Imágenes de página
PDF
ePub

son dos señalados puntos. De Buen-abrigo hay cincuenta leguas á la bahía de Sant Miguel; é de allí al rio de Sant Francisco, que cae en veinte y seis grados, hay sesenta. De Sant Francisco al rio Tibiquiri hay cien leguas, donde quedan puerto de Patos, puerto del Faraiol y otros. De Tibiquiri al rio de la Plata ponen mas de cincuenta, y así hay seiscientas y setenta leguas del cabo de Sant Augustin al rio de la Plata, donde paramos, el cual cae en treinta y cinco grados mas allá de la Equinocial. Hay dél, con lo que tiene de boca, hasla la punta de Sancta Elena, sesenta y cinco leguas. De Santa Elena á las Arenas-gordas hay treinta, ydella á los Bajos-anegados, cuarenta, é de alli á Tierra-baja cincuenta. De Tierra-baja á la bahía Sin-fondo hay sesenta y cinco leguas. Desta bahía, que cae á cuarenta y un grados, ponen cuarenta leguas á los arracifes. De Lobos, que tiene de altura cuarenta y cuatro grados, hay cuarenta y cinco leguas al cabo de Santo Domingo. Deste cabo a otro que llaman Blanco hacen veinte leguas. De cabo Blanco hay sesenta leguas hasta el rio de Juan Serrano, que cae en cuarenta y nueve grados, y que otros llaman rio de Trabajos, del cual hacen ochenta leguas al promontorio de las Once mil Vírgenes, que está en cincuenta y dos grados y medio, y en el embocadero del estrecho de Magallanes, el cual dura ciento y diez leguas por una misma altura y derecho leste este, y mil y docientas leguas de Venezuela sur á norte. De cabo Deseado, que está á la boca del estrecho de Magallanes, en la mar que llaman del Sur y Pacífico, hay setenta leguas á cabo Primero, que cae en cuarenta y nueve grados. De cabo Primero al rio de Salinas, que está en cuarenta y cuatro grados, ponen mas de ciento y cincuenta y cinco leguas. Del rio de Salinas cuentan ciento y diez leguas á cabo Hermoso, que cae cuarenta y cuatro grados y medio de la Equinocial al sur. De cabo Hermoso al rio de Sant Francisco hay sesenta leguas de costa. Del rio de Sant Francisco, que está en cuarenta grados al rio Santo, que está en treinta y tres, hay ciento y veinte leguas. De rio Santo hay poco á Chirinara, que algunos llaman puerto Deseado de Chile. Hay de Chiruara, que cae á treinta y un grado y casi leste oeste con el rio de la Plata, docientas leguas hasta Chincha y rio Despoblado, que está en veinte y dos grados. Del rio Despoblado hay noventa leguas á Ariquipa, que está en diez y ocho grados. De Ariquipa hay ciento y cuarenta leguas á Lima, que cae á doce grados. De Lima cuentan mas de cien leguas hasta el cabo de la Enguila, que cae en seis grados y medio. Están en esta costa Trujillo y otros puertos. Del Enguila hay cuarenta ú cabo Blanco, é dél á cabo de Santa Elena sesenta leguas. Están en medio Túmbez y Tumepumpa y la isla Puna. De Santa Elena, que cae á dos grados de la Equinocial, hay setenta leguas á Quegemis, por do atraviesa. Quedan en la costa el cabo de Sant Lorencio y Pasao. Miden dende esta costa hasta el cabo de Sant Augustin mil leguas de tierra, que por caer debajo y cerca de la tórrida zona es riquísima, segun lo han mostrado el Collao y el Quito, como después dirémos. De Quegemis hay cien leguas al puerto y rio del Perú, del cual tomó nombre la famosa y rica provincia del Perú. Están en este trecho de costa la bahía de Sant

