Romancero general, ó Coleccion de romances castellanos anteriores al siglo XVIII, recogidos, ordenados, clasificados y anotados, Volumen 1

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Agustín Durán
M. Rivadeneyra, 1849
 

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Página 267 - Sj se le cae la lanza No tiene quien se la alce , Y si se le cae la espuela No tiene quien se la calce : Maldiciendo iba la mujer Que tan solo un hijo pare ; Si enemigos se lo matan No tiene quien lo vengar.
Página 409 - ... dotada de hermosura, y en proezas extremada ; por un perverso traidor toda eres abrasada, todas tus ricas ciudades, con su gente tan galana, las domeñan hoy los moros por nuestra culpa malvada, si no fueran las Asturias, por ser la tierra tan brava.
Página 269 - Las ciento hilaban oro, — las ciento tejen cendal, las ciento tañen instrumentos — para doña Alda holgar. Al son de los instrumentos — doña Alda adormido se ha : ensoñado había un sueño, — un sueño de gran pesar. Recordó despavorida — y con un pavor muy grande, los gritos daba tan grandes, — que se oían en la ciudad. Allí hablaron sus doncellas, — bien oiréis lo que dirán : — i Qué es aquesto, mi señora ? — ¿ quién es el que os hizo mal...
Página 413 - El rey va tan desmayado, que sentido no tenía ; muerto va de sed y hambre, que de velle era mancilla ; iba tan tinto de sangre, que una brasa parecía. Las armas lleva abolladas, que eran de gran pedrería ; la espada lleva hecha sierra de los golpes que tenía ; el almete, de abollado, en la cabeza se hundía ; la cara llevaba hinchada del trabajo que sufría.
Página 275 - Todo sirve a los amantes, plumas les baten veloces, airecillos lisonjeros, si no son murmuradores. Los campos les dan alfombras, los árboles pabellones, la apacible fuente sueño, música los ruiseñores. Los troncos les dan cortezas, en que se guarden sus nombres mejor que en tablas de mármol o que en láminas de bronce. No hay verde fresno sin letra, ni blanco chopo sin mote ; si un valle « Angélica ! » suena, otro « Angélica !
Página 127 - Entre los sueltos caballos De los vencidos cenetes, Que por el campo buscaban Entre lo rojo lo verde. Aquel español de Oran Un suelto caballo prende, Por sus relinchos lozano Y por sus cernejas fuerte. Para que lo lleve a él, Y a un moro cautivo lleve, Que es uno que ha cautivado, Capitán de cien Cenetes.
Página 165 - Esa palabra, la niña, no era sino traición: ¿cuyo es aquel caballo que allá bajo relinchó? — Señor, era de mi padre, y envióoslo para vos. — ¿Cuyas son aquellas armas que están en el corredor?
Página 126 - Trescientos Zenetes eran Deste rebato la causa; Que los rayos de la luna Descubrieron las adargas; Las adargas avisaron A las mudas atalayas, Las atalayas los fuegos, Los fuegos a las campanas; Y ellas al enamorado, Que en los brazos de su dama Oyó el militar estruendo De las trompas y las cajas.
Página 260 - Es, señor, que donde fuéredes Con vos me hayáis de llevar. — Por la fe que yo os be dado No se os puede negar ; Mas de las penas que siento Esta es la mas principal , Porque perderme yo solo Este perder es ganar, Y en perderos vos , señora , Es perder sin mas cobrar ; Mas pues así lo queréis , No queramos dilatar.
Página 486 - Como Rodrigo esto oyó, apriesa pide el caballo; con una voz alterada, contra el rey así ha hablado: —Por besar mano de rey no me tengo por honrado; porque la besó mi padre me tengo por afrentado.

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