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poesía? Qué otra cosa nuestros bailes, que una miserable imitacion de las libres é indecentes danzas de la ínfima plebe? Otras naciones traen á danzar sobre las tablas los dioses y las ninfas, nosotros los manolos y verduleras. Sin embargo, la música y la danza no solo pueden formar el mejor ornamento de la escena, sino que son tambien su principal objeto; porque al fin entre los concurrentes al teatro, siempre habrá muchos de aquellos que solo tienen sentidos.

5. En la direccion y gobierno.

Para dirigir esta reforma es preciso encargarla á personas inteligentes. ¿Qué se podrá esperar de la escena abandonada á la impericia de los actores, á la codicia de los empresarios, ό á la ignorancia de los poetas y músicos de oficio? En tales manos todo se viciaria, todo iria de mal en peor. Mas si uno ó dos sujetos distinguidos de cada capital, dotados de instruccion y buen gusto, de prudencia y celo público, y escogidos no por favor, sino por tales dotes, se encargasen de este ramo de policía, y cuidasen continuamente de perfeccionarle, todo iria mejor de dia en dia. Donde hubiese academia dramática podria fiársele sin recelo este cuidado, y el de nombrar entre sus individuos los directores del teatro. Cuantos sirven en la escena deberán estar subordinados á estos caballeros directores: su voz ser decisiva para la disposicion, ornato y ejecucion de los espectáculos, y sus facultades amplias y sin límites para cuanto diga relacion á ellos. Semejante objeto que abraza una muchedumbre de menudos é impertinentes cuidados, seria demasiado embarazoso para los magistrados municipales, y bastaria por lo mismo que los directores procediesen de acuerdo con ellos; reservándoles siempre cuanto tocase al ejercicio de jurisdiccion contenciosa, y pidiese procedimiento formal, discusion, conocimiento de causa, ejecucion ó castigo. De este modo trabajarian unos y otros de consuno para conseguir el decoro y buen órden en esta general é importante diversion.

La intervencion de la justicia en ella se ha mirado siempre como indispensable, y á nadie dejará de parecerlo á vista de la inquietud, la gritería, la confusion y el desórden que suele reinar en nuestros teatros. ¿Pero quién no ve que este desórden proviene de la calidad misma de los espectáculos? ¡ Qué dife

rencia tan grande entre la atencion y quietud con que se oye Ja representacion de Athalía, ó la del Diablo Predicador! Qué diferencia entre los espectadores de los corrales de la Cruz y el Príncipe, y los del coliseo de los Caños, aun cuando sean unos mismos! El hombre se reviste fácilmente de los afectos que se le quieren inspirar, y de ordinario la disposicion de su ánimo no es otra cosa que el resultado de las sensaciones que producen en él los objetos que le cercan, combinado con su situacion y deseos momentáneos. Así que la forma bella y elegante del teatro, la magnificencia de la escena, la gravedad é interés del espectáculo, le inspirarán infaliblemente aquella compostura que exige la concurrencia á toda diversion pública donde pagando todos para lograr un buen rato, son perfectamente iguales los derechos y obligaciones de cada uno á la conservacion del buen órden.

Falta sin embargo una providencia para asegurar esta tranquilidad, y es bien estraño que no se haya tomado hasta ahora. No he visto jamás desórden en nuestros teatros que no proviniese de estar en pie los espectadores del patio. Prescindo de que esta circunstancia lleva al teatro, entre algunas personas honradas y decentes, otras muchas oscuras y baldías, atraidas allí por la baratura del precio. Pero fuera de esto, la sola incomodidad de estar en pie por espacio de tres horas, lo mas del tiempo de puntillas, pisoteado, empujado, y muchas veces llevado acá y acullá mal de su grado, basta y sobra para poner de mal humor al espectador mas sosegado. Y en semejante situacion, ¿quién podrá esperar de él moderacion y paciencia ? (97) Entonces es cuando del monton de la chusma sale el grito del insolente mosquetero, las palmadas favorables ó adversas de los chisperos y apasionados, los silbos y el murmullo general que desconciertan al infeliz representante, y apuran el sufrimiento del mas moderado y paciente espectador. Siéntense todos, y la confusion cesará; cada uno será conocido, y tendrá á sus lados, frente y espalda cuatro testigos que le observen, y que sean interesados en que guarde silencio y circunspeccion. Con esto desaparecerá tambien la vergonzosa diferencia que la situacion establece entre los espectadores : todos estarán sentados, todos á gusto, todos de buen humor; habrá pues que temer el menor desórden.

Arbitrios para costear esta reforma.

