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JUSTO con estrema inquietud, paseando por el frente de la escena.

Este Don Anselmo... Don Anselmo!.. Gran Dios! ¿Así abandonais al inocente?.... (Hace seña al Escribano, que se habrá mantenido á la puerta.)

ESCENA TERCERA.

LOS DICHOS.

El Escribano sin salir hace una seña desde la puerta, y á ella entran sucesivamente el Alcaide, la tropa y los ministros de justicia. El Alcaide despoja á Torcuato de sus prisiones, los soldados con bayoneta calada le rodean por todos lados, y la gente de justicia se coloca parte al frente y parte cerrando la comitiva. El Escribano precede á todos. En este orden irán saliendo con mucha pausa, y entretanto sonará á lo lejos música militar lúgubre. Justo se mantiene inmoble en un estremo del teatro con toda la serenidad que pueda aparentar, pero sin volver el rostro hacia el interior de la escena.

TORCUATO mientras le quitan las prisiones. Querido padre, yo os recomiendo á la inocente Laura: sustituidla el lugar de este hijo que vais á perder.

JUSTO.

Hijo mio: ella será mi único consuelo en las angustias que me aguardan.

TORCUATO empezando á salir.

Padre! A Dios, querido padre. (Justo no le puede responder por el esceso de su dolor: se arroja en una silla, luego se reclina sobre la mesa, cubriendo su rostro con las manos, y entretanto acaba de salir todo el acompañamiento.)

JUSTO levantando las manos al cielo.

Este Don Anselmo! ...

TORCUATO fuera de la escena.

¡A Dios, querido padre!

(Justo al oirle se vuelve á cubrir el rostro, y reclinado como antes, guarda silencio por un rato).

ESCENA CUARTA.

JUSTO, CON VOZ INTERRUMPIDA.

¡Hijo infeliz!... Yo soy quien te priva de tu inocente vida... Lo que hice para salvarte ha sido tan poco... ¡Qué idea tan hor

rible! Pero no hay remedio... Bien presto la fúnebre campana me avisará de su muerte... (Levantándose asustado.) Ya parece que suena en mis oidos. ¡Santo Dios! (Paseándose por la escena con suma inquietud.) No hallo sosiego en parte alguna. ¡Hijo desdichado ! ¿Es posible?... Con qué tu inocencia, tus virtudes, los ruegos de un amigo, los tiernos suspiros de una esposa, las lágrimas de un padre, y el sentimiento universal de la naturaleza, nada pudo librarte de la muerte? De una muerte tan acerba, y tan ignominiosa?... ¡Buen Dios! ¿Por qué no le socorres ?... (Asustado.) Pero qué ruido se oye? Si estará ya espirando?

ESCENA QUINTA.

SIMON, LAURA, JUSTO.

LAURA, entra en la escena corriendo, desgreñada y llorosa, y su padre dete

niéndola.

SIMON, desde el fondo.

Señor, señor, no puedo detenerla. Un solo instante que nos descuidamos...

LAURA, mirando á todas partes.

No, no: todos me engañan. Crueles! ¿porque me quitais á mi esposo? Dónde está? Qué, no parece? Se le han llevado ya? ¡Verdugos! Crueles verdugos de mi inocente esposo ! ¿Estaréis ya contentos?... No: él no ha muerto aun, pues yo respiro. Dejadme, dejadme que vaya á acompañarle; que la sangrienta espada corte á un mismo tiempo nuestros cuellos... ¡ Querido esposo! Ah! Tú lucharás tambien con tus verdugos por venir á unirte con tu Laura. ¿Por qué no quieren que espiremos juntos?

Hija...

JUSTO, procurando templar á Laura.

LAURA, mirándole con horror.

Yo no soy vuestra hija, cruel! yo no soy vuestra hija. Vos me habeis quitado mi esposo: sí, vos me le habeis quitado. Y no os disculpeis con las leyes, con esas leyes bárbaras y crueles, que solo tienen fuerza contra los desvalidos.

JUSTO.

¡Qué alma podrá resistir á tantas aflicciones! (Se oye á lo lejos una confusa gritería, y casi al mismo tiempo el toque de campana que se acostumbra en semejantes casos.) ¡ Pero qué oigo! Qué rumor!........... Oh santo Dios! Recibe su espíritu. (Se vuelve á arrojar en la silla, tomando la misma situacion en que antes estuvo. Laura corre como furiosa; su padre manifiesta tambien mucho dolor, y la sigue sin hablar).

LAURA.

¿Qué, ya espiró? No, no puede ser... Mi esposo... ¡ Oh triste, oh desdichado esposo!... tú sangre corre ya derramada... Ah! voy á detenerla. ( Hace un esfuerzo por salir de la escena, y cae al suelo oprimida del dolor).

SIMON.

