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horizonte nuevos objetos, hubieron de inferir que describian una curva, mas no se atrevieron á determinar su naturaleza; pues que unos concibieron el mundo con una enorme barca, y otros como un inmenso cilindro, cortado por los polos. Bastaba sin duda repetir esta observacion en diversos sentidos, y hácia diferentes plagas, para colegir la esfericidad del globo y con todo corrieron muchas edades antes que fuese sospechada esta verdad. Y si acaso la alcanzó mas temprano un pueblo desconocido, de cuya antigua existencia y sabiduría dan indicios algunos conocimientos importantes, derivados á las groseras naciones del oriente, ved aquí otra prueba de la desidia del espíritu humano, pues que hubieron de pasar mas de cuarenta siglos antes que Thalés y Anaximandro la volviesen á anunciar á la sabia Grecia.

Pero si esta luminosa verdad puso á los griegos en el buen sendero de la geografía, enseñándoles á buscar en la esfera celeste el conocimiento de nuestro globo, su ardiente imaginacion, arrebatada por el magnífico espectáculo que se abria á sus ojos, se lanzó á contemplarle, y perdida, por decirlo así, en los cielos, se olvidó de la tierra, ó se desdeñó de mirarla. Así es como en medio de sus grandes descubrimientos astronómicos, debemos admirar con humillacion lo poco que adelantaron en la geografía.

En vano la crítica pretende librarlos de esta nota, que oscurecerá siempre su fama en la historia de las ciencias. Por ella vemos que habiendo partido el globo en cinco zonas, condenaron las tres á perpetua soledad y muerte, no creyendo que pudiese penetrar la vida ni los rayos de la luz benéfica por las tinieblas y eterno hielo de los polos, ni que cosa alguna pudiese respirar ni germinar bajo los rayos perpendiculares del sol equinoccial. Creyeron solo habitables las dos zonas medias; la una por esperiencia, y la otra por la analogía de su temperamento; pero al mismo tiempo las juzgaron incomunicables y condenadas á perdurable separacion, por la interposicion de la zona tórrida. Ved aquí el límite en que se detuvo la geografía práctica de los griegos, y ved aquí tambien donde pereció con la libertad y la gloria de aquel gran pueblo; pues que ni la escuela de Alejandría, ni los estudios de Roma, aunque ennoblecidos con los nombres de Ptolomeo y Estrabon,

de Mela y Plinio, la pudieron sacar de tan estrechos confines. Vedla, en fin, reducida á una escasa porcion de las regiones contenidas entre el círculo boreal y el trópico de Cáncer. ¡Qué mucho que el cronista de la naturaleza se quejase del cielo, porque despues de abandonar al Océano la mayor parte del orbe, hubiese robado al hombre tres partes de la tierra!

¿Y por ventura eran de esperar mayores luces de una edad que abandonaba el progreso de las ciencias á la especulacion de algunos filósofos, y en que el espíritu de descubrimientos no tenia mas estímulos que los de la ambicion? Ya Estrabon observó con su acostumbrado juicio que todos los progresos de la geografía fueron debidos al genio de la guerra ; que las conquistas de Alejandro le abrieron el oriente, las de Mitridates el norte, y las de Roma el occidente. Pero como si estos azotes del género humano tratasen mas de oprimirle que de conocerle, ó como si se horrorizasen de contemplar unas re. giones que habian inundado en sangre y cubierto de ruinas, sus nombres apenas merecen entrar en la historia de la geografía. Llámelos enhorabuena señores del mundo la ignorancia; pero siempre será cierto que su oriente no pasó del Gánges, su norte de los montes Carpatos, su mediodía de las costas mediterráneas de Africa, y su occidente de las orillas del Elva siempre será cierto que nada conocieron de las regiones que con los nombres de Suecia, Dinamarca, Prusia, Polonia y Rusia hacen tan gran figura en el mapa político de Europa nada de los vastos paises situados hácia el ártico, y en los estremos del Asia: nada, en fin, del nuevo inmenso continente de América, cuya estension abraza los círculos polares, y cuyo conocimiento es ya tan familiar á cada uno de nosotros.

