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Veinte anzuelos de oro, con que pescaban.
Doce granos de oro, que pesaron cincuenta ducados.

Una trenza de oro.

Planchuelas delgadas de oro.

Una olla de oro.

Un ídolo de oro, hueco y delgado.
Algunas bronchas delgadas de oro.

Nueve cuentas de oro huecas, con su extremo.
Dos sartas de cuentas doradas.

Otra sarta de palo dorado, con cañutillos de oro. Una tacica de oro, con ocho piedras moradas y veinte y tres de otras colores..

Un espejo de dos haces, guarnecido de oro.
Cuatro cascabeles de oro.

Una salserilla delgada de oro.

Un botecico de oro.

Ciertos collarejos de oro, que valian poco, y algunas arracadillas de oro pobres.

Una como manzana de oro hueca.

Cuarenta hachas de oro con mezcla de cobre, que valian hasta dos mil y quinientos ducados.

Todas las piezas que son menester para armar un hombre, de oro delgado.

Una armadura de palo, con hoja de oro y pedrecicas negras.

Un penachuelo de cuero y oro.

Cuatro armaduras de palo para las rodillas, cubiertas de hoja de oro.

Dos escarcelones de madera, con hojas de oro.

Dos rodelas, cubiertas de plumas de muchos y finos colores.

Otras rodelas de oro y pluma.

Un plumaje grande de colores, con una avecica en medio al natural.

Un ventalle de oro y pluma.

Dos moscadores de pluma.

Dos cantarillos de alabastro, llenos de diversas piedras algo finas, y entre ellas una que valió dos mil ducados.

Ciertas cuentas de estaño.

Cinco sartas de cuentas de barro, redondas y cubiertas de hoja de oro muy delgada.

Ciento y treinta cuentas huecas de oro.
Otros muchos sartales de palo y barro dorado.
Otras muchas cuentas doradas.

Unas tijeras de palo dorado.

Dos máscaras doradas.

Una máscara de musáico con oro.

Cuatro máscaras de madera doradas, de las cuales una tenia dos varas derechas de musáico con turquesillas, y otra las orejas de lo mesmo, aunque con mas

oro.

Otra era musáica de lo mesmo de la nariz arriba, y la otra de los ojos arriba.

Cuatro platos de palo, cubiertos de hoja de oro. Una cabeza de perro, cubierta de pedrecicas. Otra cabeza de animal y de piedra, guarnescida de oro, con su corona y cresta y dos pinjantes, que todo era de oro, mas delgado.

Cinco pares de zapatos como esparteñas.
Tres cueros colorados.

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Dos mil cuentas verdes de vidro, que tuvieron por finas.

Cien sartas de cuentas de muchos colores.
Veinte peines, que preciaron mucho.

Seis tijeras, que les agradaron.
Quince cuchillos, grandes y chicos.
Mil agujas de coser y dos mil alfileres.
Ocho alpargatas.

Unas tenazas y martillo.
Siete caperuzas de color.

Tres sayos de colores gironados.
Un sayo de frisa con su caperuza.

Un sayo de terciopelo verde traido, con una gorra negra de terciopelo.

La diligencia y gasto que hizo Cortés en armar la flota.

Como tardaba Joan de Grijalva mas que tardó Francisco Hernandez á volver, ó enviar aviso de lo que hacia, despachó Diego Velazquez á Cristóbal de Olid en una carabela, en socorro y á saber dél, encargándole que tornase luego con cartas de Grijalva; empero el Cristóbal de Olid anduvo poco por Yucatan, y sin haHlar á Joan de Grijalva se volvió á Cuba, que fué un gran daño para Diego Velazquez y para Grijalva; porque si fuera á San Juan de Ulúa ó mas adelante, hiciera por ventura poblar allí á Grijalva; mas él dijo que le convino dar la vuelta, por haber perdido las áncoras. Llegó Pedro de Albarado, después de partido Cristóbal de Olid, con la relacion del descubrimiento y con muchas cosas de oro y pluma y algodon, que se habian rescatado; con las cuales, y con lo que dijo de palabra, se holgó y maravilló Diego Velazquez con todos los españoles de Cuba; mas temió la vuelta de Grijalva, porque le de

