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Estando, Señor, aquí en este dicho pueblo de Cenacantean, supe cómo Francisco de Medina habia sido causa que estas dichas dos provincias se alzasen; hice contra él informacion y le prendí, y le tomé su confesion; y porque aunque allí se castigara, los indios no lo podian saber, porque nunca mas volvieron de paz, y porque estábamos de camino, le di al tiempo de la partida sobre fianzas, para en llegando á esta villa proceder contra él; y yo, Señor, le tengo en la cárcel á buen recado, y se hará justicia; y porque vuestra merced sepa de qué manera los hizo alzar, envio á vuestra merced traslado del proceso, porque por él vuestra merced lo verá, y por esto sobre este caso no me alargo mas.

Domingo, 3 dias del mes de abril, después de haber oido misa, partimos de aquí para el dicho pueblo y provincia de Huegueyztean; y el camino hasta llegar á vista de esta, cabecera de esta provincia, es todo muy bueno y llano, de buenos pinales y monte raso; y antes de llegar á esta provincia está una gran cuesta, que se abaja hácia abajo, y el pueblo está sobre otra cuesta; y vimos cómo de otro pueblo por una loma iba corriendo mucha gente, con sus armas, á se meter en la dicha cabecera ; y llegados allá, luego parecieron las albarradas que tenian muy grandes, mas no eran tan fuertes como las de Chamula; y como hobiesen gustado y visto lo que en Chamula se habia hecho, desampararon el pueblo y albarradas, y se pusieron en huida muchos de ellos por una ladera de unos cerros, y toda la mas gente por un valle que abajo se hacia de maizales; y por no llevar buen concierto, no se mataron ó prendieron mas de quinientas personas, todos hombres; porque el teniente no quiso aguardar que la gente fuese toda junta, y adelantóse con cinco ó seis de caballo, que con él fuimos, y tiramos por el camino adelante tras los que iban por la ladera, porque nos hallamos en lo alto; y como era mal camino, no podiamos alcanzar sino muy pocos, que se mataron, y algunas mujeres, que se tomaron; y los de abajo iba todo lleno el valle, que era lástima ir así, porque tardó mucho la gente, que ya todos eran idos; todos dejaron las armas que llevaban, como hombres que iban perdidos; y los cinco ó seis de caballo que iban con el teniente seguimos hasta llegar á otro pueblo pequeño, media legua adelante, bien fuerte, y allí esperamos la gente, y el teniente asentó allí el real.

Otro dia lúnes el teniente envió á Alonso de Grado á un pueblo con cierta gente, que se parescia, desde allí de una casa blanca que había, hasta él, dos buenas leguas, segun los que allá fueron decian, porque decian haberse acogido allí la gente, y paresció estar muy fuerte, porque era en lo mas alto de la sierra, y volvió el mismo dia en la noche, y dijo no haber hallado nada. Parécense desde esta cabecera de Huegueyztean diez ó doce pueblos al derredor de ella, todos en la sierra, y le son sujetos; el valle que pasa por abajo es muy hermoso de labranzas, y pasa por él un rio pequeño.

Todos los pueblos de esta tierra son de esta manera, que tienen guerra unos con otros. Desde aquí envió el teniente un indio de los que se hobieron, á hablar á los señores, que viniesen de paz, y los esperó el dicho dia Júnes, y mártes todo el dia, que no vino ninguno.

Miércoles, 6 dias del mes de abril, nos partimos de estos dichos pueblos, de vuelta para Cenacantean, y seguimos camino para Cematan, porque viendo que los pueblos que se daban de paz, tan presto se rebelaban, todos los españoles perdieron esperanza, aunque la llevamos buena; viendo que se descobrian muchas poblaciones, y todos venian de paz, iban codiciosos para pedir por allí repartimientos: con esto luego se les trocaron las voluntades, diciendo que era bien pasar adclante, porque aquella tierra no era para que ninguno osase en ella tomar indios. E viendo esto el teniente, pareciéndole lo mismo, que no hobo ninguno que no

