Imágenes de página
PDF
ePub

pusieron la silla de su imperio en Méjico. Traian cuenta y razon con el tiempo por escrito de figuras, si ya no la tomaron de aquellos otros de Aculuacan después que trabaron con ellos amistad y parentesco.

Segun los libros desta gente, y comun opinion de sus hombres sabios y leidos, salieron estos mejicanos de un pueblo llamado Chicomuztotlh, y todos nacieron de un padre, dicho por nombre Iztacmixcoatlh, el cual tuvo dos mujeres. En llancueitl, que fué la una, hubo seis hijos. El primero se llamó Xelhúa, el segundo Tenuch, el tercero Ulmecatlh, el cuarto Xicalancatlh, el quinto Mixtecatlh, el sexto Otomitlh. En Chimalmath, que fué la otra mujer, hubo á Quezalcoatlh.

Xelhúa, que era el primogénito y mayorazgo, fundó y pobló á Cuahuquechulan, Izcuzan, Epatlan, Teupantlan, Teouacan, Cuzcatlan, Teutitlan y otros muchos lugares.

Tenuch pobló á Tenuchtitlan, y dél se dijeron al principio Tenuchca, segun algunos cuentan, y después se llamaron Méjica. Deste Tenuch salieron muchas personas muy excelentes, y sus descendientes vinieron á mandar toda la tierra y á ser señores de todo su linaje y de otras muchas gentes.

Ulmecatlh pobló tambien muchos lugares en aquella parte á do agora está la ciudad de los Angeles, y nombrólos Totomiuacan, Vicilapan, Cuetlaxcoapan, y otros así.

Xicalancatlh anduvo mas tierra, llegó á la mar del Norte, y en la costa hizo muchos pueblos; pero á los dos mas principales llamó de su mesmo nombre. El un Xicalanco está en la provincia de Maxcalcinco, que es cerca de la Veracruz, y el otro Xicalanco está cerca de Tabasco. Este es gran pueblo y de mucho trato, donde se hacen grandes ferias, á las cuales van muchos mercaderes de léjos tierras; y los de allí andan por toda la tierra contratando. Hay gran distancia del un pueblo destos al otro.

Mixtecatlh echó por la otra parte y corrió hasta la mar del Sur, donde pobló á Tututepec; edificó á Acatlan, que hay del uno al otro cerca de ochenta leguas; y todo aquel trecho de tierra se llama Mixtecapan. Es un gran reino, rico, abundante, de mucha gente y buenos pueblos.

Otomitlh subió á las montañas que están á la redonda de Méjico. Pobló muchos lugares. Los mejores y el riñon de todos ellos es Xilotepec, Tullan y Otompan. Esta es la mayor generacion de toda la tierra de Anauac, la cual, allende de ser muy diferente en la habla, andan los hombres chamorros. Tambien hay quien dice que los chichimecas vienen deste Otomitlh, por ser entrambas naciones de baja suerte y la mas suez y servil gente que hay en toda esta tierra.

Quezalcoatlh edificó, ó como dicen algunos, reedificó á Tlaxcallan, Huexocinco, Chololla y otras muchas ciudades. Fué aqueste Quezalcoatlh hombre honesto, templado, religioso, santo, y, como ellos tienen, dios. No fué casado ni conoció mujer. Vivió castísimamente, haciendo muy áspera penitencia con ayunos y disciplinas. Predicó, segun se dice, la ley natural, y enseñóla con obra, dando ejemplo de buenas costumbres. Instituyó el ayuno, que antes no lo usaban, y fué el primero

que en esta tierra hizo sacrificio de sangre; mas no como agora lo usan estos indios con muerte de infinitos hombres, sino sacando sangre de las orejas y lenguas, por penitencia, por castigo y por remedio contra el vicio del mentir y del escuchar la mentira, que no son pequeños vicios entre esta gente. Creen que no murió, sino que se desapareció en la provincia de Coazacoalco, junto al mar. Tal lo pintan cual yo cuento, á Quezalcoatll; y porque no saben, ó porque encubren su muerte, lo tienen por el dios del aire, y lo adoran en toda esta tierra, y principalmente en Tlaxcallan y Chololla, y en los demás pueblos que fundó; y así le hacen en ellos extraños ritos y sacrificios.