Aun esta débil gloria de la antigua geografía debia perecer con la del nombre romano. En vano la buscaréis entre las bárbaras naciones, que inundando su imperio, ahuyentaron de él las ciencias, las artes y los descubrimientos de la antigüedad. Entonces dividida la Europa en reinos pequeños, partida en mas pequeños señoríos, turbada con frecuentes guerras, infestada por aventureros y bandidos, sin estudios, sin comercio, sin ninguna relacion de correspondencia ó comunicacion habitual, dejó de conocer el resto de la tierra, y aun

de conocerse á sí misma. Apenas el tráfico de Constantinopla, comunicando por grandes rodeos con la India, conservó algun conocimiento del Asia; y si los árabes con las ciencias matemáticas cultivaron la geografía, fué para ilustrar sus principios, sin estender sus límites fuera del imperio de la media luna. A los antiguos errores añadió la ignorancia otros nuevos, y para mayor confusion del espíritu humano la poblacion de Jas zonas, la existencia de los antipodas, las verdades mas triviales de esta ciencia, eran miradas como una impiedad, ó como un sueño por los genios mas superiores de la baja edad.

Pero en medio de sus tinieblas, España, á quien tanta gloria estaba reservada en la historia de la geografía, mientras rechazaba con una mano los enemigos de la libertad y de su culto, preparaba con otra la feliz revolucion que debía ilustrar los principios y ensanchar los límites de esta noble ciencia. Ya en el siglo xn, el intrépido Benjamin de Tudela, penetrando por nuevas y desconocidas regiones, le habia dado á conocer el Asia y el Africa. Ya en el xIII una reunion de sabios á la sombra de un Príncipe, justamente distinguido por este nombre, habia probijado y comunicado á la Europa el Almagesto de Ptolomeo, mejorado por Albategnio. Ya en el xiv, engolfándose en el Atlántico, habia descubierto y dado á Betancourt las Canarias, cuando en el xv, cultivando la astronomía y la náutica, inventando la hidrografía, y arrojándose á ignotos mares, se disponia á llevar sus banderas á los estremos de oriente y occidente, para abrir toda la tierra á la contemplacion de la filosofía.

¡Loor te sea dado, oh valerosa y magnánima nacion, escogida por el cielo para descubrir un nuevo mundo, y unir con eterno vínculo dos hemisferios, antes tan desconocidos como separados! Loor á los héroes intrépidos, que despreciando la muerte y los naufragios, corrieron los vastos continentes de ocaso y mediodía, y penetraron hasta los mas escondidos estremos del mar Atlántico y Pacífico! Loor inmortal á Colon y á Gama, á Balboa y Magallanes, cuyos nombres brillarán con perdurable esplendor en los fastos de la geografía! Loor, en fin, al valeroso Elcano, que con su nao Victoria rodeó el primero la tierra, circunscribiendo en su giro todos los límites del mundo! Desde entonces nada quedó escondido en él á la in

trepidez del genio español. Nuevas espediciones y descubrimientos se suceden en oriente y ocaso: los continentes maș ignorados, las islas mas remotas ven tremolar en nuestras naves el leon de España; y esplorados todos los senos del Océano, la geografía sacó de entre las ondas su brillante cabeza.

Mientras la envidia pesa en injusta balanza la sangre y lágrimas de tantos pueblos descubiertos y conquistados, sin poner en ella la santa moral, las leyes justas, y las instituciones benéficas que recibieron en cambio, saquemos nosotros una útil leccion de estas pasadas glorias; y veamos como España, despues de haber despertado la atencion de las demas naciones, y dádoles el primer impulso para que la siguiesen en tan ilustre carrera, contenta con el fruto de sus victorias, y dormida sobre sus laureles, empezó á desdeñar los estudios á que los debiera; y como, olvidándolos casi por dos siglos enteros, se abandonó á las especulaciones de una filosofía estrepitosa y vacía, en tanto que otros pueblos, contemplando los cielos, esplorando la tierra, y cultivando las ciencias naturales, corrian á un mismo paso á la cumbre de la ilustracion y la opulencia.

