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segun le place que sea la ventura del dueño de los indios y gente que en este ejercicio se ocupan; y hase de notar que para un par de indios que laven son menester dos personas que sirvan de tierra á cada uno de ellos, y dos otros que escopeten y rompan y caven, y hinchan las dichas bateas de servicio, porque así se llaman, de servicio, las bateas en que se lleva la tierra hasta los lavadores; y sin esto, es menester que haya otra gente en la estancia donde los indios habitan y van á reposar la noche, la cual gente labre pan y haga los otros mantenimientos con que los unos y los otros se han de sostener. De manera que una batea es, á lo menos en todo lo que es dicho, cinco personas ordinariamente. La otra manera de labrar mina en rio ó arroyo de agua se hace de otra manera, y es que echando el agua de su curso en medio de la madre, después que está en seco y la han xamurado (que en lengua de los que son mineros quiere decir agotado, porque xamurar es agotar) hallan oro entre las peñas y hoquedades y resquicios de las peñas y en aquello que estaba en la canal de la dicha madre del agua y por donde su curso natural hacia ; y á las veces, cuando una madre de estas es buena y acierta, se halla mucha cantidad de oro en ella. Porque ha de tener vuestra majestad por máxima, y así parece por el efecto, que todo el oro nasce en las cumbres y mas alto de los montes, y que las aguas de las lluvias poco á poco con el tiempo lo trae y abaja á los rios y quebradas de arroyos que nacen de las sierras, no obstante que muchas veces se halla en llanos que están desviados de los montes; y cuando esto acaece, mucha cantidad se halla por todo aquello, pero por la mayor parte y mas continuadamente se halla en las haldas de los cerros y en los rios mismos y quebradas; así que de una de estas dos maneras se saca el oro.

Para consecuencia del nascer el oro en lo alto y bajarse á lo bajo se ve un indicio grande que lo hace creer, y es aqueste. El carbon nunca se pudresce debajo de tierra cuando es de madera recia, y acaesce que labrando la tierra en la halda del cerro ó en el comedio ó otra parte de él, y rompiendo una mina en tierra vírgen, y habiendo ahondado uno, y dos, y tres estados, ó mas, se hallan allá debajo en el peso que hallan el'oro, y antes que le topen tambien ; pero en tierra que se juzga por vírgen y lo está, así para se romper y cavar algunos carbones de leña, los cuales no pudieron allí entrar, segun natura, sino en el tiempo que la superficie de la tierra era en el peso que los dichos carbones hallan, y derribándolos el agua de lo alto, quedaron allí; y como después llovió otras inumerables veces, como es de creer, cayó de lo alto mas y mas tierra, hasta tanto que por discurso de años fué cresciendo la tierra sobre los carbones aquellos estados ó cantidad que hay al presente, que se labran las minas desde la superficie hasta donde se topan con los dichos carbones.

Digo mas, que cuanto mas ha corrido el oro desde su nacimiento hasta donde se halló, tanto mas está liso y purificado y de mejor quilate y subido, y cuanto mas cerca está de la mina ó vena donde nasció, tanto mas crespo y áspero le hallan y de menos quilates, y tanto mas parte de él se menoscaba ó mengua al tiempo del fundirlo y mas agro está. Algunas veces se hallan gra

nos grandes y de mucho peso sobre la tierra, y á veces debajo de ella.

El mayor de todos los que hasta hoy en aquestas Indias se ha visto fué el que se perdió en la mar, cerca de la isla de la Beata, que pesaba tres mil docientos castellanos, que son una arroba y siete libras, ó treinta y dos libras de diez y seis onzas, que son sesenta y cuatro marcos de oro; pero otros muchos se han hallado, aunque no de tanto peso.

Yo vi el año de 1515 ea poder del tesorero de vuestra majestad, Miguel de Pasamonte, dos granos, que el uno pesaba siete libras, que son catorce marcos, y el otro de diez marcos, que son cinco libras, y de muy buen oro de veinte y dos quilates ó mas.