Tanto como dicho es poblaron y anduvieron estos siete hermanos, ó conquistaron; que tambien se cuenta de ellos haber sido hombres muy guerreros. Va todo ello muy en suma, ansí porque basta para declaracion del linaje y tierra de estos mejicanos, como por acortar muchos cuentos que sobre esto tienen los indios, que presumen de sangre, y de leidos en sus antigüedades. Los españoles, aunque han procurado saber muy de raíz la origen de los reyes mejicanos, no se determinan á certificar las opiniones; solamente afirman que así como todos los de Méjico y Tezcuco se precian de llamar Aculuaques, así los que son de aquel linaje y lenguaje son hombres de mas cualidad y estofa que los otros, y así tambien, son mas estimados y temidos, y su lengua, costumbres y religion es lo mejor y lo que mas se usa.

Por qué se dicen aculuaques.

Los señores de Tezcuco, que verdaderamente son señores de Aculuacan, y mas antiguos que mejicanos, se jatan decender de un caballero que era mas alto que ninguno de todos los de aquella tierra, de los hombros arriba, por lo cual le llamaron Aculli, como si dijésemos el hombrudo ó el alto de hombros, que aculli es hombro, aunque tambien quiere decir el hueso que baja del hombro al codo. Allende que este Aculli fué hombre de gran estatura, fué asimesmo grande en todas sus cosas, especialmente en las guerras, que venció de animoso y valiente.

Los señores de Méjico, que son los mayores y los grandes, y en fin los reyes de los reyes, se precian de ser y de se llamar de Culúa, diciendo que decienden de un Chichimecatlh, caballero muy esforzado, el cual ató una correa al brazo de Quezalcoatlh por junto al hombro, cuando andaba y conversaba entre los hombres. Lo que tuvieron por un gran hecho, y decian: «Hombre que ató á un dios, atará á todos los mortales;» y así, de allí adelante le llamaron Aculhuatli, que como poco há dije, aculli es el hueso del codo al hombro, y el mesmo hombro. Valió, y pudo mucho después aquel Aculhuatli, y dió comienzo á sus hijos de tal manera, que vinieron sus descendientes á ser reyes de Méjico en aquella grandeza que Moteczuma estaba cuando Fernando Cortés le prendió. Así que parece que vienen de Chichimecatlh, aunque por diversos efetos, y dicen que por diferenciarse tienen aquel cuento los de Tezcuco, y este los de Méjico.

De los reyes de Méjico.

Cuenta su historia que vinieron á esta tierra los chichimecas el año, segun nuestra cuenta, de 721 después que Cristo nació. El primer señor y hombre principal que nombran y señalan en la órden y sucesion de su reino y linaje, es Totepeuch, y es de pensar que ó se estuvieron sin rey, como ya en otra parte dije, ó que no declaran el capitan que traian, ó que Totepeuch vivió muy mucho tiempo; que pudo ser, pues murió mas de cien años después que entraron en esta tierra. Muerto que fué Totepeuch, se juntó toda la nacion en Tullan, é hicieron señor á Topil, hijo de Totepeuch y de edad de veinte y dos años. Fué rey cincuenta años, ó casi.

Estuvieron sin señor, después que Topil murió, mas de ciento y diez años; pero no cuentan la causa, ó quizá se olvidan el nombre del rey ó reyes que fueron en aquel espacio de tiempo. Al cabo del cual, estando allí en Tullan, sobre ciertas diferencias y pasiones que los advenedizos tuvieron con los naturales, se hicieron dos señores. Piensan algunos que entre los mesmos chichimecas hubo bandos sobre quién mandaria; que como de Topil no quedaban hijos, habia muchos deseosos de mandar. Empero de cualquier manera que fué, se tiene por cierto que eligieron dos señores, y que cada uno de ellos echó por su camino con los de su parcialidad ó linaje. Uemac fué un señor, y salió de Tullan por una parte. Nauhiocin, que fué el otro señor, y natural chichimeca, se salió tambien del pueblo, y se vino hácia la laguna con los de su valía; fué rey mas de setenta años, y acaece vivir los hombres mucho tiempo.

Por muerte de Nauhiocin reinó Cuauhtexpetlatl.
Tras Cuauhtexpetlatl fué rey Uecin.
Nonoualcatl sucedió á Cecin.
Reinó después dél Achitometl.