Mateo, rio de Santiago y rio de Sant Juan. Del Perú, que cae á dos grados desta parte de la Equinocial, hay mas de setenta leguas al golfo de Sant Miguel, que está seis grados de la Equinocial y que boja cincuenta leguas, y que dista veinte y cinco del golfo de Urava. De Sant Miguel á Panamá ponen cincuenta y cinco leguas. Está Panamá ocho grados y medio de la Equinocial acá; hay diez y siete leguas del Nombre de Dios, por las cuales deja de ser isla el Perú, que como dije, tiene de ancho mil leguas, y mil y docientas de largo, y boja cuatro mil y sesenta y cinco. De Panamá, que tomamos por paradero, hacen seiscientas y cincuenta leguas á Tecoantepec, midiendo setenta leguas de costa desde Panamá á la punta de Guera, que cae á poco mas de seis grados; quedan en aquel espacio Paris y Natan. De Guera á Borica, que es una punta de tierra puesta en ocho grados, hay cien leguas costa á costa. De Borica cuentan otras ciento hasta cabo Blanco, donde está el puerto de la Herradura, del cual hay cien leguas al puerto de la Posesion de Nicaragua, que cae acerca de doce grados de la Equinocial. De la Posesion á la babía de Fonseca hay quince leguas, de allí á Chorotega veinte, de Chorotega al rio Grande treinta, y dél al rio de Guatimala cuarenta y cinco, de Guatimala á Cirula hay cincuenta leguas, y luego está la laguna de Cortés, que tiene veinte y cinco leguas en largo y ocho en ancho. Hay della cien leguas á puerto Cerrado, y de allí cuarenta á Tecoantepec, que está norte sur con el rio Coazacoalco, y en algo mas de trece grados. Así que se cumplen las seiscientas y cincuenta leguas en que hacemos parada. Todo el trecho desta tierra es angosto de una mar á otra, que paresce que se va comiendo para juntarla; y así, tiene muestra y aparejo para abrir paso de la una á la otra por muchos cabos, segun en otra parte se trata. De Tecoantepec á Colima ponen cien leguas, donde quedan Acapulco y Zacatula. De Colima hacen otras ciento hasta cabo de Corrientes, que está en veinte grados, é queda allí puerto de Navidad. De Corrientes hay sesenta leguas al puerto de Chiametlan, por el cual pasa el trópico de Cancro, y están en esta costa puerto de Xalisco y puerto de Banderas. De Chiamellan hay docientas y cincuenta leguas hasta el estero Hondo ó rio de Miraflores, que cae en treinta y tres grados. Están en estas docientas y cincuenta leguas rio de Sant Miguel, el Guayaval, puerto del Remedio, cabo Bermejo, puerto de Puertos y puerto del Pasaje. De Miraflores hay otras docientas y veinte leguas hasta la punta de Ballenas, que otros llaman California, yendo á puerto Escondido, Belen, puerto de Fuegos, y la bahía de Canoas y la isla de Perlas. Punta de Ballenas está debajo del trópico y ochenta leguas del cabo de Corrientes, por las cuales entra este mar de Cortés, que paresce al Adriático y es algo bermejo, é por ser cosa tan señalada paramos aquí. De la punta de Ballenas hay cien leguas de costa á la bahía del Abad, é della otras tantas al cabo del Engaño, que cae lejos de la Equinocial treinta grados y medio. Algunos ponen mas leguas del Abad al Engaño, empero yo sigo lo comun. Del cabo del Engaño al cabo de Cruz hay casi cincuenta leguas. De cabo de Cruz hay ciento y diez leguas de costa al puerto de Sardinas, que está en treinta y seis grados.

Caen en esta costa el ancon de Sant Miguel, bahía de los Fuegos y costa Blanca. De las Sardinas á SierrasNevadas hacen ciento y cincuenta leguas yendo á puerto de Todos Santos, cabo de Galera, cabo Nevado y bahía de los Primeros. Sierras-Nevadas están en cuarenta grados, é son la postrera tierra que por aquella parte está señalada y graduada; aunque la costa todavía sigue al norte para llegar á cerrar la tierra en isla con el Labrador ó con Gruntlandia. Hay en este postrer remate de tierra quinientas y diez leguas, y costean las Indias tierra á tierra, en lo que hay descubierto y aquí va notado, nueve mil y trecientas y mas leguas, las tres mil y trecientas y setenta y cinco por la mar del Sur, y las cinco mil y novecientas y sesenta por nuestra mar, que llaman del Norte; y es de saber que toda la mar del Sur cresce y mengua mucho, y en algunos cabos dos leguas y hasta perder de vista la surgente y descrecencia; y la mar del Norte casi no cresce, si no es de Paria al estrecho de Magallanes y en algunas otras partes. Nadie hasta hoy ha podido alcanzar el secreto ni causas del crescer y menguar la mar, y mucho menos de que crezca en unas partes y en otras no crezca; y así, es superfluo tratar dello. La cuenta que yo llevo en las leguas y grados va segun las cartas de los cosmógrafos del Rey, y ellos no resciben ni asientan relacion de ningun piloto sin juramento y testigos. Quiero decir tambien cómo hay otras muchas islas y tierras en la redondez del mundo, sin las que habemos nombrado; una de las cuales es la tierra del estrecho de Magallanes, que responde á oriente, y que segun su muestra, es grandísima y muy metida al polo Antártico. Piensan que por una parte va hácia el cabo de Buena Esperanza, y por la otra hácia los Malucos. Ca los de las naos del virey don Antonio de Mendoza toparon una tierra de negros que duraba quinientas leguas, y pensaban que se continuaba con aquella del sobredicho estrecho; así que la grandeza de la tierra aun no está del todo sabida; empero las que dicho ha⚫bemos hacen el cuerpo de la tierra, que llaman mundo.

