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pia cesta y de Juan de Ledesma y otros amigos suyos. Tomó por piloto á Juan de la Cosa, vecino del puerto de Santa María, experto marinero, á quien, como poco há conté, mataron los indios, y fué á descubrir tierra en Indias. Anduvo mucho por donde Cristóbal Colon, y finalmente descubrió y costeó de nuevo ciento y setenta leguas que hay del cabo de la Vela al golfo de Uraba y Fallarones del Darien. En el cual trecho de tierra están, contando hácia levante, Caribana, Zenu, Cartagena, Zamba y Santa Marta. Como llegó á Santo Domingo perdió las carabelas con broma, y fué preso por Francisco de Bobadilla, á causa que rescatara oro y tomara indios, y enviado á España con Cristóbal Colon. Mas los Reyes Católicos le hicieron merced de docientos ducados de renta en el Darien, en pago del servicio que les habia hecho en aquel descubrimiento. Toda esta costa que descubrió Bastidas y Nicuesa, y la que hay del cabo de la Vela á Paria, es de indios que comen hombres y que tiran con flechas enhervoladas; á los cuales llaman caribes, de Caribana, 6 porque son bravos y feroces, conforme al vocablo; y por ser tan inhumanos, crueles, sodomitas, idólatras, fueron dados por esclavos y rebeldes, para que los pudiesen matar, captivar y robar, si no quisiesen dejar aquellos grandes pecados y tomar amistad con los españoles y la fe de Jesucristo. Este decreto y ley hizó el Rey Católico don Fernando con acuerdo de su consejo y de otros letrados, teólogos y canonistas; y así, dieron muchas conquistas con tal licencia. A Diego de Nicuesa y Alonso de Hojeda, que fueron los primeros conquista- | dores de tierra firme de Indias, dió el Rey una instruccion de diez ó doce capítulos. El primero, que les predicasen los Evangelios. Otro, que les rogasen con la paz. El octavo, que queriendo paz y fe, fuesen libres, bien tratados y muy privilegiados. El nono, que si perseverasen en su idolatría y comida de hombres y en la enemistad, los captivasen y matasen libremente; que hasta entonces no se consentia. Alonso de Hojeda, natural de Cuenca, que fué capitan de Colon contra Caonabo, armó el año de 8, en Santo Domingo, cuatro navíos á su costa y trecientos hombres. Dejó al bachiller Martin Fernandez de Enciso, su alcalde mayor por cédula del Rey, para llevar tras él otra nao con ciento y cincuenta españoles y mucha vitualla, tiros, escopetas, lanzas, ballestas y municion, trigo para sembrar, doce yeguas y un hato de puercos para criar; y el partió de la Beata por diciembre. Llegó á Cartagena, requirió los indios, y hízoles guerra como no quisieron paz. Mató y prendió muchos. Hubo algun oro, mas no puro, en joyas y arreos del cuerpo. Cebóse con ello, y entró la tierra adentro cuatro leguas ó cinco, llevando por guia ciertos de los captivos. Llegó á una aldea de cien casas y trecientos vecinos. Combatióla, y retiróse sin tomarla. Defendiéronse tan bien los indios, que mataron setenta españoles y á Juan de la Cosa, segunda persona después de Hojeda, y se los comieron. Tenian espadas de palo y piedra, flechas con puntas de hueso y pedernal y untadas de yerba mortal. Varas arrojadizas, piedras, rodelas y otras armas ofensivas. Estando allí llegó Diego de Nicuesa con su flota, de que no poco se holgaron Hojeda y los suyos. Concertáronse todos, y fue