Tras Achitometl heredó Cuauhtonal, y á los diez años de su reinado llegaron los mejicanos á Chapultepec. Esto es segun la cuenta de algunos; por ende parece que no tienen mucha antigüedad.

Sucedió en el señorío á este Achitomet] Mazazin.
A Mazazin heredó Queza.

Tras Queza fué rey Chalchinhtona.

Por muerte de Chalchinhtona vino á reinar Cuauhtlix. A Cuauhtlix sucedió Johuallatonac.

Reinó tras Joliuallatonac Ciuhtetl.

Al tercer año que reinaba se metieron los mejicanos á do es agora Méjico.

Muerto Ciuhtetl, fué rey Xiuiltemoc.

Cuxcux sucedió á Xiuiltemoc.

Murió Cuxcux, y heredóle Acamapichtli. Al sexto año de su reinado se levantó Achitometl, hombre muy principal, y con deseo y ambicion de reinar le mató, y tiranizó aquel señorío de Aculuacan cerca de doce años, y no solamente mató al Rey, sino tambien á seis hijos y herederos. Illancueitl, que era la reina, ó segun algunos, ama, huyó con Acamapichcin, hijo ó sobrino, pero heredero forzoso de Cauatlichan. Doce años des

muertes, agravios y otros malos tratamientos que habia hecho á los vecinos, se despobló aquella ciudad de Culuacan, y por falta del rey' comenzaron á gobernar la tierra los señores de Azcapuzalco, Cuauhnauac, Chalco, Couatlichan y Huexocinco.

Después que Acamapich se crió algunos años en Couatlichan, le llevaron á Méjico, donde le tuvieron en mucho, por ser de tan alto linaje y legítimo heredero y señor de la casa y estado de Culúa; y como habia de ser tan gran principe, luego que fué de edad para se casar, procuraron muchos caballeros de Méjico darle sus hijas por mujeres. Acamapich tomó hasta veinte mujeres de aquellas mas nobles y principales, y de los hijos que tuvo en ellas vienen los mas y mayores señores de toda esta tierra; y porque no se perdiese la memoria de Culuacan, poblóla, y puso en ella por señor á su hijo Nauhiocin, que fué segundo de tal nombre. Y él asentó y residió en Méjico; fué un excelente príncipe y un gran varon, y cuantas cosas quiso se le hicieron á su sabor, que, como ellos dicen, tenia la fortuna en la mano. Tornó á ser señor de Culuacan, como su padre lo fué; fué asimesmo rey de Méjico, y en él se comenzó á extender el imperio y nombre mejicano; y en cuarenta y seis años que reinó se enobleció muy mucho aquella ciudad Mexicotenuchtitlan. Dejó Acamapich tres hijos, que todos tres reinaron tras él, uno en pos de otro.

Muerto Acamapich, sucedió en el señorío de Méjico su hijo mayor Viciliuit), el cual casó con heredera del señorío de Cuauhnauac, y con ella señoreó aquel estado. A Viciliuitl sucedió su hermano Chimapopoca.

A Chimapopoca sucedió el otrosu hermano, dicho Izcona. Este Izcona señoreó á Azcapuzalco, Cuauhnauac, Chalco, Couatlichan y Huexocinco. Mas tuvo por acompañados en el gobierno á Nezaualcoyocin, señor de Tezcuco, y al señor de Tlacopan, y de aquí adelante mandaron y gobernaron estos tres señores cuantos reinos y pueblos obedecian y tributaban á los de Culúa; bien que el principal y el mayor dellos era el rey de Méjico, el segundo el de Tezcuco, y el menor el de Tlacopan.

Por muerte de Izcoua reinó Moteczuma, hijo de Viciliuitl, que tal costumbre tenian en las herencias, de no suceder en el señorío los hijos á los padres que tenian hermanos, hasta ser muertos los tios; mas en muriendo, heredaban los hijos del hermano mayor, como hizo este Moteczuia.

Tras este Moteczuma vino á suceder en el reino una su hija, ca no habia otro heredero mas cercano; la cual casó con un su pariente, y parió dél muchos hijos, de los cuales fueron reyes de Méjico tres, uno tras otro, como habian sido los hijos de Acamapich.