Y pues aquí se trata del oro, parésceme que antes de pasar adelante y que se hable en otra cosa, se diga cómo los indios saben muy bien dorar las piezas de cobre ó de oro muy bajo; lo cual ellos hacen, y les dan tan excelente color y tan subida, que parece que toda la pieza que así doran es de tan buen oro como si toviese veinte y dos quilates ó mas. La cual color ellos le dan con ciertas yerbas, y tal, que cualquiera platero de los de España ó Italia, ó donde mas expertos los hay, se teruia el que así lo supiese hacer, por muy rico con este secreto ó manera de dorar. Y pues de las minas se ha dicho asaz por menudo la verdad, y particular manera que se tiene en sacar el oro, en lo que toca al cobre, digo que en muchas partes de las dichas islas y tierrafirme de estas Indias, se ha hallado, y cada dia lo hallan, en gran cantidad y muy rico; pero no se curan hasta agora de ello, ni lo sacan, puesto que en otras partes seria muy grande tesoro la utilidad y provecho que del cobre se podria haber; pero como hay oro, lo mas priva á lo menos, y no se curan de esotro metal. Plata, y muy buena y mucha, se halla en la Nueva-España; pero, como al principio de este reportorio dije, yo no hablo en cosa alguna de aquella provincia al presente; pero todo está puesto y escrito por mí en la General historia de las Indias.

CAPITULO LXXXIII.

De los pescados y pesquerías.

En Tierra-Firme los pescados que hay, y yo he visto, son muchos y muy diferentes; y pues de todos no será posible decirse aquí, diré de algunos; y primeramente digo que hay unas sardinas anchas y las colas bermejas, excelente pescado y de los mejores que allá hay. Moxarras, diahacas, jureles, dahaos, rajas, salmonados; todos estos, y otros muchos cuyos nombres no tengo en memoria, se toman en los rios en grandísima abundancia, y asimismo camarones muy buenos; pero en la mar asimismo se toman algunos de los de suso nombrados, y palometas, y acedias, y pargos, y lizas, y pulpos, y doradas, y sábalos muy grandes, y langostas, y xaibas, y ostias, y tortugas grandísimas, y muy grandes tiburones, y manatíes, y morenas, y otros muchos pescados, y de tanta diversidad y cantidad de ellos, que no se podria expresar sin mucha escritura y tiempo para lo escrebir; pero solamente especificaré aquí, y diré algo mas largo, lo que toca á tres pescados que de suso se nombraron, que son: tortuga, tiburon y el

manatí. E comenzando del primero, digo que en la isla de Cuba se hallan tan grandes tortugas, que diez y quince hombres son necesarios para sacar del agua una de ellas; esto he oido yo decir en la misma isla á tantas personas de crédito, que lo tengo por mucha verdad; pero lo que yo puedo testificar de vista de las que en Tierra-Firme se matan, yo la he visto en la villa de Acla, que seis hombres tenian bien qué llevar en una, y comunmente las menores es harta carga una de ellas para dos hombres; y aquella que he dicho que villevar á seis, tenia la concha de ella por la mitad del lomo, siete palmos de vara de luengo, y mas de cinco en ancho ó por el través de ella. Tómanlas de esta manera: á veces acaesce que caen en las grandes redes barrederas algunas tortugas, pero de la manera que se toman en cantidad es cuando las tortugas se salen de la mar á desovar ó á pascer fuera por las playas; y así como los cristianos ó los indios topan el rastro de ellas en el arena, van por él; y en topándola, ella echa á huir para el agua; pero como es pesada, alcánzanla luego con poca fatiga, y pónenles un palo entre los brazos, debajo, y trastórnanlas de espaldas así como van corriendo, y la tortuga se queda así, que no se puede tornar á enderezar; y dejada así, si hay otro rastro de otra ó otras, van á hacer lo mismo, y de esta forma toman muchas donde salen, como es dicho. Es muy excelente pescado y de muy buen sabor y sano.

