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aquellas obras una infinita multitud de noticias desconocidas hasta entónces, y un riquísimo tesoro de monumentos sacados de los archivos de las referidas Ciudades, y escondidos por muchos siglos con grave perjuicio de la gloria de nuestro Reyno y de su historia general.

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Habiéndome, pues, empleado los años sados en objeto tan importante, y llenado, quanto me ha sido posible, los deseos que se dirigian à la mayor perfeccion de nuestros Anales, me he restituido desde la Provincia de Galicia à la Tarraconense, donde he reconocido tres Ciudades y Sedes Episcopales, que conforme al orden prefixado debian ser las primeras despues de Calahorra, y son Dertosa, Egara y Emporias, cuyos tratados se comprehenden en en el tomo presente. Los crueles y largos infortunios que sobrevinieron à estas Ciudades con la irrupcion de los Sarracenos, no me permiten ofrecer aquí tan ventajosos aumentos para nuestra historia como los que he comunicado en los tomos precedentes, porque no solo fue ron despojadas de sus Pastores è Iglesias, sino tambien privadas de los monumentos que para su consuelo y esplendor conservaban de los tiempos anteriores. La Ciudad de Tortosa logró la

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felicidad de mantener en los primeros tiempos de la dominacion de los Arabes los edificios, costumbres, y el gobierno civil y eclesiástico que tuvo baxo el reynado de los Godos; pero como su esclavitud, à pesar de las repetidas diligencias de los Príncipes Christianos, duró mas de quatro siglos, sufriendo en este largo espacio muchos y fuertes combates, perdió todo el tesoro de sus archivos; y quando comenzó à respirar de su opresion, se vió tan pobre de escrituras, que no poseía un solo instrumento de su anterior grandeza. Egara y Ampurias fueron mas desgraciadas, porque la primera no solo perdió su Sede Episcopal, la que jamas fué restaurada, uniéndose su territorio à la Diócesis de Barcelona, de que se habia desmembrado en el siglo V., sino que el mismo pueblo quedó sepultado en sus propias ruinas, y vino à tal olvido, que muchos y doctos escritores ignoraron su sitio. Igual casi fué la calamidad de Ampurias, porque en medio de que la fortaleza y grandeza que habia mantenido desde que la habitaron Españoles, Griegos y Romanos, prometia una duracion eterna el furor de los Sarracenos la destruyó de manera, que apénas la quedó sino el nombre, sienA iij

do

do tambien su Silla Episcopal unida à la de Gerona.

Esta falta de documentos en lo respectivo à todos los siglos que pasaron hasta la conquista de estas Ciudades, y el deseo de esclarecer sus historias tanto mas ardiente, quanto mas necesitaban de ilustrácion, aumentaron notable. mente mi fatiga y el cuidado de reconocer escrituras, cronicones y demas monumentos en que esperaba hallar alguna noticia que pudiese servir al objeto que me propuse. Con esta diligencia llegué à formar la coleccion que se publica en el tomo presente, en que si por la escasez que he dicho de documentos, no se encuentran tantas especies para el adelantamiento de nuestros Anales, à lo ménos se hallarán juntas todas las que andaban esparcidas por muy diversos lugares, y aun algunas que estuvieron ignoradas hasta el tiempo presente. De este último género son las noticias que escribo de los Ilercaones, en cuya region estuvo Dertosa, sacadas del fragmento de Tito Livio descubierto en la Biblioteca Vaticana en el año de 1172 por Cl. Paulo Jacobo Brunn y publicadas en el siguiente en Hamburgo, y en el de 1776 en el tomo IV, de la edicion Parisiense de Tácito

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hecha por Brotier. Del mismo género son las que he sacado de dos insignes escrituras del célebre Conde Don Ramon Berenguer halladas por mi amigo Don Juan Antonio Fernandez, Archivero general de los Caballeros de Santiago en el Cartulario de Uldecona, que se guarda en la Castellanía de Amposta, las quales son anteriores à la conquista de Tortosa, y contie nen las disposiciones que hacia el Conde de la Ciudad y su Diócesis mencionando muchos pueblos de su territorio. Del mismo finalmente son las memorias de los años en que se ganaron à los Moros el Castillo de Ciurana, Tortosa, Burriana y otras Ciudades, poniéndose el cómputo del Cronicon inedito hasta aquí copiado de un libro del Ayuntamiento de Palma, que se intitula de Sant Perá, y comunicado por el Señor Don Juan Perez Villamil, Fiscal de S. M. en el Consejo de Guerra.

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Aunque la célebre conquista de Tortosa fué en el año de 1148, su Sede Episcopal, restaurada por el Conde Don Ramon Berenguer, no logró la restitucion de sus términos antiguos hasta que el zelo del Obispo Don Ponce de Torrellas, y las armas del Rey Don Jayme, llamado el Conquistador, se apoderaron de la A iv

par

parte que la correspondia en el Reyno de Va-
lencia. Deseando, pues, ilustrar la historia de
este Obispado hasta ponerlo en el estado que
tuvo antes de la venida de los Arabes, he con-
tinuado sus memorias hasta la época feliz en
que se verificó el reintegro de sus pueblos. Para
esta última parte de su ilustracion, que compre-
hende el tiempo que corrió desde la conquista de
la capital hasta la de Almenara, Onda y Nules,
que estan cerca de los límites que dividen esta
Diócesis de la de Valencia, he tenido presentes
los documentos del archivo de esta Iglesia co-
municados con el mapa del Obispado por su
ilustrísimo Cabildo, y diligencia de su Canó-
nigo el Señor Don Juan Antonio Rosillo y Ve-
larde, que lo es actualmente en la Santa Me
tropolitana Iglesia de Zaragoza.

En el Tomo XXXII. publiqué desde la
la pag. 118 un discurso, que dixe debia ser-
vir de preliminar à todas las controversias que
acerca de los límites que separaron antiguamen-
te la España de la Galia, habia de escribir
siempre que llegase à ilustrar las Regiones y
Obispados que tocan al Pirineo. Tratando, pues,
en el tomo presente del Obispado de Emporias,
que estuvo en el territorio de los Indigetes, los

qua-

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