Axayaca fué rey después de su madre, y dejó un hijo, que llamó Moteczuma por amor de su agüelo.

Por muerte de Axayaca reinó su hermano Tizocica. A Tizocica sucedió Auhizo, que tambien era su her

mano.

Como fué muerto Auhizo, entró á reinar Moteczuma, y comenzó el año de 1503. Este fué á quien prendió Cortés. Quedaron muchos hijos deste Moteczuma,

pués que Achitometl señoreaba, se fué á los montes de-á lo que dicen algunos. Cortés dice que dejó tres hijos

sesperado, y por miedo no le matasen los suyos, que andaban muy revueltos. Con su ida, ó con las crueldades,

НА.

varones con muchas hijas. El mayor dellos murió entre muchos españoles al huir de Méjico. De los otros dos,

28

era uno loco y otro perlático. Don Pedro Moteczuma, que aun vive, es su hijo, y señor de un barrio de Méjico; el cual, porque se da mucho por vino, no le han hecho mayor señor. De las hijas, una fué casada con Alonso de Grado y otra con Pedro Gallego, y después con Juan Cano, de Cáceres; y primero que con ellos, casó con Cuetlauac. Fué bautizada, y llamóse doña Isabel. Parió de Pedro Gallego un hijo, que llamaron Juan Gallego Moteczuma, y de Juan Cano parió muchos. Otros dicen que no tuvo Moteczuma mas de dos hijos legítimos á Axayaca, varon, y á esta doña Isabel; aunque bien hay que averiguar cuáles hijos y cuáles mujeres de Moteczuma eran legítimos.

Muerto que fué Moteczuma, y echados de Méjico los españoles, fué rey Cuetlauac, señor de Iztacpalapan, su sobrino, ó como algunos quieren, hermano. No vivió mas de sesenta dias, aunque otros dicen muchos menos. Murió de las viruelas que pegó el negro de Nar

vaez.

Por muerte de Cuetlauac reinó Cuahutimoc, sobrino de Moteczuma y sacerdote mayor; el cual, por reinar descansado, mató á Axayaca, á quien pertenecia el reino, y tomó por mujer á la doña Isabel que arriba dije. Este Cuahutimoc perdió á Méjico, aunque la defendió esforzadamente.

La manera comun de heredar.

Muchas maneras hay de heredar entre los de la Nueva-España, y mucha diferencia entre nobles y villanos, por lo cual porné aquí algo dello. Es costumbre de pecheros que el hijo mayor herede al padre en toda la hacienda raíz y mueble, y que tenga y mantenga todos los hermanos y sobrinos, con tal que hagan ellos lo que él les mandare. A esta causa hay siempre en cada casa muchas personas. La razon por donde no parten la hacienda es por no la desminuir con la particion y particiones que una tras otra se harian; lo cual, aunque es muy bueno, trae grandes inconvinientes. El que así hereda paga al señor los tributos y pechos que su casa y heredad es obligada, y no mas; y si está en lugar que pagan al señor por cabezas, da entonces aquel hermano mayor tantos cacaos por cada hermano y sobrino que tiene en casa, ó tantas plumas ó mantas ó cargas de maíz, ó las otras cosas que suelen pechar; y así, pecha mucho, y parece á quien no lo sabe que es un desaforado pecho. Y á la verdad, muchas veces no lo pueden pagar, y los venden ó toman por esclavos. Cuando no hay hermanos ni sobrinos que hereden forzosamente, vuelven las haciendas al señor ó al pueblo, y entonces las da el señor ó el pueblo á quien bien les place, con la carga de tributo y servicio que tiene, y no mas; bien que siempre hay respecto á darlas á parientes de los que las tuvieron. Y aunque los pueblos hereden á los vecinos, no es para concejo la renta, sino para el señor, del cual tienen tomado á renta, ó como decimos acá, á censo perpetuo, todo el término. Repártenlo por suertes, y contribuyen por rata. En otros lugares heredan al padre todos los hijos, y reparten entre sí la hacienda, que paresce mas justo y mas libertad. Algunos señoríos hay que, aunque hereda el hijo mayor, no entra en posesion sin decreto y voluntad del