El descubrimiento primero de las Indias. Navegando una carabela por nuestro mar Océano tuvo tan forzoso viento de levante y tan continuo, que fué á parar en tierra no sabida ni puesta en el mapa ó carta de marear. Volvió de allá en muchos mas dias que fué; y cuando acá llegó no traia mas de al piloto y á otros tres ó cuatro marineros, que, como venian enfermos de hambre y de trabajo, se murieron dentro de poco tiempo en el puerto. Hé aquí cómo se descubrieron las Indias por desdicha de quien primero las vió, pues acabó la vida sin gozar dellas y sin dejar, á lo menos sin baber memoria de cómo se llamaban, ni de dónde era, ni qué año las halló. Bien que no fué culpa suya, sino malicia de otros ó invidia de la que llaman fortuna. Y no me maravillo de las historias antiguas, que cuenten hechos grandisimos por chicos ó escuros principios, pues no sabemos quién de poco acá halló las Indias, que tan señalada y nueva cosa es. Quedáranos siquiera el nombre de aquel piloto, pues todo lo al con la muerte fenesce. Unos hacen andaluz á este piloto, que trataba en Canaria y en la Madera cuando le acontesció aquella larga y mortal navegacion; otros vizcaíno, que contrata

|

ba en Inglaterra y Francia; y otros portugués, que iba ó vénia de la Mina ó India, lo cual cuadra mucho con el nombre que tomaron y tienen aquellas nuevas tierras. Tambien hay quien diga que aportó la carabela á Portogal, y quien diga que á la Madera óá otra de las islas de los Azores; empero ninguno afirma nada. Solamente concuerdan todos en que fallesció aquel piloto en casa de Cristóbal Colon, en cuyo poder quedaron las escripturas de la carabela y la relacion de todo aquel luengo viaje, con la marca y altura de las tierras nuevamente vistas y halladas.

Quién era Cristóbal Colon.

Era Cristóbal Colon natural de Cugureo, ó como algunos quieren, de Nervi, aldea de Génova, ciudad de Italia muy nombrada. Descendia, á lo que algunos dicen, de los Pelestreles de Placencia de Lombardía. Comenzó de pequeño á ser marinero, oficio que usan mucho los de la ribera de Génova; y así, anduvo muchos años en Suria y en otras partes de levante. Después fué maestro de hacer cartas de navegar, por do le nasció el bien. Vino á Portogal por tomar razon de la costa meridional de Africa, y de lo mas que portogueses navegaban para mejor hacer y vender sus cartas. Casóse en aquel reino, ó como dicen muchos, en la isla de la Madera, donde pienso que residia á la sazon que llegó allí la carabela susodicha. Hospedó al patron della en su casa, el cual le dijo el viaje que le habia sucedido y las nuevas tierras que habia visto, para que se las asentase en una carta de marear que le compraba. Fallesció el piloto en este comedio, y dejóle la relacion, traza y altura de las nuevas tierras, y así tuvo Cristóbal Colon noticia de las Indias. Quieren tambien otros, porque todo lo digamos, que Cristóbal Colon fuese buen latino y cosmógrafo, y que se movió á buscar la tierra de los antipodas, y la rica Cipango de Marco Polo, por haber leido á Platon en el Timeo y en el Cricias, donde habla de la gran isla Atlante y de una tierra encubierta mayor que Asia y Africa; y á Aristóteles ó Teofrasto, en el Libro de maravillas, que dice cómo ciertos mercaderes cartagineses, navegando del estrecho de Gibraltar liácia poniente y mediodía, hallaron, al cabo de muchos dias, una grande isla despoblada, empero proveida y con rios navegables; y que leyó algunos de los autores atrás por mí acotados. No era docto Cristóbal Colon, mas era bien entendido. E como tuvo noticia de aqueIlas nuevas tierras por relacion del piloto muerto, informóse de hombres leidos sobre lo que decian los antiguos acerca de otras tierras y mundos. Con quien mas comunicó esto fué un fray Juan Perez de Marchena, que moraba en el monesterio de la Rábida; y así, creyó por muy cierto lo que dejó dicho y escripto aquel piloto que murió en su casa. Parésceme que si Colon alcanzara por esciencia donde las Indias estaban, que mucho antes, y sin venir á España, tratara con genoveses, que corren todo el mundo por ganar algo, de ir á descubrillas. Einpero nunca pensó tal cosa hasta que topó con aquel piloto español que por fortuna de la mar las halló.

