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Evangelio, no fue por otra causa, que por haber sido estas tierras, como otras de la Provincia Tarraconense, el principal teatro de nuestro primer Maestro Santiago. Por la misma razon tratándose en el Tom. XVI. de la obra citada de la antigüedad de la religion Christiana en Astorga, no hubo dificultad en reducir su origen al tiempo de los Apóstoles, como lo hizo tambien el Rey Don Alonso en la escritura, que se refiere en la pag. 69. del mismo Tomo. Siendo pues esto así, y habiéndose fundado nuestra ciudad cerca del Imperio de Trajano, en que ya era numerosísima en España la copia de fieles, ¿ quién podrá dudar, que desde sus principios fue poblada por algunos, que si en lo exterior servian á los Emperadores de Roma, en su corazon y espíritu profesaban la religion de Jesu-Christo?

La pasion de los santos Mártyres Hemeterio y Celedonio, que como probé en el Tom. XXXIII. de la España Sagrada, fue en los primeros tiempos de la propagacion del Evangelio por estas provincias, comenzó, segun los Martyrologios de Adon, y Usuardo, seguidos por el Romano (1), en esta ilustre ciudad, en que militaban, por ser sin duda soldados de la legion VII. Gem. que la habia fundado. De aquí se puede colegir, que una de las primeras persecuciones se executó en los Christianos Legionenses, siendo ya la nueva poblacion famosa en aquellos tiempos por la profesion del hombre de Christo.

La antigüedad de los santos Mártyres Facundo y

(1) Eodem die natalis Sanctorum Emetherii, & Celedonii, qui primum apud Legionensem Gallecia civitatem milites, exurgente persecutionis procella, pro confessione nominis Christi plurimis afflicti tormentis, Calagurrim usque perducti, atque ibi marty

rio coronati sunt.

Primitivo, que segun los mas auténticos monumen-. tos, padecieron en tiempo de los Emperadores Mar-: co Aurelio Antonino, y Lucio Vero Cómmodo, es tambien un testimonio evidente de que en tierra de Leon se anunció, y abrazó muy temprano la doctrina Evangélica, y de que estaba muy arraigada en en el siglo II, de la Iglesia Christiana.

En tiempo de Septimio Severo, cuyo Imperio fue en fines del mismo siglo, se enardeció la persecucion, contra los fieles Legionenses, como lo testifica Tertuliano en su libro á Scapula, donde exponiendo la diferencia, con que eran castigados los Christia-) nos de Africa, y los de las otras provincias „di.) ce, que aquellos eran quemados, pero éstos solo degollados, como se verificaba en la Mauritania, y en Leon, donde era perseguido entonces el nombre de Christo (1).

Al medio del siglo III. se exercitó con gran crueldad en esta ciudad el odio, con que el Emperador Decio miraba á los Christianos. Así lo muestra el hecho de Basilides Obispo Legionense, que vencido. del temor á los castigos, que se daban á los Christianos desu Diócesis, cayó en el exêcrable pecado de Libelático.

Es digna de toda recomendacion la pureza, é integridad de Fé, que ya en la edad de san Cipriano resplandecia en los Christianos, que vivian en estab ciudad y su comarca. Porque si no fueran tan fieles, yotan amantes de Jesu-Christo; cómo podrian no desmayar á vista de los exemplos de su propio Pastor, tan perniciosos de suyo? Pues ello es, que no solo no desfallecieron, sino que menospreciando los

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(1) Pro Deo vivo cremantur...Nam & nunc à Præside Legionis, & à Preside Mauritanie vexatur hoc nomen, sed gla dio tenus.

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peligros á que se exponian por la ambicion y flaqueza que habia mostrado Basilides en la confesion de Christo, persistieron constantes en no reconocerle por Obispo. Dió la Iglesia de Leon con la de Astorga, y Mérida testimonio de tan singular firmeza en la carta escrita á san Cipriano, quien por eso la respondió, alabando su fidelidad, y su amor para con Dios (1).