mudez estaba muy arrepentido por no haber tomado aquella empresa cuando le rogaron, sabiendo entonces el grande y hermoso rescate que Grijalva traia, y cuán rica tierra era la nuevamente descubierta. Los Velazquez quisieran, como parientes, ser los capitanes y cabezas de la armada, aunque no eran para ello, segun dicen. Pensó tambien Diego Velazquez que aflojando él, cesaria Cortés; y como procedia en el negocio, echóle á Amador de Larez, persona muy principal, para que dejase la ida, pues Grijalva era vuelto, y que le pagarian lo gastado. Cortés, entendiendo los pensamientos de Diego Velazquez, dijo á Larez que no dejaria de ir, siquiera por la vergüenza, ni apartaria compañía. Y si Diego Velazquez queria enviar á otro, armando por sí, que lo hiciese; ca él ya tenia licencia de los padres gobernadores; y así, habló con sus amigos y personas principales, que se aparejaban para la jornada, á ver si le siguirian y favorescerian. Y como sintiese toda amistad y ayuda en ellos, comenzó á buscar dineros; y tomó fiados cuatro mil pesos de oro de Andrés de Duero, Pedro de Jerez, Antonio de Santa Clara, mercaderes, y de otros; con los cuales compró dos naos, seis caballos y muchos vestidos. Socorrió á muchos, tomó casa, hizo mesa, y comenzó á ir con armas y mucha compañía; de que muchos murmuraban, diciendo que tenia estado sin señorío. Llegó en esto á Santiago Joan de Grijalva, y no le quiso ver Diego Velazquez, porque se vino de aquella rica tierra; y pesábale que Cortés fuese allá tan pujante; mas no le pudo estorbar la ida, porque todos le siguian, los que allí estaban, como los que venian con Grijalva ; ca si lo tentara con rigor, hubiera revuelta en la ciudad, y aun muertes; y como no era parte, disimuló. Todavía mandó que no le diesen vituallas, segun muchos dicen. Cortés procuró de salir luego de allí. Publicó que iba por sí, pues era vuelto Grijalva, diciendo á los soldados que no habian de tener qué hacer con Diego Velazquez. Díjoles que se embarcasen con la comida que pudiesen. Tomó á Fernando Alfonso los puercos y carneros que tenia para pesar otro dia en la carnicería, dándole una cadena de oro, hechura de abrojos, en pago y para la pena de no dar carne á la ciudad. Y partióse de Santiago de Barucoa á 18 de noviembre, con mas de trecientos españoles,en seis navíos.

