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un viage literario recogieran los mas útiles que pudieran encontrar para dicho fin.

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Uno de los comisionados fue el P. Burriel, jesuita. Entre los muchos y apreciabilísimos instrumentos que encontró aquel sabio en su viage fueron algunos códices de la coleccion canónica goda, de cuyos descubrimientos informó al P. Ravago, confesor de Fernando vi, y á su amigo D. Pedro de Castro. » Tenemos tambien, decia á este último, un gran número de códigos de la coleccion canónica goda, genuina y legítima, escritos unos en el siglo IX; otros en el X, en el XI; y algu nos en el XII, por la cual se ha gobernado la iglesia de España casi hasta estos últimos siglos. No es esta la obra que con el título Codex veterum canonum ecclesiae hispanae reimprimió Cenni, tomándola del cardenal Aguirre, cometiendo ambos muchos yerros; porque esta empresa es solamente una instituta canónica puesta al principio de los códigos de la coleccion..... Es pues nuestra coleccion canónica goda la mas amplia, mas pura y mas bien digerida que ha tenido la iglesia católica en oriente y occidente..... Convendria hacer patente al mundo cristiano, que habiéndose llevado de España al imperio franco-gálico un ejemplar de esta coleccion canónica goda, cuando solo se conocian allá las pequeñas colecciones que publicaron Justelo y Quesnel, se forjó infamemente sobre el fondo de este ejemplar español, á fines del siglo VIII, ó principios del IX, otra coleccion abominable, llena de fingimientos, y atribuida sin embargo clara y espresamente á S. Isidoro, bajo el nombre de Isidorus Peccator, ó sea Mercador (leccion errada que ha prevalecido) queriendo dar el fingidor á sus perniciosas fábulas color de autoridad con la reputacion que ya lograba el santo doctor español, con sus obras esparcidas por la iglesia.... (1)."

(1) Aquellas cartas del P. Burriel estan impresas en el tomo segundo del Semanario erudito, de Valladares.

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Otro viage literario, hecho tambien de orden del gobierno por D, Miguel Casiri para el reconocimiento de los manuscritos árabes de la biblioteca del Escorial, presentó la feliz casualidad de encontrar alli un ejemplar de la coleccion goda traducida á aquel idioma, á mitad del siglo XI, por un presbítero llamado Vicente, para el uso del obispo Juan Daniel.

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Con todas estas noticias, la adquisicion de los códices mas apreciables, y conocida mas la importancia de dicha coleccion, se pensó en hacer una impresion magnífica, tanto de la original, como de la traduccion arábiga, adornada con las primorosas viñetas y figuras que se encuentran en el códice vigilano. Dió el proyecto de aquella edicion en el año de 1798 Don Pedro Luis Blanco, bibliotecario mayor, con el título de Noticia de las antiguas y genuinas colecciones canónicas ineditas de la iglesia española, que de orden del rey nuestro señor se publicarán por su real biblioteca de Madrid.

En la introduccion á aquella Noticia decia el Sr. Blanco, que la anticipaba,» hasta que saliera toda la obra impresa, pa. ra darse á conocer por sí misma como el monumento mas precio. so de nuestra antigüedad sagrada, y el mas oportuno para restablecer la disciplina eclesiástica, y el estudio canónico sobre unos planes que formó nuestra antigua iglesia, escrupulosamente arreglados al espíritu del evangelio y doctrina de Jesucristo, y á las tradiciones apostólicas en los tiempos mas inmediatos á su nacimiento.

A D. Pedro de Silva, sucesor de Blanco en el empleo de bibliotecario mayor, le pareció mas conveniente simplificar la edicion de esta obra, omitiendo la traduccion arábiga, las viñetas, y demas adornos, para darla mas pronto, y á menos coste. Sin embargo de eso, habiendo principiado su impresion en el año de 18c6 no se ha visto concluida hasta el presente de 1822, aunque en su fachada se lee el de 1808. Le precede un prólogo del Sr. D. Francisco Antonio

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Gonzalez, actual bibliotecario mayor, en el cual, admirándose de que aunque Ambrosio de Morales, Juan Perez, Vazquez del Mármol, y Loaisa tuvieron ya conocimientos de este tesoro de la verdad, nadie hasta fines del siglo pasado hubiera intentado darlo á la luz pública; y atribuye á este descuido, no solamente la fea nota de haber sido los españoles los autores de las falsas decretales de Isidoro Mercator, sino tambien los innumerables abusos introducidos en la disciplina eclesiástica: ¡ Quot, quantique, dice, in tradenda fidelibus morum disciplina errores! ¡Quantae in rebus penè omnibus ad ecclesiam, verique Numinis cultum pertinentibus abusiones! ¡Quanta in sa

cramentorum administratione incuria! Horret animus meminisse: et haec omnia, á seculo IX ad nostram usque memoriam, falsariis litterarum apostolicarum corruptoribus, aut potius inventoribus ea tribuere non desistet.... Utinam, dum haec scribimus, ex alio nos terrae tractu duxisse ortum osten dere possemus, ut felicissimae huic Iberae regioni, quam ma· ximo debemus obsequio, gratularemur, utque omnis amoveretur immeritarum laudum invidiosa suspicio. Sed nescit patriam verum; ante irrefragabile codicum tribunal sistimus.....