Lo que trabajó Cristóbal Colon por ir á las Indias. Muertos que fueron el piloto y marineros de la carabela española que descubrió las Indias, propuso Cristó

bal Colon de las ir á buscar. Empero cuanto mas lo de- | tendido. Los Reyes oyeron á Colon por esta via y leyeron

seaba, tanto menos tenia con qué; porque allende de no
tener caudal para bastecer un navio, le faltaba favor de
rey para que si hallase la riqueza que imaginaba nadie
se la quitase. Y viendo al rey de Portogal ocupado en la
conquista de Africa y navegacion de Oriente, que urdia
entonces, y al de Castilla en la guerra de Granada, en-
vió á su hermano Bartolomé Colon, que tambien sabia
el secreto, á negociar con el rey de Inglaterra Enri-
que VII, que muy rico y sin guerras estaba, le diese
navíos y favor para descobrir las Indias, prometiendo
traerle dellas muy gran tesoro en poco tiempo. E como
trajo mal despacho, comenzó á tratar del negocio con el
rey de Portogal don Alonso el Quinto, en quien tampoco
halló favor ni dineros para ir por las riquezas que pro-
metia; ca le contradecia el licenciado Calzadilla, obis-
po que fué de Viseo, y un maestre Rodrigo, hombres
de crédito en cosmografía, los cuales porfiaban que ni
habia ni podia haber oro ni otra riqueza al occidente,
como afirmaba Colon; por lo cual se paró muy triste y
pensativo; mas no perdió por eso punto de ánimo ni de
la esperanza de su buenaventura que después tuvo. Y
así, se embarcó en Lisbona y vino á Pálos de Moguer,
donde habló con Martin Alonso Pinzon, piloto muy
diestro, y que se le ofreció, y que habia oido decir có-
mo navegando tras el sol por via templada se hallarian
grandes y ricas tierras; y con fray Juan Perez de Mar-
chena, fraile francisco en la Rabida, cosmógrafo y hu-
manista, á quien en puridad descubrió su corazon, el
cual fraile lo esforzó mucho en su demanda y empre-
sa, y le aconsejó que tratase su negocio con el duque
de Medina-Sidonia, don Enrique de Guzman, gran se-
ñor y rico, é luego con don Luis de la Cerda, duque de
Medinaceli, que tenia muy buen aparejo en su puerto
de Santa María para darle los navíos y gente necesaria.
Y como entrambos duques tuvieron aquel negocio y
navegacion por sueño y cosa de italiano burlador, que
así habian hecho los reyes de Inglaterra y Portugal,
animólo á ir á la corte de los Reyes Católicos, que hol-
gaban de semejantes avisos, y escribió con él á fray
Fernando de Talavera, confesor de la reina doua Isa-
bel. Eutró pues Cristóbal Colon en la corte de Casti-
lla el año de 1186. Dió peticion de su deseo y negocio
á los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, los
cuales curaron poco della, como tenian los pensamien-
tos en echar los moros del reino de Granada. Habló con
los que le decian privar y valer con los reyes en los ne-
gocios; mas como era extranjero y andaba pobremente
vestido, y sin otro mayor crédito que el de un fraile
menor, ni le creian ni aun escuchaban; de lo cual sen-
tia él gran tormento en la imaginacion. Solamente
Alonso de Quintanilla, contador mayor, le daba de co-
mer en su despensa, y le oia de buena gana las cosas
que prometia de tierras nunca vistas, que le era un en-
tretenimiento para no perder esperanza de negociar
bien algun dia con los Reyes Católicos. Por medio pues
de Alonso de Quintanilla tuvo Colon entrada y audien-
cia con el cardenal don Pero Gonzalez de Mendoza, ar-
zobispo de Toledo, que tenia grandísima cabida y au-
toridad con la Reina y con el Rey, el cual lo llevó delan-
te dellos después de haberle muy bien examinado y en-