cian los enfermos que de allá vinieron, cómo no tenia | hombre que se vengaria en aquello de lo pasado. El Bergana de poblar, y que la tierra y gente era mucha y guerrera, y aun porque desconfiaba de la prudencia y ánimo de su pariente. Así que determinó enviar allá algunas naos con gente y armas y mucha quinquillería, pensando enriquescer por rescates y poblar por fuerza. Rogó á Baltasar Bermudez que fuese; y como le pidió tres mil ducados para ir bien armado y proveido, dejóle, diciendo que seria mas el gasto, de aquella manera, que no el provecho. Tenia poco estómago para gastar, siendo codicioso, y queria enviar armada á costa ajena, que así habia hecho casi la de Grijalva; porque Francisco de Montejo puso un navío y mucho bastimento. Y Alonso Hernandez Portocarrero, Alonso de Avila, Diego de Ordas y otros muchos fueron á la costa con Joan de Grijalva. Habló á Fernando Cortés para que armasen ambos á medias; porque tenia dos mil castellanos de oro en compañía de Andrés de Duero, mercader; y porque era hombre diligente, discreto y esforzado, rogóle que fuese con la flota, encaresciendo el viaje y negocio. Fernando Cortés, que tenia grande ánimo y deseos, aceptó la compañía y el gasto y la ida, creyendo que no seria mucha la costa; así que se concertaron presto. Enviaron á Joan de Saucedo, que habia venido con Albarado, á sacar una licencia de los frailes jerónimos, que gobernaban entonces, de poder ir á rescatar para los gastos, y á buscar á Joan de Grijalva, que sin ella no podia nadie rescatar, que es feriar mercería por oro y plata. Fray Luis de Figueroa, fray Alonso de Santo Domingo y fray Bernaldino Manzanedo, que eran los gobernadores, dieron la licencia para Fernando Cortés, como capitan y armador, con Diego Velazquez, mandando que fuesen con él un tesorero y un veedor para procurar y tener el quinto del Rey, como era de costumbre. Entre tanto que venia la licencia de los gober⚫nadores, comenzó Fernando Cortés de aderezarse para la jornada. Habló á sus amigos y á otros muchos para ver si querian ir con él; y como halló trecientos que fuesen, compró una carabela y un bergantin para con la carabela que trajo Pedro de Albarado y otro bergantin de Diego Velazquez, y proveyólos de armas, artillería y municion. Compró vino, aceite, habas, garbanzos y otras cosillas. Tomó fiada de Diego Sanz, tendero, una tienda de bohonería en setecientos pesos de oro. Diego Velazquez le dió mil castellanos de la hacienda de Pánfilo de Narvaez, que tenia en poder por su absencia, diciendo que no tenia blanca suya; y dió á muchos soldados que iban en la flota dineros, con obligacion de mancomun ó fianzas. Y capitularon ambos lo que cada uno habia de hacer, ante Alonso de Escalante, escribano público y real, y 23 dias de octubre del año de 18. Volvió á Cuba Joan de Grijalva en aquella mesma sazon, y hubo con su venida mudanza en Diego Velazquez, ca ni quiso gastar mas en la flota que armaba Cortés, ni quisiera que la acabara de armar. Las causas porque lo hizo, fueron querer enviar por sí á solas aquellas mesmas naos de Grijalva; ver el gasto de Cortés y el ánimo con que gastaba; pensar que se le alzaria, como habia él hecho al almirante don Diego; oir y creer á Bermudez y á los Velazquez, que le decian no fiase dél, que era extremeño, mañoso, altivo, amador de honras, y

Los hombres y navíos que Cortés llevó á la conquista.

Salió Cortés de Santiago con muy poco bastimento para los muchos que llevaba y para la navegacion, que aun era incierta; y envió luego en saliendo á Pero Xuarez Gallinato de Porra, natural de Sevilla, en una carabela por bastimentos á Jamaica, mandándole ir con los que comprase al cabo de Corrientes ó punta de Sant Anton, que es lo postrero de la isla hácia poniente; y él fuése con los demás á Macaca. Compró allí trecientas cargas de pan y algunos puercos á Tamayo, que tenia la hacienda del Rey. Fué á la Trinidad, y compró un navío de Alonso Guillen, y de particulares tres caballos y quinientas cargas de grano. Estando allí tuvo aviso que Joan Nuñez Sedeño pasaba con un navío cargado de vituallas de vender á unas minas. Envió á Diego de Ordas

