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nos e la villa, e tañian trompas e atambores, como el Cid mandara. E esto duró bien ocho dias, ó nueve: fasta que la compaña del Cid ovieron guisadas todas sus cosas para su yda, como el Cid mandara: e el Rey Bucar e sus gentes cuydavan que non osava el Cid salir a ellos, e estavan mucho enforçados, e querian fazer bastidas e gatos, e engeños para combatir: ca ciertamente cuydavan, que non osava el Cid salir a ellos, pues ya tanto tardavan.

CAP. CCLXXXIII.

Dize la historia, que a cabo de nueve dias que el Rey Bucar llegó a Valencia, las compañas del Cid havian ya guisadas todas sus cosas, para se yr para Castilla: ca Gil Diez nunca de ál se trabajó en estos nueve dias, si non en cumplir lo que el Cid mandara. E el cuerpo del Cid fué guisado en esta manera: ya oystes que fué balsamado, e por esta razon fincó el cuerpo yerto e colorado, e los ojos abiertos igualmente, e su barba luenga mucho apuestamente: que non ha en el mundo ome que lo non supiesse e lo viesse, que non dixesse que era vivo. E pusieron el cuerpo en una silla muy noble del cavallo Bavieca: e pusieron la silla en un cavalfuste con el cuerpo: e vestieronle a carona un gambax de cendal delgado: e fizieron dos tablas cavadas, una para los pechos, e otra para las espaldas, en que cabia todo el cuerpo, e juntavanse en los costados: e la de tras llegava fasta el colodrillo, e la de delante fasta el pescueço: e eran encaxadas en la silla, en guisa que el cuerpo non se podia rebolver a ningun cabo. E al dozeno dia en la mañana, armaronse todas las compañas del Cid Ruydiez, e mandaron cargar las azemilas de quanto tenian, de todo lo mejor que podian haver. E quando fué la media noche, pusieron el Cid encima del cavallo, assi como estava pegado en la silla, e ataronlo muy bien con buenas cuerdas, en guisa que estava todo el cuerpo tan derecho e a tan ygual, que semejava que estava vivo: e tenia calçadas unas calças pintadas, que semejavan brazoneras: e vestieronle unas sobreseñales de cendal verde a sus

armas, e una capellina de pergamino pintada, e el escudo dessa. mesma manera: e pusieronle su espada Tizona en la mano: e tenia el braço enfiesto e atado de yuso tan sotilmente, que era maravilla como tenia el espada, tan derecha, e a tan ygual: e yva del un cabo el Obispo don Hieronymo, e del otro Gil Diez, que lo guiava assi como mandó él. E desque todo esto fué guisado, a la media noche salieron de Valencia por la puerta de Troteros, que es contra Castilla. Primeramente salió Pero Bermudez con la seña del Cid, e con él quinientos cavalleros que lo aguardavan muy bien guisados: e empos estos las azemilas con todo el rastro: e empos estos otros quinientos cavalleros, otrosí muy bien guisados: e a sus espaldas doña Ximena Gomez con toda su compaña, e empos ellos quinientos cavalleros que la guardavan: e en la çaguera el cuerpo del Cid, e con él cien cavalleros escogidos: e salieron tan passo, que semejava que non yvan hy diez cavalleros.

CAP. CCLXXXIV.

Cuenta la historia, que desque fué el dia claro, don Alvar Fañez Minaya paró sus hazes muy ordenadamente, e fueron ferir en los Moros muy denodadamente: e dieron luego primeramente en las tiendas de la Mora negra, que estava en la delantera. E a tan a desora fué la espoloneada, que mataron de su compaña bien los ciento e cincuenta Moros ante que se pudiessen armar nin cavalgar. E aquella Mora negra, diz que era a tan maestra, e a tan aprecebida de tirar de arco turqui, que era por maravilla: e diz que la llamavan en Arabigo Megeyma Turia, que quiere dezir Estrella de los arqueros de Turquia. E ella fué la primera que cavalgó, e quanto unos cincuenta que fincaron con ella, fizieron ya quanto daño en la compaña del Cid: mas al cabo mataron a la Mora, e fuyeron los suyos por el real. E a tan grande era el ruydo e la buelta dellos, que muy pocos se pudieron armar: e tornando las espaldas, començaron de fuyr contra la mar. E quando vido el Rey Bucar esto e sus Reyes, començaronse de maravillar, que bien les semejó

que venian de parte de los Christianos bien setenta mil cavalleros, todos blancos como la nieve: e delante todos venia un cavallero muy grande, en un cavallo blanco, e traya en la mano siniestra una seña blanca, e en la otra una espada que semejava de fuego, e fazia muy grand mortandad en los Moros que yvan fuyendo. E tan espantado fué Bucar, que non tovieron rienda fasta dentro en la mar: e la compaña del Cid firiendo e matando en ellos, que les non davan vagar: e derribavan tanto, que era una grand maravilla, que non tornavan cabeça por se defender. E quando llegaron a la mar, tan grande era la priessa por se acoger a las naves, que morieron hy mas de veynte mil personas afogadas. E fueron hy muertos veynte de dos Reyes de los treynta e seys. E el Rey Bucar e los que escaparon alçaron las velas e fueronse su carrera que nunca jamas tornaron cabeça. E don Alvar Fañez e las otras gentes, despues que los Moros fueron vencidos, robaron el campo, e a tan grande fué el algo que hy fallaron, que lo non podian levar. E cargaron camellos, e cavallos de todas las mas nobles cosas que hy fallaron e fueronse tornando adonde estava el Cid, e doña Ximena Gomez, e el Obispo don Hieronymo, que yvan mas passo. E a tan grande fué el haver que aquel dia fué ganado hy, que non podieron dar cabo a lo levar, nin a lo robar: de guisa, que el mas pobre de los Christianos que ende escapó, tan bien de los de cavallo como de los de pie, fincó rico de lo que ende levó, en oro, e en plata, sin las otras cosas que ende ovieron. E despues que todos fueron tornados, e tomaron del campo quanto quisieron, movieron su camino para Castilla, e fueron a alvergar a una aldea que dizen Sieteaguas, todos ricos e muy bien andantes: e venieron a Castilla a sus jornadas contadas.