Lúnes, 11 dias del mes de abril, nos partimos de este pueblo de Cenacantean, y fué el señor con el teniente y con algunos indios; el cual siempre fué con nosotros hasta Cematan, y después hasta llegar á la tierra de paz con muy buena voluntad; y este dia que digo, fuimos á dormir, tres leguas, en unos pinales de frente de un pueblo sujeto á Cenacantean, donde nos tenian hechos muy buenos ranchos, y abierto y deservado el camino, y aquí nos proveyeron los indios muy bien de comida, y el mártes adelante fuimos á otros ranchos otras tres leguas, donde vinieron ciertos pueblos con comida, de los cuales el teniente tomó relacion, como hacia de todos los que ante él venian; y por esto de ello yo no haré relacion á vuestra merced, porque yo no la puedo

tomar.

Miércoles, Señor, adelaute fuimos á otros ranchos á tres leguas y media; aquí vinieron ciertos naguatutos de una provincia que se dice Anapanasclan, que ya otras veces habian venido de paz, y con ellos ciertos indios de Michampa, y con los dichos naguatutos el teniente habia enviado, y trajeron un poco de oro, y una javilla con casquillos para saetas, que dijeron que el español que está en Soncomisco se las habia mandado hacer para Pedro de Albarado. Esta provincia 6 pueblos, segun yo supe, de cerca de Soncomisco y sus amigos, no sé si se le son sujetos los indios que vinieron; eran de muy buena voluntad para con los españoles, que debe ser buena cosa, á lo que todos creimos; dijéronnos cómo Pedro de Albarado habia entrado en Uclatan, y habia tenido guerra, y habia muerto mucha gente. Dijeron que desde su tierra á Uclatan no habia mas de siete jornadas, y desde Chiapa á su tierra de estos, tres jornadas; de manera que por lo que los indios decian, puede haber de esta villa á Uclatan cien leguas, ó poco mas, cuando mucho. Aquí, Señor, vinieron otros indios de otros pueblos, de paz al teniente, y de un pueblo que se dice Hueyteupan y de otr que se dice Tesistebeque, y trajeron un poco de oro; envió el teniente con ellos dos españoles á ver estos pueblos.

Juéves adelante nos partimos de estos ranchos, y fuimos á dormir otras tres leguas, donde habian hecho

muchos ranchos y muy buenos, y el camino muy abierto y deservado; allí paresció una persona, en que dijo ser señor de Clatipilula, de buena presencia, que les habia mandado hacer, y trajo abastadamente de comer; y dijo que él tenia abierto el camino hasta su tierra; que viese lo que mandaba ; y el teniente le dió las gracias.

Viérnes adelante partimos de estos ranchos para el - pueblo de Clatipilula, que habrá hasta él tres leguas, y es el camino el peor que jamás se ha visto en la NuevaEspaña; tal, que si los indios no le tuvieran bien aderezado, era imposible pasar adelante, y cierto de allí nos volviéramos, porque es todo de muy altas sierras y muy ásperas, y legua y media de bajada tan agra, que mas peligrosa no podia ser, porque á la una parte era de una ladera de mucha hondura, y á partes de peña, como tosca, que no habia adonde los caballos pusiesen los piés; y teníanlo tan bien aderezado, con muchas estacas hincadas á la parte de la ladera, y maderos muy fuertes atados muy bien, y echada mucha tierra, y cavado todo lo que habian podido cavar, y aun en partes de la misma peña quebrada, y árboles infinitos cortados para abrir el camino, en que babia árbol que se midió, de nueve palmos de grueso, medido por medio, y otros muy gruesos; que bien parescia haberlo fecho con buena voluntad, y haber andado á lo hacer gente harta; y de verdad, aunque españoles hobieran andado con los indios hartos dias á los hacer, no estuviera mejor aderezado. E abajado este puerto, nos llevaron á aposentar fuera del pueblo, á muchos ranchos que nos tenian fechos; donde vino el señor con presente de oro, aunque poco, y plumas, y unos pájaros muertos de los que las crian, y trajeron harta abundancia de comida mucha gente que andaba sirviendo y trayendo agua y yerba. Está este pueblo, con otros que le son sujetos, en un hermoso valle á par de un rio, sierras de un cabo y de otro, y aquí vinieron otros pueblos de paz al teniente, con comida y con oro, poca cosa. E por esperar los españoles que el teniente habia enviado á Huteupan, estuvimos aquí cuatro dias, hasta que vinieron ciertos indios con un bonete de ellos, á nos decir cómo iban por otro camino á salir á otro pueblo do habiamos de ir. Aquí, Señor, vinieron ciertos indios de los zapotecas, que de Chiapa á Quichula se habian ido ú vivir, porque es cerca de este pueblo, y venian á traer de comer á Grado, y ver qué les mandaba.