¡ Hija mia! Hija de mi vida!... Ah! que no respira. ( Aquí se hace una larga pausa, y durante ella continua el sonido de la campana.)

JUSTO.

Este melancólico silencio llena mi alma de luto y de pavor. ¡ Eterno Dios! Tú has recibido ya su espíritu en la morada de los Justos!

SIMON.

Hija mia... ¡Oh padre desdichado !

LAURA, volviendo en sí.

¿Con qué ya no hay remedio? Con qué el golpe fatal?..... No: yo no puedo vivir. ¡Querido esposo ! Ah, bárbaros ! Ah, crueles verdugos!

JUSTO.

Buen Dios, pues nos envias esta tribulacion, conforta nuestras almas para sufrirla.

SIMON.

¡Hija mia! Querida Laura !...

LAURA, levantándose con furor.

¿Y el justo cielo no vengará la sangre del inocente? ¡Oh Dios! aliende á mi ruego, y haz que perezcan los verdugos que le han asesinado; que la triste sombra de mi inocente esposo llene sus corazones de susto y de zozobra; que los gritos, los atroces lamentos de su viuda infeliz resuenen siempre en sus al

mas impías; que sean eterno objeto de tu terrible cólera. (Vuelve á caer en los brazos de su padre como antes.)

SIMON.

Hija... El dolor la tiene sin sentido. Hija mia...

JUSTO.

Ah! su dolor es muy justo! Desventurada! ¿Pero qué nuevo rumor? que habrá sucedido ?

(El Alcayde, el Escribano, Eugenio y algunos otros domésticos salen apresurados á la escena, diciendo todos á una voz.)

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LAURA, corriendo hdcia el Escribano.

¿ Pues qué? Vive: vive todavía? Amigo...

ESCRIBANO, fatigado.

Si el señor Don Anselmo tarda un instante mas, todo se ha perdido; pero el cielo le trajo á tan buen tiempo... Sí, señores: vive aun, y está perdonado: este es su indulto. (Entrega un pliego á Justo.)

LAURA.

¿Y dónde está ? Vamos á verle. (Simon la detiene).

JUSTO, abriendo el pliego besa la real fiama, la pone sobre la cabeza,

tira á leer, diciendo:

se re

Al fin, ¡ buen Dios! los clamores de un padre desdichado no han sido vanos en tu adorable presencia.

SIMON, al Escribano.

Pues vaya, hombre, cuéntenos lo que ha pasado, y sáquenos de dudas.

ESCRIBANO, mientras lee Justo.

Yo no sé si podré, porque estoy tan alterado, tan gozoso...

Ya todo estaba pronto, y el reo había subido á lo alto del cadalso: toda la ciudad se hallaba en la gran plaza de este alcázar ansiosa de ver el triste espectáculo: el susto y la curiosidad tenian al pueblo en profundo silencio, y solo se oia el funesto pregon de la sentencia, y las voces de los religiosos que auxiliaban. Entretanto conservaba Torcuato en su semblante la compostura y gravedad de su natural, y los ojos de todo el concurso estaban clavados en él, cuando el verdugo le advirtió que habia llegado su hora. Entonces sereno y mesurado se acomoda la lúgubre vestidura, tiende su vista por toda la plaza, la fija por un rato en este alcázar, y lanzando un profundo suspiro se dispone para la sangrienta ejecucion. Todos guardaban un melancólico silencio, y ya el verdugo iba á descargar el fatal golpe, cuando una voz que clamaba á lo lejos perdon, perdon, detuvo el impulso de su brazo. A esta voz siguió una grande y confusa gritería del pueblo, cuyo rumor engañó al que tenia á su cargo la campana; de suerte que el fúnebre sonido de esta, y las alegres voces del indulto y del perdon resonaron á un tiempo en todas los oidos. Ya á este punto llegaba Don Anselmo á caballo al sitio del suplicio. El susto, el polvo y el sudor habian desfigurado su semblante, de forma que nadie le conocia. Traia en la mano la Real cédula de indulto, que me entregó al instante (Justo acaba de leer, y se acerca á oir al Escribano); y dándome órden de que viniese á presentarla, se apeó, subió al cadalso, y allí queda dando tiernos abrazos á su amigo, y bañando su rostro en lágrimas de gozo.

JUSTO.

¡Ay, amigo! corred: no os detengais un punto : poned á mi hijo en libertad, y que venga al instante á nuestra vista. (EI Escribano se va con precipitacion.) ¡Oh buen Dios! Mi corazon desfallece de contento. Sí, querida Laura, él es mi hijo, y tú lo eres tambien.... Ven á mis brazos, y ayúdame á dar gracias á la Providencia por este inefable beneficio.

LAURA, corriendo á abrazarle. ¿Qué, señor? Vos sois su padre?

SIMON.

¿Su padre? Tambien tenemos esa?

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