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ver qué podria ser aquello. E quando el Abad llegó ante el Rey, omillóse, e començó su razon en esta manera:,,Señor Rey don Sancho, yo só Abad deste monesterio de San Pedro de Cardeña, donde yaze el honrado cuerpo del Cid campeador, vuestro visabuelo e por ende, señor, vengo a vuestra merced con esta su seña, que él metió en muchas batallas que venció. E, señor, pidovos por merced, que por vuestra mesura e por honra del Cid e desta su seña, que mandedes dexar esta presa en este logar: e, señor, en esto honraredes a vos, e al honrado cuerpo del Cid, que aqui yaze." E quando lo oyó el Rey, fué maravillado, que a tan enforçadamente e tan sin miedo le dezia que dexasse la presa: e de sí començó a cuydar: e desque pensó en sí, dixo:,,Ome bueno, non sé quien vos sodes: mas por lo que havedes dicho e fablado, yo quiero dexar la presa: ca ay muchas razones buenas porque la devo dexar. La primera es, porque só su visnieto, como vos dezides. La segunda es, por la honra del cuerpo suyo, que aqui yaze en este monesterio. La tercera es, por reverencia desta su seña, que nunca fué vencida. La quarta razon es, porque quando destos deudos non oviessemos ningunos, devola dexar, porque si él vivo fuesse, non la osaria passar a tan cerca dél: ca cierto só, que lo non consenteria. E por ende, e por lo de Dios, e por honra de mi visabuelo, el Cid, mando que la dexen: e vos, Abad, mandalda tomar, porque supistes bien guisar para la levar de nos." Quando el Abad esto oyó, fué a tan alegre que mas non podria: e estonce fué besar las manos al Rey don Sancho: mas él non gelas quiso dar, porque era clerigo preste de Missa. E estonce mandó el Rey tornar la presa al monesterio de San Pedro de Cardeña, e tornóse él con ella, e mandó poner la seña en su logar: e moró en el monesterio estonce bien tres semanas, fasta que la presa fué tornada a sus dueños, a quien fuera robada. E despues que todo esto fué entregado, offresció al monesterio bien dozientas doblas, por el alma del Cid, su visabuelo, e dende tornóse para su Reyno, non faziendo daño ninguno. Mas agora dexa la historia de fablar del Cid campeador, que Dios perdone la su alma: e torna a contar del Rey don Alfonso.

CAP. CCXCIV.

Cuenta la historia, que andados quarenta e dos años del Reynado del Rey don Alfonso, que fué en la Era de mil e ciento e quarenta e dos años, e en el año de la Encarnacion, en mil e ciento e quatro años. Este Rey don Alfonso, despues que passó por todos los trabajos que oystes con el Rey don Sancho, su hermano, sobre la contienda de los Reynos, despues que ganó a Toledo, por honra de sí e de su señorio, mandóse llamar Rey de España. E cuenta la historia, que en este mismo tiempo, entró a correr a tierra de Moros con muy grand hueste, e quebrantó toda la tierra, quemando, e matando, e estragando, e robando, e faziendo gran daño. E desque ovo toda la tierra robada e confondida, tornóse para Toledo muy rico e mucho honrado e toda su hueste con él por amor de tomar algun plazer e alguna folgança. E juntaronse hy con él Condes e ricos omes, e otros omes honrados de su señorio, e Arçobispos, e Obispos, e Abades, que le venian a fazer cortes, e buscarle muchos plazeres. E el Rey don Alfonso estando en esto, adolesció, e cuydando los fisicos darle consejo de sanidad, crescióle mas la enfermedad de cada dia: e ellos sabiendo como él siemprc trabajara despues que nasciera, fazianle cada dia cavalgar por le fazer plazer, e tornar al uso que solia, porque tomasse algun solaz, porque podiesse vevir (ca mucho conhorte toman los omes, usando las costumbres que usavan mientra mancebos), e que los Moros non osarian alçarse, nin fazer daño en la tierra. E en todo esto los Condes e los ricos omes, e los omes buenos de la tierra, veyendo e siendo ya ciertos por los fisicos, que de aquella dolencia havia el Rey de finar, de todo en todo ovieron su consejo e sus fablas, diziendo: en como el Rey don Alfonso non les dexava fijo heredero ninguno, nin fincava quien mantuviesse el Reyno, si non don Alfonso, su nieto, fijo de doña Urraca, su fija, e del Conde don Remon de Tolosa. E porque este don Alfonso era niño muy pequeño, ovieron su acuerdo entre sí, que entretanto que el niño se criava, fasta que fuesse para mantener el Reyno, que seria bien que casassen a su madre,

doña Urraca Alfonso, que fincara vinda del Conde don Remon: e que seria buen casamiento para ella con el Conde don Gomez de Val de Espina, porque era mayor e mas poderoso que ninguno de todos los otros. E empero que todos tomaron este consejo en uno, mas non se atrevieron a dezirlo al Rey don Alfonso, temiendo que le pesaria ende, en dezirle que casasse a su fija legitima e su heredera con su vassallo: e havian temor que geles sosañasse, e los maltraxiesse por ello: e que de hy adelante rehusaria su consejo, e fincarian ellos por denodados, e por maltrechos, e envergonçados: e por esto non se atrevió ninguno a gelo dezir, catando estas cosas que podrian acaescer.

CAP. CCXCV.