en una carabela bien armada, para que lo tomase y llevase á la punta de Sant Anton. Ordás fué á él y lo tomó en la canal de Jardines, y llevó á do le fué mandado. Y Sedeño y otros se vinieron á la Trinidad con el registro de lo que llevaban, que era cuatro mil arrobas de pan, mil y quinientos tocinos y muchas gallinas. Cortés les dió unas lazadas y otras piezas de oro en pago, y un coSy noscimiento, por el cual fué Sedeño á la conquista. Recogió Cortés en la Trinidad cerca de docientos hombres de los de Grijalva, que estaban y vivian allí y en Matanzas, Carenas y otros lugares. Y enviando los navíos delante, se fué con la gente por tierra á la Habana, que estaba poblada entonces á la parte del sur en la boca del rio Onicaxinal. No le quisieron vender allí ningun mantenimiento, por amor de Diego Velazquez, los vecinos; mas Cristóbal de Quesada, que recaudaba los diezmos del Obispo, y un receptor de bulas, le vendieron dos mil tocinos y otras tantas cargas de maíz, yuca y ajes. Basteció con esto la flota razonablemente, y comenzó á repartir la gente y comida por los navíos. Llegaron entonces con una carabela Pedro de Albarado, Cristóbal de Olid, Alonso de Avila, Francisco de Montejo y otros muchos de la compañía de Grijalva, que fueran á hablar con Diego Velazquez. Iba entrellos un Garnica, con cartas de Diego Velazquez para Cortés, en que le rogaba esperase un poco, que ó iria él ó enviaria á comunicarle algunas cosas que convenian á entrambos; y otras para Diego de Ordás y para otros, donde les rogaba que prendiesen á Cortés. Ordas convidó á Cortés á un banquete en la carabela que llevaba en cargo, pensando llevarle con ella á Santiago; mas Cortés, entendida la trama, fingió al tiempo de la comida que le dolia el estómago, y no fué al convite; y porque no aconteciese algun motin, se entró en su nao. Hizo señal de recoger, como es de costumbre. Mandó que todos fuesen tras él á Sant Anton, donde todos llegaron presto y con bien. Hizo luego Cortés alarde en Guaniguanigo, y halló quinientos y cincuenta españoles; de los cuales eran marineros los cincuenta. Repartiólos en once compañías, y diólas á los capitanes Alonso de Avila, Alonso Fernandez Portocarrero, Diego de Ordás, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Salceda, Joan de Escalante, Joan Velazquez de Leon, Cristóbal de Olid y un Escobar. El, como general, tomó tambien una. Hizo tantos capitanes, porque los navíos eran otros once, para que tuviese cada uno dellos cargo de la gente y del navío. Nombró tambien por piloto mayor á Anton de Alaminos, que habia ido con Francisco Hernandez de Córdoba y con Joan de Grijalva. Habia tambien docientos isleños de Cuba para carga y servicio, ciertos negros y algunas indias, y deciseis caballos y yeguas. Halló eso mesmo cinco mil tocinos y seis mil cargas de maíz, yuca y ajes. Es cada carga dos arrobas, peso que lleva un indio caminando. Muchas gallinas, azúcar, vino, aceite, garbanzos y otras legumbres; gran cantidad de quinquillería, como decir cascabeles, espejos, sartales y cuentas de vidrio, agujas, alfileres, bolsas, agujetas, cintas, corchetes, hebillas, cuchillos, tijeras, tenazas, martillos, hachas de hierro, camisas, tocadores, cofias, gorgueras, zaragüelles y pañizuelos de lienzo; sa

yos, capotes, calzones, caperuzas de paño ; todo lo cual repartió en las naos. Era la nao capitana de cien toneles; otras tres de ochenta y setenta; las demás pequeñas y sin cubierta, y bergantines. La bandera que puso y llevó Cortés esta jornada era de fuegos blancos y azules con una cruz colorada en medio, y al rededor un letrero en latin, que romanzado dice: « Amigos, sigamos la cruz; y nos, si fe tuviéremos en esta señal, vencerémos. » Este fué el aparato que Cortés hizo para su jornada. Con tan poco caudal ganó tan gran reino. Tal, y no mayor ni mejor, fué la flota que llevó á tierras extrañas que aun no sabia. Con tan poca compañía venció innumerables indios. Nunca jamás hizo capitan con tan chico ejército tales hazañas, ni alcanzó tantas vitorias ni sujectó tamaño imperio. Ningun dinero llevó para pagar aquella gente, antes fué muy adeudado. Y no es menester paga para los españoles que andan en la guerra y conquista de Indias; que si por el sueldo lo hubiesen, á otras partes mas cerca irian. En las Indias cada uno pretende un estado ó grandes riquezas. Concertada pues y repartida (como habeis oido) toda la armada, hizo Cortés una breve plática á su gente, que fué de la substancia siguiente.

