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del Mármol de la Fama, que cual la estéril palmera del desierto ni aun puede utilizar con su escasa sombra en los rigores del estío (1). Seguimos maquinalmente hácia la plaza fuerte de armas y alcázar de los Muslimes, que sirve en el dia para ejercicios de equitacion. No pudimos pues menos de esclamar á el aspecto de vestigios tan heteréogeneos; hé aqui unos monumentos, que apesar de ballarse hoy tan inmediatos entre sí, los separa una valla de generaciones de que apenas queda noticia, representando al espectador á la vez, mudos recuerdos del paganismo, del alcoran y del cristianismo.

Esta consideracion nos condujo naturalmente á meditar sobre la antigüedad de la ciudad que nos vió nacer, impulsandonos á escribir sobre su historia civil, política y religiosa, desde los tiempos remotos hasta de presente. Así que, principiamos nuestro trabajo, no perdonando para ello ningun género de diligencia, tanto en la consulta de los historiadores de mas nota, como en resacar de ellos lo mas selecto, á fin de legar á la posteridad una noticia recopilada de los hechos mas notables, referentes á tan antigua como esclarecida poblacion. (1) Estandose escribiendo esta obra se mandó por la autoridad fuese apeada, por amenazar ruina, como en efecto se verificó, hallándose hoy tendida en tierra, inmediata al sitio en que antes estaba colocada.

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No era trabajo tan árduo, á la verdad, para nuestras débiles fuerzas; pero habrá que suplir les defectos de que adolezca, ya nuestro buen desco, ya la seguridad de que solo relataremos lo mas probado y verosimil de la historia, desechando el mucho fárrago que la ligereza de algunos autores ha llegado á consignar en sus obras, en que resaltan la parcialidad, la inesactitud y los anacronismos mas palpables.

Como se trata de una ciudad, cuya fundacion se pierde en la oscuridad de los siglos; y por otra parte los hechos que van á narrarse coinciden con la legislacion de los diferentes pueblos que la dominaron, preciso es estendernos á hablar de aquellos y de su índole, aunque muy ligeramente, pues las conquistas, las divisiones de territorios, y otros grandes acontecimientos ocurridos en las respectivas épocas, influyeron mas o menos directamente en la suerte de Ecija, de tal manera que se hace indispensable aquella reseña cronológica.

Empresa es, repetimos, de gran cuantia, la que tratamos de acometer; pero ¿qué cosa mas noble ni mas embelesadora para un buen patricio, que reasumir los recuerdos históricos del pueblo de su naturaleza? ¿y con cuánta usura no recompensa sus tarcas el placer de presentar hoy á sus conciu

dadanos los grandes acontecimientos, los heróicos hechos de que aquel ha sido testigo? Tal es el fin que nos proponemos, sin perjuicio de no ceñirnos solo á escribir de la antigua y célebre Astigis bajo la dominacion de Cartago y de Roma, sino que figurarán las épocas subsecuentes hasta nuestros dias, con espresion de sus vicisitudes, ora en el tiem po de los vándalos y visi-godos, como en el de los árabes y demas dinastías que les siguieron: bajo estas bases damos principio á nuestra obra,

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Cuando los fenicios arribaron por primera vez á las costas de la Peninsula por el mar Occéano, de mil cuatrocientos á mil cuatrocientos cincuenta años antes de la Era Cristiana [1], estaba aquella dividida en mas de veinte naciones independientes, gobernada cada una por su respectivo gefe. La Bética ó Andalucia era conocida entre ellas bajo el nombre de Turdetania [2]; y si bien carecia en tan remota época de todo rastro de civilizacion, su vida nómada y patriarcal en un terreno abundantísimo de los útiles y necesarios frutos para la vida, hacía de este pais el simulacro de un Edem, cuando sus sencillos naturales aun no se habian creado las necesidades que causan la desgracia de los que viven en las sociedades modernas.

La independencia era sin embargo un don que nunca se dejaron arrebatar impunemente de las naciones limítrofes los turdetanos, pues, asi como los demas pueblos celtiveros, aceptaban cualesquiera clase de sacrificios, con tal que no se les (1) Geografia de Estrabon.

(2) Historia de España por Romey.

tocase á su libertad individual. En comprobacion de lo dicho, vease como se espresa el célebre Fenelón acerca de la Turdetania y sus moradores, antes de la simulada invasion de aquellas naciones mercantiles del Asia menor, que á la vez de domimarla politicamente, pusieron los cimientos de su civilizacion.

«El rio Bétis, dice, corre por un pais fértil, bajo de un apa«cible clima, el cual desemboca en el Occéano, harto cercanɔ «de las columnas de Hércules, y de aquella parte en donde el mar furioso rompiendo sus orillas, separó en lo pasado «la tierra de Tharsis de la grande Africa. Los inviernos allí «son templados, y nunca soplan los terribles aquilenes: el «ardor del estío se mitiga siempre con los frescos zéfiros que «hácia la hora del mediodia vienen á moderar el ambiente; casi que, todo el año es un maridaje de primavera y otoño «que parece se están dando la mano. Las tierras en los collados y Hanuras están cubiertas de ganado que rinde lana «finisima, buscada de todos los pueblos que se conocen. Hay «en aquella tierra fecundas minas de oro y plata; pero los «naturales, felices con su sencillez, no se dignan hacer de ellas «aprecio. Son estos tan sóbrios, que cuando se les habla de «aquellos pueblos que tienen perfumes, deliciosos manjares, «instrumentos que alhagan con la armonia, magnificos edi«ficios, muebles preciosos y paños bordados, responden: esos «pueblos son muy desventurados empleando tanto trabajo en «adulterarse á si propios; la superfluidad, dicen, afemina, em_ «briaga y atormenta á los que la tienen, y provoca á los que «carecen de ella á adquirirla con injusticia y violencia, no

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