pueblo, ó sin licencia del Rey, á quien debe y reconosce vasallaje, á cuya causa muchas veces venian á heredar los otros hijos; y de aquí debe ser que en semejantes estados los padres nombran cuál hijo les heredará; y dicen que en muchos lugares dejaba mandado el padre qué hijo tenia de sucederle en el señorío. En los pueblos de república, que se gobernaban en comun, tenian diferentes maneras de heredar los estados, pero siempre se miraba el linaje. La general costumbre entre reyes y grandes señores mejicanos es heredar primero los hermanos que los hijos, y luego los hijos del hermano mayor, y tras ellos los hijos del primer heredero; y si no habia hijos ni nietos, heredaban los parientes mas propincos. Los reyes de Méjico, Tezcuco y otros sacaban del Estado lugares para dar á hijos y para dotar las hijas; y aun como eran poderosos, querian que siempre los hijos de las mujeres mejicanas, hijas y sobrinas del Rey heredasen el señorío de los padres, si bien no fuesen los mayores ni á los que pertenecia el Estado.

La jura y coronacion del Rey.

Aunque heredaban unos hermanos á otros, y tras elles el hijo del primer hermano, no usaban del mando ni creo que del nombre de rey hasta ser ungidos y coronados públicamente. Luego pues que el rey de Méjico era muerto y sepultado, llamaban á cortes al señor de Tezcuco y al de Tlacopan, que eran los mayores y mejores, y á todos los otros señores súbditos y sufraganos al imperio mejicano, los cuales venian muy presto. Si habia dubda ó diferencia quién debia de ser rey, averiguábase lo mas aína que podian, y si no, poco tenian que hacer. En fin, llevaban al que pertenescia el reino, desnudo todo, excepto lo vergonzoso, al templo grande de Vitcilopuchtli. Iban todos muy callando y sin regocijo ninguno. Subíanlo de brazo las gradas arriba dos caballeros de la ciudad, que para esto nombraban, y delante dél iban los señores de Tezcuco y de Tlacopan, sin entremeterse nadie en medio; los cuales llevaban sobre sus mantas ciertas enseñas de sus ditados y oficios en la coronacion y ungimiento. No subian á las capillas y altar sino pocos seglares, y aquellos para vestir al nuevo rey y para hacer algunas cerimonias; que todos los demás miraban de las gradas y del suelo, y aun de los tejados, y todo se henchia: tanta gente cargaba á la fiesta. Llegaban pues con mucho acatamiento, hincabanse de rodillas al ídolo de Vitcilopuchtli, tocaban el dedo en tierra y besábanlo. Venia luego el gran sacerdote vestido de pontifical, con otros muchos revestidos tambien de las sobrepellices que, segun en otra parte dije, ellos usan; y sin hablalle palabra, le tiñia todo el cuerpo con una tinta muy negra, hecha para aquel efecto; f tras esto, saludando ó bendiciendo al ungido, rociábale cuatro veces de aquella agua bendita y á su modo consagrada, que dije guardaban en la consagracion del dios de masa, con un hisopo de ramas y hojas de caña, cedro y saz, que hacian por algun significado ó propiedad. Poníale después sobre la cabeza una manta toda pintada y sembrada de huesos y calavernas de muerte, encima de la cual le vestia otra manta negra, y luego otra azul, y ambas estaban con cabezas y huesos de