Miércoles adelante, 20 de abril, partimos de este pueblo de Apilula para seguir nuestro camino, y á dos leguas de él llegamos á otro pueblo que está junto á la ribera del mismo rio de Chapilula, entre unas sierras, sujeto á otro que está adelante, Silusinchiapa, que habrá hasta él dos leguas, donde fuimos aquel dia. En estas dos leguas están otros pueblezuelos que le son sujetos todos, en la misma ribera del dicho rio entre sierras; y es el camino hasta llegar á este Silusinchiapa tan malo, que no sé cómo lo pueda comprehender para lo decir, aunque en la verdad, los naturales de estos pueblos lo tenian harto bien aderezado, como mejor habian podido, segun la disposicion, y aunque con gran trabajo, pasamos; de los naturales fuimos muy bien recebidos, y nos proveyeron al presente de mucha comida; y

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estando allí aposentados la misma noche que llegamos, juéves y viernes, nunca hizo otra cosa sino llover muy grande agua; de suerte que creció el rio de tal manera, que como este pueblo está entre sierras y el rio va siguiendo por donde va el camino, y como sea muy furioso, no podimos ir atrás ni adelante; y mediante este dicho tiempo, los indios de este pueblo todos se fueron, que ninguno volvió ni pareció; mas no sé por qué causa lo pudiesen hacer, habiéndonos recibido tan bien, y puesto tanto trabajo en aderezar el camino.

Domingo adelante, el teniente, ya que habia cesado el agua, envió los peones á entrar por ver si podria hallar alguna gente, y se volvieron sin hallar nada.

Y estos dias que aquí estuvimos, los que no llović catamos este rio, porque parescia tener disposicion de oro, y hallaron unas punticas muy sotiles, que no eran nada; mas catóse como cosa de burla, y no habia aparejo, é desde aquí el teniente envió un mandamiento á los de un pueblo que se dice Clapa, adelante de estos, que se dice ser sujeto á Cematan.

Lúnes adelante partimos de este dicho pueblo, y fuimos á obra de dos leguas y media adelante, á otro pueblo que se dice ser sujeto á Cematan, que se dice Estapaguajoya, que terná quinientas casas, y todo el camino es por el dicho rio lo mas de él, y se pasa muchas veces, y al pasar recibimos mucho trabajo, y algunos españoles harto peligro ; que es el camino todo riscos. y el rio de piedras muy grandes, y va muy recio, que de verdad no creo que en el mundo, caballos peor camine han andado, é porque partimos en siendo de dia, y tvimos barto que llegar á puesta de sol sin parar, y todos los caballos desherrados y fatigados del mucho trabajo, y algunos cayeron de los riscos en el agua, que corrieron harto peligro.