ron una noche al lugar donde murió Cosa y los setenta españoles; cercáronlo, pusiéronle fuego; y como las casas eran de madera y hoja de palmas, ardió bien. Escaparon algunos indios con la escuridad; pero los mas, ó cayeron en el fuego ó en el cuchillo de los nuestros, que no perdonaron sino á seis muchachos. Allí se vengó la muerte de los setenta españoles. Hallóse debajo de la ceniza oro, pero no tanto como quisieran los que la excarvaron. Embarcáronse todos, y Nicuesa tomó la via de Veragua, y Hojeda la de Uraba. Pasando por IslaFuerte tomó siete mujeres, dos hombres, y docientas onzas de oro en ajorcas, arracadas y collarejos. Salió á tierra en Caribana, solar de Cariben, como algunos quieren que esté, á la entrada del golfo de Uraba. Desembarcó los soldados, armas, caballos y todos los pertrechos y bastimentos que llevaba. Comenzó luego una fortaleza y pueblo donde se recoger y asegurar, en el mesmo lugar que cuatro años antes la habia comenzado Juan de la Cosa. Este fué el primer pueblo de españoles en la tierra firme de Indias. Quisiera Hojeda atraer de paz aquellos indios por cumplir el mandado real y para poblar y vivir seguro; mas ellos, que son bravos y confiados de sí en la guerra, y enemigos de extranjeros, despreciaron su amistad y contratacion. El entonces fué á Tiripi, tres ó cuatro leguas metido en tierra y tenido por rico. Combatiólo, y no lo tomó; ca los vecinos le hicieron huir con daño y pérdida de gente y reputacion, así entre indios como entre españoles. El señor de Tiripi echaba oro por sobre los adarves, y flechaban los suyos á los españoles que se abajaban á cogerlo, y al que allí herian, moria rabiando. Tal ardid usó conosciendo su codicia. Sentian ya los nuestros falta de mantenimientos, y con la necesidad fueron á combatir á otro lugar, que unos captivos decian estar muy bastecido, y trajeron dél muchas cosas de comer y prisioneros. Hojeda hubo allí una mujer. Vino su marido á tratarle libertad. Prometió de traer el precio que le pidió fué, y tornó con ocho compañeros flecheros, y en lugar de dar el oro prometido, dieron saetas emponzoñadas. Hirieron al Hojeda en un muslo; mas fueron muertos todos nueve por los españoles que con su capitan estaban. Hecho fué de hombre animoso, y no bárbaro, si le sucediera bien. A esta sazon vino allí Bernaldino de Talavera con una nao cargada de bastimentos y de sesenta hombres, que apañó en Santo Domingo, sin que lo supiese el Almirante ni justicia. Proveyó á Hojeda en gran coyuntura y necesidad. Empero no dejaban por eso los soldados de murmurar y quejarse que los habia traido á la carnicería y los tenia donde no les valiesen sus manos y esfuerzo. Hojeda los entretenia con esperanza del socorro y provision que habia de llevar el bachiller Enciso, y maravillábase de su tardanza. Ciertos españoles se concertaron de tomar dos bergantines de Hojeda, y tornarse á Santo Domingo ó irse con los de Nicuesa. Entendiólo él, y por estorbar aquel motin y desman en su gente y pueblo, se fué en la nao de Talavera, dejando por su teniente á Francisco Pizarro. Prometió de volver dentro de cincuenta dias, y si no, que se fuesen donde les pareciese; ca él les soltaba la palabra. Tanto se fué de Uraba Alonso de Hojeda por curar su herida, cuanto por buscar al ba

chiller Enciso, y aun porque se le morian todos. Partió pues de Caribana Alonso de Hojeda, y con mal tiempo que tuvo, fué á dar en Cuba, cerca del cabo de Cruz. Anduvo por aquella costa con grandes trabajos y hambre; perdió casi todos los compañeros. A la fin aportó á Santo Domingo muy malo de su herida; por cuyo dolor, ó por no tener aparejo para tornar á su gobernacion y ejército, se quedó allí, ó como dicen, se metió fraile francisco, y en aquel hábito acabó su vida.

Fundacion de la Antigua del Darien.

maldiciendo la tierra que tan mortal yerba producia, y
dejaronles algunos españoles muertos que comiesen.
Acordaron de mudar hito por mudar ventura. Informá-
ronse de unos captivos qué tierra era la de allende aquel
golfo; y como les dijeron que buena y abundante de
rios y labranza, pasáronse allá, y comenzaron á edifi-
car un lugar, que nombró Enciso villa de la Guardia, ca
los habia de guardar de los caribes. Los indios comar-
canos estuvieron quedos al principio, mirando aquella
nueva gente; mas como vieron edificar sin licencia en
su propria tierra, enojáronse ; y así, Cemaco, señor de
allí, sacó de su pueblo el oro, ropa y cosas que valian
algo, metiólo en un cañaveral espeso, púsose con hasta
quinientos hombres bien armados á su manera en un
cerrillo, y de allí amenazaba los extranjeros, encarando
las flechas y diciendo que no consintiria advenedizos en
su tierra ó los mataria. Enciso ordenó sus cien españo-
les, tomóles juramento que no huirian, prometió enviar
cierta plata y oro á la Antigua de Sevilla si alcanzaba
victoria, y hacer un templo á Nuestra Señora de la casa
del Cacique, y llamar al pueblo Santa María del Anti-
gua. Hizo oracion con todos de rodillas, arremetieron
á los enemigos, pelearon como hombres que lo habian
bien menester, y vencieron. Cemaco y los suyos huye-
ron mucha tierra, no podiendo sufrir los golpes y heri-
das de las espadas españolas. Entraron los nuestros en
el lugar, y mataron la hambre con mucho pan, vino y
frutas que
habia. Tomaron algunos hombres en cueros,