sus memoriales; y aunque al principio tuvieron por vano y falso cuanto prometia, le dieron esperanza de ser bien despachado en acabando la guerra de Granada, que tenian entre manos. Con esta respuesta comenzó Cristóbal Colon á levantar el pensamiento mucho mas que hasta entonces, y á ser estimado y graciosamente oido de los cortesanos, que hasta allí burlaban dél; y no se descuidaba punto en su negociacion cuando hallaba coyuntura. Y así, apretó el negocio tanto, en tomándose Granada, que le dieron lo que pedia para ir á las nuevas tierras que decia, á traer oro, plata, perlas, piedras, especias y otras cosas ricas. Diéroule asimesmo los Reyes la decena parte de las rentas y derechos reales en todas las tierras que descubriese y ganase sin perjuicio del rey de Portugal, como él certificaba. Los capítulos deste concierto se hicieron en Santa Fe, y el privilegio de la merced en Granada y en 30 de abril del año que se ganó aquella ciudad. Y porque los Reyes no tenian dineros para despachar á Colon, les prestó Luis de Sant Angel, su escribano de racion, seis cuentos de maravedís, que son en cuenta mas gruesa diez y seis mil ducados.

Dos cosas notarémos aquí: una, que con tan poco caudal se hayan acrescentado las rentas de la corona real de Castilla en tanto como le valen las Indias; otra, que en acabándose la conquista de los moros, que habia durado mas de 'ochocientos años, se comenzó la de los indios, para que siempre peleasen los españoles con infieles y enemigos de la santa fe de Jesucristo.

El descubrimiento de las Indias, que hizo Cristóbal Colon.

Armó Cristóbal Colon tres carabelas en Pálos de Moguer á costa de los Católicos Reyes, por virtud de las provisiones que para ello llevaba. Metió en ellas ciento y veinte hombres, entre marineros y soldados. De la una hizo piloto á Martin Alonso Pinzon, de otra á Francisco Martin Pinzon, con su hermano Vicente Yáñes Pinzon; y él fué por capitan y piloto de la flota en la mayor y mejor, y metió consigo á su hermano Bartolomé Colon, que tambien era diestro marinero. Partió de allí viérnes, 3 de agosto: pasó por la Gomera, una isla de las Canarias, donde tomó refresco. Desde allí siguió la derrota que tenia por memoria, y á cabo de muchos dias topó tanta yerba, que parescia prado, y que le puso gran temor, aunque no fué de peligro; y dicen que se volviera, sino por unos celajes que vió muy lejos, teniéndolos por certísima señal de haber tierra cerca de allí. Prosiguió su camino, y luego vió lumbre un marinero de Lepe y un Salcedo. A otro dia siguiente, que fué 11 de octubre del año de 1492, dijo Rodrigo de Triana: «Tierra, tierra;» á cuya tan dulce palabra acudieron todos á ver si decia verdad; y como la vieron, comenzaron el Te Deum laudamus, hincados de rodillas y llorando de placer. Hicieron señal á los otros compañeros para que se alegrasen y diesen gracias a Dios, que les habia mostrado lo que tanto deseaban. Allí viérades los extremos de regocijo que suelen hacer marineros: unos besaban las manos á Colon, otros se le ofrecian por criados, y otros le pedian mercedes. La tierra que primero vieron faé Guanahani, una de las islas Lucayos,

que caen entre la Florida y Cuba, en la cual se tomó luego tierra, y la posesion de las Indias y Nuevo-Mundo, que Cristobal Colon descubria, por los Reyes de Castilla.