Este pueblo es muy bueno y apacible, de muy bue nas plazas y casas y hermosos aposentos, y muy fermoso valle de labranzas á par del dicho rio, sierras de un cabo y de otro, aunque no tan altas como las de atrás: estaba despoblado otro dia mártes, que cuando piensa el hombre que está que no hay mas que pedir, entonces procura morder y hacer mal; de manera que por mu cho que sobre el aviso esté, cualquiera que con él cortratare le ha de hacer errar una vez ó otra ; no sé que mala ventura es la de este hombre, porque cuando habla es fingido y solapado, y parece que lo echa á bue na parte, y cuando le parece que tiene al hombre segu ro y asido, luego procura de hacerle errar, con unas mañas, que ni sabe el hombre si las atribuya á buen parte ó mala, y en la verdad, que donde él estuviere. no creo ninguno puede estar en paz. Así que este hombre no habia de estar sino donde vuestra mercedestuviese, que no osaria rebullirse, y todos tenemos que no estando en esta villa, viviriamos en paz, y así lo bebiéramos estado si él acá no viniera. E crea vuestra merced que aunque el hombre quiera apartarse dél, ne es en su mano; é porque todo esto es así la verdad, le escribo á vuestra merced, aunque ya vuestra merced le conoce. Señor, después de este pueblo de la Cabecera de Compilco, yo me vino adelante, así porque venia muy malo, como por visitar unos pueblezuelos sujetos á Compilco, que vuestra merced nos hizo merced a Pe

dro de Castelar y á mí; en los dos no hallamos persona ninguna, y en los otros dos, en cada uno obra de treinta hombres indios, y nos dieron obra de cien mil almendras de cacao, y hasta cuarenta pesos de oro y de cobre; que dijeron que toda la gente era muerta; y así, me pasé de largo, y me vine á esta villa, y á par de una ala se me cayó muerta una yegua, de dos, y un caballo que habia llevado para servir en la guerra, y el caballo, que era uno de los buenos de toda la tierra cuando de esta villa salió, cuasi á la muerte, de enfermedad que por el camino le dió del mucho trabajo. E sabrá vuestra merced que cuando de esta villa salimos ante el teniente y alcalde y regidores, todos los de caballo nos obligamos que no habiendo en la entrada de qué pagarse, si alguna bestia muriese ó se lisiase, que la pagariamos entre todos; y como ya el teniente habia partido el oro, y no habia de qué, pedí que me la hiciesen pagar ó de lo que se habia habido ó entre todos, como se habian obligado; y aunque me habia costado docientos y treinta pesos y me daban por ella docientos y cincuenta, me la tasaron en docientos; y comenzaron algunos á decir que si la mandaban pagar, que decian que se habian de ir de la villa; y yo dije que nunca Dios quisiese que por la paga de mi yegua se fuesen; que no queria pedirla; que vuestra merced mandaria que se me pagase, si fuese justicia; suplico á vuestra merced que, habiendo respeto al deseo con que yo fuí á servir, y al menoscabo de mi caballo, que traje cuasi perdido, y á un potro que en la entrada se me despeñó y lisió en una anca, y á otra potranca que aquí se me murió, pues que la ganancia de los indios no la compadecen, vuestra merced sea servido, del oro que se hobo, ó de lo que se obligaron, que se me pague; y esto escríbolo á vuestra merced al presente para que lo sepa, que yo enviaré de ello á vuestra merced informacion, en cómo todos se obligaron, con una persona con mi poder, para que vuestra merced me haga merced de un mandamiento para ello.

Señor, venimos todos á esta villa; á mí me pareció que seria bien que fuese ante vuestra merced un procurador que llevase á vuestra merced relacion de todo lo sucedido, y informase á vuestra merced acerca del repartimiento, lo que es cada cosa, y quién tiene, y quién no, para suplicar y pedir á vuestra merced nos hiciese merced de las cosas que esta villa tiene necesidad, y hablé al teniente y á los regidores sobre ello, y todos vinieron que era bien, y quedó para otro dia, que nos juntásemos para ello, y nos juntamos, y hallamos á Juan de Limpias y Bustamante tan desviados de querer que vuestra merced sea informado de lo que conviene, que todo no aprovechó nada; y querian que esperásemos á Mormolejo, que se dice acá que es ido do está Pedro de Albarado; no sé á qué lo atribuya, sino es al poco cuidado que tienen de mirar lo que conviene á la república, y aquellos que mas llenos de indios están en esta villa son ellos; porque Juan de Limpias y su hermano tienen la cabecera de Quenchula, que es la mejor cosa que hay acá, y otra cabecera que se dice Anauclanxiquipila, tan buena como Quichula, y con otros pueblos sujetos á ellas, y par de esta villa el pueblo de Cateclefiguataxabion, que se dice Anazanclan,