y mujeres vestidas de la cinta al pié. Corrieron otro dia
la ribera, y hallaron el rio arriba la ropa y fardaje del
lugar en un cañaveral, muchos fardeles de mantas'de
camas y de vestir, muchos vasos de barro y palo y otras
alhajas; dos mil libras de oro en collares, bronchas,
manillas y cercillos, y otros joyeles bien labrados que

Pasados que fueron los cincuenta dias, dentro de los cuales debia de tornar Hojeda con nueva gente y comida, segun prometiera, se embarcó Francisco Pizarro y los setenta españoles que habia, en dos bergantines que tenian, ca la grandisima hambre y enfermedades los forzó á dejar aquella tierra comenzada de poblar. Sobrevinoles navegando una tormenta, que se anegó el uno, y fué la causa cierto pece grandísimo, que con andar la mar turbada andaba fuera de agua. Arrimóse al bergantin como á tragárselo, y dióle un zurriagon con la cola, que hizo pedazos el timon; de que muy atónitos fueron considerando que los perseguia el aire, la mar y peces, como la tierra. Francisco Pizarro fué con su bergantin á la isla Fuerte, donde no le consintieron salir á tierra los isleños caribes. Echó hácia Cartagena por tomar agua, que morian de sed, y topó cerca de Cochibocoa con el bachiller Enciso, que traia un bergantin y una nao cargada de gente y bastimentos á Hojeda, y contóle todo el suceso y partida del Gobernador. Enciso no lo creia, sospechando que huia con algun robo ó delito; empero como vió sus juramentos, su desnudez, su color de tiriciados con la ruin vida ó aires de aquella tierra, creyólo. Pesóle, y mandóles volver con él allá. Pizarro y sus treinta y cinco compa-usan traer ellas. Muchas gracias dieron á Cristo y á su ñeros le daban dos mil onzas de oro que traian, porque los dejase ir á Santo Domingo ó á Nicuesa, y no los llevase á Uraba, tierra de muerte; mas él no quiso sino llevarlos. En Camairi tomó tierra para tomar agua y adobar la barca. Sacó hasta cien hombres, porque supo ser caribes los de allí. Mas como los indios entendieron que no era Nicuesa ni Hojeda, diéronle pan, peces y vino de maíz, y frutas, y dejáronle estar y hacer cuanto menester hubo, de que Pizarro se maravilló. Al entrar en Uraba topó la nave, por culpa del timonero y piloto, en tierra, ahogáronse las yeguas y puercas, perdióse casi toda la ropa y vitualla que llevaba, y harto hicieron de salvarse los hombres. Entonces creyó de veras Enciso los desastres de Hojeda, y temieron todos de morir de hambre 6 yerba. No tenian las armas que convenia para pelear contra flechas, ni navíos para irse. Comian yerbas, fruta y palmitos y dátiles, y algun javalí que cazaban. Es chica manera de puerco sin cola, y los piés traseros no hendidos, con uña. Enciso, queriendo ser antes muerto de hombres que de hambre, entró con cien compañeros la tierra adentro á buscar gente y comida. Encontró con tres flecheros, que sin miedo esperaron, descargaron sus carcajes, hirieron algunos cristianos, y fueron á llamar otros muchos, que venidos, representaron batalla, diciendo mil injurias á los nuestros. Enciso v sus cien compañeros se volvieron,

gloriosa Madre, Enciso y los compañeros, por la victoria, y por haber hallado rica tierra y buena. Enviaron por los ochenta españoles de Uraba, que dejando aquela punta tan azar para españoles, se fueron á ser vecinos en el Darien, que nombraron Antigua, el año de 9. Enciso usaba de capitan y alcalde mayor, conforme á la cédula del Rey que para serlo tenia; de lo cual murmuraban algunos, agraviados que los capitanease un letrado y por eso, ó por alguna otra pasioncilla, le contradijo Vasco Nuñez de Balboa, negando la provision real, y alegando que ya ellos no eran de Hojeda. Sobornó muchos atrevidos como él, y vedóle la juridicion y capitanía. Así se dividieron aquellos pocos españoles de la Antigua del Darien en dos parcialidades: Balboa bandeaba la una y Enciso la otra, y anduvieron en esto un año.

