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estonce llegó hy el Obispo don Hieronymo, que era con el Rey don Alfonso, que lo mantenia: e fizo mucho por honrar el cuerpo de doña Ximena Gomez: ca desque lo supo que era finada, non quedó de venir a jornadas contadas. E despues de los siete dias, el Rey don Ramiro, e la Reyna doña Elvira, su muger, ordenaron rentas, que fincassen sabidas al monesterio, por el alma de doña Ximena Gomez: e que las oviesse Gil Diez en toda su vida, e despues que fincassen en el monesterio: e que fiziessen aniversarios ciertos en cada año por el Cid, e por doña Ximena Gomez. E desque esto ovieron ordenado, partieron muy grand algo que fallaron ademas, en oro, e en plata, e en paños nobles, e en otras cosas. E quando ovieron partido, dixo doña Sol: que quanto havia en el mundo, que lo queria para su sobrino, el Infante don Garcia Ramirez: e levólo luego consigo para Aragon a sus tierras: e ella lo crió fasta que fué grand mancebo: e despues de la muerte de su padre fué alçado por Rey de Navarra: assi como lo ha contado la historia. E finó su madre, doña Elvira: e él quanto havia de fazer en el Reyno, todo lo fazia por consejo de su tia, doña Sol: ca ella era muy buena dueña, e mucho entendida, e mucho amiga de Dios: e en tal manera lo fazia, que por ella se endereçó el Reyno de Navarra un grand tiempo. E otrosí, el Rey de Navarra e doña Elvira, la Reyna, tornaronse para Navarra: e el Obispo don Hieronymo tornóse para el Rey don Alfonso: e todas las otras compañas fueronse para sus logares. E el Obispo don Hieronymo visquió buena vida, e honesta, e santa, e finó en Salamanca, e enterraronlo en la yglesia cathedral: e yaze el su cuerpo mucho honradamente, e faze Dios muchos miraglos por él. E Gil Diez fincó serviendo los cuerpos del Cid e de doña Ximena Gomez, sus señores, lo mejor que él pudo e él sabia.

CAP. CCXLI.

Cuenta la historia, que diez años despues que finó el Cid campeador, estando en su escaño assentado, assi so el tabernaculo el su cuerpo, el qual tabernaculo mandó fazer el Rey don

Alfonso, cada año le fazian fiesta mucho honrada: e el Abad e Gil Diez davan a vestir e a comer a muchos pobres que se ayuntavan hy de muchas partes. E acaesció assi, que un dia faziendo aquella fiesta, que se juntaron hy muy grandes compañas, e venian hy Judios e Moros por ver el cuerpo del Cid. E el Abad don Garcia Tellez havia por costumbre, quando fazia aquella fiesta, de fazer su sermon al pueblo : e por la grand gente que se ayuntava e non cabian en la yglesia, saliase fuera a la plaça. E él estando en la predicacion, fincó en la yglesia un Judio, e diz que se paró ante el cuerpo del Cid, e començó a catar como estava a tan noblemente assentado, e en como tenia el rostro a tan fermoso e como tenia la barba luenga e mucho apuesta, e tenia la espada en la mano siniestra, e la manderecha en las cuerdas del manto, assi como lo el Rey don Alfonso mandara: salvo ende que le mudavan los paños, e lo tornavan en aquella mesma manera. E dize la historia, que quando aquel Judio se paró ante el Cid, que havia ya siete años que estava en el escaño el cuerpo del Cid, e en toda la yglesia non estava ome ninguno sinon aquel Judio, se paró ante el Cid, que havia ya siete años que estava en el escaño el cuerpo del Cid, e en toda la yglesia non estava ome ninguno sinon aquel Judio: ca todos estavan fuera a oyr aquel sermon que el Abad fazia. E el Judio, quando se vido en su cabo, començó de cuydar e a dezir entre sí mesmo:,,Este es el cuerpo de aquel Cid Ruydiez de quien dizen, que en toda su vida nunca le travó ome del mundo de la barba: quierolo yo agora travar de la barba, e veré qué será aquello que me podrá fazer él." E estonce tendió la mano por travar de la barba al Cid: mas ante que llegasse él la mano a la barba, el Cid tiró la mano derecha que tenia en las cuerdas del manto, e travó en el arrial de la espada, e sacóla fuera de la vayna quanto un palmo. E quando esto vido el Judio, ovo a tan grand miedo, que cayó en tierra amortescido de espaldas. E quando el Abad e la otra gente entraron en la yglesia, fallaron a aquel Judio tendido ante el cuerpo del Cid, e estava a tan quedo, que semejava muerto. E el Abad paró mientes al Cid, e vido como tenia la mano derecha en la espada, que solia tener

