de América son piñas, chirimoyas, zapotes prietos y blancos, ahuacates, cocos, guanabanas, anonas, guayabas, plátanos, guineos, mameyes, pitayas, safatas, cuyas ramas arrojan leche; dátiles muy grandes, sapuches, carambullos, cumaros, bachatas, de cuyo árbol la raiz sirve para lavar como el jab on; papayas, texocotes, que tiene el mismo hueso que la acerola, pero es amarillo.

En Toluca hay un árbol muy singular que llaman manitas, porque cada hoja es una flor de figura casi perfecta de una mano de hombre.

Bálsamo blanco, bermejo, verde y negro: el puro, que los herbolarios llaman opobálsamo, es la lágrima que destila un árbol como el granado; el licor que se saca deste árbol hiriendo y sajando la corteza, hojas exprimidas y cocidas al fuego, se llama xilobálsamo está declarado por la sede apostólica que con el bálsamo de Indias se puede hacer la consagracion del santo Crisma; el mejor deste reino viene de Goatemala y Chiapa, y el blanco es muy apreciado, por mas perfecto.

De las plantas y yerbas, licores y cosas medicinales de Indias, trata largamente el doctor Francisco Hernandez, cuya obra se hizo de órden del Rey, pintando al natural todas las plantas, que pasan de mil y docientas, y se refiere que el coste de la obra pasó de sesenta mil ducados: la extractó el doctor Nardo Antonio, médico italiano, y es razon que los españoles hagan el debido aprecio della, cuando ha dado luz à los extranjeros.

4 Así se llama hoy, y es camino à la costa dei sur.

Aquel dia que partí, á las nueve del dia llegué á vista de un pueblo muy fuerte, que se llama Coadnabaced 6, y dentro dél habia mucha gente de guerra; y era tan fuerte el pueblo y cercado de tantos cerros y barrancas, que algunas habia de diez estados de hondura; y no podia entrar ninguna gente de caballo, salvo por dos partes, y estas entonces no las sabiamos, y aun para entrar por aquellas habiamos de rodear mas de legua y media; tambien se podia entrar por puentes de madera ; pero teníanlas alzadas, y estaban tan fuertes y tanásu salvo, que aunque fuéramos diez veces mas, no nos tuvieran en nada; y llegándonos bácia ellos, tirábannos á su placer muchas varas y flechas y piedras; y estando así muy revueltos con nosotros, un indio de Tascaltecal pasó de tal manera, que no le vieron, por un paso muy peligroso. E como los enemigos le vieron así de súpito, creyeron que los españoles les entraban por allí; y así, ciegos y espantados, comienzan á ponerse en huida, el indio tras dellos; y tres ó cuatro mancebos criados mios y otros dos de una capitanía, como vieron pasar al indio, siguiéronle y pasaron de la otra parte, y yo con los de caballo comencé á guiar hácia la sierra para buscar entrada al pueblo, y los indios nuestros enemigos no hacian sino tirarnos varas y flechas; porque entre ellos y nosotros no habia mas de una barranca como cava 7; y como estaban embebecidos en pelear con nosotros, y estos no habian visto los cinco españoles, llegan de improviso por las espaldas y comienzan á darles de cuchilladas; y como los tomaron de tan sobresalto y sin pensamiento, que por las espaldas se les podia hacer ninguna ofensa, porque ellos no sabian que los suyos habian desamparado el paso por donde los españoles y el indio habian pasado, estaban espantados y no osaban pelear, y los españoles mataban en

5 Xilotepec; este y los pueblos de arriba están antes de Cuernabaca, pero pudo haber equivocacion en el nombre por poner Xiuxtepec ó Xuchitepec.

6 Cuernabaca, antes Quaunabuac, es amenísimo, muy fuerte, y hoy se conservan las casas de Cortés à modo de fortaleza, con otras memorias de la conquista.