Bandos entre los españoles del Darien.

Rodrigo Enriquez de Colmenares salió de la Benta de Santo Domingo con dos carabelas bastecidas de armas y hombres, en socorro de la gente de Hojeda, y de mucha vitualla que comiesen, ca tenian nuevas de su gran hambre. Tuvo dificultosa navegacion. Cuando llegó á Garia echó cincuenta y cinco españoles á tierra con sus armas para coger agua en aquel rio, que llevaba falta; los cuales, ó por no ver indios, ó por deleitarse

echados en la tierra, se descuidaron de sus vidas. Vinieron ochocientos indios flecheros con gana de comer cristianos sacrificados á sus ídolos, y antes que se rebullesen los nuestros flecharon de muerte cuarenta y siete dellos, y prendieron uno. Quebraron el batel y amenazaron las naos. Los siete que huyeron ó escaparon de la refriega se escondieron en un árbol hueco. Cuando á la mañana miraron por las carabelas eran idas, y fueron tambien ellos comidos. Colmenares quiso antes padecer sed que muerte, y no paró hasta Caribana. Entró en el golfo de Uraba; surgió donde Hojeda y Enciso; como no halló mas del rastro y rancho de los que buscaba, temió ser muerto. Hizo muchas ahumadas aquella noche en los altos, y desparó á un tiempo la artillería de ambas carabelas para que les sintiesen. Los de la Antigua, que oyeron los tiros, respondieron con grandes lumbres, á cuya señal fué Colmenares. Nunca españoles se abrazaron con tantas lágrimas de placer como estos; unos por hallar, otros por ser hallados. Recreáronse con la carne, pan y vino que las naos llevaban, y vistiéronse aquellos trabajados españoles, que traian andrajos, y renovaron las armas. Con los sesenta de Colmenares eran casi ciento y cincuenta, é ya no temian mucho á los indios ni á la fortuna, por tener dos naos y otros tantos bergantines; ni aun al Rey, pues traian bandos. Colmenares y muchos españoles de bien querian enviar por Diego de Nicuesa que los gobernase, pues tenia provision del Rey, y quitar las diferencias y enojos que allí habia; Enciso y Balboa, que bandeaban, no querian que otro gozase de su industria y sudor; y decian que, no solo ellos, pero muchos del pueblo, podian ser capitanes y cabeza de todos tan bien y mejor que Nicuesa. Mas aunque pesó á los dos, lo enviaron á llamar con Rodrigo de Colmenares en un bergantin de Enciso y en su nave. Fué pues Colmenares, y halló á Nicuesa en el Nombre de Dios, tal cual la historia os cuenta, flaco, descolorido, medio desnudo, y con hasta sesenta compañeros hambrientos y desarrapados. Todos lloraron cuando se vieron, estos de placer y aquellos de lástima. Colmenares consoló á Nicuesa, y le hizo la embajada que de parte de los hidalgos y hombres buenos del Darien llevaba. Dióle gran esperanza de soldar las quiebras y daños pasados', si á tan buena tierra iba, y rogóle que fuese. Diego de Nicuesa, que nunca tal pensó, le dió las gracias que merescia tal nueva y amigo, y la desventura en que metido estaba. Embarcóse luego con sus sesenta compañeros en un bergantin que tenia, y partióse con Rodrigo de Colmenares. Ensoberbecióse mas de lo que complia; y pensando que ya era caudillo y señor de trecientos españoles y una villa, desmandóse á decir muchas cosas contra Balboa y Enciso y otros; que castigaria unos, que quitaria oficios á otros, y á otros los dineros, pues no los podian tener sin autoridad de Hojeda ó suya. Oyéronlo muchos de los que iban en compañía de Colmenares, á quien aquello tocaba por sí ó por sus amigos, y en llegando á la Antigua dijéronlo en concejo, y quizá con parescer del mismo Colmenares, que nada le parescieron bien las amenazas y palabras locas de Nicuesa. Indignáronse grandemente todos los del Antigua contra Nicuesa, especial Balboa y Enciso, y no le dejaron salir á