Aqui cuenta la historia, que ellos estando en esta duda, que fablaron con un Judio, fisico del Rey e su privado, que havia nombre Cibdiello: e metieronle en su consejo, e contaronle el acuerdo que havian tomado, sobre el fecho del casamiento de doña Urraca e rogaronle, que quando viesse al Rey de buen talante e alegre, que gelo dixesse lo mejor que él pudiesse, e supiesse. E el Judio otorgógelo de lo fazer, e partióse de ellos, e fuése para el Rey, e contóle todo el fecho segun que gelo havian rogado. E el Rey, quando esto oyo, fué muy sañudo contra el Judio, e católo mucho, e dixo:,,Non riepto yo a ti, porque me osaste dezir tal cosa, de fablar en casamiento de mi fija: mas la culpa es mia, que te llegué a la mi privança: e yo te faré tomar penitencia deste pecado: e guardate que non parezcas mas ante mí: ca si ante mi vienes, sabe por cierto que te mandaré matar: ca la mi fija a mí conviene de casar, mas non como los Condes e los ricos omes quisieren, nin los otros que en este consejo son." E estonce mandóle quitar ante sí, e mandóle tomar quanto le fallaren. E los Condes, quando esto oyeron, tovieronse por envergonçados e por confondidos: enon osaron mas cometer este fecho. E estonce, segun cuenta el Arçobispo don Rodrigo, criava al niño, que era nieto del Rey, el Conde don Pedro: e havia nombre don Alfonso, fijo del

Conde don Remon de Tolosa, e de doña Urraca Alfonso, fija del Rey don Alfonso. E el Rey non amava al Conde, nin catava por aquel niño, su fijo: e mandó llamar al Arçobispo de Toledo, el Primado, e a los Obispos, e a los Abades, que eran hy estonce con él, e ovo su consejo con ellos: si daria a su fija doña Urraca en casamiento al Rey don Alfonso de Aragon, que gela embiava a pedir, e ellos dixeron:,, Señor, segun que ella fué casada, tenemos que es uno de los buenos casamientos que le podedes dar, segun que nos entendemos:" e el Rey tovo que gelo consejavan bien. E al Rey de Aragon plogole mucho con estas nuevas e movió luego su camino, e vinose para Toledo, e fizieron luego sus bodas muy ricas e mucho honradas de todos complimientos. E tanto que las bodas fueron acabadas, tomó el Rey don Alfonso de Aragon su muger, e fuése con ella para su tierra.

CAP. CCXCVI.

Cuenta la historia, que andados quarenta e tres años, e siete meses del Reynado deste Rey don Alfonso, que fué en la Era de mil e ciento e quarenta e tres años: e andava el año de la Encarnacion del Señor en mil e ciento e cinco años e siete meses; este Rey don Alfonso llegando ya al acabamiento de sus dias, diz que ocho dias antes que él moriesse, señaladamente el dia de San Joan Bautista, contesció un miraglo en la yglesia de San Isidoro de Leon, que fué en esta manera: Que començó a manar una agua muy clara ante el altar de San Isidoro, en el logar donde tiene el clerigo los pies quando dize la Missa: e non se abrian los juntamientos de las piedras, nin de la tierra enderredor, mas de las piedras vivas enteras, de medio dellas manó tres dias, que nunca quedó de manar. E este miraglo fué demostrado e dicho al Obispo, e sonó por toda la cibdad. E era hy estonce don Pedro, Obispo de Avila, e don Pelayo, Obispo de Oviedo: e quando lo oyeron, fueronse para Santa Maria de Regla, que es la yglesia Cathedral: e vestieronse como les convenia, e fueronse con grand devocion, e con grand pro

cession, e con todo el pueblo de la cibdad, a la yglesia de San Isidoro, donde yaze el su santo cuerpo, e do era este miraglo: e cantaron hy Missa muy altamente, e fizieron su sermon muy bueno. E la Missa e el sermon acabado, fincaron los finojos los Obispos ante el altar, e toda la otra clerezia de mañana al alva: e estando los finojos fincados, llorando e bendiziendo el nombre de Dios, por la maravilla de aquel miraglo, bevieron de aquella agua, e cogieron della en redomas de vidrio por testimonio, e non manó mas, e luego començó de quedar. E de sí tornaronse con su procession para Santa Maria de Regla: mas quando los de la tierra oyeron dezir a tal miraglo, e en como era el Rey don Alfonso doliente del mal que finó, entendieron luego que aquel manar del agua de las piedras, que non era al sinon lloro e quebranto de toda España, que venia por la su muerte.

CAP. CCXCVII.

Cuenta la historia, que estando el Rey don Alfonso en la cibdad de Toledo, que él ganó, allegavase el tiempo en que él havia de morir, e de salir deste mundo. Estonce mandó llamar a todos los perlados que hy eran, e ordenó su testamento muy bien e muy complidamente: e mandóse enterrar en el monesterio de Safagun, que él enriquesciera de muchos buenos dones. E de sí fizo su confession general ante todos en esta manera: ,,Señor Dios poderoso, Jesu Christo, que el tu santo cuerpo diste a martyrio e a muerte por nos, e fué derramada la tu sangre en el mundo, por la nuestra salud, e por la nuestra vida, e por la tu muerte somos librados de la grand obscuridad de las tinieblas en que eramos por el pecado de los nuestros primeros padres: e, señor, en el tu poder son los reynos, e tuyo es el poder de dar e de toler tan solamente: e todas las cosas son al tu mandamiento. E, señor, tú me diste Reynos a mandar en este mundo, mas que yo te merescí; e yo te serví con ellos, non tan bien como deviera, passando en todas las cosas contra tus mandamientos, e non ygualando el derecho como devia; por que me tengo por errado contra ti. E agora,

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