muerto, muy al natural pintados. Echábale al cuello unas correas coloradas, largas y de muchos ramales, de cuyos cabos colgaban ciertas insignias de rey, como pinjantes. Cargábale tambien á las espaldas una calabacita llena de ciertos polvos, en cuya virtud no le tocase pestilencia, ni le cayese dolor ni enfermedad ninguna, y para que no le aojasen viejas, ni encantasen hechiceros, ni engañasen malos hombres, y en fin, para que ninguna cosa mala le empeciese ni dañase. Poniale asimesmo en el brazo izquierdo una taleguilla con el encienso que ellos usan, y dábale un braserico con ascuas de corteza de encina. El Rey se levantaba entonces, echaba de aquel encienso en las brasas, y con gran mesura y reverencia sahumaba á Vitcilopuchtli, y sentábase. Llegaba luego el gran sacerdote, y tomábale juramento de palabra, y conjurábale que ternia la religion de sus dioses, que guardaria los fueros y leyes de sus antecesores, que manternia justicia, que á ningun vasallo ni amigo agraviaria, que seria valiente en la guerra, que haria andar al sol con su claridad, llover las nubes, correr los rios, y producir la tierra todo género de mantenimientos. Estas y otras cosas imposibles prometia y juraba el nuevo rey. Daba las gracias al gran sacerdote, encomendábase á los dioses y á los miradores, y con tanto le abajaban los mesmos que lo subieron, por la órden que primero. Comenzaba luego la gente á decir á voces que fuese para bien su reinado, y que le gozase muchos años con salud de todo el pueblo. Entonces viérades bailar á unos, tañer á otros, y á todos que mostraban sus corazones con las muchas alegrías que hacian. Antes de abajar las gradas llegaban todos los señores que estaban en las Cortes y en corte á darle obediencia. Y en señal del señorío que sobre ellos tenia, le presentaban plumajes, sartas de caracoles, collares y otras joyas de oro y plata, y mantas pintadas con la muerte, Acompañábanle hasta una gran sala, é íbanse. El Rey se asentaba en uno como estrado, que llaman tlacatecco. No salia del patio y templo en cuatro dias, los cuales gastaba en oracion, sacrificios y penitencia. No comia mas de una vez al dia, y aunque comia carne, sal, ají y todo manjar de señor, ayunaba. Bañábase una vez al dia y otra la noche en una gran alberca, donde se sangraba de las orejas, é incensaba al dios del agua Tlaloc. Tambien incensaba los otros ídolos del patio y templo, ofreciéndoles pan, fruta, flores, papeles y cañuelas tintas en sangre de su propia lengua, narices, manos y otras partes que se sacrificaba. Pasados aquellos cuatro dias, venian todos los señores á llevarlo á palacio con grandísima fiesta y placer del pueblo; mas pocos le miraban á la cara después de la consagracion. Con haber dicho estas cerimonias y solemnidad que Méjico tenia en coronar su rey, no hay qué decir de los otros reyes, porque todos ó los mas siguen esta costumbre, salvo que no suben en alto, sino al pié de las gradas. Venian luego á Méjico por la confirmacion del estado, y vueltos á sus tierras, hacian grandes fiestas y convites, no sin borracheras ni sin carne humana.

La caballería del Tecuitli.

Para ser tecuitli, que es el mayor ditado y dignidad tras los reyes, no se admiten sino hijos de señores.

Tres años y mas tiempo antes de recebir el hábito desta caballería, convidaba á la fiesta á todos sus parientes y amigos, y á los señores y tecuitles de la comarca. Venian, y juntos miraban que el dia de la fiesta fuese de buen signo, por no comenzarla con escrúpulo. Acompañaban al caballero novel todos los del pueblo hasta el templo grande del dios Camaxtle, que era el mayor ídolo de las repúblicas. Los señores, los amigos y parientes que convidados estaban, lo subian por las gradas al altar, hincábanse todos de rodillas delante el ídolo, y el caballero estaba muy devoto, humilde y paciente. Salia luego el sacerdote mayor, y con un aguzado hueso de tigre, ó con una uña de águila, le horadaba las narices, entre cuero y ternillas, de pequeños agujeros, y metíale en ellos unas pedrezuelas de azabache negro, y no de otra color; hacíale tras esto un gran vejámen, injuriándole mucho de palabras y obras, hasta desnudarlo en carnes, salvo lo deshonesto. El caballero se iba entonces así desnudo á una sala del templo, y comenzaba á velar las armas, asentábase en el suelo, y allí se estaba rezando. Comian los convidados muy de regocijo; pero en acabando, se iban sin hablarle. Como anochecia, le traian ciertos sacerdotes unas mantas groseras y viles que vistiese; una estera y un tajoncillo por almohada, en que se recostase, y otro por silla para sentarse; traíanle tinta con que se tiznase, puas de metl con que se punzase las orejas, brazos y piernas ; un brasero y resina para incensar los ídolos; y si habia gente con él, echábanla fuera, y no le dejaban mas de tres hombres, soldados viejos y diestros en la guerra, que le industriasen y tuviesen en vela. No dormia en cuatro dias sino algunos ratillos, y aquellos asentado; que los soldados le despertaban picándole con puas de metl. Cada media noche sahumaba los ídolos, y ofrecíales gotas de sangre que de su cuerpo sacaba. Andaba todo el patio y templo una vuelta al rededor, cavaba en cuatro partes iguales, y allí soterraba papel, copalli, y cañas con sangre de sus orejas, manos, piés y lengua. Tras esto comia; que hasta entonces no se desayunaba. Era la comida cuatro bollicos ó buñuelos de maíz, y una copa de agua. Alguno destos tales caballeros no comia bocado en cuatro dias. Acabados estos cuatro dias, pedia licencia á los sacerdotes para ir á cumplir su profesioná otros templos; que á su casa no podia, ni llegar á su mujer, aunque la tuviese, durante el tiempo de la penitencia. Al cabo del año, y de allí adelante, cuando queria salir, aguardaba á un dia de buen signo para que saliese en buen pié, como habia entrado. El dia que habia de salir venian todos los que primero le honraron, y luego por la mañana le lavaban y limpiaban muy bien, y le tornaban al templo de Camaxtle con mucha música, danzas y regocijo. Subíanle á cerca del altar, desnudábanle las mantillas que traia, atábanle los cabellos con una tira de cuero colorado al colodrillo, de la cual colgaban algunas plumas, cobríanlo de una fina manta, encima della le echaban otra manta riquísima, que era el hábito é insignia de tecuitli. Poníanle en la mano izquierda un arco, y en la derecha unas flechas. Luego el sacerdote le hacia un razonamiento, del cual era la summa que mirase la órden de caballería que habia tomado, y ansí como se diferenciaba en el hábito, traje