Oracion de Cortés á los soldados.

<«< Cierto está, amigos y compañeros mios, que todo hombre de bien y animoso quiere y procura igualarse por proprias obras con los excelentes varones de su tiempo y aun de los pasados. Así que yo acometo una grande y hermosa hazaña, que será después muy famosa; ca el corazon me da que tenemos de ganar grandes y ricas tierras, muchas gentes nunca vistas, y mayores reinos que los de nuestros reyes. Y cierto, mas se extiende el deseo de gloria, que alcanza la vida mortal; al cual apenas basta el mundo todo, cuanto menos uno ni pocos reinos. Aparejado he naves, armas, caballos y los demás pertrechos de guerra; y sin esto hartas vituallas y todo lo al que suele ser necesario y provechoso en las conquistas. Grandes gastos he yo hecho, en que tengo puesta mi hacienda y la de mis amigos. Mas parésceme que cuanto della tengo menos, he acrescentado en honra. Hanse de dejar las cosas chicas cuando las grandes se ofrescen. Mucho mayor provecho, segun en Dios espero, verná á nuestro rey y nacion desta nuestra armada que de todas las de los otros. Callo cuán agradable será á Dios nuestro Señor, por cuyo amor he de muy buena gana puesto el trabajo y los dineros. Dejaré aparte el peligro de vida y honra que he pasado haciendo esta flota; porque no creais que pretendo della tanto la ganancia cuanto el honor; que los buenos mas quieren honra que riqueza. Comenzamos guerra justa y buena y de gran fama. Dios poderoso, en cuyo nombre y fe se hace, nos dará vitoria; y el tiempo traerá el fin, que de contino sigue á todo lo que se hace y guia con razon y consejo. Por tanto, otra forma, otro discurso, otra maña hemos de tener que Córdoba y Grijalva; de la cual no quiero disputar por la estrechura del tiempo, que nos da priesa. Empero allá harémos así como viéremos; y aquí yo vos propongo grandes premios, mas envueltos en grandes trabajos: Pero la virtud no quiere ociosidad; por tanto, si quisiéredes

llevar la esperanza por virtud ó la virtud por esperanza; y si no me dejais, como no dejaré yo á vosotros ni á la ocasion, yo os haré en muy breve espacio de tiempo los mas ricos hombres de cuantos jamás acá pasaron, ni cuantos en estas partidas siguieron la guerra. Pocos sois, ya lo veo; mas tales de ánimo, que ningun esfuerzo ni fuerza de indios podrá ofenderos; que experiencia tenemos cómo siempre Dios ha favorecido en estas tierras á la nacion española; y nunca le faltó ni faltará virtud y esfuerzo. Así que id contentos y alegres, y haced igual el succeso que el comienzo. >>

La entrada de Cortés en Acuzamil.