En ningun tiempo ha podido ser mas interesante la publicacion de esta obra, que en el actual: porque las variaciones ocurridas en la constitucion española pueden dar grandes motivos de controversias muy delicadas entre la potestad civil y la elesiástica; y el saber cómo se condujo el clero en los tiempos en que se cree que la religion y las costumbres fueron mas puras debe servir mucho al gobierno de norte para sus juicios, y sus determinaciones.

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Causas de la ruina de la monarquía goda: Sabia política de los moros en la conquista de esta península.

Se atribuye comunmente la ruina de la monarquía goda

á los vicios de Witiza, y D. Rodrigo. Se han inventado mil fábulas para infamar á aquellos dos reyes, hasta que la mayor crítica de estos tiempos ha demostrado su falsedad. Mas hasta ahora no se han aclarado bien las verdaderas causas de aquella catástrofe tan funesta.

¿Cómo veinte ó treinta mil mahometanos pudieron derrotar el ejército de Rodrigo, compuesto, por lo menos de do. ble ó triple número de españoles, no menos valientes que ellos? ¿Cómo en dos años los sarracenos pudieron apoderarse de casi toda la península, cuya ocupacion habia costado doscientos á los romanos, y otros tantos á los godos? Aun cuando fueran ciertas la depravacion de las costumbres de los dos últimos reinados ; el estupro violento de la Cava; las traiciones de D. Julian y D. Oppas, y otros tales cuentos; si la nacion española tuviera una buena constitucion; si amara á su gobier

; si la animara un noble patriotismo, sucumbiera, ni se dejara subyugar tan presto por tan pocos enemigos de su religion, su libertad, é independencia? ¿Cómo no hizo esfuerzos mas vigorosos para vengar su derrota en el Guadalete, y embarazar, é imposibilitar de mil maneras las marchas de los africanos? ¿Cómo las ciudades fuertes no los entre tuvieron en sitios mas largos y mas costosos, hasta poder reunir mayores fuerzas, y concertar nuevos planes de defensa? ¿Cómo

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les abrieron las puertas con tan corta resistencia? ¿Cómo Teodomir, y otros generales, no notados de cobardes, ni desleales, se concertaron tan presto con los gefes enemigos?....

La monarquía goda fue destruida por las mismas causas que otros grandes imperios Į esto es, por su mal gobierno. Las causas políticas obran de una manera muy semejante á las naturales. Una tierra mal labrada produce nada, ó pocas y malas yerbas, cuando bien cultivada se crian en ella abundantemente los frutos mas preciosos. Una nacion bien gobernada puede multiplicar infinitamente sus riquezas, y sus fuerzas: y al contrario, sin buen gobierno se empobrecen, se debilitan y anonadan las mas fuertes y opulentas.

Los godos no eran ya aquellos fuertes y valientes setentrionales, cuyo encuentro procuraba evitar Alejandro; temia Pyrro; y que infundian terror á Julio Cesar (1). Fuese por los vicios de su nuevo gobierno; por la larga paz y falta de enemigos esteriores; lejos de apetecer la guerra, como antiguamente, para acreditar su valor, y enriquecerse con los despojos de sus enemigos; no trataban más que de holgar y de intrigar en la corte, para medrar en sus bienes y en honores por medios viles.

En tal estado no era muy dificil á los califas, cuyo inmenso poder acababa de destruir los dos grandes imperios de Roma, y Persia, y de ocupar la mayor parte del Asia, y Africa, derrotar completamente un ejército afeminado, lleno de traidores, cual era el de Rodrigo (2); y subyugar rápidamente á la mayor parte de los desgraciados españoles.

Cómo quedaria esta hermosísima parte de la Europa de resultas de aquella invasion de los mahometanos se deja bien comprender, aun cuando no nos quedara la lastimosa pintura

(1) Isidorus, in Hist. Gothorum.

(2) Isidori, Pacensis episcopi Chronicon. En el tomo 8 de la España sagrada.

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