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CAP. CLXXXII.

Cuenta la historia, que tanto se llegó el Cid a la villa, que non podia salir uno nin entrar otro, que non fuesse muerto, ó preso. E mandó labrar los heredamientos que eran cerca de enderredor de la villa: ca era grand gente e grand pueblo en el arrabal de Alcudia, que fiziera hy poblar el Cid: ca los tenia muy seguros, que les non fazia mal nin tuerto ninguno: ca venian hy seguros de todas las vezindades con sus mercaderias a comprar e vender: en guisa, que era muy rico aquel logar con la grand justicia e con la grand guarda que el Cid les fazia, e mandavales que non llevassen dellos mas del diezmo. En esto estando, llegó mandado a los de Valencia, como los Alarabes eran tornados para su tierra, e que non oviessen esperança en ellos de ayuda ninguna. Quando esto oyeron los de Valencia, fueron muy cuytados: e desque lo sopieron los de los castillos, venieron al Cid muy humildosamente, e pusieronse en su defendimiento, e quedaron de le dar su tributo: e el Cid les mandó que andudiessen seguros por todos los caminos: e desta guisa crescieron las rentas al Cid, de manera que havia assaz que dar. E estonce embió mandado a los castillos, que le embiassen ballestas, e gente para combatir á Valencia. E ellos fizieron su mandado, e embiaronle grand gente: e ansi fincó Valencia señera, e desamparada de toda la gente Morisca, e combatiala cada dia muy fuertemente: e eran ya tan cuytados, que eran en las ondas de la muerte.

CAP. CLXXXIII.

La historia cuenta, que con la grand cuyta que havian, subió un Moro en la mas alta torre del muro de la villa: e este Moro era sabio, e muy entendido, e dixo unas razones en Arabigo, que querian dezir ansi:,, Valencia, Valencia, Valencia, venieron sobre ti muchos quebrantos, e estás en aventura fuerte, que si desta escapas, será grand maravilla a quienquier que te viere. E si Dios merced fiziere a algun logar, a ti lo fará: e si él quiere

sen querella dél por razon de la huerta, que él gela demandaria, ca él gela diera en que tomasse plazer algun dia e folgasse, e que él gela faria dexar quando ellos quisiessen: mas pues que tomavan enojo dél e sospecha, que pusiessen quien recabdasse lo que havia de haver el Cid, e en todo lo ál, ca él non lo queria fazer, nin tomar ende afan, pues entendia que les pesava: mas que queria venir con ellos a igualdad, por guisa que les non fiziesse pesar ninguno nin otro mal: mas que punaria de vivir en lo suyo. E todo esto dezia por maestria, e porque cuydava que perderian querella dél. Mas ellos entendieron muy bien porqué lo fazia, e començaron de meter vozes e dezir: que non querian su pleyto, nin su consejo, sinon de los fijos de Abenagir: e quanto ellos mandassen e aconsejassen, que tanto querian fazer. E mandaron luego cerrar las puertas de la villa con miedo dél, e guardar las torres e los muros: e Abenjaf quando esto vido, dexó de fazer mucho de lo que fazia, con miedo que le faria el pueblo algun mal: e tomó mayor compaña, por se guardar que non passassen a él.

CAP. CLXXIX.

Cuenta la historia, que estonce se renovó la guerra del Cid e de los de Valencia: e ovo entre ellos gran desacuerdo e desavenencia. E en esto llegó mandado, que la hueste de los Alarabes era cerca de Xativa, e desto plogo mucho a los de Valencia, e fizieron gran alegria: ca tenian que eran salidos de la cuyta en que estavan, e de la premia del Cid. E desque el Cid ovo estas nuevas, salió de la huerta e vinose para su hueste: e estava en gran duda si atenderia, ó se yria; pero tovo por bien de fincar fasta que viesse como se yria. E mandó derribar las puentes, e fenchir la Vega de agua, porque non podiessen venir los Moros a él sinon por logar angosto e cierto e en quanto esto fazia, ern en Algezira Jucar. E estonce cresció el alegria en los de Valencia, e subieron en las torres e en los muros por ver como venian.

CAP. CLXXX.

La historia cuenta, que quando fué la noche, con la grand escuridad que fazia, paravan mientes e veyan las grandes fogueras del real, e vieron como eran cerca: e començaron de fazer su oracion a Dios, que los ayudasse que oviessen buena andança contra el Cid: e acordaron, que quando llegassen los Marinos a lidiar con el Cid, que saliessen ellos a robar su real. Mas el nuestro Señor Jesu Christo non quiso que fuesse assi, mas fizolo en otra manera: ca fizo una tal agua aquella noche, e un tal torvellino, e tan gran diluvio, que los oviera de matar: e entendieron que era Dios contra ellos: e otro dia vieron como non podrian entrar a la Vega, e començaronse de tornar. E los de Valencia que estavan catando quando vendrian, e non vieron ninguna cosa, fueron muy tristes e muy cuytados, que non sabian que se fazer, estando assi, como la muger que está de parto, bien fasta hora de tercia: e de sí llególes mandado en como se tornavan, que non querian venir a Valencia. Quando ellos esto oyeron, tovieronse por muertos, e andavan por las calles assi como beodos, de guisa, que se non entendian unos a otros: e entiznaron sus caras con negro, assi como si fuessen cubiertos de pez: e perdieron toda la memoria, assi como él que cae en las ondas de la mar. E estonce venieron los Christianos fasta el muro, dando vozes assi como el trueno, denostandolos, e amenazandolos: e los Moros estavan callando con el grand pesar e con la grand cuyta que havian. E estonce Abenalfange, un Moro que escrivió esta historia en Valencia en Arabigo, puso como valian las viandas, por ver quanto se podia tener la cibdad: e diz que valia el cafiz de trigo onze maravedis, e el cafiz de la cevada siete maravedis, e el cafiz de las otras legumbres seys maravedis: e el arroba de la miel quinze dineros, e el arroba de las alcarchofas una tercia de maravedi: e el arroba de las cebollas dos tercias de maravedi: e el arroba de queso dos maravedis e medio: e la libra de la carne de carnero seys dineros de plata: e la de la vaca quatro dineros. E estos maravedis eran de plata, ca non corria otra moneda entre ellos.