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Es tambien nuestra Iglesia de Leon acreedora de grandes elogios por la puntualidad y teson, con que observó quanto la antigua disciplina ordenaba de los Obispos, que cometieron los delitos gravísimos, que de Basilides y Marcial cuenta san Cipriano en su Epístola. Porque juntándose los Prelados de las Sedes comarcanas, y juzgada por ellos la causa, toda la Christiana congregacion de los Legionense dió sin resistencia su consentimiento sobre la deposicion de Basilides, y eleccion de otro en su lugar. Ni es menos digna de alabanza la prudencia, con que la Iglesia de Leon procedió en esta causa despues que este mal Obispo alcanzó obrepticiamente decreto para ser restituido á su Sede. Porque en medio de saber , que este rescripto se dió solo en virtud de que el santo Pontífice Esteban, preocupado con la representación de Basilides, ignoraba los motivos justísimos, que tuvieron las Iglesias de España para1 deponerle con todo eso, como los Legionenses con los de Astorga y Mérida veneraban sumamente las decisiones de la Silla Romana, no quisieron obrar por

(1) Cum in unum convenissemus, legimus litteras vestras, fratres dilectissimi, quas ad nos per Felicem, & Sabinum Coëpiscopos nostros pro fidei vestræ integritate, & pro Dei timore fecistis, significantes Basilidem, & Martialem libellis idololatrie commaculatos, & nefandorum facinorum conscientia vinctos, Coëpiscopatum gerere, & Sacerdotium Dei administrare non oportere.

sí mismos en aquel enredoso negocio, sin consultar primero á los Padres Africanos, y singularmente á san Cipriano, cuya sabiduría era conocida en todo el mundo. El mismo santo con todo el Concilio aprueba, y aplaude en su carta el acierto, y discrecion, con que la Iglesia de Leon, y las otras se portaron en aquel caso, conformándose enteramente con la disciplina, que entonces florecia, con la costumbre de otras provincias, y finalmente con los preceptos de Dios en su Escritura. Y aunque el padre Boschio, continuador de Bolando, en el Tom. I. de Agosto al dia 2. opone algunos reparos, dirigidos á vindicar al glorioso Pontífice, y Martyr san Esteban, y ofuscar la justificacion de nuestras Iglesias en este asunto, no juzgo necesario volver ahora por el honor tan merecido de éstas, por haberlo hecho ya con toda la solidéz, y diligencia posible en el Tom. XXXI. pag. 7. y sig.

En fines del siglo III. y principios del IV. dieron los Christianos de Leon los mas célebres testimonios de su fé, y de su amor á Jesu-Christo, padeciendo algunos de ellos glorioso martyrio en la persecucion de Diocleciano, como san Marcelo y sus hijos, especialmente Claudio, Lupercio, y Victorico murieron en esta misma ciudad.

, que

Si los Edictos, que el piadoso y religioso Príncipe Constantino promulgó en el siglo IV. en favor de los Christianos, concediéndoles entera libertad en el exercicio de su religion, no permiten dudar, que entonces creció el número de los fieles, y que se edificaron templos públicos, no solo en las ciudades, sino en las poblaciones menores; ¿ quánto debemos creer, se esmerarian en el culto del verdadero Dios los Christianos de Leon, que en las persecuciones excitadas por los Emperadores Gentiles, dieron tan públicas muestras de su fervor, y de su zelo por la fé de Christo?

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En los siglos, V. y VI. logró esta Iglesia, mantenerse libre del Arianismo, que introduxeron los Bárbaros en España, así como la ciudad se sostuvo constantemente en el dominio de los Romanos del que no, se vió enagenada hasta el último año del reyna do de Leovigildo, y primero de su, piadoso hijo Recaredo, por cuyo medio hizo Dios á estas provincias el singular beneficio de verse enteramente reducidas á zá la unidad católica. En una de las ocasiones en que los Arianos intentaron la conquista de esta ciudad, ó hicieron alguna correria, por su territorio, vió ella con sumo gozo los gloriosos triunfos, que alcanzaron de la heregía sus ilustres vecinos, y Martyres san Vicente Abad, san Ramiro, y sus doce compañeros.

En la pérdida general de España, vino la Iglesia Legionense á caer como otras, en el triste cautiverio de los Sarracenos. El Arzobispo Don Rodrigo escribe que duró tan poco esta esclavitud, que no pasó del reynado de Don Pelayo, en cuyo tiempo dice la ganaron los Christianos, levantando en ella las vanderas de la fé (1). Pero lo mas cierto es, que este triunfo no se alcanzó hasta Don Alonso el; Católico quien se atribuye por los Cronicones mas antiguos, y autorizados que tenemos; verificándose sin embargo, que esta cautividad fue muy corta respecto de otras, y que esta Iglesia fue una de las primeras que sacudieron el yugo de los Arabes.

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Desde esta célebre conquista, se ha conservado en esta Iglesia la pureza de la fé, y religion, y si en tantos siglos, como son los que han pasado desde Don Alonso el Católico hasta el presense, se ha

(1) Civitatem etiam Legionem, quæ in deseensu Asturiarum ab Arabibus tenebatur, primo excercitu invaserunt, in ea vexilla fidei exaltantes. Lib. IV. de Reb. Hisp. cap. III.

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