7 Esta barranca permanece, y se observa hoy todo lo que dice Cortés.

ellos; y desque cayeron en la burla comenzaron á huir. Y ya nuestra gente de pié estaba dentro en el pueblo y le comenzaban á quemar, y los enemigos todos á le desamparar; y así huyendo se acogieron á la sierra, aunque murieron muchos dellos, y los de caballo siguieron y mataron muchos. E después que hallamos por dónde entrar al pueblo, que seria mediodía, aposentámonos en las casas de una huerta, porque lo hallamos ya casi todo quemado. E ya bien tarde el señor y algunos otros principales, viendo que en cosa tan fuerte como su pueblo no se habian podido defender, temiendo que allá en la sierra los habiamos de ir á matar, acordaron de se venir á ofrecer por vasallos de vuestra majestad, y yo los recibí por tales, y prometiéronme de abí adelante ser siempre nuestros amigos. Estos indios y los otros que venian á se dar por vasallos de vuestra majestad, después de los haber quemado y destruido sus casas y haciendas, nos dijeron que la causa por que venian tarde á nuestra amistad era porque pensaban que satisfacian sus culpas en consentir primero hacerles daño, creyendo que hecho no terniamos después tanto enojo dellos.

Aquella noche dormimos en aquel pueblo, y por la mañana seguimos nuestro camino por una tierra de pinales, despoblada y sin ninguna agua, la cual y un puerto pasamos con grandísimo trabajo y sin beber; tanto, que muchos de los indios que iban con nosotros perecieron de sed; é á siete leguas de aquel pueblo en unas estancias paramos aquella noche. Y en amaneciendo tomamos nuestro camino 1 y llegamos á vista de una gran ciudad que se dice Suchimilco, que está edificada en la laguna dulce, é como los naturales della estaban avisados de nuestra venida, tenian hechas muchas albarradas y acequias, y alzadas las puentes de todas las entradas de la ciudad, la cual está de Temixtitan tres ó cuatro leguas, y estaba dentro mucha y muy lucida gente y muy determinados de se defender ó morir. E llegados, y recogida toda la gente y puesta en mucha órden y concierto, yo me apeé de mi caballo y seguí con ciertos peones hácia una albarrada que tenian hecha, y detrás estaba infinita gente de guerra; é como comenzamos á combatir el albarrada, y los ballesteros y escopeteros les hacian daño, desamparáronla, y los españoles se echaron al agua y pasaron adelante por donde hallaron tierra firme. Y en media hora que peleamos con ellos les ganamos la principal parte de la ciudad; é retraidos los contrarios por las calles del agua y en sus canoas, pelearon hasta la noche. E unos movian paces, y otros por eso no dejaban de pelear; y moviéronlas tantas veces sin ponerlo por obra, que caimos en la cuenta, porque ellos lo hacian para dos efectos, el uno para alzar sus haciendas en tanto que nos detenian con la paz; el otro por dilatar tiempo en tanto que les venia socorro de Méjico y Temixtitan. E este dia nos mataron dos españoles, porque se desmandaron de los otros á robar, y viéronse con tanta necesidad, que nunca pudieron ser socorridos. E en la tarde pensaron los enemigos cómo nos podrian atajar de ma

Desde Cuernabaca volvieron hácia Méjico, y pararon en Xochimilco, que está junto à la laguna de Chalco, y hoy hay muchas familias de indios que por agua y tierra comercian en Méjico.

nera que no pudiésemos salir de su ciudad con las vidas. E juntos mucha copia dellos, determinaron de venir por la parte que nosotros habiamos entrado; y como los vimos venir tan súpito, espantámonos de ver su ardiz y presteza, y seis de caballo y yo, que estábamos mas á punto que los otros, arremetimos por medio dellos. E ellos, de temor de los caballos, pusiéronse en huida; y así, salimos de la ciudad tras ellos, matando muchos, aunque nos vimos en harto aprieto; porque, como eran tan valientes hombres, muchos dellos osaban esperar á los de caballo con sus espadas y rodelas. E como andábamos revueltos con ellos y habia muy gran priesa, el caballo en que yo iba se dejó caer de cansado; y como algunos de los contrarios me vieron á pié, revolvieron sobre mí, é yo con la lanza comencéme á defender dellos; y un indio de los de Tascaltecal, como me vió en necesidad, llegóse á me ayudar, y él y un mozo mio que luego llegó levantamos el caballo. E ya en esto llegaron los españoles, y los enemigos desampararon todo el campo; y yo con los otros de caballo, que entonces habian llegado, como estábamos muy cansados, nos volvimos á la ciudad. E aunque era ya casi noche y razon de reposar, mandé que todas las puentes alzadas por do iba el agua se cegasen con piedra y adobes que habia allí, porque los de caballo pudiesen entrar y salir sin estorbo ninguno en la ciudad; y no me partí de allí fasta que todos aquellos pasos malos quedaron muy bien aderezados, y con mucho aviso y recaudo de velas pasamos aquella noche.