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que te hayas de perder de todo en todo, será por los grandes pecados e atrevimientos que oviste: e a la tu enfermedad non le pueden fallar melezina, e los fisicos son desamparados de te poder sanar. E con estos males e con estos quebrantos que havian los de Valencia, plazia a Abenjaf porque se partieron dél, e se fueron para los fijos de Abenagir, e dezia: que non havia nin devia dar ome consejo a quien gelo non creyesse: ca si a él quisieran creer, non fincaran en tamaño mal, nin en tan grand cuyta: e que quanto mal havian los de Valencia, non lo havian si non por los fijos de Abenagir, porque se guiaron por su consejo: ca eran de poco recado, nin eran mañosos, nin sabios para estar bien con ninguno, nin en lo que oviessen de fazer. E esto retraya cada dia Abenjaf en su casa a los que venian a folgar con él: assi que todo el pueblo yvan fablando en esto, tambien los grandes, como los chicos, diziendo, que dezia Abenjaf verdad. E los Christianos combatianlos cada dia, e fazianles mucha premia, e encarescianles cada dia la vianda: e por esto partieronse del amor de los fijos de Abenagir, e tenian que fueran mal aconsejados en fazer ninguna cosa de lo que ellos mandavan: e tenian que por esto les venia quanto mal havian, e tovieronlos por nescios. E movió luego el pueblo todo contra Abenjaf, que los perdonasse, porque se partieran dél, e que los acogiesse, e que los buscasse alguna carrera como saliessen de aquella cuyta en que estavan. E Abenjaf dixo, que non queria con ellos cosa ninguna, mas que se tenia en logar de uno e si ellos cuyta havian, assi fazia él, e que de lo que ellos se temian, que de esso se temia él: e que non podia dar consejo a omes desavenidos que estavan departidos: mas que se acordassen e toviessen todos en uno, e fiziessen una destas dos cosas, ó que se quitassen de los fijos de Abenagir e de su compaña, e de su consejo, e de non fazer ninguna cosa por ellos, ó que tomassen bien a él. E quando él viesse que ellos non le contrariavan con sus malos consejos, e con su mala carrera en que andavan, que estonce los aconsejaria en guisa como estudiessen en paz: ca bien sabian como passaran mientra que se guiaran por su consejo: e que bien fiava en Dios, que en guisa

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faria él que non oviessen guerra con el Cid, nin con otro ninguno. E respondieron todos a una voz, que a él querian querer e obedescer: e de lo que él mandasse, que le non saldrian de mandado, ca siempre les fuera bien, mientra creyeran su consejo.

CAP. CLXXXIV.

Cuenta la historia, que lo fizieron su Adelantado, e prometieronle de se guiar por su consejo: pero esto non era muy ligero de fazer, ca muchos del pueblo tenian con los otros: pero desque Abenjaf vido que le querian fazer Adelantado dixo, que le fiziessen carta, e la roborassen los mayores de la villa con sus nombres: e todo el pueblo otorgaron de gelo fazer, e fizieronlo ansi. E él movió pleytesia al Cid, que le darian su tributo, e que les non fiziesse mal. E estonce el Cid embióle dezir, que si él queria pleytesia con él, que echasse de la villa a los fijos de Abenagir, porque eran del vando de los Alarabes: e desque aquellos fuessen fuera de la villa, que se guiarian todos por él, e que estonce havria su amor con ellos, e que de otra guisa non. E estonce ovieron su acuerdo, que lo dixiesse el Cid a los de la villa. E otro dia llegóse el Cid cerca del muro a fablar con los de la villa, e dixoles: que si querian haver su amor con él, que echassen los fijos de Abenagir de la villa, que por ellos e por el su mal seso los queria él mal: e si por aventura esto non quisiessen fazer, e por su consejo se guiassen e se quisiessen guiar, que nunca quedaria de les fazer mal, nin havrian amor con él, fasta que los aterrasse del todo: e que rescebiessen por su Adelantado a Abenjaf, e se guiassen por él, ca muy gran duelo havia dellos, ca los amava mucho, e si esto fiziessen, que los defenderia assi como solia fazer.

CAP. CLXXXV.

Abeniaf dezia esso mesmo a quantos con él fablavan: que porque se querian perder assi, por consejo de unos omes locos e nescios. E tanto se fueron envergonçando, que tenian que

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