Con este razonamiento puso Fernando Cortés en sus compañeros gran esperanza de cosas y admiracion de su persona. Y tanta gana les tomó de pasar con él á aquellas tierras apenas vistas, que les parescia ir, no á guerra, sino á vitoria y presa cierta. Holgó mucho Cortés de ver la gente tan contenta y ganosa de ir con él en aquella jornada; y así, entró luego en su nao capitana, y mandó que todos se embarcasen de presto; y como vió tiempo, hízose á la vela, habiendo primero oido misa y rogado á Dios le guiase aquella mañana, que fué á 18 del mes de hebrero del año de 1519 de la navidad de Jesucristo, redemptor del mundo. Estando en la mar, dió nombre á todos los capitanes y pilotos, como se usa; el cual fué de san Pedro apóstol, su abogado. Avisólos que siempre tuviesen ojo á la capitana en que él iba; porque llevaba en ella un gran farol para señal y guia del camino que tenian de hacer; el cual era casi leste oeste de la punta de Sant Anton, que es lo postrero de Cub, para el cabo de Cotoche, que es la primera punta de Yucatan, donde habian de ir á dar derechos, para después seguir la tierra costa á costa entre norte y poniente. La primera noche que se partió Fernando Cortés y que comenzó de atravesar el golfo que hay de Cuba á Yucatan, y que ternia pocas mas de sesenta leguas, se levantó nordeste con recio temporal; el cual desrotó la flota; y así, se derramaron los navíos y corrió cada uno como mejor pudo. Y por la instruccion que llevaban los pilotos de la via que habian de hacer, navegaron, y fueron todos, salvo uno, á la isla de Acuzamil, aunque no fueron juntos ni á un tiempo. Las que mas tardaron fueron la capitana y otra en que iba por capitan Francisco de Morla, que ó por descuido y flojedad del timonero, ó por la fuerza del agua mezclada con viento, se llevó un golpe de mar el gobernalle al navío de Morla; el cual, para dar á entender su necesidad, izó un farol desparramado. Cortés, como lo vió, arribó sobre él con la capitana; y entendida la necesidad y peligro, amainó y esperó hasta ser de dia, para conhortar los de aquel navío y para remediar la falta. Quiso Dios que cuando amanesció, ya la mar abonanzaba, y no andaba tan brava cómo la noche; y en siendo de dia miraron por el gobernalle, que andaba al rededor entre las dos naves. El capitan Morla se echó á la mar atado de una soga, y á nado tomó el timon, y lo subieron y asentaron en su lugar como habia de estar; y luego alzaron velas. Navegaron aquel dia y otro sin llegar á tierra ni sin ver vela ninguna de la flota; mas luego á otro llegaron á la punta de las Mujeres, donde ha

llaron algunos navíos. Mandóles Cortés que le siguiesen, y él enderezó la proa de su nao capitana á buscar los navíos que le faltaban hácia do el tiempo y viento los habia podido echar; y así, fué á dar en Acuzamil. Halló allí los navíos que le faltaban, excepto uno, del cual no supieron en muchos dias. Los de la isla hobieron miedo; alzaron su hatillo y metiéronse al monte: Cortés hizo salir en tierra, á un pueblo que estaba cerca de donde habian surgido, cierto número de españoles; los cuales fueron al lugar, que era de cantería y buenos edificios, y no hallaron persona en él; mas hallaron en algunas casas ropa de algodon y ciertas joyas de oro. Entraron asimesmo en una torre alta y de piedra, y junto á la mar, pensando que hallarian dentro hombres y hacienda; mas ella no tenia sino dioses de barro y canto. Vueltos que fueron, dijeron á Cortés cómo habian visto muchos maizales y praderías, grandes colmenares y arboledas y frutales; y diéronle aquellas cosillas de oro y algodon que traian. Alegróse Cortés con aquellas nuevas, aunque por otra parte se maravilló que hubiesen huido los de aquel pueblo, pues no lo habian hecho cuando allí vino Juan de Grijalva ; y sospechó que por ser mas sus navíos que los del otro tenian mas miedo. Temió tambien no fuese ardid para tomalle en alguna zalagarda, y mandó sacar á tierra los caballos á dos efetos: para descubrir el campo con ellos, y pelear, si necesario fuese; y si no, para que paciesen. y se refrescasen, pues habia donde. Tambien hizo desembarcar la gente, y envió muchos á buscar la isla ; y ciertos dellos hallaron en lo muy espeso de un monte cuatro ó cinco mujeres con tres criaturas, que le trajeron. No entendia ni las entendian; pero por los ademanes y cosas que hacian conoscieron cómo la una dellas era señora de las otras, y madre de los niños. Cortés la halagó entonces; que lloraba su captiverio y el de sus hijos. Vistióla, como mejor pudo, á la manera de acá; dió á las criadas espejos y tijeras, y á los niños sendos dijes con que se holgasen. Eu lo demás tratóla honestamente. Tras esto, ya que queria enviar una de aquellas mozas á llamar al marido y señor para hablarle y que viese cuán bien tratados estaban sus hijos y mujer, llegaron ciertos isleños á ver lo que pasaba, por mandado del Calachuni, y á saber de la mujer. Dióles Cortés algunas cosillas de rescate para sí, y otras para el Calachuni, su señor. Tornólos á enviar para que le rogasen de su parte y de la mujer que viniese á verse con aquella gente, de quien sin causa huia; que él le prometia que ni persona ni casa de la isla recibiria daño ni enojo de aquellos sus compañeros. El Calichuni, como entendió esto, y con el amor de los hijos y mujer, se vino luego otro dia con todos los hombres del lugar, en el cual estaban ya muchos españoles aposentados; mas no consintió que se saliesen de las casas, antes mandó que los repartiesen entre sí, y los proveyesen muy bien de allí adelante de mucho pescado, pan, miel y frutas. El Calachuni habló á Cortés con grande humildad y cerimonias; y así, fué muy bien recebido y amorosamente tratado; y no solo le mostró Cortés por señas y palabras la buena obra que españoles le querian hacer, mas aun por dádivas; y así, le dió á él y á otros muchos de aquellos suyos cosas de rescate; las cuales, aunque entre nosotros son