Otro dia, como todos los naturales de la provincia de Méjico y Temixtitan sabian ya que estábamos en Suchimilco, acordaron de venir con gran poder por el agua y por la tierra á nos cercar, porque creian que no podiamos ya escapar de sus manos, y yo me subí á una torre2 de sus ídolos para ver cómo venia la gente y por dónde nos podian acometer, para proveer en ello lo que nos conviniese. E ya que en todo habia dado órden, llegamos por el agua á una muy grande flota de canoas, que creo que pasaban de dos mil, y en ellas venian mas de doce mil hombres de guerra, é por la tierra llega tanta multitud de gente, que todos los campos cubrian. E los capitanes dellos, que venian delante, traian sus espadas de las nuestras en las manos, y apellidando sus provincias, decian: « Méjico, Méjico, Temixtitan, Temixtitan; » y decíannos muchas injurias, y amenazándonos que nos habian de matar con aquellas espadas, que nos habian tomado la otra vez en la ciudad de Temixtitan. E como ya habia proveido adonde habia de acudir cada capitan, y porque hácia la Tierra-Firme habia mucha copia de enemigos, salí á ellos con veinte de caballo y con quinientos indios de Tascaltecal, y repartímonos en tres partes, y mandéles que desde que hobiesen rompido, que se recogiesen al pié de un cerro que estaba media legua de allí, porque tambien habia alli mucha gente de los enemigos. Ecomo nos dividimos, cada escuadron siguió á los enemigos por su cabo; y después de desbaratados y alanceados y muertos muchos, recogímonos al pié del cerro, é yo mandé á ciertos peones criados mios, que me habian servido y eran bien

Los ídolos y adoratorios los tenian en lugares elevados.

sueltos, que por lo mas agro del cerro trabajasen de lo subir. E que yo con los de caballo rodearia por detrás, que era mas llano, y los tomariamos en medio; y así fué, que como los enemigos vieron que los españoles les subian por el cerro, volvieron las espaldas, creyendo que huian á su salvo, y topan con nosotros, que seriamos quince de caballo, y comenzamos á dar en ellos, y los de Tascaltecal asimismo. Por manera que en poco espacio murieron mas de quinientos de los enemigos, y todos los otros se salvaron y huyéronse á las sierras. Y los otros seis de caballo acertaron á ir por un camino muy ancho y llano alanceando á los enemigos, y á media legua de Suchimilco dan sobre un escuadron de gente muy lucida, que venia en su socorro, y desbaratáronlos y alancearon algunos; é ya que nos hobimos juntado todos los de caballo, que serian las diez del dia, volvimos á Suchimilco, y á la entrada hallé muchos españoles que deseaban mucho nuestra venida y saber lo que nos habia sucedido, y contáronme cómo se habian visto en mucho aprieto, y habian trabajado todo lo posible por echar fuera los enemigos, de los cuales habian muerto mucha cantidad. E diéronme dos espadas de las nuestras, que les habian tomado, y dijéronme cómo los ballesteros no tenian saetas ni almacen alguno. Y estando en esto, antes que nos apeásemos asomaron por una calzada muy ancha un gran escuadron de los enemigos con muy grandes alaridos. E de presto arremetimos á ellos, y como de la una parte y de la otra de la calzada era todo agua, lanzáronse en ella; y así los desbaratamos; y recogida la gente, volvimos á la ciudad bien cansados, y mandéla quemar toda, excepto aquello donde estábamos aposentados. Y así estuvimos en esta ciudad tres dias, que en ninguno dellos dejamos de pelear; y al cabo, dejándola toda quemada y asolada, nos partimos, y cierto era mucho para ver, porque tenia muchas casas y torres de sus ídolos de cal y canto; y por no me alargar, dejo de particularizar otras cosas bien notables desta ciudad.