tierra, ó en saliendo, le hicieron embarcar con sus compañeros, y lo cargaron de villanías, sin que ninguno se lo reprehendiese, cuanto mas estorbase. Así que le fué forzado irse de allí, adonde se perdió. Ido Nicuesa, quedaron aquellos del Antigua tan desconformes como primero, y muy necesitados de comida y de vestidos. Balboa fué mas parte en el pueblo que no Enciso, por juntársele Colmenares. Prendióle ya cusóle que habia usado oficio de juez sin facultad del Rey. Confiscóle los bienes, y aun lo azotara cuando menos, si no fuera por buenos rogadores: mejor merecia él aquella pena y afrenta; ca incurria y pecaba en lo que al otro culpaba, haciéndose juez, capitan y gobernador; aunque tambien Enciso pagó allí la mucha culpa que tuvo en desechar y maltratar á Nicuesa. El bachiller Enciso no podia mostrar la provision real que tuvo, por habérsele perdido cuando su nao encalló y quebró entrando en Uraba; y como era menos poderoso, no bastaba á contrastar ni librarse por fuerza. Y como se vió libre, embarcóse para Santo Domingo, aunque le rogaron de parte de Balboa se quedase por alcalde mayor; y de allí se vino á España, y dió grandes quejas é informaciones de Vasco Nuñez de Balboa al Rey, el año de 12. Los del consejo de Indias pronunciaron una rigorosa sentencia contra él; pero no se ejecutó por los grandes hechos y servicio que al Rey hizo en el descubrimiento de la mar del Sur, y conquista de Castilla de Oro, segun abajo dirémos.

De Panquiaco, que dió nuevas de la mar del Sur.

Luego que Balboa se vió solo en mandar, atendió á bien regir y acaudillar aquellos docientos y cincuenta vecinos de la Antigua. Escogió cient y treinta españoles, y llevando consigo á Colmenares, fué á Coiba á buscar de comer para todos, y oro tambien, que sin él no tenian placer. Pidió al señor Careta ó Chima (como dicen otros) bastimentos, y porque no se los dió llevólo preso al Darien con dos mujeres que tenia y con los hijos y criados. Despojó el lugar, y halló tres españoles dentro, de los de Nicuesa; los cuales sirvieron medianamente de intérpretes, y dijeron el buen tratamiento que Careta les habia hecho en su casa y tierra. Soltóle Balboa por ello, con juramento que hizo de ayudarle contra Ponca, su proprio enemigo, y bastecer el campo. Tras este viaje despacharon á Valdivia, amigo de Balboa, y á Zamudio á Santo Domingo por gente, pan y armas, y con proceso contra Martin Fernandez de Enciso, que llevase uno dellos á España. Entró Balboa mas de veinte leguas por la tierra con favor de Careta. Saqueó un lugar, donde hubo algunas cosas de oro; mas no pudo hallar al señor Ponca, que huyo con tiempo y con lo mas y mejor que pudo. No le paresció bien la guerra tan dentro en tierra, y movióla á los de la costa. Fué á Comagre, é hizo paces con el señor por medio de un caballero de Careta. Tenia Comagre siete hijos de otras tantas mujeres, una casa de maderas grandes bien entretejidas, con una sala de ochenta pasos ancha, y larga cient y cincuenta, y con el techo que parescia de artesones. Tenia una bodega con muchas cubas y tinajas llenas de vino hecho de grano y fruta, blanco, tinto, dulce y agrete, de dátiles y arrope: cosa que satisfizo