CAP. CCLXXXV.

Segun cuenta Abenalfange, él que fizo esta historia en Arabigo, diz que el dia que la compaña del Cid salió de Valencia, e desbarataron al Rey Bucar e a los treynta e seys Reyes

que venieron con él, por cierto cuydavan los Moros del Alcudia, e los de los arrabales, que el Cid vivo salia, de que lo vieron en su cavallo, e su espada en la mano: mas quando lo vieron yr contra Castilla, e que ninguno non tornava a la villa, fueron maravillados. E estudieron todo aquel dia ansi, que non osaron yr a las tiendas que dexaron los del Rey Bucar, nin entrar a la villa: cuydando que lo fazia el Cid con alguna maestria: e toda aquella noche estudieron en aquel cuydado, que non ovsavan salir de los arrabales. Quando fué otro dia, pararon mientes contra la villa, e non oyeron ningun ruydo: e Abenalfange cavalgó en un cavallo e un ome con él, e fué contra la villa, e falló todas las puertas cerradas, fasta que llegó a la puerta por donde salieran las compañas del Cid: e de sí entró en la villa, e andudo todo lo mas della, e non falló hy ome ninguno, e fué maravillado. E estonce salió de la villa, e fué dando vozes a los Moros de los arrabales, e dixoles: en como toda la cibdad era vazia de Christianos: e fueron maravillados mas que ante: pero con todo esto non osavan salir a las tiendas, nin entrar a la villa, e estudieron ansi bien fasta medio dia. E quando vieron que non recudia ome de ninguna parte, tornó otra vez Abenalfange a la villa, e fueron con él grand compaña de los mejores Moros que havia entre ellos e entraron en la villa en el Alcaçar, e cataron todos los palacios e las camaras, e non fallaron hy ome nin cosa viva: e fallaron escrito en una pared, por letras de Arabigo, que fiziera Gil Diez, en como era muerto el Cid Ruydiez: mas que lo levaran en aquella guisa por vencer al Rey Bucar, e porque les non osasse ninguno contrariar su yda. E quando esto vieron los Moros, fueron mucho alegres, e con grandes alegrias abrieron las puertas de la villa, e embiaron dezir estas nuevas a los de los arrabales: e venieronse con sus mugeres e con sus fijos meter en la villa, cada uno a sus casas que havian dexadas: e desde aquel dia fué la cibdad de Valencia en poder de Moros, fasta que la ganó el Rey don Jaymes de Aragon, e non fué tan poco tiempo, que segun cuenta la historia, fueron bien ciento e setenta años: empero aunque la ganó don Jaymes, siempre la dirán Valencia

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la del Cid. E luego otro día fueron a las tiendas del Rey Bucar, e fallaron hy muchas armas, e non fallaron hy ningun ome vivo: mas los muertos eran tantos, quue non podian passar ante ellos. E fueron yendo ansi por la mortandad fasta el puerto de la mar: e non fallaron hy naves ningunas, mas fallaron hy tantos omes muertos Moros, que lengua de ome non lo podria contar: e fallaron hy ya quantas mugeres ascondidas, e dixeronles en como el Rey Bucar fuera vencido. Mucho fueron maravillados de la grand mortandad que fallaron de los Moros, e de sí començaron a coger el despojo del campo: esto era, muchas tiendas, e muchos cavallos, e muchos camellos, e bufanos, e muchos ganados, e mucho oro, e mucha plata, e mucha ropa preciada, e mucha vianda sin cuenta: assi que les cumplió bien dos años a la cibdad de Valencia, e aunque vendian a sus vezindadades: en guisa que fincaron muy ricos de hy adelante.

CAP. CCLXXXVI.

Cuenta la historia, que quando la compaña del Cid se partió de Sieteaguas, endereçaron su camino a jornadas pequeñas, fasta que llegaron a Salvacanete. E siempre fué el Cid en su cavallo, e vestido de muy nobles paños, en guisa que quantos le veyan por el camino, cuydavan que yva vivo: e quando llegavan a la posada, descendianlo en la silla, e ponianlo en el cavalfuste. E estando en Salvacanete, embiaron dende cartas a sus parientes e a sus amigos del Cid, que lo veniessen a honrar a su sepoltura. E otrosí embiaron cartas al Rey don Alfonso, e al Rey de Navarra, e al Infante de Aragon. E de sí movieron de Salvacanete, e llegaron a Osma: e estando en Osma, dixo don Alvar Fañez a doña Ximena Gomez: que seria bien de meter el cuerpo en atahud; e non quiso doña Ximena Gomez, e dixo que mientra el su rostro e los sus ojos estudiessen a tan frescos e a tan apuestos, que nunca el su cuerpo en atahud entraria: ca mejor lo verian ansi sus yernos e sus fijas, que non encerrado en atahud: e él tovo que dezia razon, e dexóle ansi. E estando hy, llegó el Infante de Aragon e su muger, doña Sol,

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