De Guanabani fueron á Barucoa, puerto de Cuba, donde tomaron ciertos indios; y tornando atrás á la isla de Haiti, echaron áncoras en el puerto que llamó Colon Real. Salieron muy aprisa en tierra, porque la capitana tocó en una peña y se abrió en parte que ningun hombre pereció. Los indios, como los vieron salir á tierra con armas y á gran prisa, huyeron de la costa á los montes, pensando que fuesen como caribes que los iban á comer. Corrieron los nuestros tras ellos, y alcanzaron una sola mujer. Diéronle pan y vino y confites, y una camisa y otros vestidos, que venia desnuda en carnes, y enviaronla á llamar la otra gente. Ella fué y contó á los suyos tantas cosas de los nuevamente llegados, que comenzaron luego á venir á la marina y ha blar á los nuestros, sin entender ni ser entendidos mas de por señas, como mudos. Traian aves, pan, fruta, oro y otras cosas, á trocar por cascabeles, cuentas de vidro, agujas, bolsas, y otras cosillas así, que no fué pequeño gozo para Colon. Saludáronse Cristóbal Colon y Guacanagari, rey ó (como allí dicen) cacique de aquella tierra. Diéronse presentes el uno al otro en señal de amistad. Trajeron los indios barcas para sacar la ropa y cosas de la carabela capitana, que se quebró. Andaban tan humildes, tan bien criados y serviciales como si fueran esclavos de los españoles. Adoraban la cruz, dábanse en los pechos, é hincábanse de rodillas al Ave María, como los cristianos. Preguntaban por Cipango; ellos entendian por Cibao, donde habia mucho oro: no cabia de placer Cristóbal Colon oyendo Cibao y viendo gran muestra de oro allí, y ser la gente simple y tratable; ni veia la hora de volver á España á dar nueva y muestra de todo aquello á los Reyes Católicos. Y así, hizo luego un castillejo de tierra y madera, con voluntad del Cacique y con ayuda de sus vasallos, en el cual dejó treinta y ocho españoles con el capitan Rodrigo de Arana, natural de Córdoba, para entender la lengua y secretos de la tierra y gente, entre tanto que él venia y tornaba. Esta fué la primera casa ó pueblo que hicieron españoles en Indias. Tomó diez indios, cuarenta papagayos, muchos gallipavos, conejos (que llaman hutias), batatas, ajíes, maíz, de que hacen pan, y otras cosas extrañas y diferentes de las nuestras, para testimonio de lo que habia descubierto. Metió asimismo todo el oro que rescatado habian, en las carabelas, y despedido de los treinta y ocho compañeros que allí quedaban, y de Guacanagari, que lloraba, se partió con dos carabelas y con todos los demás españoles de aquel puerto Real; y con próspero viento que tuvo llegó á Pálos en cincuenta dias, de la misma manera que dicho habemos halló las Indias.

La honra y mercedes que los Reyes Católicos hicieron á Colon por haber descubierto las Indias.

Estaban los Reyes Católicos en Barcelona cuando Colon desembarcó en Pálos, y hubo de ir allá. Mas aunque el camino era largo, y el embarazo de lo que llevaba mucho, fué muy honrado y famoso, porque salian á