á nuestros españoles. Panquiaco, hijo mayor de Comagre, dió á Balboa setenta esclavos hechos á su manera, para servir los españoles, y cuatro mil onzas de oro en joyas y piezas primamente labradas. El juntó aquel oro con lo que antes tenia, fundiólo, y sacando el quinto del Rey, repartiólo entre los soldados. Pesando las suertes á la puerta de palacio, riñieron unos españoles sobre la particion: Panquiaco entonces dió una puñada en el peso, derramó por el suelo el oro de las balanzas, y dijo: « Si yo supiera, cristianos, que sobre mi oro habíades de reñir, no vos lo diera; ca soy amigo de toda paz y concordia. Maravillome de vuestra ceguera y locura, que deshaceis las joyas bien labradas por hacer dellas palillos, y que siendo tan amigos riñais por cosa vil y poca. Mas os valiera estar en vuestra tierra, que tan lejos de aquí está, si hay allá tan sabia y polida gente como afirmais, que no venir á reñir en la ajena, donde vivimos contentos los groseros y bárbaros hombres que llamais. Mas empero, si tanta gana de oro teneis, que desasosegueis y aun mateis los que lo tienen, yo vos mostraré una tierra donde os harteis dello.»> Maravilláronse los españoles de la buena plática y razones de aquel mozo indio, y mas de la libertad con que habló. Preguntáronle aquellos tres españoles de Nicuesa, que sabian algo la lengua, cómo se llamaba la tierra que decia, y cuánto estaba de allí. El respondió que Tumanama, y que era léjos seis soles ó jornadas; pero que habian menester mas compañía para pasar unas sierras de caribes que estaban antes de llegar á la otra mar. Como Balboa oyó la otra mar, abrazólo, agradeciéndole tales nuevas. Rogóle que se volviese cristiano, y llamóle don Cárlos, como el príncipe de Castilla, que fué después emperador don Cárlos. Panquiaco fué siempre amigo de cristianos, y prometió ir con ellos á la mar del Sur bien acompañado de hombres de guerra, pero con tal que fuesen mil españoles; ca le parescia que sin menos no se podria vencer Tumanama ni los otros reyezuelos. Dijo tambien que si dél no fiaban, lo llevasen atado; y si verdad no fuese cuanto habia dicho, que lo colgasen de un árbol; y ciertamente él contó verdad; ca por la via que dijo se halló muy rica tierra y la mar del Sur, tan deseada de muchos descubridores; y Panquiaco fué quien primero dió noticia de aquella mar, aunque quieren algunos decir que diez años antes tuvo nueva de Cristóbal Colon, cuando estuvo en Puerto-Bello y cabo del Mármol, que agora dicen Nombre de Dios.

Guerras del golfo de Uraba, que hizo Vasco Nuñez de Balboa.

Balboa se tornó al Darien lleno de grandísima esperanza que hallando la mar del Sur hallaria muy muchas perlas, piedras y oro. En lo cual pensaba hacer, como hizo, muy crecido servicio al Rey, enriquescer á sí y á sus compañeros, y cobrar un gran renombre. Comunicó su alegría con todos, y dió á los vecinos la parte que les cupo, bien que menor que la de sus compañeros; y envió quince mil pesos al Rey, de su quinto, con Valdivia, que ya era vuelto de Santo Domingo con alguna poca de vitualla, y la relacion de Panquiaco para que su alteza le enviase mil hombres. Mas no llegó á España, ni aun á la Española, mas de la fama; ca se perdió