que es tan buena cosa como Caltinua. E á Bustamante vuestra merced le hizo merced, por su cédula, de la mitad de Ultatepeque y sus sujetos, en compañía de Tapia, y la mitad de Vilcecoapa, á par de esta villa ; es muy buena cosa, y tiene á par de Quechula y á par de Teapa, y encima con otros ocho ó diez pueblos, de que vuestra merced no es sabidor; porque cuando vuestra merced le hizo merced de los de Ultatepeque y Tilcecoapan, fué porque le dijeron á vuestra merced que no tenia indios ningunos; y con estos que él tiene sin que vuestra merced lo sepa, pueden cumplir con dos vecinos, segun todos dicen. E como esto vi, conocí de ellos que tampoco venian en que se escribiese á vuestra merced lo que era razon, y acordé de escribirlo por mi lo que me paresciese suplico á vuestra merced resciba de mí en todo mi sana y buena voluntad, que es muy aparejada para lo que tocare al servicio de sus majestades y de vuestra merced, y bien de la república; y en lo de los indios y repartimientos, sabrá vuestra merced que muchos vecinos en esta villa tienen indios, muchos dias há, sin tener título de vuestra merced, y aun creo que tampoco depositados por el alguacil mayor en nombre de vuestra merced, y unos tienen manadas de pueblos, y otros por no tener indios se van de esta villa. E digo manadas de pueblos porque es así verdad, y los que los tienen, hay otros que cabrian tan bien y aun mejor en ellos que no en los que los tienen; digo lo que tienen demasiado, segun que otros que mejor que ellos lo merecen y han servido: así que, Señor, yo no entiendo cómo están estos indios, ni de qué manera algunos de ellos se sirven. Bien veo yo que todos no son de mucho provecho; mas menos lo tenian los que nada no tenian, y se van por no los tener; lo que no harian şi se cumpliese con ellos con lo que en algunos de ellos hay demasiado, que conforme á los repartimientos que tienen las personas á quien vuestra merced tiene voluntad de los mejorar, les sobra algunos de los demás, y es bien que todos tengan, pues se puede hacer y contentarlos; y para esto, que vuestra merced sepa lo que cada uno tiene, no se puede ver por la visitacion ni depósito que él tiene ó vuestra merced puede enviar, si no envia vuestra merced á mandar que sepa muy bien y con mucha clareza lo que cada uno tiene, y en qué parte y por cuyo título; y de otra manera, nunca vuestra merced será bien informado para lo dar á todos, segun el deseo de vuestra merced, y lo que á cada uno es razon, segun lo que hay, se le dé; y en esto vuestra merced mande lo que mas fuere servido; y á mi parecer, esto conviene mucho hacerse para lo que toca al bien general de toda esta villa, antes que vuestra merced confirme y haga el repartimiento; porque de otra manera, muchos que están mal proveidos se irian de esta villa, como vuestra merced por la obra lo verá, que allá comienzan de irse.

Por no decir, Señor, mal de nadie, quiero dejar de escribir á vuestra merced lo que en este capítulo; pero porque mucho me pesa que ninguno á vuestra merced sea ingrato de las mercedes que les hace, y por lo que toca á todos los de esta villa, sepa vuestra merced quién conoce las mercedes de vuestra mereed recebidas, ó quién no. Sabrá vuestra merced que por estos cami

nos que hemos andado, el regidor Bustamante, muchas veces dicen que ha dicho que mas queria ser chinche que no regidor de esta villa; y esto no crea vuestra merced que si yo se lo oyera, que así lo dejara pasar, ni tampoco oyéndolo; mas déjolo porque supe que delante del teniente lo habia dicho, y por su acatamiento lo dejé, y tengo que es verdad que lo ha dicho, porque Juan de Salamanca un dia se lo estaba riñendo; y diciendo cuán mal hablado era; decia el dicho Bustamante que lo habia dicho por conoscer voluntades; vea vuestra merced qué se dará á este tal por el regimiento, para hacer lo que á este oficio pertenece, además de otras malas calidades que tiene, de que podrá vuestra merced informarse de cuantos vienen de allá ; aviso esto porque sé cuán mal informado y engañado está vuestra merced de él, y de las astucias y artes de que se vale.