verle por los caminos á la fama de haber descubierto otro mundo, y traer dél grandes riquezas y hombres de nueva forma, color y traje. Unos decian que habia hallado la navegacion que cartaginenses vedaron; otros, la que Platon en Crisias pone por perdida con la tormenta y mucho cieno que creció en la mar; y otros, que habia cumplido lo que adevinó Séneca en la tragedia Medea, do dice: «Vernán tiempos de aquí á mucho que se descubrirán nuevos mundos, y entonces no será Thile la postrera de las tierras.» Finalmente, él entró en. la corte, con mucho deseo y concurso de todos, á 3 de abril, un año después que partió della. Presentó á los Reyes el oro y cosas que traia del otro mundo; y ellos y cuantos estaban delante se maravillaron mucho en ver que todo aquello, excepto el oro, era nuevo como la tierra donde nascia. Loaron los papagayos por ser de muy hermosas colores: unos muy verdes, otros muy colorados, otros amarillos, con treinta pintas de diversa color; y pocos dellos parecian á los que de otras partes se traen. Las hutias ó conejos eran pequeñitos, orejas y cola de raton, y el color gris. Probaron el ají, especia de los indios, que les quemó la lengua, y las batatas, que son raíces dulces, y los gallipavos, que son mejores que pavos y gallinas. Maravilláronse que no hubiese trigo allá, sino que todos comiesen pan de aquel maiz. Lo que mas miraron fué los hombres, que traian cercillos de oro en las orejas y en las narices, y que ni fuesen blancos, ni negros, ni loros, sino como tiriciados ó membrillos cochos. Los seis indios se baptizaron, que los otros no llegaron á la corte; y el Rey, la Reina, y el príncipe don Juan, su hijo, fueron los padrinos, por autorizar con sus personas el santo baptismo de Cristo en aquellos primeros cristianos de las Indias y NuevoMundo. Estuvieron los reyes muy atentos á la relacion que de palabra hizo Cristóbal Colon, y maravillándose de oir que los indios no tenian vestidos, ni letras, ni moneda, ni hierro, ni trigo, ni vino, ni animal ninguno mayor que perro; ni navíos grandes, sino canoas, que son como artesas, hechas de una pieza. No pudieron sufrirse cuando oyeron que allá, en aquellas islas y tierra nuevas, se comian unos hombres á otros, y que todos eran idólatras; y prometieron, si Dios les daba vida, de quitar aquella abominable inhumanidad, y desarraigar la idolatría en todas las tierras de Indias que á su mando viniesen: voto de cristianísimos reyes, y que cumplieron su palabra. Hicieron mucha honra á Cristóbal Colon, mandándole sentar delante dellos, que fué gran favor y amor; ca es antigua costumbre de nuestra España estar siempre en pié los vasallos y criados delante el Rey, por acatamiento de la autoridad real. Confirmáronle su privilegio de la decena parte de los derechos reales: diéronle título y oficio de almirante de las Indias, y á Bartolomé Colon de adelantado. Puso Cristóbal Colon, al rededor del escudo de armas que le concedieron, esta letra :

Por Castilla y por Leon Nuevo mundo halló Colon.

De donde sospecho que la Reina favoreció mas que no el Rey el descubrimiento de las Indias; y tambien porque no consentia pasar á ellas sino á castellanos; y si algun aragonés allá iba, era con su licencia y expreso manda

pan cómo la conquista y conversion de Indias, que los españoles hacemos, es con autoridad del vicario de Cristo.

miento. Muchos de los que habian acompañado á Colon eu este descubrimiento pidieron mercedes, mas los Reyes no las hicieron á todos. Y así, el marinero de Lepe se pasó á Berbería, y allá renegó la fe, porque ni Colon le dió albricias ni el Rey merced ninguna, por haber visto él, primero que otro de la flota, lumbre en las Indias.

Por qué se llamaron Indias.

Antes que mas adelante pasemos quiero decir mi parecer acerca deste nombre Indias, porque algunos tienen creido que se llamaron así por ser los hombres destas nuestras Indías del color que los indios orientales. Mas paréceme que difieren mucho en el color y en las facciones. Es bien verdad que de la India se dijeron las Indias. India propiamente se dice aquella gran provincia de Asia donde Alejandre Magno hizo guerra, la cual tomó nombre del rio Indo, y se divide en muchos reinos á él comarcanos. Desta gran India, que tambien nombran Oriental, salieron grandes compañas de hombres, y vinieron (segun cuenta Herodoto) á poblar en la Etiopia, que está entre la mar Bermeja y el Nilo, y que agora posee el preste Gian. Prevalecieron tanto allí, que mudó aquella tierra sus antiguas costumbres y apellido en el que trajeron ellos; y así, la Etiopia se Ilamó India; y por eso dijeron muchos, entre los cuales son Aristóteles y Séneca, que la India estaba cerca de la España. De la India pues del preste Gian, donde ya contrataban portogueses, se llamaron nuestras Indias, porque ó iba ó venia de allá la carabela que con tiempo forzoso aportó á ellas; y como el piloto vido aquellas tierras nuevas, llamólas Indias, y así las nombraba siempre Cristóbal Colon. Los que tienen por gran cosmógrafo á Colon piensan que las llamó Indias por la India Oriental, creyendo que cuando descubrió las Indias iba buscando la isla Cipango, que cae á par de la China ó Cataio, y que se movió á ir tras el sol por llegar mas aína que contra él; aunque muchos creen que no hay tal isla. De cualquiera manera, en fin, que fué, ellas llaman Indias.