El segundo pescado de los tres que de suso se dijo, se llama tiburon; este es grande pescado y muy suelto en el agua, y muy carnicero, y tómanse muchos de ellos, así caminando las naves á la vela por el mar Océano, como surgidas y de otras maneras, en especial los pequeños; pero los mayores se toman navegando los navíos, en esta forma: que como el tiburon ve las naos, las sigue y se va tras ellas, comiendo la basura y inmundicias que de la nao se echan fuera, y por cargada de velas que vaya la nao, y por próspero tiempo que lleve, cual ella lo debe desear, le va siempre el tiburon á la par, y le da en torno muchas vueltas, y acaesce seguir á la nao ciento y cincuenta leguas, y mas; y así, podria todo lo que quisiese; y cuando lo quieren matar, echan por popa de la nao un anzuelo de cadena tan grueso como el dedo pulgar, y tan luengo como tres palmos, encorvado, como suelen estar los anzuelos, y las orejas de él á proporcion de la groseza, y al cabo del asta del dicho anzuelo, cuatro ó cinco eslabones de hierro gruesos, y del último atado un cabo de una cuerda, grueso como dos veces ó tres el dicho anzuelo, y ponen en él una pieza de pescado ó tocino, ó carne cualquiera, ó parte del asadura de otro tiburon si le han muerto porque en un dia yo he visto tomar nueve, y si se quisieran tomar mas, tambien se pudie- | ra hacer; y el dicho tiburon, por mucho que la nao corra, la sigue, como es dicho, y trágase todo el dicho anzuelo, y de la sacudida de la fuerza de él mismo, y con la furia que va la nao, así como traga el cebo y se quiere desviar, luego el anzuelo se atraviesa, y le pasa y sale por una quijada la punta de él, y prendido, son algunos de ellos tan grandes, que doce, y quince hombres, ó mas, son necesarios para lo guindar y subir en el navío, y metido en él, un marinero le da con el cotillo

de una hacha en la cabeza grandes golpes, y lo acaba de matar; son tan grandes, que algunos pasan de diez, y doce piés, y mas, y en la groseza, por lo mas ancho tiene cinco, y seis, y siete palmos, y tienen muy gran boca, á proporcion del cuerpo, y en ella dos órdenes de dientes en torno, la una distinta de la otra algo, y muy espesos y fieros los dientes; y muerto, hácenlo lonjas delgadas, y pónenlas á enjugar dos ó tres ó mas dias, colgadas por las jarcias del navío al aire, y después se las comen. Es buen pescado, y gran bastimento para muchos dias en la nao, por su grandeza; pero los mejores son los pequeños, y mas sanos y tiernos; es pescado de cuero, como los cazones y tollos; los cuales, y el dicho tiburon, paren otros sus semejantes, vivos; y esto digo porque el Plinio ninguno de aquestos tres puso en el número de los pescados que dice en su Historia natural que paren. Estos tiburones salen de la mar, y súbense por los ríos, y en ellos no son menos peligrosos que los lagartos grandes de que atrás se dijo largamente; porque tambien los tiburones se comen los hombres y las vacas y yeguas, y son muy peligrosos en los vados ó partes de los rios donde una vez se ceban. Otros pescados, muchos, y muy grandes y pequeños, y de muchas suertes, se toman desde los navíos corriendo á la vela, de lo cual diré tras el manatí, que es el tercero de los tres que dije de suso que expresaria.

El manatí es un pescado de mar, de los grandes, y mucho mayor que el tiburon en groseza y de luengo, y feo mucho, que paresce una de aquellas odrinas grandes en que se lleva mosto en Medina del Campo y Arévalo; y la cabeza de este pescado es como de una vaca,