y

y nombre, ansí se aventajase en condicion, nobleza, liberalidad, y otras virtudes y obras buenas ; que sustentase la religion, que defendiese la patria, que amparase los suyos, que destruyese los enemigos, que no fuese cobarde, y en la guerra que fuese como águila ó tigre, pues por eso le agujeraba con sus uñas y huesos la nariz, que es lo mas alto y señalado de la cara, donde está la vergüenza del hombre. Dábale tras esto otro nombre, y despedíale con bendicion. Los señores y convidados forasteros y naturales se sentaban á comer en el patio, y los ciudadanos tañian y cantaban conforme á la fiesta, y bailaban el netoteliztli. La comida era muy abastada de toda suerte de viandas, mucha caza y volatería; ca de solos gallipavos se comian á yantar mil, y mil y quinientos. No hay número de las codornices que allí se gastaban, ni de los conejos, liebres, venados, perrillos capados y cebones. Tambien servian culebras, víboras y otras serpientes guisadas con mucho ají; cosa que paresce increible, pero es cierta. No quiero decir las muchas frutas, las guirnaldas de flores, los mazos de rosas y cañutos de perfumes que ponian en las mesas; pero digo que gentilmente se embeodaban con aquelos sus vinos. En fin, en semejantes fiestas no habia pariente pobre. Daban á los señores tecuitles y principales convidados plumajes, mantas, tocas, zapatos, bezotes, y orejeras de oro ó plata ó piedras de precio. Esto era mas o menos, segun la riqueza y ánimo del nuevo tecuitli, y conforme á las personas que se daba. Tambien hacia grandes ofrendas al templo y á los sacerdotes. El tecuitli se ponia en los agujeros de la nariz que le hizo el sacerdote, granillos de oro, perlezuelas, turquesas, esineraldas y otras piedras preciosas; ca en aquello se conoscian y diferenciaban de los otros los tales caballeros. Atábanse los cabellos en la guerra á la coronilla. Era primero en los votos, en los asientos y presentes; era el principal en los banquetes y fiestas, en la guerra y en la paz, y podia traer tras de sí un banquillo para sentarse do quiera que le pluguiese. Este ditado tenian Xicotencatl y Maxixca, que fué gran amigo de Cortés, y por eso eran capitanes, y tan preeminentes personas en Tlaxcallan y su tierra.

Lo que sienten del ánima.