La donacion que hizo el Papa á los Reyes Católicos de las Indias.

se

Luego que los Reyes Católicos oyeron á Cristóbal Colon, despacharon un correo á Roma con la relacion de las tierras nuevamente halladas, que llaman Indias; y sus embajadores, que pocos meses antes habian ido á dar el parabien y obediencia al papa Alejandro VI, segun usanza de todos los príncipes cristianos, le hablaron y dieron las cartas del Rey y Reina, con la relacion de Colon. Nueva fué por cierto de que mucho se holgó el Santo Padre, los cardenales, corte y pueblo romano, y maravilláronse todos de oir cosas de tierra tan aparte, y que nunca los romanos, señores del mundo, las supieron. Y porque las hallaron españoles, hizo el Papa de su propia voluntad y motivo, y con acuerdo de los cardenales, donacion y merced á los reyes de Castilla y Leon de todas las islas y tierra firme que descubriesen al ocidente, con tal que conquistándolas enviasen allá predicadores á convertir los indios que idolatraban. Insero aquí la bula del Papa, porque todos la lean, y se

LA BULLA Y DONACION DEL PAPA.

Alexander episcopus seruus seruorum Dei charissimo in Christo filio Ferdinando regi et charissimae in Christo filiae Elisabeth reginae Castellae, Legionis, Aragonum, Siciliae et Granatae illustribus salutem et apostolicam benedictionem. Inter caetera divinae maiestati beneplacita opera, et cordis nostri desiderabilia, illud profecto potissimum existit, ut fides catholica et christiana religio, nostris praesertim temporibus exaltetur ac ubilibet amplietur et dilatetur, animarumque salus procuretur, ac barbarae nationes deprimantur et ad fidem ipsam reducantur. Unde cum ad hanc sacram Petri sedem diuina fauente clementia (meritis licet imparibus) euocati fuerimus, cognoscentes vos tanquam veros catholicos reges et principes, quales semper fuisse nouimus, et à vobis praeclare gesta toti penè iam orbi notissima demonstrant, ne dum id exoptare, sed omni conatu, studio et diligentia, nullis laboribus, nullis impensis, nullisque parcendo periculis, etiam proprium sanguinem effundendo efficere, ac omnem animum vestrum, omnes que conatus ad hoc iam dudum dedicasse quemadmodum recuperatio regni Granatae à tyrannide Saracenorum hodiernis temporibus per vos, cum tanta diuini nominis gloria, facta testatur. Digne ducimur non immerito et debemus illa vobis etiam sponte et fauorabiliter concedere per quae huiusmodi sanctum et laudabile ac immortali Deo acceptum propositum in dies feruentiori animo ad ipsius Dei honorem et imperij Christiani propagationem, prosequi valeatis. Sanè accepimus quod vos qui dudum animum proposueratis aliquas insulas et terras firmas remotas et incognitas ac per alios hactenus non repertas quaerere et inuenire vt illarum incolas et habitatores ad colendum Redemptorem nostrum, et fidem catholicam, reduceretis, hactenus in expugnatione et recuperatione ipsius regni Granatae plurimum occupati huiusmodi sanctum et laudabile propositum vestrum ad optatum finem perducere nequiuistis, sed tandem sicut Domino placuit, regno praedicto recuperato, volentes desiderium adimplere vestrum dilectum filium Christophorum Colon, virum vtique dignum et plurimum commendandum ac tanto negotio aptum cum nauigiis et hominibus ad similia instructis non sine maximis laboribus et periculis ac expensis destinatis, vt terras firmas et insulas remotas et incognitas huiusmodi per mare vbi hactenus nauigatum non fuerat, diligenter inquireret. Qui tandem (diuino auxilio facta extrema diligentia in mari Oceano nauigantes certas insulas remotissimas et etiam terras firmas, quae per alios hactenus repertae non fuerant) inuenerunt. In quibus quamplurimae gentes pacifice viuentes et vt asseritur nudi incedentes nec carnibus vescentes inhabitant, et ut praefati Nuncij vestri possunt opinari gentes ipsae in insulis et terris praedictis habitantes credunt vnum Deum creatorem in coelis esse ac ad fidem catholicam amplexandum, et bonis moribus imbuendum satis apti videntur, spesque habetur quod si erudirentur nomen

« AnteriorContinuar »