lleva

los ojos por semejante, y tiene unos tocones gruesos en lugar de brazos, con que nada, y es animal muy mansueto, y sale hasta la orilla del agua, y si desde ella puede alcanzar algunas yerbas que estén en la costa en tierra, páscelas; mátanios los ballesteros, y asimismo á otros muchos y muy buenos pescados, con la ballesta, desde una barca ó canoa, porque andan someros de la superficie del agua; y como lo ven, dánle una saetada con un arpon, y el tiro ó arpon con que le dan, una cuerda delgada ó trailla de hilo muy sotil y recio, alquitranado; y vase huyendo, y en tanto el ballestero da cordel, y echa muchas brazas de él fuera, y en el fin del hilo un corcho ó palo, y desque ha andado bañando la mar de sangre, y está cansado, y vecino á la fin de la vida, llégase él mismo hacia la playa ó costa, y el ballestero va cogiendo su cuerda, y desque le quedan siete ó diez brazas, ó poco mas ó menos, tira del cordel bácia tierra, y el manatí se allega hasta tanto que toca en tierra, y las ondas del agua le ayudan á encallarse mas, y entonces el dicho ballestero y los que le ayudan acábanle de echar en tierra; y para lo llevar á la cibdad ó adonde lo han de pesar, es menester una carreta y un par de bueyes, y á las veces dos pares, segun son grandes estos pescados. Asimismo, sin que se llegue á la tierra, lo meten en la canoa, porque como se acaba de morir, se sube sobre el agua: creo que es uno de los mejores pescados del mundo en sabor, y el que mas paresce carne; y en tanta manera en la vista es próximo á la vaca, que quien no le hobiere visto entero, mirando una pieza de él cortada, no se sabrá de

terminar si es vaca ó ternera, y de hecho lo ternán por carne, y se engañarán en esto todos los hombres del mundo; y asimismo el sabor es de muy excelente ternera propriamente, y la cecina de él muy especial, y se tiene mucho; ninguna igualdad tiene, ni es tal, con gran parte, el sollo de estas partes.

Estos manatíes tienen una cierta piedra ó hueso en la cabeza, entre los sesos ó meollo, la cual es muy útil para el mal de la ijada, y muélenla después de haberla muy bien quemado, y aquel polvo molido tómase cuando el dolor se siente, por la mañana en ayunas, tanta parte como se podrá coger con una blanca de á maravedí, en un trago de muy buen vino blanco; y bebiéndolo así tres ó cuatro mañanas, quítase el dolor, segun algunos que lo han probado me han dicho; y como testigo de vista, digo que he visto buscar esta piedra con gran diligencia á muchos para el efecto que he dicho.

Otros pescados hay cuasi tan grandes como los manatíes, que se llaman pexe vihuela, que traen en la parte alta ó hocico una espada, que por ambos lados está llena de dientes muy fieros, y es esta espada de una cosa propria suya, durísima y muy recia, y de cuatro y cinco palmos de luengo, y así á proporcion de la longüeza, es la anchura; y hay estos pescados desde tamaños como una sardina ó menos, hasta que dos pares de bueyes tienen harta carga en uno de ellos en una carreta.

Mas, pues me ofrecí de suso de decir de otros pescados que se matan asimismo por la mar navegando los navíos, no se olviden las toñinas, que son grandes y buenos pescados, las cuales se matan con fisgas y arpones arrojados cuando ellas pasan cerca de los navíos; y asimismo de la misma manera matan muchas doradas, que es un pescado de los buenos que hay en la mar. Noté en aquel grande mar Océano una cosa, que afirmarán todos los que á las Indias han ido; y es, que así como en la tierra hay provincias fértiles y otras estériles, de la misma manera en la mar acaesce, que algunas veces corren los navíos cincuenta, y ciento, y doscientas, y mas leguas, sin poder tomar un pescado ó verle, y en otras partes de aquel mar Océano se ve la mar hirviendo de pescados, y se matan muchos de ellos.

Quédame de decir de una volatería de pescados, que es cosa de oir, y es así: cuando los navíos van en aquel grande mar Océano siguiendo su camino, levántanse de una parte y otra muchas manadas de unos pescados, como sardinas el mayor, y de aquesta grandeza para abajo, disminuyendo hasta ser muy pequeños algunos de ellos, que se llaman pexes voladores, y levántanse á manadas en bandas ó lechigadas, y en tanta muchedumbre, que es cosa de admiracion, y á veces se levantan pocos; y como acaesce, de un vuelo van á caer cient pasos, y á veces algo mas y menos, y algunas veces caen dentro de los navíos. Yo me acuerdo que una noche, estando la gente toda del navío cantando la Salve, hincados de rodillas en la mas alta cubierta de la nao, en la popa, atravesó cierta banda de estos pescados voladores, y íbamos con mucho tiempo corriendo, y quedaron muchos de ellos por la nao, y dos ó tres cayeron á par de mí, que yo tove en las manos vivos, y los pude muy bien