¡Qué época tan gloriosa no abre aquí la historia á vuestros ojos, y cuántos ilustres genios no presenta á vuestra veneracion! Copérnico fijando el sol en su trono, Keplero dando leyes al giro de los planetas, Newton (reduciéndolas á un principio tan sublime por su sencillez como por su grandeza, Galileo, Hevelio, Casini, Lacaille y Herschel describiendo, poblando y ensanchando los cielos; y tantos como buscando en ellos el conocimiento del globo, lograron colocar su nombre entre los fundadores de la geografía moderna.

Su ilustre ejemplo infunde un ardiente espíritu de investigacion en la filosofía, que aliada con las artes, inventa instrumentos, perfecciona métodos, multiplica recursos, y doblando el alcance de la vista y las fuerzas de la razon humana, abre á su contemplacion los cielos y la tierra, y somete á sus cálculos así los cuerpos grandes y remotos, como los mas imperceptibles y escondidos de la naturaleza.

Entonces fué cuando la política, avergonzada de no tener alguna parte en esta gloria, empezó á inspirar en los gobiernos el deseo de asociarse á las ciencias, y acalorar y proteger

sus designios. Y ved aquí el noble impulso á que fueron debidas aquellas empresas memorables, que solo pudo coronar la generosidad del poder, reunida al amor de la sabiduría, y que levantaron á tanto esplendor la ciencia geográfica. Premios señalados á los inventores de instrumentos para combinar con mayor exactitud las medidas del tiempo y del espacio : colonias de sabios destinadas al ecuador y á nuestro polo, para resolver la cuestion cardinal de la figura y tamaño de la tierra : astrónomos derramados por todas las plagas del mundo, para determinar el tránsito de vénus por el disco solar, la paralaje de este gran planeta, y su tamaño y distancia de nosotros : navegantes entregados á mares nunca conocidos, para descubrir entre peligros y naufragios los helados continentes de uno y otro polo.... No, no nos es dado reducir á los estrechos límites de un discurso tan amplia materia de alabanza. Algun dia la descubriréis en la historia de las ciencias, cuando con los nombres de Condamine y Maupertuis os presente los de tantos dignos compañeros de sus trabajos; y algun dia tambien le yéndola, honraréis con vuestras lágrimas los de Cook, Malespina y Lapeyrouse, y deploraréis el maligno hado que se complació en confundir en su memoria, como en la de Colon y Magallanes, la gloria y el infortunio."

España, cediendo al mismo noble impulso, habia asociado sus hijos á la gloria y á las fatigas de estas empresas; pero como si solo hubiese recobrado su antigua energía para hacer mas digno uso de tantas luces y esperiencias, la veréis ahora acometiendo otra empresa, cuya grandeza se recomienda por su misma utilidad. Yo os la recuerdo con tanto mas placer, cuanto con algunos nombres, muy caros á mi amistad, presente á vuestra gratitud el del piadoso Monarca, á quien Astúrias debe este Instituto, y vosotros esta enseñanza. Cárlos IV siguiendo las huellas de su ilustre Padre y los consejos de un celoso ministro, nuestro protector y compatriota, supo aplicar todas las luces atesoradas por la astronomía y la náutica al adelantamiento de nuestra geografía nacional. A ellas se debe el escelente atlas hidrográfico que teneis á la vista, trabajado con tan sábia diligencia, y publicado con tanta generosidad. Él encierra un rico depósito de útiles é indispensables conocimientos, y él es el mas irrefragable testimonio de la be

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