de poco valor, ellos las estiman mucho y tienen en mas que al oro, tras que todos andaban. Allende desto, mandó Cortés que todo el oro y ropa que se habia tomado en el pueblo lo trujesen ante sí; y allí conosció cada isleño lo que suyo era, y se le volvió; de que no poco quedaron contentos y maravillados. Aquellos indios fueron, muy alegres y ricos con las cosillas de España, por toda la isla á mostrarlas á los otros, y á mandarles de parte del Calachuni que se tornasen á sus casas con sus hijos y mujeres seguramente y sin miedo, por cuanto aquella gente extranjera era buena y amorosa. Con estas nuevas y mandamiento se volvió cada uno á su casa y pueblo, que tambien otros se habian ido como los deste, y poco a poco perdieron el miedo que á los españoá les tenian. Y por esta manera estuvieron seguros y amigos, y proveyeron abundantemente nuestro ejército todo el tiempo que en la isla estuvo, de miel y cera, de pan, pescado y fruta.

Que los de Acuzamil dieron nuevas Cortés de Jerónimo
de Aguilar.

Como Cortés vió que estaban asegurados de su venida, y muy domésticos y serviciales, acordó de quitarles los ídolos, y darles la cruz de Jesucristo nuestro Señor, y la imágen de su gloriosa Madre y vírgen santa María; y para esto hablóles un dia por la lengua que llevaba, la cual era un Melchior que llevara Francisco Hernandez de Córdoba. Mas como era pescador, era rudo, ó mas de veras simple, y parescia que no sabia hablar ni responder. Todavía les dijo que les queria dar mejor ley y Dios de los que tenian. Respondieron que mucho enhorabuena. Y así los llamó al templo, hizo decir misa, quebró los dioses, y puso cruces y imágenes de nuestra Señora, lo cual adoraron con devocion; y mientras allí estuvo no sacrificaron como solian. No se hartaban de mirar aquellos isleños nuestros caballos ni naos; y así, nunca paraban, sino ir y venir; y aun tanto se maravillaron de las barbas y color de los nuestros, que llegaban á tentarlos, y hacian señas con las manos hácia Yucatan, que estaban allá cinco ó seis hombres barbudos, muchos soles habia. Fernando Cortés, considerando cuánto le importaria tener buen faraute para entender y ser entendido, rogó al Calachuni le diese alguno que llevase una carta á los barbudos que decian. Mas él no halló quien quisiese ir allá con semejante recaudo, de miedo del que los tenia, que era gran señor y cruel; y tal, que sabiendo la embajada mandaria matar y comer al que la llevase. Viendo esto Cortés, halagó tres isleños que andaban muy serviciales en su posada. Dióles algunas cosillas, y rogóles que fuesen con la carta. Los indios se excusaron mucho dello, que tenian por cierto que los matarian. Mas en fin, tanto pudieron ruegos y dádivas, que prometieron de ir. Y así, escribió luego una carta que en summa decia :