ver, y eran luengos del tamaño de sardinas, y de aquella groseza, y de las quijadas les salian sendas cosas, como aquellas con que nadan los pescados acá en los rios, tan luengas como era todo el pescado, y estas son sus alas; y en tanto que estas tardan de se enjugar con el aire cuando saltan del agua á hacer aquel vuelo, tanto se puede sostener en el aire; pero aquellas enjutas, que es á lo mas en el espacio ó trecho que es dicho, caen en el agua, y tórnanse á levantar y hacer lo mismo, ó se quedan y lo dejan ; pero en el año de 1515 años, cuando la primera vez yo vine á informar á vuestra majestad de las cosas de Indias, y fuí en Flándes, luego el año siguiente, al tiempo de su bienaventurada subcesion en estos sus reinos de Castilla y Aragon, en aquel camino corriendo yo con la nao, cerca de la isla Bermuda que por otro nombre se llama la Garza, y es la mas léjos isla de todas las que hoy se saben en el mundo, que mas léjos está de otra ninguna isla ó tierra-firme, y llegué de ella hasta estar en ocho brazas de agua, y á tiro de lombarda de ella ; y determinado de hacer saltar en tierra alguna gente á saber lo que hay allí, y aun para hacer dejar en aquella isla algunos puercos vivos de los que yo traia en la nao para el camino, porque se multiplicasen allí; pero el tiempo saltó luego al contrario, y hizo que no pudiésemos tomar la dicha isla, la cual puede ser de longitud doce leguas, y de latitud seis, y terná hasta treinta leguas de circúito, y está en treinta y tres grados de la banda de Santo Domingo, hácia la parte de septentrion; y estando por allí cerca, vi un contraste de estos pexes voladores y de las doradas y de las gaviotas, que en verdad me paresce que era la cosa de mayor placer que en mar se podia ver de semejantes cosas. Las doradas iban sobreaguadas, y á veces mostrando los lomos, y levantaban estos pescadillos voladores, á los cuales seguian por los comer, lo cual huian con el vuelo suyo, y las doradas proseguian corriendo tras ellos á do caian; por otra parte, las gaviotas ó gavinas en el aire tomaban muchos de los pexes voladores; de manera que ni arriba ni abajo no tenian seguridad; y este mismo peligro tienen los hombres en las cosas de esta vida mortal, que ningun seguro hay para el alto ni bajo estado de la tierra; y esto solo debria bastar para que los hombres se acuerden de aquella segura folganza que tiene Dios aparejada para quien le ama, y quitar los pensamientos del mundo, en que tan aparejados están los peligros, y los poner en la vida eterna, en que está la perpetua seguridad.

Tornando á mi historia, estas aves eran de la isla Bermuda que he dicho, y cerca de ella vi esta volatería extraña, porque aquestas aves no se apartan mucho de tierra, ni podian ser de otra tierra alguna.

CAPITULO LXXXIV.

De la pesquería de las perlas.

Pues que se ha dicho de algunas cosas que no son de tanta estimacion ó prescio como las perlas, juste me parece que diga la manera de cómo se pescan, y es así: en la costa del norte, en Cubagua y Cumaná, que es donde aquesto mas se ejercita, segun plenariamente yo fuí informado de indios y cristianos, dicen que salen de aquella isla de Cubagua muchos indios, que allí