Bien pensaban estos mejicanos que las ánimas eran inmortales, y que penaban ó gozaban segun vivieron, y toda su religion á esto se encaminaba ; pero donde mas claramente lo mostraban, era en los mortuorios. Tenian que habia nueve lugares en la tierra donde iban á morar los defuntos: uno junto al sol, y que los hombres buenos, los muertos en batalla y sacrificados iban á la casa del sol, y que los malos se quedaban acá en la tierra, y repartíanse desta manera: los niños y mal paridos iban á un lugar, los que morian de vejez ó enfermedad iban á otro, los que morian súbita y arrebatadamente iban á otro, los muertos de heridas y mal pegajoso iban á otro, los ahogados á otro, los justiciados por delitos, como eran hurto y adulterio, á otro; los que mataban á sus padres, hijos y mujeres, tenian casa por sí. Tambien estaban por su cabo los que mataban al señor y á sacerdote alguno. La gente menuda comunmente se enterraba. Los señores y ricos hombres se

quemaban, y quemados, los sepultaban. En las mortajas habia gran diferencia, y mas vestidos iban muertos que anduvieron vivos. Amortajaban las mujeres de otra manera que á los hombres, ni que á los niños. Al que moria por adúltero vestian como al dios de la lujuria, dicho Tlazolteutl; al ahogado, como á Tlaloc, dios del agua; al borracho, como á Ometochtli, dios del vino; al soldado, como á Vitcilopuchtli; y finalmente, á cada oficial daban el traje del ídolo de aquel oficio.

Enterramiento de los reyes.

Cuando enferma el rey de Méjico ponen máscaras á Tezcatlipuca ó Vitcilopuchtli, ó á otro ídolo, y no se la quitan hasta que ó sana ó muere. Cuando espiraba enviábanlo á decir á todos los pueblos de su reino para que lo llorasen, y á llamar los señores que le eran parientes y amigos, y que podian venir á las honras dentro de cuatro dias; que los vasallos ya estaban allí. Ponian el cuerpo sobre una estera, velábanlo cuatro noches gimiendo y plañiendo. Lavábanlo, cortábanle un guedeja de cabellos de la coronilla, y guardábanlos, diciendo que en ellos quedaba la memoria de su ánima. Metíanle en la boca una fina esmeralda; amortajábank con decisiete mantas muy ricas y muy labradas de colores, y sobre todas ellas iba la devisa de Vitcilopuchtli é Tezcatlipuca, ó la de algun otro ídolo su devoto, ó la del dios en cuyo templo se mandaba enterrar. Ponianle una máscara muy pintada de diablos, y muchas joyas, piedras y perlas. Mataban luego allí el esclavo lamparero, que tenia cargo de hacer lumbre y sahumerios á les dioses de palacio, y con tanto llevaban el cuerpo al tem plo. Unos iban llorando y otros cantando la muerte del Rey; que tal era su costumbre. Los señores, los caballeros y criados del defunto llevaban rodelas, flechas, mazas, banderas, penachos y otras cosas así, para echar en la hoguera. Recebíalos el gran sacerdote con tod su clerecía á la puerta del patio, en tono triste; decia ciertas palabras, y hacíale echar en un gran fuego que para lo quemar estaba hecho, con todas las joyas que tenia. Echaban tambien á quemar todas las armas, plumajes y banderas con que le honraban, y un perro que lo guiase adonde habia de ir, muerto primero con un flecha que le atravesase el pescuezo. Entre tanto que ardia la hoguera, y quemaban al Rey y el perro, sacrificaban los sacerdotes docientas personas, aunque en esto no habia tasa ni ordinario. Abríanlos por el pecho, sacábanles los corazones, y arrojábanlos en el fuego del señor, y luego echaban los cuerpos en un carne. ro. Estos, así muertos por honra y para servicio de su amo, como ellos dicen, en el otro siglo, eran por la mayor parte esclavos del muerto y de algunos señores que se los ofrescian; otros eran enanos, otros contrechos, otros monstruosos, y algunas eran mujeres. Ponian al defunto en casa, y en el templo muchas rosas y flores, y muchas cosas de comer y de beber, y nadie las tocab sino sacerdotes, ca debia ser ofrenda. Otro dia cogian la ceniza del quemado, y los dientes, que nunca se queman, y la esmeralda que llevaba á la boca; todo lo cual metian en una arca pintada por dentro de figuras endiebladas, con la guedeja de cabellos, y con otros pocos cabellos que cuando nació le cortaron, y tenian guar

« AnteriorContinuar »