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bien por la vuestra santidad, e por honra del Rey don Fernando, de quien rescibió mucho servicio, que levedes el mi cuerpo para Leon." E ellos quando esto oyeron fueron mucho espantados por la grand claridad que vieron e por el grand olor, e estuvie ron muy grand pieça que non fablaron como mudos. E estonce santiguólos el santo Confessor, e fueron luego metidos en acuerdo e preguntaronle quien era. Estonce dixoles el santo Confessor:,,Yo soy san Isidoro que fuy Arçobispo de Sevilla." E ellos gradescieron mucho a Dios la merced que les fiziera, e pedieron por merced al santo Confessor que les mostrasse la su sepultura e él mostróles por señas ciertas, como yazia en Sevilla la vieja, e en qué logar: e en tanto partióse dellos, en guisa que lo perdieron de vista. E estonce fueronse para el Rey Abenafac, e dixeronle que fuesse con ellos, ó embiasse a Sevilla la vieja, e quel mostrarian lo quel demandavan. Al Rey plogo mucho con esta razon, e movió su cavalleria para alla. E quando los Obispos fueron en Sevilla la vieja, començaron de catar a todas partes, andando todavia el Rey con ellos e por las señales que les mostró el santo confessor, fallaron do yazia el su cuerpo: e metieron mano a cabar: e quando abrieron la fuesa, salió un olor tan sabroso, en manera de Almizque y Balsamo, de los huessos, que a todos quantos hy estavan prestó gran salud, tambien a los Moros, como a los Christianos. E sacaron el santo cuerpo mucho honradamente, e embolvieron los sus huessos en muy nobles paños. E el Rey fué mucho espantado del muy noble e fermoso miraglo que veya, e arrepintióse por lo que avia otorgado al Rey: e quisieragelo tomar si pudiera, mas non lo pudo fazer, ca como lo cuydó non lo pudo ver mas e fue movido su entendimiento en al, e salió de aquel cuydado. E estonce movieron su camino con el cuerpo santo de San Isidoro, faziendo Dios por él muchos miraglos doquier que llegavan. E llegaron a Leon: e el Rey don Fernando quando lo supo saliólos a rescebir con grand honra: e metió el cuerpo de San Isidoro en un monumento de oro que avia mandado fazer muy noble. E levó el cuerpo santo muy honradamente a la yglesia con gran procession, e pusolo sobre el altar: .

e puso el nombre de la yglesia S. Isidoro. E puso alli muchas noblezas de piedras preciosas, e de oro, e de plata, e de sirgo: e fizo hy gran monesterio de Canonigos Reglares: e heredóla muy bien, porque se pudiessen mantener. E fué levado el cuerpo de san Isidoro en el año que andava la Era en mil y ochenta Y siete años.

CAP. XXI.

El Rey don Fernando estava muy alegre por el bien que le Dios fiziera en cobrar tan santa cosa, por consejo de la Reyna doña Sancha: e levó al Rey don Sancho su padre del monesterio de Oña para san Isidoro de Leon. E él estando en esto el Papa Urbano fizo Concilio e fue hy el Emperador Enrique e muchos Reyes Christianos, e muchos altos omes. E el Emperador querellóse del Rey don Fernando de España, que non le conoscia señorio, nin le queria ser tributario, assi como los otros Reyes: e que le pedia por merced que le constriñese que le conosciesse señorio, e le diesse tributo. E el Papa estonce embió amonestar al Rey que conosciesse señorio al Emperador, sino que imbiaria Cruzada sobre él. E sobre esto embiaronle desafiar el Emperador e el Rey de Francia, e todos los otros Reyes. E el Rey don Fernando quando vió las cartas fué mucho espantado: porque entendió ende nascer muy gran daño a Castilla e a Leon si esto passasse. E ovo su consejo con todos los omes honrados de su Reyno: e ellos veyendo el gran poder de la Yglesia, e otrosí el gran daño que nasceria si Castilla e Leon fuessen tributados, non sabian qué consejo le diessen: pero al cabo consejaronlo, que fuesse obediente al mandamiento del Papa. Mas en este consejo non fué mio Cid Ruydiez, que avia poco que casara con doña Ximena Gomez su muger, e era ydo para alla. Mas estando en esto allegó él; e el Rey amostróle las cartas, e dixole todo el fecho en como era, e lo que le consejavan todos los sus omes buenos, e que le rogava como buen vassallo, que lo consejasse como a su señor. E el Cid quando lo oyó, pesóle mucho de coraçon, mas

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le davan los sus omes buenos que non por el consejo que lo que le embiavan dezir de la corte: estonce el Cid tornóse contra el Rey su señor, e dixole: Señor, en mal dia vos nascistes en España, si en el vuestro tiempo ha de ser metida a tributo, lo que nunca fué fasta aqui: ca toda honra que Dios vos dió e quanto bien vos fizo, todo es perdido: e, señor, quien esto vos conseja, non es leal, nin quiere la vuestra honra, nin vuestro señorio. Mas, señor, pues assi quieren, `embialdos a desafiar, y dentro alla gelo vayamos dar. E, señor, vos levaredes cinco mil cavalleros de Moros, que vos darán los Reyes Moros vuestros vassallos: e yo, señor, seré vuestro aposentador, e yré adelante a tomar posadas con mil e novecientos de mis amigos, e de mis vassallos. E, señor, tal sodes vos, que Dios vos ama mucho, e non querrá que la vuestra honra perezca." E el Rey tovose por bien consejado del consejo que le dava mio Cid Ruydiez: e tomó grand coraçon e grand esfuerço, e gradesciógelo mucho.

