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¡ Padre mio!

TORCUATO, á Simon.

SIMON, abrazándole.

Buen susto nos has dado, hijo: Dios te le perdone. Vaya, señores, dejemos los abrazos para mejor tiempo, y díganos Don Anselmo cómo se ha hecho este milagro.

ANSELMO.

Jamás sufrió mi alma tan terribles angustias. Cuando llegué á la Corte estaba S. M. recogido, y mis gritos, mis clamores fueron vanos, porque nadie se atrevió á interrumpir su descanso. Yo no dormí en toda la noche ni un instante; pero tampoco dejé sosegar á nadie. El ministro, el sumiller, el mayordomo mayor, el capitan de guardias, todos sufrieron mis importunidades. En vano me decian que mi solicitud era inasequible, porque yo no los dejaba respirar. Al fin, por librarse de mí ofrecieron pedir á S. M. una audiencia, y con esto los dejé por un rato; pero empleé el tiempo que restaba hasta la hora señalada en prevenir á los que debian estender la cédula, en caso de ser el despacho favorable, con lo cual todos estuvieron prontos y propicios. A las siete me admitió el Soberano. Le espuse con brevedad y con modestia cuanto habia pasado en el desafío ; le pinté con colores muy vivos el genio provocativo del Marqués; el corazon blando y virtuoso de Torcuato; el candor y la virtud de su esposa; y sobre todo, la constancia y rectitud del Juez, diciendo que era su mismo padre. El cielo sin duda animaba mis palabras, y disponia el corazon del Monarca. ¡ Ah, qué Monarca tan piadoso ! Yo ví correr tiernas lágrimas de sus augustos ojos! Despues de haberme oido con la mayor humanidad. «La suerte de ese desdichado, me dijo, conmueve mi Real ánimo, y mucho mas la de su buen padre. Anda, ya está perdonado; pero no pueda jamás vivir en Segovia, ni entrar en mi corte.» Al punto me postré á sus pies y los inundé con abundoso llanto. Salgo corriendo, acelero el despacho, tomo el caballo, vuelo en el camino, y ¡ oh Dios, un instante mas me hubiera privado del mejor amigo!

TORCUATO.

Querido amigo, vuelve otra vez á mis brazos : tú has sido mi libertador. ¡Cuántos y cuán dulces vínculos unirán desde hoy nuestras almas !

JUSTO.

Hijos mios, empecemos á corresponder á los beneficios del Rey obedeciéndole. Vamos á tratar de vuestro destino, y demos gracias á la inefable Providencia, que nunca abandona á los virtuosos, ni se olvida de los inocentes oprimidos.

FIN.

¡ Dichoso yo, si he logrado inspirar aquel dulce horror con que responden las almas sensibles al que defiende los derechos de la humanidad!

BEC. Del. y Pen.

DISCURSOS.

Sobre el lenguaje y estilo propio de un Diccionario geográfico, leido por el Autor en la Academia de la Historia (1).

LUSTRISIMO Señor : no pudiendo encargarme de concurrir á la ejecucion del acuerdo del 16 anterior por no haber tenido parte en el estracto de las cédulas geográficas, he estendido algunas reflexiones acerca de la formacion del Diccionario, á que están destinadas (2). Mi deseo no es otro que el de contribuir en la parte que pueda al complemento de una idea tan provechosa, y por lo mismo someto mis observaciones á la censura de V. S. I., para que las reciba con indulgencia y las mejore con sus luces.

Algunos señores han escrito ya con erudicion y acierto sobre la materia de nuestro Diccionario, y sobre la forma y distribucion de ella; y á sus observaciones seria difícil añadir cosa apreciable. Parece, pues, que solo resta tratar de un punto no menos principal en la empresa, ni menos digno de la detencion de la Academia.

Hablo del estilo. Vivimos en un siglo en que la singularidad, la solidez y el órden de la doctrina no bastan para hacer recomendable una obra, cualquiera que sea, si su estilo no tiene toda la claridad, toda la exactitud, y principalmente toda la analogía y proporcion convenientes á la naturaleza de su objeto.

Esta delicadeza es el primer fruto de los progresos de la literatura, y prueba desde luego el buen gusto de una nacion, ó al menos de aquella parte de individuos que la posee.

En efecto, cada género de escritos debe ser tratado de un modo peculiar y distinto. La poesía, la elocuencia, la historia,

las ciencias naturales, ias abstractas exigen un estilo propio, análogo á su naturaleza, conveniente á los varios métodos con que pueden tratarse, y proporcionado á sus objetos.

Pero sobre todo, las descripciones, ora tengan por objeto las producciones de la naturaleza, ora los trabajos del arte, requieren un estilo peculiarísimo; un estilo que presente los objetos á la imaginacion, y que los grabe en la memoria; un estilo cuyo fin, no tanto sea convencer y persuadir, como instruir y deleitar. A este estilo se le podria llamar con propiedad la pintura de la elocuencia.

La geografía, mas que otra facultad, toca á este género de escritos, porque abraza tantos objetos como la naturaleza, y su oficio no es otro que el de describirlos y pintarlos.

El oficio del geógrafo es presentar á sus lectores una idea la mas viva y completa que sea posible de los paises que describe escitando en su imaginacion, y grabando en su memoria aquella misma sensacion que imprimiria en ellos la vista material de los objetos.

Pero la pluma del geógrafo no debe pintarlo todo. La inmensa estension y variedad de sus objetos le obliga á una especie de economía que hace mas difícil su ministerio, y que solo podrá lograr por medio de la precision y parsimonia de su estilo. Debe por consiguiente reducir á una cuadrícula pequeña los objetos mas grandes, copiar exactamente sus contornos, señalar y distinguir sus perfiles, describir sus partes principales, é indicar ligeramente sus accesorios; debe tirar rasgos grandes y certeros; debe representar con ellos el tamaño, la figura y las proporciones de cada objeto; debe dar el término la posicion y el colorido conveniente, y sin detenerse en los accidentes ni en las partes inútiles, menudas ó menos principales, debe despertar en el lector aquella idea viva y profunda que es el fin primario de su profesion.

Tal debe ser en general el estilo de la geografía; claro, exacto, conciso, y en una palabra, gráfico y pintoresco, porque solo así se conformará con el nombre y el objeto de esta facultad.

Pero además convendrá que este estilo sea tambien figurado, y en cierta manera poético, no solo porque debe pintar, sino porque debe pintar con gracia y con viveza. De otro modo

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