<«< Nobles señores: yo partí de Cuba con once navios »de armada y con quinientos y cincuenta españoles, y »llegué aquí á Acuzamil, de donde os escribo esta carta. »Los desta isla me han certificado que hay en esa tiervra cinco ó seis hombres barbudos y en todo á nosotros vmuy semejables. No me saben dar ni decir otras señas; »mas por estas conjeturo y tengo por cierto que sois

»españoles. Yo y estos hidalgos que conmigo vienen á "descubrir y poblar estas tierras, os rogainos mucho que >>dentro de seis dias que recibiéredes esta, os vengais >>para nosotros, sin poner otra dilacion ni excusa. Si >>viniéredes todos, conoscerémos y gratificarémos la >>buena obra que de vosotros recebirá esta armada. Un »bergantin envio para en que vengais, y dos naos para >>seguridad.-Fernando Cortés.»

Escrita ya la carta, hallóse otro inconveniente para que no la llevasen; y era, que no sabian cómo llevarla encubiertamente para no ser vistos ni barruntados por espías, de que los indios temian. Entonces Cortés acordóse que iria bien, envuelta en los cabellos de uno; y así, tomó al que parescia mas avisado y para mas que los otros, y atóle la carta entre los cabellos, que de costumbre los traen largos, á la manera que se los atan ellos en la guerra ó fiestas, que es como trenzado en la frente. Del bergantin en que fueron estos indios iba capitan Joan de Escalante; de las naves Diego de Ordás, con cincuenta hombres para si menester fuese. Fueron estos navíos, y Escalante echó los indios en tierra en la parte que le dijeron. Esperaron ocho dias, aunque les avisaron que no los esperarian sino seis, y como tardaban, cuidaron que los habrian muerto ó cativado, y tornáronse á Acuzamil sin ellos; de que mucho pesó á todos los españoles, en especial á Cortés, creyendo que no era verdad aquello de los de las barbas, y que ternian falta de lengua. Entre tanto que todas estas cosas pasaban, se repararon los navíos del daño que habian recebido con el temporal pasado, y se pusieron á pique; y así, se partió la flota en llegando el bergantin y las dos

naos.

Venida de Jerónimo de Aguilar á Fernando Cortés.

Mucho les pesaba, á lo que mostraron, la partida de los cristianos á los isleños, especial al Calachuni; y cierto á ellos se les hizo buen tratamiento y amistad. De Acuzamil fué la flota á tomar la costa de Yucatan, á do es la punta de las Mujeres, con buen tiempo, y surgió allí Cortés para ver la dispusicion de la tierra y la manera de la gente. Mas no le contento. Otro dia siguiente, que fué Carnestolendas, oyeron misa en tierra, hablaron á los que vinieron á verlos, y embarcados, quisieron doblar la punta para ir á Cotoche, y tentar qué cosa era. Pero ante que la doblasen, tiró la nao en que iba el capitan Pedro de Albarado, en señal que corria peligro. Acudieron allá todos á ver qué cosa era; y como Cortés entendió que era un agua que con dos bombas no podian agotar, y que si no fuese tomando puerto, que no se podia remediar, tornóse á Acuzamil con toda la armada. Los de la isla acudieron luego á la mar muy alegres á saber qué querian ó qué se habian olvidado; y los nuestros les contaron su necesidad, y se desembarcaron, y remediaron el navío. El sábado luego siguiente se embarcó la gente toda, salvo Fernando Cortés y otros cincuenta. Revolvió entonces el tiempo con grande viento y contrario; y así, no se partieron aquel dia. Duró aquella noche la furia del aire; mas amansó con el sol, y quedó la mar para poder embarcar y navegar; pero por ser el primer domingo de cuaresma, acordaron de oir misa y comer primero. Estando Cortés comiendo,

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