Una reforma tan radical y completa pide sin duda grandes fondos, mas yo creo que el teatro los producirá. Cuando se inviertan en él todos sus rendimientos, el mas pequeño y pobre podrá ser tan decente y bien servido, como convenga á las circunstancias del pueblo en que se hallare. ¿En qué consiste pues la pobreza de nuestros mejores teatros? Quién no lo vé? En haberse hecho de ellos un objeto de contribucion. ¿Qué relacion hay entre los hospitales de Madrid, los frailes de San Juan de Dios, los niños desamparados, la secretaría del corregimiento, y los tres coliseos? Sin embargo he aquí los partícipes de una buena porcion de sus productos. Otro tanto sucede en los que existen fuera de la corte, y sucedia en los que no existen ya. La consecuencia es que los actores sean mal pagados, la decoracion ridícula y mal servida, el vestuario impropio é indecente, el alumbrado escaso, la música miserable y el baile pésimo ó nada. De aquí que los poetas, los artistas los compositores que trabajan para la escena sean ruinmente recompensados, y por lo mismo que solamente se vean en ella las heces del ingenio. De aquí finalmente la mayor parte de la indecencia y lastimoso atraso de nuestros espectáculos. ¿Qué no se podria hacer con los abundantes productos de los corrales de Madrid, distribuidos con discernimiento y buen gusto? A qué punto de magnificencia no podrian elevar el aparato escénico? Y aun así, ¡cuánto quedaria distante de la que buscaban los antiguos en sus espectáculos! En cien millones de sextercios se calculó la pérdida causada por el incendio de un teatro provisional que Emilio Scauro hizo erigir en Roma para celebrar la entrada de su magistratura. Y en el glorioso tiempo de Atenas, la representacion de tres tragedias de Sófocles costó á la república mas que la guerra del Peloponeso. No pedimos tanto: lloraríamos ciertamente al ver consumida en tan locos excesos de profusion la renta pública formada con el sudor del pueblo; pero deseamos á lo menos que los productos del teatro se inviertan en su mejora, y que lo que contribuye la ociosa opulencia, sirva para entretenerla y divertirla.

La reforma de la escena aumentará por otras razones los

rendimientos del teatro; porque sobre crecer la concurrencia, se podrá alzar el precio de las entradas sin miedo de menguarlas. Esta diversion tal cual se halla en el dia, es una necesidad para un gran número de personas: ¿y para cuánto mayor número no lo será una vez mejorada en todas sus partes? Cuántos hombres graves, timoratos, instruidos, y de fino y delicado gusto, que hoy huyen de las truhanadas, groserías y absurdos de nuestra escena, correrán todos los dias á buscar en ella una honesta recreacion, cuando estén seguros de no ver allí cosa que ofenda el pudor, ni que choque al buen sentido ? Entonces será el teatro lo que debe ser; una escuela para la juventud, un recurso para la ociosidad, una recreacion y un alivio de las molestias de la vida pública, y del fastidio y las impertinencias de la privada.

Esta carestía de la entrada alejará al pueblo del teatro, y para mí tanto mejor. Yo no pretendo cerrar á nadie sus puertas; estén enhorabuena abiertas á todo el mundo, pero conviene dificultar indirectamente la entrada á la gente pobre que vive de su trabajo, para la cual el tiempo es dinero, y el teatro mas casto y depurado una distraccion perniciosa. He dicho que el pueblo no necesita espectáculos; ahora digo que le son dañosos, sin exceptuar siquiera (hablo del que trabaja) el de la cor. te. Del primer pueblo de la antigüedad, del que diera leyes al mundo, decia Juvenal, que se contentaba en su tiempo con pan y juegos del circo. El nuestro pide menos (permítasenos esta expresion): se contenta con pan y callejuela.

Quizá vendrá un dia de tanta perfeccion para nuestra escena que pueda presentar hasta en el género ínfimo y grosero, no solo una diversion inocente y sencilla, sino tambien instructiva y provechosa. Entonces acaso convendrá establecer teatros baratos y vastísimos para divertir en dias festivos al pueblo de las grandes capitales; pero este momento está muy distante de nosotros, y el acelerarle puede ser muy arriesgado: quédese pues entre las esperanzas y bienes deseados.

Estas son las ideas que he podido reunir y extender en medio de mis cuidados, y con la priesa que la difusion y desaliño de este escrito manifiesta bien. Seguro de que la Academia sabrá mejorarlas con su sabiduría y buen gusto, se las presento con la mayor confianza, pidiéndole muy encarecidamente que

no desaproveche esta ocasion, tal vez única, de clamar con instancia al gobierno por el arreglo de un ramo de policía general, de que pende el consuelo, y acaso la felicidad de la nacion. Gijon 29 de diciembre de 1790 (98).

Don Gaspar Melchor

de Jovellanos.

MEMORIA

Del Castillo de Bellver. Descripcion histórico-artística.

¡Le moyen de ne pas mediter sur
ce qu'on voit tous les jours!

MAD. DE SEVIGNE.

A cosa de media legua, y al O. S. O. de la ciudad de Palma, se ve descollar el castillo de Bellver, al cual nuestras desgracias pudieron dar alguna triste celebridad. Situado á medio tiro de cañon del mar, al N. de su orilla, y á muchos pies de altura sobre su nivel (1), señorea y adorna todo el pais circunyacente. Su forma es circular, y su cortina ó muro exterior la marca exactamente; solo es interrumpida por tres albacaras ó torreones, mochos y redondos, que desde el sólido del muro se avanzan, mirando al E., al S. y al O., y le sirven como de traveses. Entre ellos hay cuatro garitones, circulares tambien, y arrojados del parapeto superior; los tres abiertos, y al raso de su altura; otro cubierto y elevado sobre ella. Iguales en diámetro y altura, hasta el nivel de la plataforma, empiezan allí á disminuir y formar un cono truncado y apoyado sobre cuatro columnas colosales, que resaltadas del muro los reciben en su collarin, y bajan despues á sumirse en el ancho vientre del talús. Escóndese este en el foso, y sube á toda su altura, formando con el muro del castillo un ángulo de cuarenta y cinco grados, y girando en torno de él y de sus torres. El foso, que lo abraza todo, es ancho y profundísimo, y sigue tambien la línea circular, salvo donde los cubos ó albacaras le obligan á desviarse y tomar la de su proyectura. En lo alto, y por fuera del foso, corre la esplanada, con débiles parapetos,

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