la carabela en las Víboras, islas de Jamaica, ó en Cuba, cerca de cabo de Cruz, con la gente y con el oro del Rey y de otros muchos. Esta fué la primera gran pérdida de oro que hubo de Tierra-Firme. Padecia Balboa y los otros españoles del Darien grandísima necesidad de pan, porque un torbellino de agua se les llevó y anegó casi todo el maíz que tenian sembrado; y para proveer la villa de mantenimiento acordó costear el golfo, y por ver tambien cuán grande y rico era. Así que armó un bergantin y muchas barcas, en que llevó cien españoles, fue á un gran rio que nombró San Juan. Subió por él diez leguas, y halló muchas aldeas sin gente ni comida; ca el señor de allí, que llaman Dabaiba, huyera por el miedo que le puso Cemaco del Darien; el cual se acogió allá cuando lo venció Enciso. Buscó las casas, y topó con grandes montones de redes de pescar, mantas ý ajuar de casa, y con muchos rimeros de flechas, arcos, dardos y otras armas, y con hasta siete mil pesos de oro en diversas piezas y joyas, con que se volvió, aunque mal contento por no traer pan. Tomóle tormenta, perdió una barca con gente, y echó á la mar casi todo lo que traia, sino fué el oro. Vinieron mordidos de murciélagos enconados, que los hay en aquel rio tan grandes como tórtolas. Rodrigo de Colmenares fué al mesmo tiempo por otro rio mas al levante con sesenta compañeros, y no halló sino cañafístola. Balboa se juntó con él, que sin maíz no podian pasar, y entrambos entraron por otro rio, que llamaron Negro, cuyo señor se nombraba Abenamaquei, al cual prendieron con otros principales; y un español á quien él hiriera en la escaramuza, le cortó un brazo después de preso, sin que nadie lo pudiese estorbar : cosa fea y no de español. Dejó allí Balboa la metad de los españoles, y con la otra metad fué á otro rio de Abibeiba, donde halló un lugarejo edificado en árboles, de que mucho rieron nuestros españoles, como de cosa nueva y que parescia vecindad de cigüeñas ó picazas. Eran tan altos los árboles, que un buen bracero tenia que pasarlos con una piedra, y tan gordos, que apenas los abarcaban ocho hombres asidos de las manos. Balboa requirió al Abibeiba de paz, sino que le derribaria la casa. El, confiado en la altura y gordor del árbol, respondió ásperamente; mas como vió que con hachas lo cortaban por el pié, temió la caida. Bajó con dos hijos, hizo paces, dijo que ni tenia oro ni lo queria, pues no le era provechoso ni necesario. Pero como le ahincaron por ello, pidió término para ir á buscarlo, y nunca tornó; sino fuése á otro señorcillo, dicho Abraibe, que cerca estaba, con quien lloró su deshonra; y para cobralla acordaron los dos de dar en los cristianos de rio Negro y matarlos. Fueron pues allá con quinientos hombres; mas pensando hacer mal, lo rescibieron. Pelearon y perdieron la batalla. Huyeron ellos, y quedaron muertos y presos casi todos los suyos. No empero escarmentaron desta vez; antes sobornaron muchos vecinos, y se conjuraron con Cemaco, Abibeiba y Abenamaguei, que libre estaba, de ir al rio Darien á quemar el pueblo de cristianos y comerlos á ellos. Así que todos cinco armaron cien barcas y cinco mil hombres por tierra. Señalaron á Tiquiri, un razonable pueblo, para coger las armas y vituallas del ejército. Repartieron entre sí las

cabezas y ropa de los españoles que habian de matar, y concertaron la junta y salto para un cierto dia; mas antes que llegase fué descubierta la conjuracion por esta manera: tenia Vasco Nuñez una india por amiga, la mas hermosa de cuantas habian cativado; á la cual venia muchas veces un su hermano, criado de Cemaco, que sabia toda la trama del negocio. Juramentóla primero; contóle el caso y rogóle que se fuese con él, y no esperase aquel trance, ca podia peligrar en él. Ella puso achaque para no ir entonces, ó por decirlo á Balboa, que lo amaba, ó pensando que hacia antes bien que mal á los indios. Descubrió pues el secreto, porque no muriesen todos. Balboa esperó que viniese, como solia, el hermano de su india. Venido, apremióle, y confesó todo lo susodicho. Así que tomó setenta españoles, y fuése para Cemaco, que á tres leguas estaba. Entró en el lugar, no halló al señor, y trajo presos muchos indios con un pariente de Cemaco. Rodrigo de Colmenares fué á Tiquiri con sesenta compañeros en cuatro barcas, llevando por guia el indio que manifestó su conjuracion. Llegó sin que allá lo sintiesen, saqueó el lugar, prendió muchas personas, ahorcó al que guardaba las armas y bastimentos de un árbol que habia el mesmo plantado, é hízolo asaetear con otros cuatro principales. Con estos dos sacos y castigos se bastecieron muy bien nuestros españoles, y se amedrentaron los enemigos en tanto grado, que no osaron de allí adelante urdir semejante tela. Parescióles á Vasco Nuñez y á los otros vecinos de la Antigua que ya podian escrebir al Rey cómo tenian conquistada la provincia de Uraba, y juntáronse á nombrar procuradores en regimiento. Mas no se concertaron en muchos dias, porque Balboa queria ir, y todos se lo contradecian, unos por miedo de los indios, otros del sucesor. Escogieron finalmente á Juan de Quicedo, hombre viejo, honrado y oficial del Rey, y que tenia allí su mujer, prenda para volver. Mas por si algo le aconteciese en el camino, y para mas autoridad y crédito con el Rey, le dieron acompañado, y fué Rodrigo Enriquez de Colmenares, soldado del Gran Capitan y capitan en Indias. Partieron pues estos dos procuradores del Darien por setiembre del año de 12, en un bergantin, con relacion de todo lo sucedido y con cierto oro y joyas, y á pedir mil hombres al Rey para descubrir y poblar en la mar del Sur, si acaso Valdivia no fuese llegado á la corte.