están en cuadrillas de señores particulares, vecinos de Santo Domingo y San Juan, y en una canoa ó barca vanse por la mañana cuatro ó cinco ó seis, ó mas, y donde les parece ó saben ya que es la cantidad de las perlas, allí se paran en el agua, y échanse para abajo á nado los dichos indios, hasta que llegan al suelo, y queda en la barca uno, la cual tiene queda todo lo que él puede, atendiendo que salgan los que han entrado debajo del agua, y después que gran espacio ha estado el indio así debajo, sale fuera encima del agua, y nadando se recoge á su barca, y presenta y pone en ella las ostias que saca, porque en ostias se hallan las dichas perlas, y descansa un poco, y come algun bocado, y después torna á entrar en el agua y está allá lo que puede, y torna á salir con las ostias que ha tornado á hallar, y hace lo que primero, y de esta manera todos los demás que son nadadores para este ejercicio, hacen lo mismo; y cuando viene la noche, y les paresce tiempo de descansar, vanse á la isla á su casa, y entregan las dichas ostias al mayordomo de su señor, que de los dichos indios tiene cargo; y aquel háceles dar de cenar, y pone en cobro las dichas ostias; y cuando tiene copia, hace que las abran, y en cada una hallan las perlas ó aljófar, dos, y tres, y cuatro, y cinco, y seis, y muchos mas granos, segun natura allí los puso, y guárdanse las perlas y aljófar que en las dichas ostias se hallan, y cómense las ostias si quieren, ó échanlas á mal, porque hay tantas, que aborrecen, y todo lo que sobra de semejantes pescados enoja, cuanto mas que ellas son muy duras, y no tan buenas para comer como las de España. Esta isla de Cubagua, donde aquesta pesquería está, es en la costa del norte, y no es mayor de lo que es Gelanda, pero es tamaña. Algunas veces que la mar anda mas alta de lo que los pescadores y ministros de esta pesquería de perlas querrian, y tambien. porque naturalmente cuando un hombre está en mucha hondura debajo del agua (como lo he yo muy bien probado), los piés se levantan para arriba, y con dificultad pueden estar en tierra debajo del agua luengo espacio en esto proveen los indios, con echarse sobre los lomos dos piedras, una al un costado, y otra al otro, asidas de una cuerda, y él en medio, y déjase ir para abajo, y como las piedras son pesadas, hácenle estar debajo en el suelo quedo, pero cuando le paresce y quiere subirse, fácilmente puede desechar las piedras y salirse; pero no es aquesto que está dicho lo que puede maravillar de la habilidad que los indios tienen para este ejercicio, sino que muchos de ellos se están debajo del agua una hora, y algunos mas tiempo, y menos, segun que cada uno es apto y suficiente para esta hacienda. Otra cosa grande me ocurre, y es, que preguntando yo muchas veces á algunos señores de los indios que andan en esta pesquería, si se acaban las pesquerías de estas perlas, pues que es pequeño el sitio donde se toman, todos me respondieron que se acababan en una parte y se iban á pescar á otra, al otro costado ó viento contrario, y que después que tambien acullá se acababan, se tornan al primero lugar ó á alguna de aquellas partes donde primere habian pescado, y dejádolo por agotado de perlas, y que lo hallaban tan lleno como si nunca alli hobieran sacado cosa alguna; de que

se infiere y puede sospechar que, ó son de paso estas ostias, como lo son otros pescados, ó nacen y se aumentan y producen en lugar señalado. Aquesta Cumaná y Cubagua, donde aquesta pesquería de perlas que he dicho se hace, está en doce grados de la parte que la dicha costa mira al norte ó septentrion.

Asimismo se toman y hallan muchas perlas en la mar austral del Sur, y muy mayores en la isla de las Perlas, que los indios llaman Terarequi, que es en el golfo de Sant Miguel, yallí han parescido mayores perlas mucho, y de mas prescio que en estotra costa del norte, en Cumaná, ni en otra parte de ella: digo esto como testigo de vista, porque en aquella mar del Sur yo he estado, y me he informado muy particularmente de lo que toca á estas perlas.

De esta isla de Terarequi es una perla pera, de treinta y un quilates, que hobo Pedrarias en mil y tantos pesos, la cual se hobo cuando el capitan Gaspar de Morales, primo del dicho Pedrarias, pasó á la dicha isla en el año de 1515 años; la cual perla vale muchos mas di

neros.