en las cuerdas del manto, e tenia la espada sacada quanto un palmo, e fué maravillado quando esto vido, que non lo solia tener ansi: e demandó el agua bendicha, e echóla al Judio por el rostro, e acordó. E el Abad preguntóle, que qué fuera aquello e el Judio contó todo el fecho en como acaesciera. E quando esto oyeron todos quantos hy estavan, fueron mucho maravillados, e fizieron grand clamor e grand plegaria a Dios por tal miraglo, e por tal virtud que amostrara por el cuerpo del Cid en tal manera: ca manifiestamente paresció que assi fuera como el Judio dixera. E desde aquel dia en adelante estudo el cuerpo del Cid en aquella manera, que nunca le tiraron la mano del espada, nin le mudaron los paños: e ansi estudo tres años, con que se cumplieron los diez años: e cayósele el pico de la nariz. E quando esto vieron el Abad don Garcia Tellez, e Gil Diez, entendieron que de hy adelante non devia hy estar el cuerpo en aquella manera, porque parescia feo. E juntaronse tres Obispos de las provincias de enderredor, e con muy grand honra metieron el cuerpo del Cid en un monumento grande de boveda, que fizieron desta guisa. Cavaron ante el altar de San Pedro, a par de la fuessa de doña Ximena Gomez, e fizieron una boveda muy alta, e metieronlo dentro, assi como estava assentado en su escaño, e vestido de sus paños, e su espada en la mano. E hy estudo muy grand tiempo, fasta que vino el Rey don Alfonso a reynar: él que fué fijo del muy noble Rey don Fernando, que ganó todo lo mas del Andaluzia ca este bienaventurado Rey ganó la muy noble cibdad de Cordova con su reynado: e ganó la cibdad de Jaen, e ganó a Ubeda, e a Baeça, e Anduxar, e Arjona, e a Martos, e a otras villas reales muchas e castillos, segun que adelante vos lo contará la historia. Ca este echó el poder de los Moros de España: e yaze el su cuerpo mucho honradamente en la cibdad de Sevilla. E su fijo, el Rey don Alfonso, trasladó al Cid, e sacóle de aquella boveda, e pusole en un monumento muy noble que mandó fazer en Burgos, e a doña Ximena, su muger, en otro : e pusolos en pa. del altar de San Pedro en San Pedro de Cardeña, a la mano ezquierda, contra donde dizen el Evangelio.

E otrosí, trasladó estonce al Conde don Garcia Fernandez, que fué señor de Castilla, e pusolo en cabo deste mesmo altar, de la otra parte. Otrosí trasladó al Rey don Ramiro de Leon, e pusole en medio del coro deste mesmo monesterio, e fizoles mucha honra e ansi yazen oy en dia.

CAP. CCXCII.

Aqui cuenta la historia, que desque el Judio fué entrado en su acuerdo, fincó los finojos ante el Abad, e pidióle por merced, que lo tornasse Christiano, e que lo bautizasse en nombre de Jesu Christo: que queria morir e vivir en la su Fe, ca lo ál tenia que era error. E el Abad bautizólo en nombre de la Santa Trinidad, e pusole nombre Diego Gil. E de hy adelante en toda su vida fincó hy en el monesterio con Gil Diez, serviendo e faciendo su mandado, que nunca otra carrera quiso buscar. E Gil Diez siempre se trabajó del cuerpo del Cid, e de doňa Ximena Gomez, su muger: faziendo sus fiestas cada año: e faziendo muchos sacrificios, e dando muy grand algo a pobres, a comer, e vestir: e vivió tanto tiempo en el monesterio, que ovo despues de don Garcia Tellez dos Abades en el monesterio, e despues finó. E en guisa obró él, que todos fueron sus amigos e sus pagados, e pesó a quantos en el monesterio havia de su muerte porque a tan bien e a tan devotamente fazia su vida, e servia las sepulturas de sus señores. E quando este Gil Diez finó, mandóse enterrar en el mismo monesterio: ca en su vida mandara fazer su sepultura muy bien labrada. E Diego Gil fincó despues en su logar, serviendo e faziendo el officio que Gil Diez fazia, fasta que finó. E si Gil Diez fué bueno e fazia mucho bien, cuenta la historia, que mejor fué Diego Gil.

CAP. CCXCIII.

Segun cuenta la historia, el honrado don Rodrigo, Arcobispo que fué de Toledo, e el sabio don Lucas, Obispo que fué de Tuy, en la historia de las Españas, dize: Que muy grand

tiempo depues de la muerte del Cid campeador, quando andava la Era en mil dozientos e veynte e tres años, e el año de la Encarnacion del Señor, en mil e ciento e ochenta e cinco años: e en este tiempo reynó en Castilla el Rey don Alfonso, fijo del Rey don Sancho, que fué fijo del Emperador, e este don Alfonso era su nieto: e non reynó este Rey don Sancho mas de quatro años. E en el Reyno de Leon reynava estonce otrosí el Rey don Alfonso, fijo del Rey don Fernando, e nieto del Emperador: e en Navarra reynava el Rey don Sancho el valiente, que era bisnieto del Cid, fijo del Rey don Garcia. E estos Reyes, don Alfonso de Leon, e don Sancho de Navarra, havian su desamor e su guerra con el Rey don Alfonso de Castilla, maguer que este Rey don Sancho era tio del Rey don Alfonso de Castilla, hermano de su madre: ca el Rey don Sancho el desseado, fijo del Emperador, fué casado con doña Blanca, fija del Rey don Garcia, nieto del Cid. E ese Rey don Sancho de Navarra entró correr la tierra a su sobrino, el Rey don Alfonso de Castilla, e llegó bien fasta Burgos, e con grand enconia dió una cuchillada en el olmo que estava ante la yglesia de San Joan de Burgos: e llevava muy grand presa de muchos ganados, e bueyes, e bestias de arado: e otras cosas muchas de lo que fallavan por la tierra: e a tan grande era la presa que la non podian mover. E yendo con esta presa para Navarra, ovieron de passar cerca del monesterio de San Pedro de Cardeña, do yaze el cuerpo del Cid campeador. En aquella sazon era Abad de aquel monesterio un ome bueno, que havia nombre don Joan: e era ome fijodalgo, e anciano, e quando era mancebo, era ome mucho enforçado en armas. E quando vido levar aquella presa tamaña e tan grande de Castilla, ovo grand pesar: e comoquiera que era ome viejo, e havia grand tiempo que non cavalgara, subió estonce en un cavallo, e levó consigo diez monges: e mandó tomar al mas rezio monge la seña del Cid, que estava colgada e salió al Rey don Sancho, que levava la presa. E el Rey, quando lo vido venir, maravillóse qué seña podria ser aquella, ca en aquella sazon non havia ome bueno que tal seña traxiesse: e quando vido que venian pocos con ella, atendió

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