Descubrimiento de la mar del Sur.

Era Vasco Nuñez de Balboa hombre que no sabia estar parado; y aunque tenia pocos españoles para los muchos que menester eran, segun don Cárlos Panquiaco decia, se determinó ir á descobrir la mar del Sur, porque no se adelantase otro y le hurtase la bendicion de aquella famosa empresa, y por servir y agradar al Rey, que dél estaba enojado. Aderezó un galeoncillo que poco antes llegara de Santo Domingo, y diez barcas de una pieza. Embarcóse con ciento y noventa españoles escogidos, y dejando los demás bien proveidos, se partió del Darien, 1.o de setiembre año de 13. Fué á Careta; dejó allí las barcas y navío y algunos compañeros. Tomó ciertos indios para guia y lengua, y el camino de las sierras que Panquiaco le mostrara.

Entró en tierra de Ponca, que huyó como otras veces solia. Siguiéronle dos españoles con otros tantos caretanos, y trajeronle con salvoconduto. Venido, hizo paz y amistad con Balboa y cristianos, y en señal de firmeza dióles ciento y diez pesos de oro en joyuelas, tomando por ellas hachas de hierro, contezuelas de vidrio, cascabeles y cosas de menos valor, empero preciosas para él. Dió tambien muchos hombres de carga y para que abriesen camino; porque como no tienen contratacion con serranos, no hay sino unas sendillas como de ovejas. Con ayuda pues de aquellos hombres hicieron camino los nuestros, á fuerza de brazos y hierro, por montes y sierras, y en los rios puentes, no sin grandísima soledad y hambre. Llegó en fin á Cuareca, do era señor Torecha, que salió con mucha gente no mal armada, á le defender la entrada en su tierra si no le contentasen los extranjeros barbudos. Preguntó quién eran, qué buscaban y á dó iban. Como oyó ser cristianos, que venian de España, y que andaban predicando nueva religion y buscando oro, y que iban á la mar del Sur, díjoles que se tornasen atrás sin tocar á cosa suya, so pena de muerte. Y visto que hacer no lo querian, peleó con ellos animosamente. Mas al cabo murió peleando, con otros seiscientos de los suyos. Los otros huyeron á mas correr, pensando que las escopetas eran truenos, y rayos las pelotas; y espantados de ver tantos muertos en tan poco tiempo; y los cuerpos, unos sin brazos, otros sin piernas, otros hendidos por medio, de fieras cuchilladas. En esta batalla se tomó preso un hermano de Torecha en hábito real de mujer, que no solamente en el traje, pero en todo lo al, salvo en parir, era hembra. Entró Balboa en Cuareca; no halló pan ni oro, que lo habian alzado antes de pelear. Empero halló algunos negros esclavos del señor. Preguntó de dónde los habian, y no le supieron decir ó entender mas de que habia hombres de aquel color cerca de allí, con quien tenian guerra muy ordinaria. Estos fueron los primeros negros que se vieron en Indias, y aun pienso que no se han visto mas. Aperreó Balboa cincuenta putos que halló allí, y luego quemólos, informado primero de su abominable y sucio pecado. Sabida por la comarca esta victoria y justicia, le traian muchos hombres de sodomía que los matase. Y segun dicen, los señores y cortesanos usan aquel vicio, y no el comun; y regalaban á los alanos, pensando que de justicieros mordian los pecadores; y tenian por mas que hombres á los españoles, pues habian vencido y muerto tan presto á Torecha y á los suyos. Dejó Balboa allí en Cuareca los enfermos y cansados, y con sesenta y siete que recios estaban, subió una gran sierra, de cuya cumbre se parecia la mar austral, segun las guias decian. Un poco antes de llegar arriba mandó parar el escuadron, y corrió á lo alto. Miró hácia mediodía, vió la mar, y en viéndola arrodillóse en tierra y alabó al Señor, que le hacia tal merced. Llamó los compañeros, mostróles la mar, y díjoles: «Veis allí, amigos mios, lo que mucho deseábamos. Demos gracias a Dios, que tanto bien y honra nos ha guardado y dado. Pidámosle por merced nos ayude y guie á conquistar esta tierra y nueva mar que descobrimos y que nunca jamás cristiano la vido, para predicar en ella el santo Evangelio

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