De aquella isla tambien es una perla redondísima que yo truje de aquella mar, tamaña como un bodoque pequeño, y pesa veinte y seis quilates; y en la cibdad de Panamá, en la mar del Sur, dí por esta perla seiscientos y cincuenta pesos de buen oro, y la tuve tres años en mi poder, y después que estoy en España la vendí al conde Nansao, marqués del Cenete, gran camarlengo de vuestra majestad; el cual la dió á la marquesa del Cenete, doña Mencía de Mendoza, su mujer; la cual perla creo yo que es una de las mayores, ó la mayor de todas las que en estas partes se han visto, redonda; porque ha de saber vuestra majestad que en aquella costa del sur antes se hallarán cient perlas grandes de talle de pera que una redonda grande. Está esta dicha isla de Terarequi, que los cristianos la llaman la isla de las Perlas, y otros la dicen isla de Flores, en ocho grados, puesta á la banda ó parte austral ó del sur de la Tierra-Firme, en la provincia de Castilla del Oro. En estas dos partes que he dicho de la una costa y otra de Tierra-Firme, es donde hasta agora se pescan las perlas; pero tambien he sabido que en la provincia y islas de Cartagena hay perlas; y pues vuestra majestad manda que vaya á le servir allí de su gobernador y capitan, yo me tengo cuidado de las hacer buscar, y no me maravillo que allí se ballen asimismo, porque los que aquesto me han dicho no hablan sino por oidas de los mismos indios de aquella tierra, que se las han enseñado dentro en el pueblo y puerto del cacique Carex, que es el principal de la isla de Codego, que está en la boca del puerto de la dicha Cartagena, la cual en lengua de los indios se llama Coro; la cual isla y puerto están á la banda del norte de la costa de TierraFirme en diez grados.

CAPITULO LXXXV.

Del estrecho y camino que hay desde la mar del Norte à la mar Austral, que dicen del Sur.

Opinion ha seido entre los cosmógrafos y pilotos modernos, y personas que de la mar tienen algun conoscimiento, que hay estrecho de agua desde la mar del

Sur á la del Norte, en la Tierra-Firme, pero no se ha hallado ni visto hasta agora; y el estrecho que hay, los que en aquellas partes habemos andado, mas creemos que debe ser de tierra que no de agua; porque en algunas partes es muy estrecha, y tanto, que los indios dicen que desde las montañas de la provincia de Esquegua y de Urraca, que están entre la una y la otra mar, puesto el hombre en las cumbres de ellas, si mira á la parte septentrional se ve el agua y mares del Norte, de la provincia de Veragua, y que mirando al opósito, á la parte austral ó del mediodía, se ve la mar y costa del Sur, y provincias que tocan en ella, de aquestos dos caciques ó señores de las dichas provincias de Urraca y Esquegna. Bien creo que si esto es así como los indios dicen, que de lo que hasta el presente se sabe, esto es lo mas estrecho de tierra; pero, segun dicen que es doblada de sierras y áspero, no lo tengo yo por el mejor camino ni tan breve como el que hay desde el puerto del Nombre de Dios, que está en la mar del Norte, hasta la nueva cibdad de Panamá, que está en la costa y á par del agua de la mar del Sur; el cual camino asimisino es muy áspero y de muchas sierras y cumbres muy dobladas, y de muchos valles y rios, y bravas montañas y espesísimas arboledas, y tan dificultoso de andar, que sin mucho trabajo no se puede hacer; y algunos ponen por esta parte, de mar á mar, diez y ocho leguas, y yo las pongo por veinte buenas, no porque el camino pueda ser mas de lo que es dicho, pero porque es muy malo, segun de suso dije; el cual he yo andado dos veces á pié. E yo pongo desde el dicho puerto y villa del Nombre de Dios siete leguas hasta el cacique de Juanaga (que tambien se llama de Capira), y aun cuasi ocho leguas, y desde allí otro tanto hasta el rio de Chagre, y aun es mas camino el de aquesta segunda jornada; así que hasta allí las hago diez y seis leguas, y allí se acaba el mal camino; y desde allí á la puente Admirable hay dos leguas, y desde la dicha puente hay otras dos leguas hasta el puerto de Panamá. Así que son veinte por todas á mi parescer; y pues tantas leguas he andado peregrinando por el mundo, y tanto he visto de él, no es mucho que yo acierte en la tasa de tan corto camino, como el que he dicho que hay desde la mar del Norte á la del Sur.