El dia que me parti, me salí fuera á una plaza que está en la Tierra-Firme junto á esta ciudad, que es donde los naturales hacen sus mercados; y estaba dando órden cómo diez de caballo fuesen en la delantera, y otros diez en medio de la gente de pié, y yo con otros diez en la rezaga. E los de Suchimilco, como vieron que nos comenzábamos á ir, creyendo que de temor suyo era, llegan por nuestras espaldas con mucha grita, y los diez de caballo y yo volvimos á ellos, y seguimoslos hasta meterlos en el agua; en tal manera, que no curaron mas de nosotros; y así, nos volvimos nuestro camino. E á las diez del dia llegamos á la ciudad de Cuyoacan, que está de Suchimilco dos leguas, y de las ciudades de Temixtitan 1, y Culuacan, y Uchilubuzco, y Iztapalapa, y Cuitaguaca y Mizqueque, que todas estan en el agua, la mas lejos destas está una legua y media; y hallámosla despoblada, y aposentámonos en la casa del señor, y aquí estuvimos el dia que llegamos y otro. E porque en siendo acabados los bergantines habia de poner cerco á Temixtitan, quise primero ver la disposi

Méjico, Culhuacan, Churubusco, que antes se llamaba Ocholopozco, Iztapalapa, Thlahuac, antes Cilitahuac, y Mizquic, todas están en la laguna de Chalco.

cion desta ciudad y las entradas y salidas, y por dónde los españoles podian ofender ó ser ofendidos. E otro dia que llegué, tomé cinco de caballo y docientos peones, y fuíme hasta la laguna, que estaba muy cerca, por una calzada 2 que entra á la ciudad de Temixtitan, y vimos tanto número de canoas por el agua, y en ellas gente de guerra, que era infinito; y llegamos á una albarrada que tenian hecha en la calzada, y los peones comenzaronla á combatir; y aunque fué muy recia y hubo mucha resistencia y hirieron diez españoles, al fin se la ganaron, y mataron muchos de los enemigos, aunque los ballesteros y escopeteros quedaron sin pólvora y sin saetas. E dende allí vimos cómo iba la calzada derecha por el agua, fasta dar en Temixtitan bien legua y media, y ella y la otra 3 que va á dar á Iztapalapa llenas de gente sin cuento; y como yo hube considerado bien lo que convenia verse, porque aquí en esta ciudad habia de estar una guarnicion de gente de pié y de caballo, hice recoger los nuestros; y así, nos volvimos, quemando las casas y torres de sus ídolos. Y otro dia nos partimos desta ciudad á la de Tacuba, que está dos leguas, y llegamos á las nueve del dia, alanceando por unas partes y por otras, porque los enemigos salian de la laguna por dar en los indios que nos traian el fardaje, y hallábanse burlados; y así, nos dejaron ir en paz. Y porque, como he dicho, mi intencion principal habia sido procurar de dar vuelta á todas las lagunas, por calar y saber mejor la tierra, y tambien por socorrer aquellos nuestros amigos, no curé de pararme en Tacuba. Y como los de Temixtitan, que está allí muy cerca, que casi se extiende la ciudad tanto, que llega cerca de la tierra firme de Tacuba, como vieron que pasábamos adelante, cobraron mucho esfuerzo, y con gran denuedo acometieron á dar en medio de nuestro fardaje; y como los de caballo veniamos bien repartidos, y todo por allí era llano, aprovechábamonos bien de los contrarios, sin recibir los nuestros ningun peligro; y como corriamos á unas partes y á otras, y como unos mancebos, criados mios, me seguian algunas veces, aquella vez dos dellos no lo hicieron, y halláronse en parte donde los enemigos los llevaron, donde creemos que les darian muy cruel muerte, como acostumbran; de que sabe Dios el sentimiento que hube, así por ser cristianos, como porque eran valientes hombres, y le habian servido muy bien en esta guerra á vuestra majestad. Y salidos desta ciudad, comenzamos á seguir nuestro camino por entre otras poblaciones cerca de allí, y alcanzamos á la gente; y allí supe entonces cómo los indios habian llevado aquellos mancebos, y por vengar su muerte, y porque los enemigos nos seguian con el mayor orgullo del mundo, yo con veinte de caballo me puse detrás de unas casas en celada; y como los indios vian á los otros diez con toda la gente y fardaje ir adelante, no hacian sino seguirlos por un camino adelante, que era muy ancho y muy llano; no se temiendo de cosa ninguna. Y como vimos pasar ya algunos, yo apellidé en nombre del apóstol Santiago, y dimos en ellos muy reciamente. Y antes que se nos metiesen en las acequias que

2 Esta calzada es la que hoy llaman de la Piedad.

5 La otra calzada que va à Iztapalapa es la que llaman hoy do San Anton.

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