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JUSTO.

Sí, soy su padre, y sin embargo habia decretado su muerte. ¡Ah! si el cielo no le hubiese salvado, solo el sepulcro pudiera terminar mis tormentos. Sosiégate, querida hija, y tranquiliza tu espíritu agitado. En mejor tiempo te descubriré los designios de la Providencia sobre el origen de tu esposo.

LAURA, besando la mano á Justo.

¡Querido padre! El cielo me le vuelve por vuestra mano, y á su virtud y á la vuestra debo tan gran ventura.

SIMON.

Señores, cuanto pasa parece una novela: yo estoy aturdido, y apenas creo lo mismo que estoy viendo.... Querida Laura, ven á los brazos de tu padre.

(Laura va á abrazar á su padre, pero viendo á su esposo corre á encontrarle al fondo de la escena, donde se abrazan estrechamente.

ESCENA SÉPTIMA.

ANSELMO, TORCUATO, FELIPE, LOS DICHOS. TORCUATO DESGREÑADO, PERO SIN LAS VESTIDURAS DE REO, CON SEmblante risueÑO, AUNQUE MUY CONMOVIDO : ANSELMO Lleno de polvO, Y EN TRAGE DE POSTA.

¡Ah, querido esposo !....

LAURA.

TORCUATO, corriendo á abrazarla.

¡Ah, Laura mia !...

JUSTO, abrazando á Anselmo.

¡Mi bien hechor, mi amigo! ¿Con qué podrémos corresponder á tan sublime beneficio?

ANSELMO.

En él mismo, señor, está mi recompensa. He tenido la dulce satisfaccion de salvar á mi amigo.

TORCUATO á su padre, abrazándole.

¡Querido padre!

JUSTO.

Ven á mis brazos, hijo mio: ven á mis brazos.... Tú serás el apoyo de mi vejez.

LAURA.

¡Ah! El gozo me tiene fuera de mí.... Querido Don Anselmo, yo seré eternamente esclava vuestra.

TORCUATO, á Simon.

¡ Padre mio !

SIMON, abrazándole.

Buen susto nos has dado, hijo: Dios te le perdone. Vaya, señores, dejemos los abrazos para mejor tiempo, y díganos Don Anselmo cómo se ha hecho este milagro.

ANSELMO.

Jamás sufrió mi alma tan terribles angustias. Cuando llegué á la Corte estaba S. M. recogido, y mis gritos, mis clamores fueron vanos, porque nadie se atrevió á interrumpir su descanso. Yo no dormí en toda la noche ni un instante; pero tampoco dejé sosegar á nadie. El ministro, el sumiller, el mayordomo mayor, el capitan de guardias, todos sufrieron mis importunidades. En vano me decian que mi solicitud era inasequible, porque yo no los dejaba respirar. Al fin, por librarse de mí ofrecieron pedir á S. M. una audiencia, y con esto los dejé por un rato; pero empleé el tiempo que restaba hasta la hora señalada en prevenir á los que debian estender la cédula, en caso de ser el despacho favorable, con lo cual todos estuvieron prontos y propicios. A las siete me admitió el Soberano. Le espuse con brevedad y con modestia cuanto habia pasado en el desafío; le pinté con colores muy vivos el genio provocativo del Marqués; el corazon blando y virtuoso de Torcuato; el candor y la virtud de su esposa ; y sobre todo, la constancia y rectitud del Juez, diciendo que era su mismo padre. El cielo sin duda animaba mis palabras, y disponia el corazon del Monarca. ¡Ah, qué Monarca tan piadoso! Yo ví correr tiernas lágrimas de sus augustos ojos! Despues de haberme oido con la mayor humanidad. «La suerte de ese desdichado, me dijo, conmueve mi Real ánimo, y mucho mas la de su buen padre. Anda, ya está perdonado; pero no pueda jamás vivir en Segovia, ni entrar en mi corte.» Al punto me postré á sus pies y los inundé con abundoso llanto. Salgo corriendo, acelero el despacho, tomo el caballo, vuelo en el camino, y ¡ oh Dios, un instante mas me hubiera privado del mejor amigo!

TORCUATO.

Querido amigo, vuelve otra vez á mis brazos : tú has sido mi libertador. ¡Cuántos y cuán dulces vínculos unirán desde hoy nuestras almas !

JUSTO.

Hijos mios, empecemos á corresponder á los beneficios del Rey obedeciéndole. Vamos á tratar de vuestro destino, y demos gracias á la inefable Providencia, que nunca abandona á los virtuosos, ni se olvida de los inocentes oprimidos.

FIN.

¡ Dichoso yo,

si he logrado inspirar aquel dulce horror con que responden las almas sensibles al que defiende los derechos de la humanidad!

BEC. Del. y Pen.

DISCURSOS.

Sobre el lenguaje y estilo propio de un Diccionario geográfico, leido por el Autor en la Academia de la Historia (1).

LUSTRISIMO Señor : no pudiendo encargarme de concurrir á la ejecucion del acuerdo del 16 anterior por no haber tenido parte en el estracto de las cédulas geográficas, he estendido algunas reflexiones acerca de la formacion del Diccionario, á que están destinadas (2). Mi deseo no es otro que el de contribuir en la parte que pueda al complemento de una idea tan provechosa, y por lo mismo someto mis observaciones á la censura de V. S. I., para que las reciba con indulgencia y las mejore con sus luces.

Algunos señores han escrito ya con erudicion y acierto sobre la materia de nuestro Diccionario, y sobre la forma y distribucion de ella; y á sus observaciones seria difícil añadir cosa apreciable. Parece, pues, que solo resta tratar de un punto no menos principal en la empresa, ni menos digno de la detencion de la Academia.

Hablo del estilo. Vivimos en un siglo en que la singularidad, la solidez y el órden de la doctrina no bastan para hacer recomendable una obra, cualquiera que sea, si su estilo no tiene toda la claridad, toda la exactitud, y principalmente toda la analogía y proporcion convenientes á la naturaleza de su objeto.

Esta delicadeza es el primer fruto de los progresos de la literatura, y prueba desde luego el buen gusto de una nacion, ό al menos de aquella parte de individuos que la posee.

En efecto, cada género de escritos debe ser tratado de un modo peculiar y distinto. La poesía, la elocuencia, la historia,

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