CAP. XXII.

Cuenta la historia, que el Rey don Fernando mandó fazer sus cartas, en que embió pedir merced al Papa, que non quisiesse mover contra él sin razon. Ca España era conquerida por los que en ella moravan, e por mucha sangre que fuera vertida de sus antecessores: e que nunca fueran tributarios, nin lo serian por ninguna manera ellos, e que antes tomarian muerte. E otrosí embió sus cartas al Emperador, e a los otros, en que les embiava a dezir: que bien sabian que le demandavan tuerto e mal e escarnio, non aviendo ninguna juridicion nin demanda de derecho, e que les rogava que le dexassen fazer su guerra a los enemigos de la fé. E si ál querian dezir contra él, que les tornava amistad, e que los desafiava: e que alla donde todos estavan los queria yr ver. E en tanto que les este mandado embió, mandó guisar sus gentes, segun que havia fablado con el Cid. E movió con ocho mil e novecientos cavalleros suyos, e del Cid: e el Cid levava la delantera. E desque passaron

los puertos de Aspa, fallaron la gente alboroçada, e non les querian vender vianda: mas el Cid metió mano a quemar toda la tierra, e robar quanto fallavan de todos los que les non querian vender vianda: e a los que la trayan, non les fazia mal ninguno. E assi lo guisava él, que quando el Rey llegava con su gente, que fallavan quanto avian menester: e en guisa lo fazia, que yvan sonando las nuevas por toda la tierra: assi que todos tremian. Estonce el Conde don Remon, señor de Saboya, con poder del Rey de Francia, ayuntó veynte mil cavalleros, y vino aquende Tolosa, por tener el camino al Rey don Fernando. E fallóse con su aposentador, el Cid, que yva tomar posadas: e ovieron una lid muy ferida. E fueron vencidos los del Conde, e el Conde fué preso e otros muchos con él: e fueron otros muchos muertos. Estonce el Conde pidió por merced al Cid que lo soltasse, e que le daria una fija que avia, que era muy fermosa e el Cid fizo su ruego, e embió por la fija e diógela, e fué luego suelto. E en esta muger ovo el Rey don Fernando a su fijo, el Cardenal mucho honrado. E despues desto ovo el Cid otra batalla con todo el mayor poder de Francia, e venciólos, que nunca llegó a estas batallas el Rey don Fernando e su gente. E ya yvan sonando estas nuevas al Concilio, e las bravuras que yva faziendo el Cid: e como todos yvan sabiendo que era vencedor de las batallas, non se sabian consejar. E pidieron por merced al Papa, que le embiasse mandar por su charta, que se tornasse e que non querian su tributo. E el Rey estando allende Tolosa llegaronle estas cartas, e él ovo su consejo con el Cid, e con sus omes buenos: e consejaronle que embiasse alla dos de sus omes buenos, que dixessen al Papa, que embiasse un Cardenal con tal poder, que pudiesse affirmar con él, que nunca jamas fuesse otro pleyto removido a España, so muy gran pena cierta e otrosí, que viniessen hy personas del Emperador e de los otros Reyes con todo poder para affirmar esto, e que en tanto fincaria alli. E si non viniessen, ó non imbiassen, que ellos yrian a buscarlos adonde estavan. E con este acuerdo embiaron al Conde don Rodrigo, e Alvar Fañez Minaya, e a otros omes letrados. E quando

llegaron al Papa e le dieron las cartas, fué mucho espantado, e ovo su consejo con todos los omes buenos honrados del Concilio en como farian. E ellos respondieronle que se fiziesse lo que el Rey queria: ca ninguno non lidiaria con él ante la buena ventura del Cid, su vassallo. E estonce el Papa embió con su poder complido a Miscer Ruberto, Cardenal de Santa Sabina: e vinieron los pregones del Emperador e de los otros Reyes, e affirmaron su pleyto muy bien, que nunca jamas tal pleyto fuesse demandado al Rey de España. E las cartas que sobre esto fizieron e fueron fechas, fueron robradas del Papa, e del Emperador, e de los otros Reyes que hy eran, e selladas con sus sellos. E en quanto todo esto se ordenó, moró el Rey en aquel logar seys meses: el Papa embióle pedir la fija del Conde: e ella estava en cinta bien avia cinco meses e medio, e embiógela por consejo del Cid su vasallo. E embióle dezir toda la verdad, e que le pedia por merced que fuesse guardada: e el Papa mandóla guardar fasta que encaesciesse, e nasció della el Abad don Fernando: e fué su padrino el Papa, e crióle muy bien e mucho honradamente: e dispensó con él, que pudiesse aver toda dignidad sagrada: e despues fué mucho honrado, segun que adelante oyredes en la historia. E el Rey don Fernando tornóse muy honradamente para su tierra. En este año morió el Emperador Enrique, e fué Emperador despues dél su fijo Enrique cincuenta años. E por esta honra que el Rey ovo, fué llamado despues don Fernando el Magno, en par de Emperador. E por esto dixeron, que passaran los puertos de Aspa a pesar de Franceses.

CAP. XXIII.

Cuenta la historia, que el Rey don Fernando andando por su señorio, falló la cibdad de Avila despoblada de luengos tiempos, por el destruymiento que los Moros fizieran. E tomó dende los cuerpos santos martyres de San Vincente, e de Santa Sabina, e de Santa Christina; e levó el cuerpo de San Vincente con muy grand partida de las reliquias de aquellas dos

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