No niego el que sea caballero, y que merezca que vuestra merced le haga beneficios; pero digo que, dándole semejante cargo, cargara mucho vuestra merced su conciencia, por no estar bien informado de él. No crea vuestra merced que escribo esto porque le tenga algun odio, antes le deseo mucho bien; sino porque me duele el ver que no salga bien lo que es del servicio de vuestra merced, me he movido á escribir lo que es pura verdad, y todavía paso otras cosas que sobre esto mismo se podian escribir.

A los cuatro dias que llegamos á esta villa vino el señor de Uluisponal y el de Tititepaque, y me dieron una carta de vuestra merced, en la que me mandaba que de cualquiera manera le hiciese su casa, en la que no se ha trabajado porque no he estado aquí, y parecerme que el señor á quien encargué buscase el maderaje, no lo ha encontrado, y se escusó con haber estado gravemente enfermo, y verdaderamente yo lo dejé enfermo, como creo que lo he escrito á vuestra merced. El estuvo aquí cinco dias, é hizo llamar los principales de la villa de Pedro de Castellar y mia, y andando con ellos, estuvieron dos dias buscando madera por las villas á lo largo del rio arriba; y habiendo vuelto, me dijeron cómo habian hallado toda cuanta era menester, y que me enviaria la gente cuando yo quisiese; yo le dije que vinieran después de San Juan; y así, haré que cuanto antes se dé principio á la obra lo mejor que pueda, porque los pavimentos en que se ha de edificar están en buen término y sobre el rio.

Igualmente me escribia vuestra merced, como antes, si habia ocurrido un indiano, y le habia dicho cómo yo

le habia pedido oro á Luis Marin, vuestra merced me mandó que no se lo pidiese, y así lo he dicho á él mismo. Dije al Cacique cuanto se contenia en la carta, el cual se espantó, y respondió que el indiano no sabia lo que se decia. El señor me dijo que habia recogido moneda de metales mezclados para dar á vuestra merced; pero que no queria enviarla hasta que yo la viese, y por servir á vuestra merced no excusé el pasar mas allá del rio para verla y prepararla. El dia después de San Juan iré allá, y la enviaré á Florida de Tustebeque, y la mayor copia de hachetas que pudiere. Los indianos tienen algunas, y las han trasportado desde sus villas á Uluta y Titiquipaque. Yo pedí de ellas al Cacique y á Cristóbal, y me dijeron no tenian. Y es general opinion que las hubiesen tomado de este año, que Juan Limpias dijo públicamente cómo sus indianos decian que Marin cuando vino habia puesto un tributo 6 gabela á todas las villas de los españoles, y á cada casa, de cuarenta mandorlas al dia, y que le habia dicho que no nos diesen oro ni metal mezclado, sino solamente de comer, porque estábamos aquí solamente para guardar este rio, porque el oro era para vuestra merced, yel metal mezclado para Marin; y es cierto que Juan de Limpias dijo esto muchas veces estando yo presente, el teniente y otros muchos.