Si, como en nuestro Señor se espera, para la Especería se halla navegacion para la traer al dicho puerto de Panamá, como es muy posible, Deo volente, desde allí se puede muy fácilmente pasar y traer á estotra mar del Norte, no obstante las dificultades que de suso dije de este camino, como hombre que muy bien le ha visto, y por sus piés dos veces andado el año de 1521 años; pero hay maravillosa disposicion y facilidad para se andar y pasar la dicha Especería por la forma que agora diré desde Panamá hasta el dicho rio de Chagre hay cuatro leguas de muy buen camino, y que muy á placer le pueden andar carretas cargadas, porque aunque hay algunas subidas, son pequeñas, y tierra desocupada de arboleda, y llanos, y todo lo mas de estas cuatro leguas es raso; y llegadas las dichas carretas al dicho rio, allí se podria embarcar la dicha especería en barcas y pinazas; el cual rio sale á la mar del Norte, á cinco ó seis leguas debajo del dicho puerto del Nombre de Dios, y entra la mar á par de una isla pequeña, que se llama isla

de Bastimentos, donde hay muy buen puerto. Mire vuestra majestad qué maravillosa cosa y grande disposicion hay para lo que es dicho, que aqueste rio Chagre, naciendo á dos leguas de la mar del Sur, viene á meterse en la mar del Norte. Este rio corre muy recio, y es muy ancho y poderoso y hondable, y tan apropriado para lo que es dicho, que no se podria decir ni imaginar ni desear cosa semejante tan al propósito para el efecto que he dicho.

La puente Admirable ó Natural, que está á dos leguas del dicho rio y otras dos del dicho puerto de Panamá, y en la mitad del camino, es de esta manera: que al tiempo que á ella llegamos, sin sospecha de tal edificio ni la ver hasta que está el hombre encima de ella, yendo hacia la dicha Panamá, así como comienza la puente, mirando á la man derecha ve debajo de sí un rio, que desde donde el hombre tiene los piés hasta el agua hay dos lanzas de armas, ó mas, en hondo ó altura, y es pequeña agua, ó hasta la rodilla, la que puede llevar, y de treinta ó cuarenta pasos en ancho; el cual rio se va á meter en el otro rio de Chagre, que primero se dijo; y estando asimismo sobre la dicha puente, y mirando á la parte siniestra, está lleno de árboles y no se ve el agua; pero la puente está, en lo que se pasa, tan ancha como quince pasos, y es luenga hasta setenta ó ochenta; y mirando á la parte por donde debajo de ella pasa el agua, está hecho un arco de piedra y peña viva natural, que es cosa mucho de ver, y para maravillarse todos los hombres del mundo de este edificio hecho por la mano de aquel soberano Hacedor del universo. Así que, tornando al propósito de la dicha especería, digo que cuando á nuestro Señor le plega que en ventura de vuestra majestad se halle por aquella parte y se navegue hasta la conducir á la dicha costa y puerto de Panamá, y de alli se traya, segun es dicho, por tierra y en carros hasta el rio de Chagre, y desde allí, por él se ponga en estotra mar del Norte, donde es dicho, y de allí en España, mas de siete mil leguas de navegacion se ganarán, y con mucho menos peligro de como al presente se navega por la via que el comendador fray García de Loaisa, capitan de vuestra majestad, que este presente año partió para la dicha Especería, lo ha de navegar; y de tres partes del tiempo, mas de las dos se abreviarán y ganarán por estotro camino; y si algunos de los que lo podrian haber hecho desde la dicha mar del Sur se hobiesen ocupado en buscar desde ella la dicha Especería, yo soy de opinion que habria muchos dias que la hobiesen hallado, y hase de hallar sin ninguna dubda queriéndola buscar por aquella parte ó mar, segun la razon de la cosmografía.

CAPITULO LXXXVI.

Conclusion.

Dos cosas muy de notar se pueden colegir de este imperio occidental de estas Indias de vuestra majestad, demás de las otras particularidades dichas y de todo lo que mas se puede decir, que son de grandísima calidad cada una de ellas. Lo uno es la brevedad del camino y aparejo que hay desde la mar del Sur para la contratacion de la Especería, y de las inumerables riquezas de los reinos y señoríos que con ella confinan, y hay diver

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