Los esclavos que yo traje de vuestra merced, que son treinta y cuatro, mediante á ser mujeres y muchachos, si se llevasen á la ciudad moririan todos en el camino; por cuya razon me pareció que al presente estarian me jor en Oluta, hasta que avisase vuestra merced sile pareciese mejor el conducirlos á Corusca ó á Villarica, puesto que allí tiene vuestra merced casas y demás provision donde pueden estar, y ser aquel paraje caliente, con lo que pueden estar sanos; y si á vuestra merced parece que se vendan, me avise de lo que sea mas de su agrado, para que se ponga en ejecucion; si vuestra merced mandare que se vendan, le suplico sea al fiado, porque no hay en esta villa hombre que tenga un maravedí. No tengo mas que escribir á vuestra merced al presente; pero sí le suplico que suspenda la division de los lugares hasta que vuestra merced sea informado de todo lo que llevo dicho, porque de esta forma se ayudará este villaje; de otra forma la division será como de hurto; y así, cada dia irán personas de aquí á enfadar á vuestra merced, como siempre por esta causa lo han hecho.-Dios nuestro Señor conserve la magnífica persona de vuestra merced, y le aumente su estado como desea.

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Á LA SACRA, CATÓLICA, CESAREA Y REAL MAJESTAD DEL EMPERADOR NUESTRO SEÑOR.

SACRA, católica, cesárea, real, Majestad: La cosa que mas conserva y sostiene las obras de natura en la memoria de los mortales, son las historias y libros en que se hallan escritas; y aquellas por mas verdaderas y auténticas se estiman, que por vista de ojos el comedido entendimiento del hombre que por el mundo ha andado se ocupó en escrebirlas, y dijo lo que pudo ver y entendió de semejantes materias. Esta fué la opinion de Plinio, el cual, mejor que otro autor en lo que toca á la natural historia, en treinta y siete libros, en un volúmen dirigido á Vespasiano, emperador, escribió; y como prudente historial, lo que oyó, dijo á quién, y lo que leyó, atribuye á los autores que antes que él lo notaron; y lo que él vido, como testigo de vista, acumuló en la sobredicha su historia. Imitando al mismo, quiero yo, en esta breve suma, traer á la real memoria de vuestra majestad lo que he visto en vuestro imperio occidental de las Indias, islas y tierra-firme del mar Océano, donde há doce años que pasé por veedor de las fundiciones del oro, por mandado del Católico rey don Fernando, quinto de tal nombre, que en gloria está, abuelo de vuestra majestad, y después de sus dias he servido, y espero servir lo que de la vida me quedare, en aquellas partes à vuestra majestad. Todo lo cual, y otras muchas cosas de esta calidad, muy mas copiosamente yo tengo escrito, y está en los originales y crónica que yo escribo desde que tuve edad para ocuparme en semejante materia, así de lo que pasó en España desde el año de 1490 años hasta aquí, como fuera de ella, en las partes y reinos que yo he estado; distinguiendo la crónica y vidas de los Católicos reyes don Fernando y doña Isabel, de gloriosa memoria, hasta el fin de sus dias, de lo que después de vuestra bienaventurada sucesion se ha ofrecido. Demás de esto, tengo aparte escrito todo lo que he podido comprehender y notar de las cosas de Indias; y porque todo aquello está en la cibdad de Santo Domingo, de la isla Española, donde tengo mi casa y asiento y mujer y hijos, y aquí no truje ni hay de esta escritura mas de lo que en la memoria está y puedo de ella aquí recoger, determino, para dar á vuestra majestad alguna recreacion, de resumir en aqueste reportorio algo de lo que me paresce; que aunque acá se haya escrito y testigos de vista lo hayan dicho, no será tan apuntadamente en todas estas cosas como aquí se dirá; aunque en algunas de ellas, ó en todas, hayan hablado la verdad los que á estas partes vienen á negociar ó entender en otras cosas que de mas interese les pueden ser; los cuales quitan de la memoria las cosas de esta calidad, porque con menos atencion las miran y consideran que el que por natural inclinacion, como yo, ha deseado saberlas, y por la obra ha puesto los ojos en ellas. Aqueste sumario no contradirá lo que, como he dicho, mas extensamente tengo escrito; pero será solamente para el efecto que ne dicho, en tanto que Dios me lleva á mi casa, para enviar desde allí todo lo que tengo penetrado y entendido de esta verdadera historia; á la cual dando principio, digo así: Que, como es notorio, don Cristóbal Colon, primero almirante de estas Indias, las descubrió en tiempo de los

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